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Huellas N.03, Mayo 1996

BREVE

Cartas

Propuesta y respuesta entre dos amigas: el Bautismo, la unidad, la familia y la Casa. Desde Roma el testimonio de una vida que se renueva
Una carta de Giuliana Contini, amiga querida y testigo de la madurez de nuestra historia


Milán. Profetas, por haber sido llamados
Querida Susi: Hace tan sólo unas pocas horas que Stefano y yo te hemos dejado a ti y a los demás de tu Casa. Sentimos en nosotros la paz y la alegría que nos envuelve siempre que os visitamos. Sois para nosotros signo evidente de lo que significa una familia, quizás no en el sentido más común de la palabra; pero vuestras miradas, vuestra atención, vuestro amor, son aquello en lo que un día querríamos que se fundamentase nuestra unión sacramental. «Mirar a los maestros», ha dicho Don Giussani en los Ejercicios de Pascua. Mirar significa imitar. Yo querría hacerme capaz de ese amor que vosotros testimoniáis de modo tan gratuito, que hace sentirse acogido, amado, a cualquiera que entra en vuestra Casa. En el amor virginal, desinteresado, atento sólo a Cristo en la concreción de su llamada que no deja espacio a la interpretación, a ninguna fuga, todo es comprendido, todo puede hacernos felices y para nosotros esto es evidente en vuestros rostros. Pero tenemos necesidad de aprenderlo, primero para nosotros y, después, para donarlo, un día, dentro de una familia, si Nuestro Señor nos concede esta gracia. La vuestra es una unidad distinta, de la que uno sale impactado, enmudecido: no hay palabras que lo expresen, ese necesario sólo miraros y mirar con qué pasión hacéis las cosas y os tratáis. Es una unidad original en el verdadero sentido de la palabra: que responde al origen. Pedimos poder estar más con vosotros o, al menos, de modo más constante. Esto es lo que deseamos, la forma decididla vosotros.
Necesitamos hacer experiencia de lo que es la gratuidad, de recibir la capacidad de tener una percepción, del nexo con la totalidad, una exigencia del significado último. La razón intuye que existe este nexo, pero no sabe darle un nombre, no sabe lo que es; el sentido último está más allá de nuestra razón. Lo que me impresiona y fascina al mismo tiempo es que si este "más allá" no se revelara en una gracia (como ha sido para nosotros encontraros, a raíz de la necesidad concreta del trabajo de Stefano primero y del mío después), la razón no lograría ni siquiera intuir este nivel último. Queremos vivir hasta el fondo nuestra vocación y hacer memoria de aquello por lo que hemos decidido vivir. No debemos imaginarnos nada, debemos sólo abrazar hasta el fondo las circunstancias que la vida nos da. El método es el mismo, ya sea para quien abraza totalmente la virginidad como par quien se casa. No se puede afirmar al otro sin afirmar el Destino. Por desgracia, para mí esto es tan sólo una intuición; es difícil mirar al otro sin un proyecto propio. El otro es algo distinto de mí. Es un tú que tiene una destino que yo no puedo manipular. Esto me desconcierta, porque si quieres a una persona querrías con todas tus fuerzas poderla salvar y para salvarla querrías poseerla. Ésta es la cumbre de la experiencia afectiva: comprender que para salvar al otro debes aceptar una distancia, debes aceptar que haya un Destino que no depende de ti, sino de Otro. Este experiencia de gratuidad es lo que yo deseo que sea posible también entre Stefano y yo. Nada menos que esto. La vuestra es una realidad en la que todo es por Cristo; pedimos que podamos participar de vuestra comunión. La virginidad es el culmen para todo hombre, que es llamado a ponerla en acto según su propia vocación. Deseamos estar con alguien que quiera nuestro bien y que lo demuestre con la forma misma de la vida; querríamos ser acompañados así en nuestro camino. Si el Señor ha querido que Stefano y yo nos encontráramos, nos quisiéramos, es porque quiere conducirnos hacia un gran bien. De aquí brota la gran gratitud y un arrojo que querría abrazarlo todo. Pero me doy cuenta de que soy frágil, miedosa y a menudo corro el riesgo de destruir. Revestidos por esta tarea, que por misericordia se nos ha dado, rezamos para que podáis ayudarnos a esperar el milagro de nuestro cambio radical, de la rendición total a Él en nuestra historia. Te confiamos a ti este deseo, Susi, con la esperanza de que se pueda concretar en la forma más adecuada. Pedimos por todos vosotros.
Daniela

