Resucitó
José Miguel García
Ediciones Encuentro
174 pp – 18 €
Dice el papa Francisco en una de sus homilías diarias: «¿Y quién es este? Es el Señor Jesús. Los apóstoles eligen vivir bajo el señorío del Resucitado en la unidad entre los hermanos. También nosotros debemos redescubrir la belleza de dar testimonio del Resucitado, saliendo de actitudes autorreferenciales, renunciar a retener los dones de Dios y sin ceder a la mediocridad».
La tarea llevada a cabo en este libro es un análisis de los relatos evangélicos de la resurrección. «Es más, leídos teniendo en cuenta su trasfondo semítico, se complementan maravillosamente».
De materia ardua, con una apabullante bibliografía en varios idiomas y, siendo un libro de divulgación al alcance de un amplio público, la redacción del libro tiene una nota nada común: elegancia. La misma elegancia con la que el gran director Ferenc Fricsay dirigía el famoso ensayo del Moldava a la Orquesta Sinfónica Südfunk en 1960.
Lo bonito del libro, además de la materia que trata, es la forma en la que está hecho. El mismo autor lo refiere: «También hoy los predicadores del Evangelio tienen que testimoniar algo que ha sucedido, algo que sigue sucediendo, algo que ellos ven y de lo que participan y hacen experiencia; de otro modo no habrá un testimonio, sino la repetición de un discurso o la propuesta de unas normas».
Esta metodología recuerda demasiado a la de Péguy. Él era un pensador, tenía estima por el pensamiento. Nada era para él más importante y serio que volver a pensar lo que había dicho Cristo y los filósofos. En la modernidad sin embargo todos son comentadores, pero estudiosos que entran en el pensamiento del otro apenas existen. Hay muchos alumnos que repiten ideas ya hechas pero pocos hijos, herederos, que trabajan la herencia producida por su padre. El autor utiliza frecuentemente la expresión «es más» para expresar esa forma de repensar en el presente frente al mero repetir.
Solo así se puede entender que para unos la resurrección sea un hecho definitivo («la Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo», afirma el catecismo de la Iglesia católica) y para otros ambiguo, como las diversas teorías que el autor desgrana: alucinación, sugestión, percepción subjetiva, imaginación, fantasía, etc.
Hemos aprendido en Escuela de Comunidad que «la realidad hunde sus raíces en el Misterio. Reconocer la realidad como procedente del Misterio no es una ilusión propia de visionarios, un autoconvencimiento, sino el culmen de un uso verdadero de la razón y del afecto» (Crear huellas en la historia del mundo). Leyéndolo da la increíble sensación de que nos encontramos hoy ante el mismo reto y problema que se encontraron los primeros seguidores de Cristo, aquel Tomás de «si no lo veo no lo creo». Mismos hechos extraordinarios, la vida que hunde sus raíces en un terreno misterioso y la noticia verosímil de un Dios bueno que vivió y vive con nosotros.
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