Va al contenido

Huellas N.05, Mayo 2024

PRIMER PLANO

Un abrazo posible

Alessandro Banfi

¿Dónde nace la reconciliación? Dos padres, uno israelí y el otro palestino, cuyas hijas han sido asesinadas por el bando enemigo, el del otro. Hablamos con ellos y con el escritor Colum McCann, que habla de ellos en su libro Apeirógono

Desde que leí Apeirógono, la obra maestra de Colum McCann, quise conocer al escritor y a los dos protagonistas de esta obra: el judío Rami Elhanan y el palestino Bassam Aramin. Gracias a los amigos del Meeting de Rímini, donde participarán en agosto, a mis amigos de Huellas, que me encargaron este artículo, y al responsable de la Libreria Editrice Vaticana, Lorenzo Fazzini, que llevó a Rami y Bassam a ver al papa Francisco a Roma el miércoles antes de Semana Santa, ese deseado encuentro tuvo lugar. Grabé más de una hora de conversación online entre Roma, Estados Unidos, Israel y Cisjordania. Transcribo a continuación lo que más me movió y conmovió de un diálogo a cuatro lleno de matices y observaciones. Pero dejadme hacer antes una breve presentación de mis interlocutores.

El escritor Colum McCann nació y creció en Dublín (Irlanda) y ahora vive en EE.UU. Es autor de seis novelas y tres libros de cuentos. Hace cuatro años, después de numerosos viajes a Israel y Palestina, escribió Apeirógono, dedicado a la relación entre dos padres: uno israelí y otro palestino, ambos marcados por el luto, que viven en lados opuestos de Jerusalén. El extraño título del libro deriva del término matemático que define el polígono con un “número indefinido de lados”, metáfora de una situación muy complicada de contar y que exige una visión desde infinitos ángulos.

Rami Elhanan es judío de origen húngaro, ciudadano israelí residente en Jerusalén. Su hija Smadar fue asesinada a los 13 años en un atentado kamikaze cometido por un miembro de Hamás en 1997 en Ben Yehuda Street, en el corazón de la Jerusalén judía. Durante nuestra conversación por zoom, cuando tocamos el tema de la muerte de su hija, se pone de pie y cierra la puerta para que su mujer no oiga nuestra conversación. Para no renovar su dolor, como diría Virgilio en su épico verso de la Eneida, «Infandum, regina, iubes renovare dolorem». No parece una comparación exagerada, pues esta historia también es épica. Después del atentado, Rami decidió sumarse al Parents’ Circle Forum, una ONG que reúne a padres de víctimas de ambos bandos, favoreciendo el diálogo y la paz.

Bassam Aramin estuvo siete años detenido en una prisión israelí. Se unió a Rami Elhanan diez años después de la muerte de Smadar, cuando también la hija de Bassam, Abir, murió asesinada por los disparos de un soldado israelí. Desde entonces, se ha creado una relación muy especial entre estos dos hombres, un diálogo estrechísimo y contracorriente en una parte del mundo martirizada y dominada por el odio y el deseo de venganza.

En el libro, la palabra “amistad” solo aparece dos veces. La primera, para describir la relación que surge entre Bassam y un guardia de la prisión israelí. La segunda, en los agradecimientos finales del autor. Pero los periodistas solemos correr demasiado y enseguida decimos que Bassam y Rami se han hecho “amigos”.

Rami Elhanan. No fui yo quien eligió a Bassam. Él me eligió a mí y por eso no usamos la palabra “amigos”. Somos como dos estrellas que vagan en el universo y luego se sienten atraídas por una fuerza magnética. Fue hace 19 años cuando nos encontramos. ¿Por qué pasó? La única explicación que puedo dar es: humanidad. La fraternidad de la humanidad. Es una conexión muy, muy rara, pero sucede. Cuando digo que no somos amigos sino hermanos, la gente se queda mal, casi en shock.

Cuando os lo he oído decir, lo he interpretado así: uno elige a sus amigos, mientras que la fraternidad es objetiva, es un hecho que te encuentras ya dado.