Querida Daniela: Tu carta deja en mí y en toda la Casa un estupor lleno de silencio: estamos frente al milagro. Sí, el milagro de acoger que somos profetas porque hemos sido llamados. Lo que vosotros habéis visto es Cristo presente entre los muros de nuestra Casa. Es Él quien nos une en el Bautismo ensimismándonos con Él, y esto es lo que hace nuestra unidad distinta y original. Y nosotros, adhiriéndonos a la forma de nuestra vida, permitimos al Huésped que se muestre, que se haga visible ante los ojos. Y, como dices tú, el método es el mismo, porque, como nos ha dicho Don Giussani: «A la virginidad estamos llamados todos, mientras que la tarea la establece Dios». Es un método también para vosotros porque la criatura nueva se aprende, viene plasmada por la Casa y por la compañía, y por esto para para nosotros la amistad es una virtud. Deseamos ser compañeros vuestros en el camino y, sin ninguna presunción, colaboradores de vuestra alegría, en la forma que las circunstancias, es decir, el designio de vuestra vocación nos indicará.
Susi

Roma. A Roma «que preside en la unión de la caridad»
El 14 de febrero tuvo lugar la asamblea regional de la Fraternidad de Comunión y Liberación del Lazio, con Don Francesco ventorino y Don Giacomo Tantardini. El encuentro se abrió con este testimonio que publicamos por su gran utilidad para todos.

Quiero contar algunos acontecimientos. Hablando en el auditorio de Santa Cecilia de Roma, en mayo de 1994, Don Giussani nos había dicho que la vida cotidiana es la gran aventura; nos había dicho que una madre "encerrada" en su casa a causa de su labor cotidiana puede estar a la par del nombre cuyas gestas citan los periódicos; pero también había añadido: no es algo automático. El premio que tiene el instante que pasa está en su relación con el Infinito. Esto correspondía a mis esperanzas, si bien no comprendía cómo podía ser posible. Don Giussani había terminado su lección diciendo que la Escuela de Comunidad es el instrumento para esta alegría. Comencé entonces a trabajar seriamente con algunos amigos el libro de Escuela de Comunidad y los textos y artículos que se nos indicaban. Fue como estar en el colegio: leer, entender, memorizar, para poder comparar aquellas palabras con la realidad que me circundaba. Este trabajo ha cambiado la relación con mis amigos: no estamos juntos por una afinidad de caracteres o de gustos, sino que estamos juntos para ayudarnos a seguir este acontecimiento al que se nos ha hecho posible pertenecer. Ello conlleva una capacidad de afecto y de atención entre nosotros que era inimaginable antes. Fijarme con atención en las personas que tengo al lado y desear ser ayudada, me ha hecho caer en la cuenta de la presencia de algunos de nosotros que, al mirarlos e imitarlos, me hace más sencillo y ágil el camino. Este año me ha marcado un hecho. En julio mi sobrino de diez años fue atropellado por un coche y entró en coma durante un mes. Mientras estaba en el hospital, me vino a la mente una frase de Don Giussani: «La dificultad entra en nuestra vida para hacer más auténtica la relación el Destino». Este verano he aprendido a pedir: al Señor, la vida de mi sobrino, porque he descubierto dramáticamente que es Otro quien quien nos da la vida y la mantiene; a los amigos, la ayuda para las necesidades cotidianas y para que la circunstancia que me toca no pase en vano. Si pides, encuentras quien te responda; pero no debemos avergonzarnos de pedir a quien tenemos al lado. Para mí, ésta es la Fraternidad de Comunión y Liberación: una compañía de amigos que se ayuda y se sostiene en esta aventura.
María

