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Huellas N.01, Enero 1996

VIDA DE LA IGLESIA

Primeros pasos en Bielorrusia. Ecumenismo real

Anna Vicini

Sucedió en Minsk, en Bielorrusia. Un grupo de la Fraternidad de Rusia Cristiana fue invitado por el Metropolitano Filaret a hablar en la Facultad de teología. El tema, «La conciencia religiosa del hombre moderno». Estaba también el Nuncio Apostólico de la Santa Sede: «Nos encontramos ante un acontecimiento histórico». Entre ortodoxos y católicos un nexo abierto y un diálogo aprobado. Una gracia concedida por la Virgen, es necesario rezar para que crezca esta semilla. Lo relata uno de los protagonistas

Un contacto preparado por Jean Francois Thiry, director de la «Biblioteca Religiosa» de Moscú, el centro que distribuye en Rusia libros de varias editoriales católicas y ortodoxas, de los cuales un buen porcentaje son los textos promovidos por Rusia Cristiana: henos aquí, con el padre Scalfi y Adriano Dell'Asta, invitados por la Facultad de Teologia de Minsk en Bielorrusia para dar una serie de conferencias y hacer una exposición de nuestros libros, publicados en italiano y en ruso.
La Facultad de Teología de Minsk es única en el mundo universitario de la ex-Unión Soviética: nacida hace tres años dentro de la Universidad de Letras de Bielorrusia, mantiene la independencia y una dirección precisa conferida por el mismo decano, una de las personalidades más relevantes del mundo ortodoxo ruso, el Metropolitano Filaret, exarca de Bielorrusia. Y precisamente una carta de la facultad teológica, dirigida al padre Scalfi, nos invitó a organizar una exposición de libros religiosos, expresión de la cultura y del pensamiento católico del mundo actual. El tema de fondo de la exposición, de las conferencias y de los debates organizados con ocasión de la misma es emblemático: «La conciencia religiosa del hombre moderno».
Desde el primer momento el encuentro con los responsables de la Facultad de Teología, que apenas pasaban de los treinta, Grigorij Dogvjalo e Igor' Andrjanov, y después el impacto con los estudiantes, nos sorprende por la agudeza de los juicios y la vivacidad de las preguntas: inmediatamente se despierta el interés por nuestra historia, por la experiencia que representamos. De hecho, en el origen de todo, junto a la amistad con Jean Francois, estaba la lectura de algunas libros, Huellas de experiencia cristiana ( «Verdaderamente denso -nos dice Dogvjalo-, no se puede leer como cualquier libro pues cada línea encierra algo esencial para la vida»), y La conciencia religiosa del hombre moderno, que ha puesto en marcha toda la manifestación.
En la primera conferencia, para la que había sido propuesto el tema «El papel del teólogo en la sociedad de hoy», el padre Scalfi suscita una gran sorpresa señalado como «teólogo por excelencia» al buen ladrón, es decir, el que ve y abraza al Misterio presente, la persona viva de Cristo, contraponiéndolo al «horrendo error» de quien reduce el cristianismo a una suma de preceptos morales. La sintonía es inmediata, se hacen muchas preguntas, a veces ingenuas pero nunca abstractas.
El motivo de esta vivacidad lo descubrimos por la tarde, cuando un poco intimidados nos sentamos a cenar con el Metropolitano Filaret, quien nos hizo el honor de invitarnos a su residencia.
Sesenta años, barba larga, una personalidad intensa y penetrante, Filaret es uno de los teólogos más importantes del mundo ortodoxo ruso, conocido por sus posiciones valientes y a veces contrarias a los planteamientos habituales. Y es precisamente él, el que reafirma, con la energía y el convencimiento que distingue incluso sus gestos más sencillos, el riesgo de confundir a Cristo con su moral, de reducir el cristianismo a normas de comportamiento, cuando es de Cristo, de su persona viva, de quien tenemos necesidad.
Es en la persona de Cristo, en la confesión de su divinidad y humanidad, en donde podemos y debemos unirnos.
Sin decirnos nada, todos nosotros pensamos en lo mismo, en el profesión de fe del staretz Juan en la Leyenda del Anticristo de Soloviev: oyendo estas palabras es imposible no percibir la solidez de la única Iglesia.
