Va al contenido

Huellas N.06, Junio 2024

PRIMER PLANO

Caminando hacia la Cruz

Fernando Melgar

Un grupo de presos, funcionarios de prisiones y voluntarios que hacen la caritativa en una cárcel de Murcia han peregrinado juntos por el Año Santo en Caravaca de la Cruz

Un grupo de amigos de Murcia que hacemos la caritativa en el centro penitenciario de Campos del Río, con la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Cartagena, aprovechando que nos encontramos en el año santo de Caravaca de la Cruz, hemos realizado una peregrinación al santuario caravaqueño donde se venera una parte del Lignum Crucis, acompañando a un grupo de presos del centro penitenciario Murcia II.
Una peregrinación jubilar en la que, junto a los presos autorizados, nos acompañó un pequeño número de funcionarios en una confraternización que desde el primer momento quedó manifiesta y que nos ha permitido vivir de primera mano una riquísima experiencia de encuentro con el hermano que sufre y está pasando por una difícil experiencia en su vida. Cada uno con su cruz, que es «vida y consuelo», nos pusimos en camino.
Me pongo en camino, Señor. Dejo atrás las sendas habituales por las que transito cada día, y me convierto en peregrino. Quiero aprender a caminar de un modo nuevo, ligero de equipaje, abierto a la sorpresa del encuentro, buscando tus huellas en paisajes, rostros y lugares. Quiero levantar la mirada, y buscar allá en el horizonte el signo de tu Cruz, esa Cruz que en Caravaca me espera, con los brazos abiertos para acogerme, dispuesta para abrazarla y enviarme de nuevo, con su fuerza, al camino de la vida. Señor, me pongo en camino.
Comenzamos la primera etapa, tras una breve oración de invocación al Espíritu, desde el Niño de Mula a Bullas. Ya desde el primer momento sentíamos las emociones a flor de piel, la alegría por la situación que estábamos viviendo, la seriedad y respeto y sobre todo esa unidad fraternal entre todos, presos, funcionarios, voluntarios y capellanes. «El misterio de la cruz nos muestra el camino que Dios recorrió en nuestro nombre. En este misterio se purificó nuestro pecado. Camino que ahora queremos reconocer en nosotros y cada uno con su cruz a cuestas recorrer. Él vivió la locura del amor muriendo por nosotros». Si esto es así, no puede haber en nuestra vida espacio para la indiferencia. Y desde luego no la hubo.
Tras llegar al primer destino y después de un pequeño y merecido descanso, nos reunimos para reconocer juntos que Cristo nos ha amado en el misterio de la cruz. Esta es una convicción real; tan real que no podemos ser espectadores, sino que sentimos la necesidad de vivir y experimentar este misterio que nos ha dado la salvación. Es la cruz lo que da sentido a todo, pues, a través del dolor, Cristo nos ha mostrado lo mucho que valemos para Él. Un dolor que cada uno siente, lleva y comunica a los demás. Es en nuestras fragilidades donde el amor de Dios penetra más profundamente en nosotros y nos hace reconocerle, abrazarle, abandonarnos en él... un amor que nos cambia para hacernos más humanos, más hermanos, más cercanos.
Terminamos el día con la celebración del sacramento penitencial y con la eucaristía.
Comenzamos la segunda jornada pronto, a las seis de la mañana estábamos todos en pie, ilusionados, contentos, pues sería la jornada que nos llevaría hasta el santuario de la Vera Cruz de Caravaca.
Emprendimos la marcha recordando lo vivido el día anterior y ofreciendo esas cruces que nos pesan, que nos atenazan y agobian… y que con Cristo se hacen más llevaderas, menos pesadas y que ante todo son el camino del amor misericordioso del Padre, que se dejó clavar en la cruz por amor a nuestra humanidad. Pero es también un camino sembrado de gestos de amor por parte de aquellos que salieron a su encuentro a lo largo de la vía dolorosa. Esta segunda y última etapa queremos ser parte de esas personas que salieron al encuentro de Jesús en su camino al Calvario. Queremos ser la Verónica, el Cirineo, san Juan, María... y como ellos aliviar un poco ese camino, sujetando su cruz junto a las nuestras, uniéndolas... sintiéndonos enviados a sostener, acompañar, alentar y compartir el sufrimiento de tantos hombres y mujeres, ancianos y niños, jóvenes y adultos, que necesitan testigos del amor que Jesús nos tiene.
Por fin llegamos a nuestro destino participando en la misa del peregrino y ganando así el jubileo. Después la adoración de la reliquia, emoción, agradecimiento, satisfacción por haberlo logrado y alegría, mucha alegría que se notaba en cada uno de los rostros.
Ha sido para todos una experiencia plena, llena de vida, de compañerismo, todos nos sentíamos en la misma barca, iguales, pecadores, redimidos, amados, consolados y acogidos por el amor misericordioso del Padre.
Un interno nos contaba su experiencia lleno de emoción: «en el camino se ha hablado mucho de la cruz, de cómo Jesús padeció y murió por los pecadores para su salvación, esto me fortalece mucho, porque gracias a mi propio camino de sufrimiento, a ese calvario que también yo estoy viviendo, he encontrado a personas que me están ayudando a llevar mi cruz». Otro comentaba: «La peregrinación te reconforta, te deja en paz contigo mismo y supone unos momentos en los que, durante el camino, he podido ir meditando y acercándome a Dios».
Otro se animaba a repetir la experiencia: «Esta peregrinación ha sido muy beneficiosa para mí; me ha servido para conseguir valores y para muchas cosas; repetiría sin pensármelo». Nos dice otro: «He podido besar la cruz por primera vez y me ha marcado mucho; esta peregrinación ha sido una experiencia que no podré olvidar el resto de mi vida porque me ha tocado el corazón, me va a valer de mucho cuando esté en libertad».
A todos nos “ha tocado mucho” y a ninguno nos ha dejado indiferente, y por supuesto a nosotros, los voluntarios, que somos los que más teníamos que aprender.
Llegó el momento de la despedida, abrazos sentidos y el corazón henchido de gratitud por todo lo vivido.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página