Ancona. Camino neocatecumenal y CL
Querido Don Giussani: Me dirijo a Vd. a quien estimo como una de las personas más iluminadas de estos últimos años. Leo casi todos sus libros y espero siempre la revista Tracce. Precisamente, leyendo el último número (enero 1996, de la edición italiana), no he podido dejar de tomar la pluma y escribirle. El artículo «Il potere e il tempo» dice cosas muy verdaderas; pero querría que fuera la ocasión para hacernos un serio examen de conciencia. Soy catequista del Camino neocatecumenal y se ha dado la circunstancia de que algunos miembros de vuestra Fraternidad me han dicho que nosotros somos una secta; es más, algunos de la comunidad han sido alertados sobre la conveniencia de frecuentar nuestras celebraciones, siempre por el mismo motivo. Sin embargo, muchos de ellos estuvieron en la jornada de inicio de curso en el Centro neocatecumenal internacional, donde el Papa mismo presidió el solemne comienzo de las primeras 100 familias itinerantes del Camino, familias que han dejado todo para marchar a vivir y a evangelizar, no donde han elegido ellos, sino donde los Obispos los han reclamado. Querría que desde vuestra revista se invitara a los miembros del movimiento a ser más prudentes en los juicios; que antes de hablar se informen o lean con más fe sus textos. Si entre nosotros existe tanta división, ¿qué dirán los lejanos? ¡De hecho se ríen! «Hay en el horizonte una persecución contra el cristianismo, que tiende a echarlo del mundo en tanto que presencia original». Los diversos carismas en la Iglesia deben ser fuente de riqueza, de alegría, de orgullo para todos, como una madre con muchos hijos. Porque, o el objetivo es único -es decir, es el camino hacia el destino- y la Iglesia es la única compañía de hombres -si bien con diversidad de carismas- que se aman porque Cristo ha vencido en ellos toda división, o no somos Iglesia. ¿Cómo podemos gritar al mundo que «vivir así es posible»? En el artículo se habla de hostilidad, de virulencia de argumentos, pero ¿no existen quizás estas mismas actitudes incluso entre nosotros? De esto se trata, de hacer fiesta, de estar en comunión porque este camino es para los pecadores y si, al volver a casa, tú, hermano, no nos acoges, podríamos marcharnos y no volver, por tu culpa. ¿Y qué le dirás a nuestro Padre? Esta carta no quiere ser una "réplica", sino «palabras animadas únicamente por la pasión por el cambio que el acontecimiento de Cristo ha generado en nosotros, entre nosotros y en la historia». Con el mismo afecto de siempre.
Diana

Querida amiga: En nombre de los responsables de Cl deseo expresarte nuestro pesar por el intolerable equívoco. Todo en la Iglesia es libre, según la inspiración del Espíritu y la indicación de la autoridad. En particular, la experiencia neocatecumenal representa un factor de inconmensurable incidencia en la reconstrucción consicente del pueblo cristiano y de un fenómeno de fe reanimado. Don Giussani a menudo nos ha hecho pedir por el incremento benéfico del Camino neocatecumenal en el tejido del pueblo cristiano. Y ya que siempre afirma que se siente muy edificado por las iniciativas de Kiko Arguello, aprovecho la ocasión aquí para pedir al fundador del Camino neocatecumenal la posibilidad de tener un encuentro con Él.
Alberto Savorana,
Director de
Tracce,
revista de Comunión y Liberación


Karaganda. Cintas blancas en el jardín
Carta escrita por Dina, una joven de Karaganda, al padre de Don Eugenio (que está de misión en Kazakistán), ingresado en un hospital.

