Estos años, trabajar en la Luigi Giussani High School me ha ayudado a entender mejor lo que significa mi vocación educativa. Mi trabajo ya no es solo algo que me permita ganarme la vida, sino mucho más.
En este lugar, paso a paso, me enseñan desde el primer día a mirarme y preguntarme siempre “quién soy”. Tener cerca a alguien como Rose, que cada vez que habla remite a esto, es fundamental. Todo esto se hizo aún más evidente cuando empecé a trabajar con Matteo Severgnini y a seguir la experiencia del movimiento en la Escuela de comunidad. Ver la pasión con que él vivía el trabajo me hacía desear lo mismo para mí. Y para aprender de él decidí seguirle. Nos hicimos mucho más que meros compañeros de trabajo: nos hicimos amigos. Ahora que él ha vuelto a Italia sigo viviendo la misma experiencia con Alberto, que lo sustituye, y con otros colegas. Cada mañana me despierto deseando ir al colegio porque sé que allí me espera una mirada dispuesta a acogerme y apoyarme. Esa pasión es lo que me permite acoger a alumnos y compañeros, empezando la jornada lleno de gratitud, porque cada día es un regalo.
Aquí se me educa continuamente para mirarme a mí mismo “entero”, y eso me ayuda a estar delante de mis alumnos mirándolos como alguien único, que tiene un significado y un potencial. Si sé quién soy y me dejo educar, puedo abrazar mejor mi labor educativa y ayudar a mis alumnos a descubrir quiénes son. Ahora mi trabajo ya no es unidireccional: no puedo educar sin que se me eduque a mí. Cada instante en clase es un momento de aprendizaje para mí. Además, he aprendido que no puedo educar sin la compañía y colaboración de mis alumnos. Como dice siempre Rose cuando viene a hablar con los profesores, para ser buenos educadores, antes hay que dejarse educar. Incluso por los propios alumnos. Eso no va a hacerme perder su respeto. Necesito alimentarme y descubrir cada vez más quién soy para poder dedicarles mi vida. Estoy seguro de que a través de una relación auténtica conmigo podrán encontrar un rostro al que mirar para descubrir su camino. Como decía don Giussani, los jóvenes necesitan una figura adulta delante de ellos y yo deseo ser ese adulto para ellos todos los días, recorriendo juntos un tramo del camino.
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