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Huellas N.06, Junio 2024

PRIMER PLANO

Cuba. Me quedo

Maria Acqua Simi

Una crisis cada vez peor, la caída de la natalidad y el éxodo juvenil. ¿Por qué quedarse en la isla? El testimonio de Laura, psicóloga y responsable del movimiento

Por las pintorescas calles de La Habana, la capital de Cuba, puedes ver camiones cargados de gente o murales que ensalzan la revolución, pero también, como en las últimas semanas, protestas por la complicada situación económica del país. Los llamamientos de los obispos cubanos se suceden sin cesar, mientras la población sufre. Como declaraba en Agensir el arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez, «hay que tratar a la gente de forma que sean capaces de ser responsables de su propio futuro y de su propia vida. De otro modo, corremos el riesgo de que todo se derrumbe. No podemos estar de brazos cruzados, no se puede seguir así, los jóvenes y los mejores no dejan de emigrar, abandonan el país».
Pero no todos. Entre los que han decidido quedarse está Laura, de 25 años, responsable del movimiento de Comunión y Liberación en La Habana. Nos encontramos con ella en Sao Paulo (Brasil) durante la Asamblea de responsables de América Latina. La suya es una belleza fresca, típicamente cubana: cabello negro, piel aceitunada, ojos oscuros y profundos. Lleva un tiempo trabajando en una clínica donde atienden a mujeres embarazadas que han recibido un diagnóstico prenatal de malformación o de algún defecto genético en el feto. En la mayoría de los casos deciden abortar. La sanidad cubana, gratuita y considerada entre las mejores, ha dado algunos tumbos estos últimos años. Miles de profesionales han salido del país, obligando a los hospitales a soportar una sobrecarga importante.
«Mi trabajo –nos cuenta– consiste principalmente en acompañar a la familia cuando le diagnostican un síndrome genético o una malformación congénita del feto. Esto supone estar al lado de mujeres que deciden interrumpir su embarazo tras un diagnóstico desfavorable. Sin duda es la parte más difícil para mí. El aborto entra en contradicción con todo lo que creo, con mi postura sobre el derecho a la vida del nasciturus. Al principio lo llevaba mal pero con el tiempo, rezando y viviendo cada jornada intensamente, he descubierto que el Señor me quería a mí –justo a mí– en ese lugar, tenía que haber un motivo. Y empecé a mirar a esas mujeres con nuevos ojos, no por lo que van a hacer. Me he dado cuenta de que esa decisión implica un sufrimiento inmenso. Son muy pocas las que tienen tiempo y ganas de mirar ese dolor y esa tristeza».
Lo que le permite a Laura ponerse delante de estas mujeres con una mirada distinta es la fe. «Mirar con los ojos de Cristo este mundo de dolor marca la diferencia. De lo contrario yo también caería en esa espiral de indolencia e indiferencia que suele vivirse en los servicios sanitarios públicos de Cuba. Cada día soy más consciente de que el Señor me ha puesto en este lugar para estar presente en la vida de estas mujeres a través de mi frágil humanidad. Por eso pedí poderlas acompañar incluso durante la admisión hospitalaria en el momento del aborto, que es durísimo y muy complicado, pues muchas de ellas vienen de la zona oriental del país y no conocen los procedimientos y protocolos. El tiempo que paso con ellas es precioso. Me permite conocer mejor sus historias personales, algunas de ellas realmente difíciles».
La tasa de natalidad en Cuba está en caída libre desde 1970, es el país con la población más anciana de toda América Latina y el número de abortos no deja de aumentar, sobre todo entre las mujeres más jóvenes. En la clasificación de la ONU de las diez naciones con la mayor tasa de abortos del mundo, Cuba ocupa el quinto puesto. Según se lee en el World Population Review, «la tasa de natalidad se ha reducido enormemente en las últimas décadas y es una de las más bajas del hemisferio occidental, con 9,88 nacimientos por cada 1.000 habitantes. Se debe en gran parte al acceso ilimitado al aborto y al extendido uso de anticonceptivos, en torno al 79% de la población femenina. (…) Se prevé que la tasa de crecimiento llegue a cero en 2028».
En un contexto tan complejo, alguien como Laura es como una mosca blanca, un caso anómalo. «Hace unos meses pasó algo que me conmovió. Una joven de solo 16 años se presentó para interrumpir su embarazo porque a su niño le habían diagnosticado una atresia intestinal inferior. Cuando el médico hizo la ecografía antes de la intervención, vio que la obstrucción estaba tan baja que podía tratarse de un ano imperforado. Al ver las vacilaciones del médico, ella me preguntó inmediatamente qué estaba pasando. La tranquilicé un poco y aproveché para preguntarle: “Si los médicos vieran que tu niño tiene algo que se puede curar con una operación más sencilla, ¿qué harías?”. Respondió enseguida: “¡Lo operaría yo misma!”. Esa mañana, en contra de lo previsto, no hubo ninguna interrupción de embarazo. Volví a casa más feliz que nunca, dando gracias a Dios por esa vida salvada».
Pero, ¿qué pasa todas las veces que eso no sucede? «Rezo un Gloria cada vez que una mujer viene para abortar». No es un gesto sentimental o puramente devocional. «Mi oración y mi presencia ahí nacen de una conciencia despierta. Y lo que mantiene despierta mi conciencia es permanecer fiel a mis amigos del movimiento, a los sacramentos, a la lectura del evangelio, a la Escuela de comunidad, que nunca es un acto formal. La compañía de mis amigos me sostiene en el camino y me ayuda a descubrirme a mí misma frente a los desafíos de la realidad. No podía imaginar mayor riqueza cuando, a los 15 años, conocí por casualidad en la parroquia a Alejandro, que es de Matanzas, y su mujer. Ellos fueron los que me hablaron de don Giussani, me invitaron a la presentación de un libro suyo y luego a las vacaciones y a los gestos del movimiento. Al principio no entendía, pero me fascinaba la profundidad con la que hablaban de Jesús y de la Iglesia. Nunca antes había oído a nadie hablar así, además no vengo de una familia practicante».
Dentro de esta amistad «que no me podía ni imaginar», Laura ha ido madurando. La comunidad del movimiento en Cuba cuenta hoy con casi 25 personas entre La Habana y Matanzas. Cada quince días, el grupo que vive en la capital se reúne para la Escuela de comunidad en la iglesia de la Caridad. «Es un momento esperado, nos gustaría vernos con más frecuencia, pero las dificultades y el precio del transporte no lo permiten. Yo aprendo de cada uno de estos amigos». ¿Qué aprendes? «La caridad y la fidelidad. Como la de Marta, que a sus más de setenta años recorre a pie más de una hora de camino para estar con nosotros y llega siempre habiendo leído el texto y con un montón de preguntas preparadas. Mi familia todavía no comprende muy bien lo que estoy viviendo, pero reconocen que es algo bueno para mí. También por eso me quedo aquí».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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