Querido Darío: Le escribo otra carta para agradecerle un hecho para mí importantísimo que he entendido a través de Vd. Si uno no sabe ciertas cosas, eso no significa que no existan. Yo no puedo verle a Vd., pero estoy segura de que Vd. existe, vive un poco también en su hijo Eugenio, a quien yo conozco ya bastante bien. Además de conocer su existencia sé las cosas más importantes de su vida; pero ni siquiera esto es lo esencial. Lo más importante es que podamos conocer a Jesús sin verlo, en sus hijos, en la realidad, en todo lo que nos ha sucedido y nos sucede. Agradezco a Eugenio el que haya tenido que pensar esto para encontrar una respuesta a su pregunta: ¿cómo podemos ver el rostro de Jesús? Otra cosa por la que quiero darle las gracias es por la infancia de Eugenio. Porque una casa, para ser sólida, debe tener un cimiento sólido y raíces, como un árbol. Este cimiento ha sido el amor, el cuidado y la atención de su familia. Pienso en los candiles de la Biblia. El mío fue encendido una vez. Luego se apagó. Estaba en la oscuridad. Pero la oscuridad es más terrible cuando ya has visto la luz y sabes lo que es. Lo particular de los candiles es que no pueden encenderse solos. Es necesaria la ayuda de alguien. Pero de alguien que posea la luz y la luz que tanto me faltaba me la ha dado Eugenio. Este verano he pedido a Dios que me dé la fuerza de vivir; pero siempre me sentía como si no fuese aceptada. Deseo contarle una historia. Un hombre, después de muchos años de litigio con sus padres, decidió volver a su casa. Les pidió que, si querían que él volviese, colgaran una cinta blanca en uno de los árboles del jardín, de tal modo que se pudiese ver desde el tren. Estaba muy nervioso porque no sabía la respuesta. Cuando el tren llega tiene miedo de mirar desde la ventanilla; por eso pregunta a otro pasajero si ve una cinta blanca atada al árbol del jardín de sus padres. El pasajero responde que todos los árboles del jardín están cubiertos de cintas blancas. Para mí Eugenio ha sido no sólo este pasajero, sino mucho más. De hecho, el encuentro con él no ha sido ocasional en mi historia, sino que ha sido la respuesta a mi oración. Quería darle las gracias también por esto.
Dina

Velletri. Quid est veritas? Est vir qui adest
Querido director: me permito señalarle una pequeña curiosidad a propósito del graffiti del último número (Tracce n1, 1996, ndr) de la revista que Vd. dirige. Querría proponerle una interpretación nueva y fascinante, fundada sobre una ingeniosa aliteración. «Quid est veritas?». La respuesta es: «Est vir qui adest!». Las dos frases tienen las mismas idénticas letras del alfabeto. Si se componen una a una, se encontrará una coincidencia perfecta. Y traduciría en castellano no «Un hombre...», sino: «ES EL HOMBRE QUE ESTÁ AQUÍ PRESENTE». No es un descubrimiento mío e ignoro si es de San Agustín. Cordiales saludos de todo bien in Domino.
Andrea Maria Erba, obispo de Velletri-Segni

Nápoles. El problema del yo
Hacer cerca de dos años que formo parte de un grupo de Fraternidad, pero debo decir que ya desde el principio ha sido para mí un gran peso. De hecho, en el último encuentro llegué a decir: «¡Por suerte es sólo una vez al mes!». He continuado participando en los encuentros sólo para no sentirme juzgada, para no sentirme... la oveja negra de la comunidad. Atribuía mi malestar al hecho de que al principio estábamos un poco a la buena de Dios, sin un guía, que éramos demasiados y con demasiados... niños. Pero meditando seriamente la intervención de Don Giussani en la jornada de inicio de curso de este año (cfr. LC 5/95), me di cuenta de dónde nacía este malestar mío, del hecho de que desde el principio he concebido la Fraternidad con una pretensión: debían ser los otros los que tuvieran afecto por mí y por mi destino y como, en mi opinión, no encontraba esa correspondencia, todo me pasaba. Leyendo la definición de Giussani de Fraternidad -«Aquella amistad que siente como tarea propia la de reclamar al otro a la presencia a la presencia de Cristo. Y recordándotela a ti, me reclamo también a mí»- todo me ha resultado más claro. El problema soy yo.
Gabriella