Bassam Aramin. Sí, estoy de acuerdo. Aunque tengas problemas con él, aunque haya diferencias, ¡ese es tu hermano! Es como una familia. Mi objetivo inicial era encontrar un socio para luchar por la paz pero luego nos hicimos más que amigos. Somos hermanos. Nuestra relación está por encima de cualquier conflicto. Personalmente, creo que Colum vio esto y por eso nunca usa la palabra “amistad” en su libro para hablar de nosotros.

Colum, la reflexión que yo he hecho sobre la ausencia de la palabra “amistad” es esta: Apeirógono no es una novela “buenista”, no es un cuento de hadas positivo con un final feliz… consolador. Es un libro duro, anguloso.

Colum McCann. La amistad es la amistad, pero se puede perder. Sin embargo, la fraternidad perdura pase lo que pase, es objetiva. Así que sí. La distinción que hacen Rami y Bassam no es inútil. Pero tienes razón, hay algo más. No quería escribir una novela sentimental y era un riesgo real: un israelí y un palestino se hacen amigos y suenan los violines… qué consuelo. Quería dejar claro que ese no es el punto. El centro de mi interés era su dolor. La entidad de su dolor. Miro a esos dos hombres juntos y sé que se quieren. Pero sé que se trata de dolor. Nada de estereotipos ni edulcorantes. Les ha unido algo que no debería haber pasado. Y cuando veo cómo les miran los demás, sus paisanos, que los consideran colaboracionistas, sentimentales o utópicos… entonces pienso que están en guerra. Están en guerra no entre ellos sino con la gente que no deja de pensar: esos dos deberían estar en guerra entre ellos, deberían odiarse y no ser hermanos.

Como padre de dos hijas, he intentado imaginar el abismo de vuestro dolor y sufrimiento. Rami, perdiste a tu hija Smadar en 1997, decías que al principio querías vengar su muerte. Hamás mató a tu hija. ¿Cómo es posible reponerse de una muerte tan injusta sin añadir violencia?

Elhanan. Los sentimientos de venganza son algo muy natural en el ser humano. Cuando alguien te hace daño, reaccionas. Nunca se me pasó por la cabeza reaccionar con violencia, porque no soy un asesino y tal vez porque soy hijo de un superviviente del Holocausto, de un hombre que escapó de la muerte en Auschwitz. La rabia es una pésima consejera en la vida y no lleva a ninguna parte. Pero sí, Colum tiene razón, el dolor siempre está conmigo. Está presente 24 horas al día, 59 segundos cada minuto. Es algo que me acompaña siempre y la cuestión es qué hacer con ello. Lo que he intentado hacer es usar esta energía para aportar luz, calor y esperanza.

McCann. Es algo muy difícil de hacer. Creedme, mucho más difícil de lo que parece. En términos literarios, es complicado escribir de luz y esperanza porque tienen tinta blanca, y la tinta blanca… no se ve en páginas blancas…

Bassam, tu hija Abir murió a causa de un proyectil que un soldado israelí disparó cuando ella iba a comprar caramelos. Murió en el mismo hospital donde nació Smadar. Llamaste a Rami y te uniste a la asociación.

Aramin. Como decían Rami y Colum, es difícil de explicar, pero no he podido encontrar en ningún otro asesinato una respuesta adecuada para la muerte de mi hija. No soy un asesino. El soldado que acabó con la vida de Abir no fue a matar a mi hija porque era mi hija. No sabe por qué la mató. Disparó por casualidad, no porque fuera a conseguir algo. Además, siempre pienso que aunque matase a todos los judíos que quedan sobre la tierra, eso nunca le devolvería la vida a Abir. Vivimos inmersos en una situación extrema. Todos los días mueren niños en Palestina, estamos bajo un asedio. Tengo un hijo que para ir a trabajar tiene que pasar por el check point israelí de Jericó todos los días, un sitio donde periódicamente matan a algún palestino. No puedo encerrar a mi hijo en casa, pero cuando llega digo: gracias a Dios. Tengo cinco hijos, aparte de Abir, y espero que algún día acabe toda esta locura, que los líderes estrechen sus manos y las familias de las víctimas puedan recordar a sus muertos. Queremos parar esta guerra, esta ocupación, esta opresión, este derramamiento continuo de sangre, porque amamos a nuestros hijos.

