Invitado por el rector de la Universidad de Bolonia, don Giussani habló en noviembre pasado ante cuatro mil personas sobre «El riesgo educativo para poder crear personalidad e historia: un ejemplo de verificación». Mediante el recuerdo de su vida y la conciencia del presente, una confesión de los factores más interesantes de la singular preocupación -que caracteriza a la Iglesia- de concentrarse, para todo, en la dignidad del hombre
Eran al menos cuatro mil los estudiantes y profesores de la Universidad de Bolonia concentrados en el Aula Magna "Santa Lucía" y en otras tres salas conectadas por video, la tarde del día 15 del pasado noviembre. En el estrado, para una lección singular, estaba Luigi Giussani. Junto a él se sentaba quien le había invitado, Fabio Roversi Monaco, Rector Magnífico del Alma Mater Studiourm,la Universidad más antigua del mundo. Sus más de novecientos años de historia desaparecían casi de golpe al escuchar de nuevo una propuesta que habría podido ser la lectio de un maestro medieval. Una lección de experiencia, no de juegos de palabras. El silencio y la atención de la sala eran indicio elocuente de ello.
«Yo creo -dijo el Rector en el saludo inicial- que usted ha tenido un papel relevante en enseñar a los jóvenes a adquirir la capacidad de tocar temas que no siempre la Universidad ha conseguido que se consideraran. Por ello nos ha ayudado a crecer verdaderamente. Creo que nuestra colaboración, que atañe incluso a cuestiones muy concretas, seguirá dándose y, por tanto, tendré más ocasiones -eso espero- para poder agradecérselo y dialoga con usted, como he tenido la suerte de hacer durante la hora que ha precedido a este encuentro. Yo me siento aquí representando al cuerpo docente de la Universidad de Bolonia, y quisiera decir que también a los estudiantes, pero hay una presencia tan imponente que sobre esto no me atrevo a decir nada. Gracias, Monseñor».
Tomando la palabra, don Giussani dio las gracias al Rector y a todos los que, «confiando en recibir alguna aportación para su experiencia como hombres», habían venido a participar en esta nueva «ocasión de volver a comunicar los valores humanos que la educación cristiana pone con fuerza de relieve, o, al menos, ha manifestado con fuerza en mi vida. Éste es el límite que me he prefijado. Por ello mi lección será más una confesión que una lección magistral de análisis. Y distingo una a una las palabras que me parecen más parecen más importantes».
Con acento impetuoso, de palabra en palabra, se desarrolló la lección de don Giussani, que resumimos a continuación. Como le caracteriza, Giussani "dialogó" durante una hora con Leopardi, Moravia, Dante, Calvino, Sastre, Malraux, y sobre todo con Montale.
CORAZÓN: EXIGENCIA DE TOTALIDAD
«La educación confirma -hasta la certeza, porque sólo la certeza es la roca sobre la que se puede construir- y desarrolla al hombre conforme a su hechura original, tal como Dios le ha hecho. El corazón del esquimal, del argentino y del nacido en Brianza puede identificarse como exigencia de verdad, de belleza, de bondad, de justicia: como exigencia de felicidad. El destino, por tanto, está ya inmanente en el dato original. Así pretendemos traducir el adaequatio rei et intelectus de Santo Tomás.
Al reconocer esto, la realidad, afrontada con realismo, desarrolla a cierto nivel suyo una trasparencia, una conciencia de sí, que le permite adquirir experiencia del yo, decir: "yo", tensión y búsqueda -como he dicho- por alcanzar la satisfacción, la perfección entera.
El carácter efímero de la apariencia exige una relación con el Infinito. El, cual por ser Destino, no puede carecer de huella en la apertura de mi corazón y en la atención de mi sensibilidad o del ejercicio de comparación que hago ahora: tiene que ver con un fin, con el fin, lo que tiene que ver con el ahora, con esta hora. El pensamiento dominante de Leopardi o su poema A Aspasia, fueron para mí, adolescente, el imperfecto -pero real- anticipo experimentado de ese fin».