Madrid. ¡Ahora sé!
Os escribo para comunicaros la gracia con la que el Señor nos abraza y para agradeceros todas las ocasiones en que vosotros hacéis lo mismo.
Tengo 27 años, soy médico y llevo 2 años casada. En pocos meses, casi simultáneamente, hemos sufrido el gran dolor de la pérdida del hijo que esperábamos y he perdido también la oportunidad, largamente buscada, de trabajar en un hospital; además mi marido necesita que le sostenga cada día en su enfermedad, de la que gracias a Dios se recupera. Amo, Señor, esto que me das porque ahora sé que puedo vivir cada momento como algo positivo, que nos construye, que está hecho para nosotros, porque sabemos que lo tenemos todo. Este "todo", Señor, es tu abrazo, aquel con el que recoges mi miseria y la conviertes en posibilidad de acercamiento a Ti y, por tanto, en tesoro (el único nombre que llegamos a darle a nuestro hijo). Mis padres están sorprendidos ante la alegría que ven en mí mientras atravieso estas circunstancias dolorosas; les he escuchado contarle a mi primo que la fe es lo que nos sostiene. Algunas personas cercanas me han dicho que tengo una serenidad inesperada. Acepto mis lágrimas, mi angustia y el desgarro de mi carne porque me han hecho conocer que soy tuya y, por tanto, que lo tengo todo. Se han convertido en alegría. A veces siento la carne de Cristo tan cercana y mi misión tan grande que tengo miedo. ¡Miedo de estar exagerando con elucubraciones la gracia que el Señor nos concede! Pero voy conociendo que esto no es así, porque ahora al levantarme miro el día con esperanza, tomo decisiones que me van haciendo crecer y asumo el estudio, el trabajo sobre los textos del movimiento, la vida en casa, la familia, el tiempo libre y todo, como algo puesto para mí con todo el cuidado de un padre que se entrega a su hijo. Ahora deseo no pretender sobre las cosas, no modificarlas, no someterlas a mi triunfo, sino ver tu Gloria en ellas (aquella que nuestro hijo ve ya directamente) y trabajar para esto. Señor, apiádate de nuestros sufrimientos y de todos los que sufren mucho más que nosotros, y permítenos seguir fielmente a esta compañía que a través de Don Giussani y de tantos otros has iniciado.
Madrid, 20 de marzo de 1996

Turda. Curiosidad y deseo
Soy un trabajador, no demasiado joven, de una cristalería de Turda, en Rumanía. Conocí el movimiento a través de un amigo que me pedía que le tradujera las cartas que recibía de sus amigos italianos o las que les escribía a ellos. Un día me propuso que enseñara italiano a los niños que frecuentaban la Escuela de Comunidad. Acepté con mucho miedo, porque no soy profesor y el italiano que conozco lo he aprendido solo, sin libros. Debo decir que mi experiencia religiosa era casi nula, como para tantos rumanos crecidos en el comunismo. Además, mi padre era un ex-oficial comunista. Él no permitía ningún pensamiento religioso en la familia. Crecí en el patio del cuartel entre soldados, oficiales y... "bandidos" anticomunistas. Hay una imagen que me vuelve a menudo. Un día, jugando con el balón en el patio, me acerqué al muro. Desde una ventanilla que estaba al nivel del suelo había un hombre de cabellos largos, barba larga, que me miraba. ¡Quién sabe cuánto tiempo llevaba encerrado en esa cárcel! Vuelvo a ver sus ojos serenos que me miraban con calma y tranquilidad. Un desconocido... Pensé después, tras haber empezado la Escuela de Comunidad, que Jesús debe haber tenido aquellos ojos, aquella mirada... Comencé mi pequeño trabajo con los niños mirando a mi alrededor, tratando de entender a la gente que me rodeaba. Después, un día, fui a Escuela de Comunidad, por curiosidad. Otro día fui a la pequeña iglesia donde se reúnen los de CL, siempre por curiosidad. Después me pidieron que tradujera algún texto de Don Giussani, y así me vino el deseo de leer El Sentido Religioso que ellos estudiaban. Al principio fui sólo por curiosidad, para encontrar nuevos amigos, distintos de los demás. Después quise saber más. Así, poco a poco, me he convertido en uno de ellos. Han pasado más de dos años y, finalmente, a principios de diciembre, participé en el retiro de Oradea. Fue una gran novedad, pero la esperaba. Nadie me ha pedido que me quede, pero yo estoy aquí. Ya no soy aquél de hace dos años.
Carta firmada