He leído que, desde el funeral de tu hija, vas todas las mañanas a rezar a la mezquita, una hora antes de que amanezca. ¿Cómo vives tu religión?

Aramin. Soy creyente desde que tengo memoria, trato de ser un buen musulmán. Intento seguir la religión en todos los ámbitos y sí, creo que la fe ha ganado importancia desde la muerte de Abir.

También quiero preguntarte a ti, Rami, por tu relación con la tradición de tu pueblo y con la religión judía.

Elhanan. Yo no soy tan bueno como Bassam. Tengo una relación complicada. Crecí con un padre que desde pequeño, hasta los 14 años, estudiaba en una yeshivà (escuela judía donde se estudian la Torah y el Talmud, ndr) y luego, cuando llegó a la gran ciudad, dejó de ser religioso. Cuando lo arrestó la Gestapo y lo deportaron a Auschwitz, se dijo que no podía creer en un dios que permitiera la muerte de sus seres queridos y aquel horror. Al mismo tiempo, me educaron en el respeto a nuestra tradición. Mi madre es de una familia judía ortodoxa. Esa es mi gente, mi historia, y no quiero darles la espalda. Amo a mi pueblo. Por eso es tan doloroso ver estas atrocidades, ser testigo de homicidios, oír cómo se justifican esas acciones con la nacionalidad judía, que para mí no existe.

¿En qué sentido no existe?

Elhanan. Decir judío y a la vez nacional es un oxímoron. El judío es por definición de todas las nacionalidades. No comparto una ideología en nombre de la cual se mata y oprime a millones de personas. Ser contrario a esa ideología no es antisemitismo. De hecho, yo reivindico mi profundo vínculo con el judaísmo, que no es nacionalismo.

Colum, ¿quieres añadir algo sobre esto? Como irlandés, ¿cómo te relacionas con la tradición católica de tu pueblo? 

McCann. Admiro a Bassam, lo que ha dicho es muy potente. Y comprendo perfectamente lo que está diciendo Rami. En cuanto a mi fe, debo decir que recibí una educación católica, pero la mejor respuesta que puedo dar es que se trata de un misterio. Sobre todo, crecí en un país que vivió una larga guerra civil. Mi madre era de Irlanda del Norte y mi padre de Irlanda del Sur, y he visto muchas cosas. Cuando era pequeño, recuerdo las banderas israelíes de los lealistas y las palestinas de los católicos.

Lo cuentas en Apeirógono, ahora empiezo a entender por qué te has implicado tanto.

McCann. Sí, hay una hermandad que nos une en el dolor. Pero también en la esperanza. El mensaje más potente que ofrecen Bassam y Rami, y que ahora acaban de repetir, es que esta división, este horror, este dolor acabarán. Esta Pascua se ha celebrado el 26º aniversario de los acuerdos de paz en Irlanda, que pusieron fin a la guerra civil. ¿Quién se iba a imaginar, cuando yo era pequeño, lo que iba a pasar? Nos bombardeábamos, nos matábamos mutuamente, había puestos de bloqueo, la ocupación, el ejército, los terroristas… Sin embargo, ya entonces había personas que decían: la paz es posible. Tú nos preguntas por la religión, yo creo que Rami, Bassam y yo compartimos una religión, en el sentido de tener fe en la humanidad. Una humanidad que sepa reconocer estos continentes inmensos de dolor, para mí musulmán, para mí judío, para mí católico, y que sepa entenderse. No amarse, no gustarse, sino comprenderse. Es un mensaje grandioso.

¿Cómo surgió concretamente la idea del libro?