CASI UN PARÉNTESIS
«Sin embargo, también yo, como Leopardi, "alma herida por la vida desacorde", estoy invadido -en el variado asalto del viento del tiempo- por la tentación de reducir la apariencia de la realidad a nada, a negación de la realidad misma. Esta tentación la vuelve más familiar e imponente el clima -perdonad- incivilmente hostil que existe, hasta la vejación, frente a la educación cristiana con sus hipótesis de trabajo. Esta tentación es un "secreto" que llevo dentro, como el gran Montale.
La pretensión que tiene el hombre moderno de ser medida de todo le dispone, tras la época de las utopías, y precisamente para mantener esa autonomía como medida y criterio de sí mismo y de la vida - a reducir la consistencia de la realidad, hasta sentirla como "infinita vanidad de todo", como concluye Leopardi. La mayor consecuencia operativa de esto en la sociedad es la exaltación del Estado como dios provisional, provisional pero omnipotente»
TODAVÍA SOBRE EL CORAZÓN
«La educación confirma y desarrollo el corazón del hombre en cuanto que la conciencia del yo vive como esencial exigencia de totalidad, por lo cual un punto menos que el todo no paga mi búsqueda, no apaga la sed de mi corazón. La única analogía adecuada es cuando el yo se encuentra frente a un tú de modo reflexivo, bien conscientemente dicho, pronunciado, pues no hay nada que induzca más a la veneración, a la devoción, a la adoración, como decir "tú" de modo reflexivo, verdadero, consciente de toda la verdad de mí mismo. Por eso la educación resulta ser la introducción a la totalidad de lo real como objeto propio del yo».
POSIBILIDAD: SUPREMA CATEGORÍA DE LA RAZÓN
«Lo segundo que quiero subrayar es el malestar que me han educado a sentir cuando una cultura establece como premisas suyas o incluso como su propia definición la abolición de la categoría de la posibilidad, es decir, que pueda existir en la realidad (más allá o más acá del límite al que la fuerza humana puede llegar) algo que responda, que corresponda a la naturaleza de la experiencia del yo: una respuesta total.
Éste es, efectivamente, el punto de contradicción que hay entre mi corazón cristiano y al ardoroso y apasionado análisis mundano de Moravia, Sastre, Nietzsche, Montale, etc... Malraux no se expresa sólo a sí mismo cuando describe en La tentación de Occidente: "No hay un ideal al que poder sacrificarnos, porque de todos conocemos la mentira, nosotros que no sabemos qué es la verdad".
Así, a mí me parece que en una sociedad que niega la categoría de la posibilidad como categoría suprema del conocimiento humano, la razón queda aplastada por un poder tan aparentemente objetivo cuento anónimo.
Mi padre me lo decía todas las noches: "Busca la razón de todo". La primera verdad sobre el mundo es el asombro ante el dato de las cosas. En este dato, después, una posterior atención sorprende su gran diversidad: no hay ninguna cosa igual a otra. Y por último, dentro de esta diversidad el milagro de mi yo, el enigma de mi yo.
Se repite el grito evidente de que el hombre no se hace por sí mismo, que la realidad no se hace por sí sola. Es necesario destruir y renegar de la evidencia de la relación y la familiaridad con el infinito, que es la consistencia última de lo real.
Por ello leo una poesía de Montale (que para mí es un maestro de vida desde que era adolescente), Antes del viaje: "Antes del viaje se escrutan los horarios,/ los enlaces, las paradas,/las reservas (de habitaciones con baño/o ducha, sencilla o doble o, mejor aún, un apartamento); /se consultan/las guías Hachette y las de los museos,/se cambian valores, se separan/francos de escudos, rublos de kopecs;/antes del viaje se informa/a algún amigo o pariente, se revisan/maletas y pasaportes, se completa/lo necesario, se adquiere un excedente/de cuchillas de afeitar, eventualmente/se echa una ojeada al testamento, pura/superstición porque los desastres aéreos/hoy son rarísimos;/antes del viaje se está tranquilo, pero se sospecha que/un sabio no se movería y que el placer/del retorno pueda costar demasiado caro./ Después se parte y todo está OK, y todo/sale bien y es inútil./Y ahora, ¿qué será/de mi viaje?/Demasiado cuidadosamente lo he estudiado,/sin saber nada de él. Un imprevisto/es la única esperanza. Pero me dicen/que es una estupidez decírselo".