Alcobendas. Un milagro para mí
El pasado día 1 de septiembre ingresé en el hospital para que me realizaran una intervención quirúrgica aparentemente de rutina. Tras dicha intervención me detectaron una enfermedad inflamatoria intestinal que me obligó a permanecer en el hospital cuatro meses. Tras aplicarme los tratamientos médicos conocidos, hasta llegar a los más fuertes, mi estado era de extrema gravedad, porque no respondía a ninguno. A la infección que tenía se unió la pérdida de todas las defensas, con la consiguiente anemia. El desconcierto de los médicos era evidente. Sólo quedaba operar; pero temían que no resistiera otra operación. Tras la primera, mi estado se agravó aún más. Fue en ese momento cuando mis amigos empezaron la novena a San Ricardo Pampuri que, junto a la petición de otras muchas personas, resultó determinante para mi curación. La misma noche que comenzaron la novena, el médico, inesperadamente, en una decisión que después nos confesó que le había costado mucho tomar, decidió hacerme otra operación, urgente, tras la cual, mi mejoría fue en aumento hasta el punto de llegar a darme el alta del hospital. Los médicos estaban asombrados de la recuperación tan rápida y sorprendente. Ha sido una experiencia muy dura y al mismo tiempo enriquecedora, y resulta difícil expresar con palabras el sufrimiento vivido como la gracia recibida. Ha sido un milagro para mí, pues, como dice la Escuela de Comunidad, ha sido un reclamo, ya que Dios me ha sacado de la distracción y me ha hecho caer en la cuenta de Su realidad. Ahora soy más consciente de que la Escuela de Comunidad explica la vida pues estas palabras se llenan ahora de contenido y dan sentido a lo que me ha sucedido. Podría haberme rebelado y haber hecho imposible la vida tanto para mí como para todos los que estaban a mi alrededor, pues mi enfermedad conlleva en la mayoría de los casos, depresiones y el asilamiento enfermo. En cambio ha sido distinto. He podido aceptar el dolor he ofrecido mi vida al Señor y, sorprendentemente he gustado una gran paz de la cual han participado los que me rodeaban, y en especial mis padres. Así, el día de la segunda operación, tras soportar dolores que iban en aumento y que ningún medicamento podía mitigar, la noticia de una nueva intervención fue un duro golpe; pero el ofrecimiento de mi vida, en un instante, hizo que recuperara la tranquilidad. Mi madre, al preguntarme si ya se me habían pasado los dolores y al explicarle mi ofrecimiento, de repente, también lo aceptó y recuperó la serenidad. Esa misma noche, cuando llegó mi padre, ya me habían subido al quirófano; pero también su angustia se transformó en serenidad al encontrarse allí con algunos de nuestros amigos que acompañaron a mi familia durante toda la noche. Me impresiona que tantas personas, sin conocerme, hayan rezado por mí. Antes ya pertenecía a nuestro pueblo, pero ahora soy más consciente, soy más Suya, mi vida aparentemente insignificante, era y es para este pueblo. Al poco tiempo de estar en el hospital, Regino, el padre de Sandra, ingresó también por un cáncer. Desde que nos conocimos surgió entre su familia y la mía una amistad muy estrecha. Fue un momento decisivo en su vida, ya que supuso la recuperación de la fe que había perdido en su juventud. La conciencia tan clara de la Presencia de Cristo en su vida y de Su misericordia le llevó a ofrecer su vida por mí. Estamos firmemente persuadidos de que mi recuperación depende de su entrega tan libre y asombrosa. El 22 de diciembre terminó para Regino y para mí el pequeño viacrucis al que nos habían llamado a participar. El mismo día que Regino moría, a mí se me daba el alta médica; al día siguiente, yo volvía a casa y Regino era enterrado en su pueblo. He constatado que la vida la hace Otro, que no está en nuestras manos el estar buenos o malos y por ello debo ofrecer todo aquello que me sucede, ya que es la posibilidad de llevar con alegría lo que se me escapa de las manos: la gracia para todos es abandonarse a la voluntad buena de Otro.
Pilar