McCann. Estaba viajando con Narrative 4 (comunidad internacional de escritores, ndr), buscando historias que contar y teníamos una cita en Beit Jala, diez kilómetros al sur de Jerusalén. Era un día lluvioso de noviembre y pensé: escucho estas dos historias y me vuelvo al hotel a tomar una cerveza. Pero entré en aquella sala y mi vida cambió. Rami y Bassam me contaron su historia, llena de dolor y de lágrimas. Tomé apuntes en una servilleta que aún conservo. De vuelta en Nueva York pensé: no puedo escribir esta historia. Soy blanco, soy irlandés. No soy judío, no soy musulmán, no sé nada de Israel, no sé nada de Palestina… pero amo esta historia. Aquí hay algo que el mundo necesita conocer. Ellos estuvieron fantásticos. Me abrieron su corazón y me demostraron que aunque solo contara una pequeña parte de su historia, funcionaría.

Aramin. Solo quiero añadir que todo lo que cuenta Colum es verdad. Y que no conozco ningún escritor mejor que él.

Elhanan. Este libro ha demostrado que nuestras hijas pueden seguir vivas y presentes a través de la narración.

Cuando estuvisteis con el papa Francisco, ¿quiso ver las fotos de Smadar y Abir?

Aramin. Fue un momento sencillo pero inolvidable para nosotros. El Papa se conmovió, se le saltaron las lágrimas. Un momento sagrado, en el que nos pidió que rezáramos por él. Fue un momento lleno de compasión y de amor.

Elhanan. Nos pidió que rezáramos los unos por los otros. Por la liberación de los rehenes, por la paz entre israelíes y palestinos, por el alto el fuego. No importa qué Dios o qué religión, importa la humanidad, la fraternidad, estar unidos.

Aramin. Cuando al final de la audiencia habló de nosotros a toda esa gente, sentimos una oleada de solidaridad. Vimos que hay mucha gente de buena voluntad en el mundo que quiere que todos tengan derecho a vivir en paz, con seguridad y dignidad, en Israel y Palestina. Parece un mensaje elemental: pedir la paz y la convivencia entre nuestros pueblos, poner fin al odio y a la ocupación.

Parece increíble que este libro se haya concebido antes del 7 de octubre, cuando el ataque terrorista de Hamás hizo que el mundo se diera cuenta de que este enorme problema no se ha resuelto.

McCann. Hace tres años este problema era gigantesco, igual que ahora. Y me llama la atención que, después de todo lo que ha pasado estos seis meses, Rami y Bassam insistan en decir lo que siempre han dicho. El milagro de la reconciliación puede suceder incluso aquí, igual que nos pasó en Irlanda. Tal vez no haya perdón, el perdón es complicado. La paz real siempre es imperfecta, siempre es un compromiso. Hay que conseguir un alto el fuego, la liberación de los prisioneros y rehenes, y poner fin a la ocupación.

Aramin. Cuando conocí al senador estadounidense John Kerry, exsecretario de Estado americano, le pedí: por favor, inviertan en la paz y no en nuestra sangre, sangre judía y sangre palestina. Mi hija Abir, cuya foto está enmarcada ahora en el despacho de Kerry, fue asesinada por una bala americana, disparada por un fusil americano, por un soldado que se bajó de una furgoneta americana. Los americanos deben apostar por nuestra libertad, por la paz en Israel y por la convivencia de nuestros pueblos. Pedid también vosotros el fin de la ocupación.

Elhanan. Nuestro enemigo es la idea de que un pueblo tenga que dominar al otro. Destruir al otro. Todo lo demás viene solo. Hay infinitas posibilidades técnicas. Tú puedes tener el Monte del Templo (la mezquita al-Aqsa, ndr) durante dos horas y yo el Muro de las Lamentaciones durante una hora. Podemos encontrar muchas maneras de convivir codo con codo y respetarnos. Yo no puedo ni imaginarme la posibilidad de perdonar a los que mataron a mi hija. No puedo perdonar el asesinato de niños, mujeres y civiles inocentes. Me da igual si esas víctimas son judíos, musulmanes, cristianos, no importa. Entre el odio y el perdón, hay algo en medio que se llama reconciliación. Y esa es la vía intermedia por la que luchamos Bassam y yo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página