Es duro volver a empezar después de dieciocho años de guerra. Se espera capital extranjero para relanzar la economía, el sistema judicial debe reconquistar la confianza de la gente y por ahora no hay trabajo; pero a pesar del sufrimiento inmediato, hay quien sigue sonriendo
La situación general de Sierra Leona está ligada a Gran Bretaña por un pasado colonial de hace 40 años, por relaciones comerciales mantenidas y por una cultura heredada. Por estas y otras razones, los ingleses han vuelto para poner en orden las cosas, para reestructurar el ejército. Si nos fijamos en la, todavía hoy, sólida presencia de las tropas de la ONU, uno se da cuenta de que la seguridad nacional está todavía en manos extranjeras.
Se sienten seguros. Se puede viajar sin miedo a ser agredido y se puede llegar a cualquier parte del país, siempre que las carreteras lo permitan. También los extranjeros pueden sentirse seguros. La gente normal viaja y a la vista de los que viajan, parece que a precios accesibles.
Los puestos de control que tanto dificultaban el tráfico en el pasado se han reducido sensiblemente y donde todavía queda alguno, se puede superar fácilmente.
Parece que estuviera volviendo cierta confianza hacia Sierra Leona en el campo internacional, confianza expresada en las prestaciones y participaciones de grupos internacionales.
Ayudas económicas
Naciones y entidades extranjeras tienen prometidos 650 millones de dólares. Entre los implicados se encuentran Canadá, China, Francia, Alemania, Italia, Japón, Holanda, Noruega, Suecia, Suiza, Inglaterra, EEUU, la Comisión Europea y un sin fin de organizaciones y fondos internacionales.
A pesar de todo, no parece que haya inversiones privadas sustanciales. Como mucho participan los gobiernos y las ONGs, y es bien sabido que estos no representan el verdadero pulso económico, como pudiera representarlo el riesgo de una inversión. Sólo se podrá hablar de estabilidad económica cuando las firmas interesadas en el comercio y el beneficio (y no en la ayuda o el desarrollo) inviertan capital. Por ahora, el mercado está en manos de los libaneses de siempre, gente que quizá haya nacido aquí, con propiedades que proteger, incluso de antes de la guerra, pero no pueden ser considerados como el termómetro de una estabilidad económica. Ocasionalmente se ve atracar algún barco de carga, pero el movimiento en el puerto no es excesivo y tampoco hay mucho empleo público.
Lo pasado, pasado está
Durante unos días, el interés periodístico se polarizó sobre la condena del editor de la publicación For Di People, Paul Kamara: un hombre que bajo diferentes gobiernos, legítimos o no, siempre ha estado en la vanguardia de su profesión. Cometió la osadía de manchar el nombre de un juez. En su periódico aparecía la siguiente insinuación: «Hay mucho que decir, algo que hace pensar de verdad: si al Sr. Paul Kamara le fue difícil encontrar un abogado que le representara en las cortes sólo porque un juez estaba implicado en el caso, uno se pregunta, ¿cómo se las ingenia la gente normal en circunstancias similares?».
La confianza del pueblo en la justicia debe hacernos reflexionar, porque estamos entrando en un período de gran importancia social e histórica con la institución de la “Corte para los crímenes de guerra”, que entró en vigor el 30 de noviembre; y la “Comisión para la verdad y la reconciliación” (The Truth and Reconciliation Comisión), que trabaja ya en 14 distritos. Las respuestas evasivas de un joven, interrogado en privado y sin querer aparecer como testigo («Quiero olvidar. El pasado, pasado está»), o la actitud de una chica que intentaba no ver a su perseguidor que caminaba por la acera contraria, son signos que hacen pensar en una actitud evasiva causada por el miedo a que la inestabilidad de la situación o un levantamiento social imprevisto puedan ponerles en peligro otra vez por el hecho haber cooperado con la justicia.
¿Quién les sostiene?
La situación es muy dura socialmente. No parece que haya fondos suficientes para crear puestos de trabajo y la vuelta al campo no es algo fácil u obvio, por diferentes motivos, demasiado complejos para exponerlos en una descripción escueta. Incluso los que quisieran volver al campo deben, después de todo, esperar una estación para recoger la cosecha. Y mientras tanto, ¿quién les sostiene?
Un determinado número de agencias facilitan el retorno de la gente a las aldeas, construyendo pequeñas casas que sustituyan a las aldeas arrasadas. Pero una cosa es la construcción de casetas, y otra muy distinta la reconstrucción del tejido social. Para esto hace falta tiempo. Muchas personas han desaparecido, asesinadas o todavía continúan dispersas; entre ellas, gente importante, con peso dentro de la sociedad. De hecho, estos días están en marcha las elecciones de los jefes de tribu que faltan, bien por que hayan muerto de muerte natural, bien porque fueran asesinados por los rebeldes. Lentamente se va reconstruyendo el tejido social, las familias se reencuentran.
La lucha contra la corrupción continúa también, pero es una lucha desigual. Por un lado, es alentador constatar el esfuerzo de la gente que intenta levantar dos habitaciones, haciendo ladrillos de arcilla con sus propias manos; pero por otro, es un escándalo ver enormes palacios, bien construidos con cemento armado, levantados en zonas difícilmente accesibles, lo que significa que son doblemente costosos.
Ésta es un poco la Sierra Leona de hoy. Hace falta dar crédito a la gente que, a pesar de tanto sufrimiento, injusticias, mutilaciones físicas, pérdida de seres queridos y propiedades, está todavía dispuesta a volver a empezar. ¡Qué amortiguadores les ha dado Dios, para que a pesar de todo sigan sonriéndole todavía a la vida!
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