Tel-Aviv. Un mensaje desde Israel
El Primer Ministro israelí, Simón Peres, ha respondido gentilmente al mensaje de condolencia que Don Giussani y Giancarlo Cesana enviaron al pueblo de Israel por el asesinato de Isaac Rabin:«En nombre del Gobierno de Estado de Israel expresamos gratitud por las corteses expresiones de condolencia por la trágica muerte del Primer Ministro y Ministro de Defensa Isaac Rabin (1922-1995), estadista, soldado, constructor de paz».
Simón Peres, Primer Ministro

Bari. Mediador... transparente
Hace tiempo conocí a algunos adultos sordos a quienes invité a la Escuela de Comunidad. Debo traducirles todo lo que se lee al idioma de los signos: las intervenciones en la asamblea, la homilía de la misa y los avisos. Cuando veo sus ojos pendientes de mis manos -a menudo balbucientes-, ávidos de descubrir qué vive en las palabras que decimos, vuelvo a recomenzar desde el principio. A veces, a mis pésimas traducciones corresponden rostros estupefactos de asentimiento, y a menudo me encuentro sin poseer lo que estoy diciendo en la traducción. Muchos amigos de la comunidad admiran de lejos mi empeño caritativo, otros con candidez me preguntan las razones de este acto misionero. Desde que «traduzco todo» a mis amigos estoy obligado a estar atento a cada detalle, a no perder ninguna palabra de todo lo que se dice, desde el responsable hasta el más amigo "rollo" de la Fraternidad. No existen prejuicios de valor o esquemas de valoración para justificar una distracción, dado que debo dar cuenta y razón a otros de mi responsabilidad personal hacia mi yo. Todo esto es dramático porque te pone contra las cuerdas... y al final del encuentro tienes un gran dolor de cabeza. Patrizia, Nicola, Raffaella, Pasquale se han apuntado este año, por primera vez, a la Escuela de Comunidad y no perdonan ni un solo encuentro.
Nicola

Milán. Ha caído el muro
Al comienzo de este año conocimos en Nueva York a los amigos de la comunidad de Norteamérica. Siempre estaremos impresionados por los rostros y gestos que hemos mirado con toda la intensidad de nuestra persona; impresionados por los americanos, por la certeza, humilde presente en cada uno de ellos, de que el movimiento es la respuesta a América y por la gratuidad porque esta respuesta es, antes todo, a ellos mismos, para las propias exigencias de hombres; impresionados por la tensión misionera de todas. Así hemos mirado cada cosa: desde los rascacielos al océano helado de Coney Island, a la nevada del siglo. Este acontecimiento provoca incesantemente nuestros días: el levantarnos por la mañana, el trabajo, los rostros de los amigos, la vida de nuestra casa... todos los sacrificios que la realidad impone están atravesados por un respiro infinito, tienen dentro el milagro de un Rostro que abraza todo el mundo.
Luigi y Chiara

Buenos aires. Correspondencias
Frecuento la Universidad de Paraná, en Argentina. Quisiera contar la amistad que ha nacido entre nuestra comunidad y el arzobispo, monseñor Estanislao Karlic. Habitualmente nosotros vamos a la misa que celebra él en la catedral. Un día nos acercamos, le dijimos que éramos de CL y le invitamos a la Escuela de Comunidad. Él aceptó y aquella misma semana vino a nuestro encuentro. Durante toda la reunión permaneció en silencio. Cuando la persona que dirigía le preguntó si quería decir algo, respondió: «Seguid adelante, no os canséis de seguir al padre Giussani». Un año después le pedimos audiencia y nos recibió inmediatamente. Le hablamos del movimiento, de la Escuela de Comunidad, de nuestros orígenes, de lo que más le urge ahora a Don Giussani. Al final lo invitamos para que nos ayudara en un punto de la Escuela de comunidad: los sacramentos con la libre participación del individuo. Él aceptó enseguida y propuso como título del encuentro: «La celebración litúrgica de la libertad». Cuando al final nos despedimos, le dije que me parecía que él hablaba como Don Giussani. Respondió que Don Giussani es un cristiano verdadero.
Víctor

