En todo el recorrido bíblico y en la tradición patrística se ha estimado siempre la tarea de mediación entre Dios y los hombres desempeñada por las criaturas angélicas. Por esta razón han tenido una presencia constante, y muy significativa, en la iconografía cristiana.
Para la cultura medieval el proceder armónico del orden cósmico dependía de los ángeles, que lo acompañaban con su canto y su música: aquí tienen su origen los extraordinarios conciertos angélicos que animan las páginas de los libros litúrgicos medievales y las cúpulas de tantos santuarios europeos. Algunos ángeles se han representado, incluso, en el acto de mover los cielos y la misma iconografía de los nueve coros angélicos -como en el camposanto de Piso o en el baptisterio de San Marcos en Venecia- quiere sugerir la belleza y la perfección de todo lo creado.
A los Arcángeles se les ha confiado, a menudo, la tarea privilegiada de ser colaboradores en los acontecimientos que manifiestan la compañía que Dios ha querido hacer al hombre.
(Traducido por Enrique Bicand)
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