La posibilidad de este imprevisto es la punta extrema de la espera de la sabiduría humana, de la razón madura, "Un imprevisto es la única esperanza". Por eso, a la definición cristiana de educación le corresponde el ideal cristiano de razón, porque la razón es el instrumento de la educación. Razón como el dinamismo irresistible que hay en el yo humano hacia una toma de conciencia de la realidad conforme a la totalidad de sus factores. Cuando uno que ha dado la vuelta a todo el horizonte de la cosa, del objeto que considera, hay siempre eso que mis amigos y yo llamamos "punto de fuga": la realidad "remite a". Pero la razón, si es exigencia de conocer la realidad en la totalidad de sus factores, tiene que tener en cuenta este punto de fuga, es decir, tiene que dejar este interrogante final».
En la segunda parte de su intervención don Giussani esbozó la estructura de los factores directamente inherentes al fenómeno educativo, tal como lo concibe la vida cristiana.
TRADICIÓN-PRESENTE VIVIDO-CRÍTICA
«La educación implica ante todo una propuesta adecuada del pasado. Si no se presenta el pasado, se elimina todo caso una riqueza de la realidad. Imaginémonos una escuela en la que fuera eliminado Dante o Manzoni (por católicos), o en la que se salta del siglo V al XIV, ochocientos años de pensamiento, de compromiso, de sufrimiento, de trabajo humano.
Pero esta tradición, o este pasado, resultaría totalmente desconocido si no se comunicara dentro de un presente vivido que subraye su correspondencia con las exigencias últimas del corazón.
No se puede hablar de pasado o de presente vivido sin la preocupación de que esto sirva de educación en la crítica. Nosotros siempre hemos insistido en una educación crítica. El muchacho recibe el pasado a través del presente vivido con el que se choca, que le propone ese pasado y que le da las razones de éste. Pero él debe tomar este pasado y estas razones, ponérselas ante su mirada, comparándolas con su corazón y decir: «Es verdadero», «No es verdadero», o bien, «Dudo». Y así, con la ayuda de una compañía (pues sin esta compañía el hombre está demasiado a merced de las tempestades de su corazón, en el sentido instintivo, no bueno, del término) puede decir: «Sí», o bien «No». Hemos tenido demasiado miedo de esta crítica, o, quien no ha tenido miedo, la ha aplicado sin saber qué era, no la ha aplicado bien. Por ejemplo, la crítica se ha reducido automáticamente a negatividad: por el hecho mismo de que uno se plantea un problema, se plantea un interrogante sobre algo que se le ha sido dicho, eso adquiere ya un aspecto escéptico o negativo. La identidad entre problema y duda es el desastre más grande que hay en la conciencia de la juventud».
LIBERTAD
«Quizás la palabra más querida para la educación cristiana sea la palabra "libertad". Libertad no es ante todo "libertad respecto a", sino "libertad para" adherirse a todo aquello en lo que tiembla algún anticipo, algún signo de lo verdadero, de algo "más allá", del ser. Pero se vuelve también "libertad de" porque, entonces, la libertad para adherirse a los síntomas en los que se traduce la presencia del ser, se convierte en "libertad de" la esclavitud mental de las diversas homologaciones existentes».
AUTORIDAD
«Lo que nos hace tan libres frente al pasado, frente a cualquier aspecto de la vida que se nos presente, se llama autoridad. La autoridad no es la palabra opuesta a la palabra libertad. Si nos intenta homologar, la autoridad es despotismo; pero si la autoridad propone como vida presente la hipótesis de trabajo tradicional, y la propone de tal modo que yo pueda juzgarla ahora (¡ahora!), dentro del presente vivido, entonces también yo puedo juzgar libremente. Quien quiera que sea la autoridad que me ofrece una propuesta, esta autoridad es autora, generadora, madre y padre de una libertad. Por eso he hablado de "riesgo" de educar».
(Traducido por Jose Clavería)
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