Chile. Partida gozosa de verdad y libertad
En espera de otras noticias de su nueva casa, publicamos esta carta que Giuliana Contini ha escrito a Don Giussani -a quien conoce desde los quince años-, poco antes de partir para Chile. Después de cuarenta años de pertenencia al movimiento, completamente dispuesta a asumir un nuevo sacrificio.
Mi querido Giuss: Quería decirte de todo corazón que no te preocupes en absoluto si no encuentras tiempo para despedirme. Para mí, en este momento, es exactamente como cuando era pequeña: me bastaba con lo que decías a todos. Cada día me conmuevo leyendo y releyendo e imaginando lo que dices, como cuando te he escuchado por primera vez en Varigotti explicar el capítulo veintiuno de Juan. Tu presencia, lo que nos haces ver del rostro de Cristo, participa del mismo consuelo conmovido que debieron experimentar los primeros al encontrar en la playa aquellos peces asados: «Sois amados. ¿Qué es la vida? Ser amados y el ser que tenemos junto a nosotros quiere decir ser amados y el destino es ser amados. Esto es Jesús». Parto totalmente serena y confiada para ayudar a Cristo, para ayudarte a hacer llegar este mensaje a la vida, al corazón de cada hombre. En esto reside todo el bien, el consuelo, la leticia de la vida. Gracias»
Giuliana

Alcorcón. Comunión que «abre»
Con motivo de la visita pastoral a la parroquia de Santa Sofía de Alcorcón, Monseñor Francisco Golfín ha conocido a la comunidad local de Comunión y Liberación.
El encuentro se desarrolló el día 16 de marzo de 1996 en el marco de una Escuela de Comunidad en la que fueron surgiendo diversas preguntas y testimonios. Al final del encuentro nos dirigió estas palabras: «Quisiera haceros unas peticiones y, al mismo tiempo, confirmaros en el camino que estáis haciendo. Comunión y Liberación es un don de Dios, vivo en vuestros rostros, que a través del Espíritu Santo va conduciendo a los hombres y que en este siglo pone este movimiento en el corazón de aquellos que lo reciben como un don para el mundo entero. Se trata, por tanto, de un don del Señor para la Iglesia, don que se comunica siempre a través de personas concretas: en primer lugar damos gracias a Dios por ese don en vuestras personas.
Ahora mis peticiones. Como todos los movimientos que han nacido en la Iglesia, CL provoca recelo en los demás. Esto no os debe extrañar pues ha pasado siempre en la vida de la Iglesia. Retomando la polémica que ha podido surgir en estos días, os digo que es difícil demostrar que no es una secta lo que ha nacido en modo sectorial. Pero al mismo tiempo os digo que es CL el movimiento al que menos se le adecúa el término de secta, precisamente por el mismo nombre que tiene. Comunión que abre, mientras la secta cierra. ¡Valorad el carisma de la comunión y esto os tiene que abrir continuamente al resto! Hay que aceptar nuestra limitación y la de los demás. No hay que dudar ni acobardarse; más bien manifestar con libertad la propia experiencia. [...] Cuando al Papa se le dice que pasará como el Papa de los jóvenes o de los viajes, contesta que lo que más le distingue es ser el Papa del ecumenismo. La comunión es siempre un quehacer, y ya que tenéis esta gracia empeñaos en ella. Ésta fue precisamente mi homilía de entrada en la diócesis: para que sean uno, abiertos a todas las realidades.
Mi petición concreta es que, guiados por la fe que rompe muros, que abre caminos, que hace brotar agua en el desierto, no temáis ser juzgados y no tengáis otra deuda que el amor. Una fe que me permita ver, hasta en el dolor y en la contrariedad, el rostro de Cristo; una esperanza grande, y, sobre todo, la caridad. ¡Que os distingan por el amor! Sólo así se hace la unidad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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