Al día siguiente, con ocasión de la presentación oficial de la exposición de libros, se encuentran públicamente, por primera vez, el Metropolitano de la Iglesia ortodoxa y el Nuncio Apostólico, monseñor Agostino Marchetto. Los discursos de ambos nos introducen más aún en el núcleo de la cuestión: «Nos alegramos de saludar a los representantes de la fraternidad de Rusia Cristiana -comienza el Metropolitano Filaret-. Deberemos hacer como las abejas, acoger la belleza y la utilidad de lo que han venido a traernos. ¿De qué se trata? Han venido a poner en común con nosotros su experiencia, el testimonio de Cristo y del Evangelio, de Cristo y de su vida, que es lo más importante. Esto es lo que estamos llamados a poner en común.
Presentando los libros que publican, nos presentan lo que para ellos es más querido, lo que tienen en el corazón y nos sentimos unidos a ellos en Cristo, nos sentimos unidos en cuanto parte del pueblo cristiano, en cualquier parte de Europa que vivamos, porque Europa es un continente cristiano y creo que ha podido conservar su estabilidad hasta hoy gracias, únicamente, a los ideales cristianos que ha asumido como principio y criterio de su vida, de su actividad y misión en el mundo».
Monseñor Marchetto subraya la importancia de este encuentro: «Hay acontecimientos que no tienen necesidad de muchas explicaciones e interpretaciones, porque hablan por sí mismos: hoy estamos ante uno de estos acontecimientos, un evento histórico, signo de algo que va a suceder y a cumplirse en el amor y con el respeto mutuo. Éste es el signo de que no somos rivales, sino que buscamos la emulación espiritual en Cristo. Debemos dar testimonio ante el mundo de que somos hermanos y hermanas, y de que lo que nos une es más que lo que nos separa. A través de este camino que el Señor nos indica y en el que estamos llamados a dar testimonio de nuestra conversión, debemos, ante todo, conocernos mejor para alcanzar la plenitud de nuestra comunión. En este camino hay algunos que nos han precedido, nuestros amigos de Rusia Cristiana: en Occidente hemos tenido la posibilidad de conoceros mejor, de conocer la gran tradición del cristianismo oriental precisamente gracias a sus esfuerzos. Creo que también para vosotros, hombres y mujeres de Europa oriental es útil conocer su trabajo: no son perfectos, ciertamente, ya que nadie en el mundo es perfecto; pero están dotados de un gran sentido del respeto y de amor hacia vosotros y el cristianismo oriental.
Tampoco su nombre es casual: se llaman Rusia Cristiana, como para mostrar lo que tenemos en común todos los creyentes, es decir, la adhesión a Aquel que realiza nuestra unidad, aunque nuestra fe se concrete desde una pertenencia eclesial distinta. Por esto he dicho que nuestros esfuerzos comunes -de todos y cada uno- por estar cada vez más cerca de Jesucristo, nos conducirán a estar cada vez más cerca los unos de los otros».
Se entiende bien la concreción, la vivacidad de nuestros jóvenes amigos estudiantes y también de sus profesores que esa misma tarde prolongan durante más de tres horas el seminario conclusivo sobre el tema «El cristianismo y los retos del mundo de hoy»: son el fruto de una Iglesia que vive, que respira con los «dos pulmones de la tradición oriental y occidental». No es casualidad que el punto final sea la pregunta sobre la comunidad, sobre la experiencia de construcción de la Iglesia en la concreción de rostros y lugares precisos; pero habrá que responderla en un próximo encuentro.
Antes de la partida, la petición oficial de la Facultad: venid, volved, enviadnos profesores durante una semana, un mes, un año, tres años. Profesores de Filosofía de Teología, de Historia de la Iglesia, de Patrística, de lo que queráis, siempre que formen parte de vuestra experiencia, siempre que tengan esa visión del mundo «católica», universal, que hemos percibid en vuestra compañía.

(Traducido por Belén Cabello)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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