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Huellas N.04, Abril 2024

PRIMER PLANO

Una vida aparentemente "inútil"

Blanca Ortega

¿Qué supone acompañar en el sufrimiento y enfermedad a mi hija María? ¿De dónde nace nuestra decisión de acogerla con todo el sufrimiento que lleva consigo?

En octubre de 2011 llegó a nuestras vidas María, una niña abandonada en el hospital con un síndrome genético complejo. El pronóstico era grave, y la decisión de acogerla implicó un cambio radical. ¿Por qué dar el sí?
Dos años antes, habíamos conocido el movimiento de Comunión y Liberación, que nos abrió a una novedad en nuestra vida. Cristo poco a poco se estaba convirtiendo en el centro, contemporáneo a nuestra libertad, no un personaje del pasado. Además, el testimonio de una familia amiga con un hijo acogido con síndrome de Down nos mostró la belleza que brota de la fragilidad de un “si”. Su ejemplo, hecho carne, nos animó a dar el paso. Sin nuestra pequeña comunidad que encarnaba y testimoniaba la fe, no creo que hubiéramos podido afrontar este camino.
En los primeros años se fue entretejiendo el sufrimiento y dolor por la enfermedad de María con la experiencia de la alegría de saberse amada y sostenida. Todo gracias a una vida aparentemente “inútil”. Vivimos fieles a la amistad con los amigos de la comunidad, la caritativa, retiros, ejercicios, vacaciones… Atentos a cada encuentro, cada pequeña cosa, entendimos que todo era para nosotros y para quien se acercara por pura sed. Un continuo que transformó nuestra vida: matrimonio, relación con los hijos, amigos, el uso del dinero… Nuestras decisiones se basaban en amar el presente, radicalmente. Mirando atrás, me pregunto a menudo: ¿cómo fue posible?
La enfermedad de María la vivimos en una constante incertidumbre en los primeros años, miramos a la muerte a la cara varias veces, pero sostenidos por amigos que nos ayudaban a levantar la vista, a ver más allá y a desear más. Descubrí que, en el dolor y el agotamiento, mi radar para captar lo verdadero se afinaba. No me valían ni discursos ni palabras bonitas.
Llevábamos dos años con una cierta estabilidad dentro de la dependencia que supone una enfermedad crónica. Y este verano María presentó nuevos síntomas que llevaron al desconcierto médico y familiar. Nuestra única preocupación era su bienestar. La angustia e inquietud dominaban mi realidad, metida en la culpa y la obsesión por hacer todo lo posible. Me perdía en la preocupación por el futuro, olvidando el presente. Ese verano, en una comida con amigos que volvían de las vacaciones de Masella, su alegría me devolvió a la realidad. Me di cuenta de que estaba condicionada por la angustia, viviendo en la desproporción entre lo que buscaba de corazón y lo que vivía.
Sin embargo, a la vuelta de verano, descubro que no puedo vivir de lo que sucede un día, recordar no es suficiente. La vida reclama; mis hijos con sus problemas, padres que fallecen, relaciones que se tuercen… Todo se suma a la ensalada de la vida. Necesito volver a experimentar con profundidad lo que sucedió en el pasado y reconozco en mis carnes que por mí misma no puedo movilizarme, no puedo convertirme. Me descubro con el deseo de ceder al presente, sin ahogarme en la queja ni en el victimismo, y verificar que las circunstancias son la ocasión de volver a saberme amada.
Mi motor está siendo la necesidad de experimentar a flor de piel la presencia de Cristo en el ahora. Esperar que algo salve mi propia humanidad y que cada instante recupere su valor verdadero. Reconocer su luz en personas del trabajo, en la comunidad… etc. que me reavivan la memoria y la posibilidad de bien que hay en la vida. Descubro que cuanto mayor es la fatiga, más tengo que pegarme a lo que me mantiene viva. Por eso, es en el trabajo semanal de la Escuela de comunidad donde se me ayuda a comprender que el origen de toda paz y alegría es la presencia de Cristo.
La acogida de la vida exige trabajo, conversión, cambio de nosotros mismos para que la fe sea real y visible. No para vanagloriarse, sino para ser y donar a todos la vida verdadera, más humana y alegre.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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