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Huellas N.01, Enero 2024

RUTAS

La humanidad se agota «en un largo plañir»

Pablo Pardo Santano

Una lectura distópica donde conviven humanos “fabricados” y “naturales”. Una historia que desvela cómo la verdadera revolución solo puede brotar de una relación


Nos encontramos ante una joya. No preguntes, relájate. No podría decirse que es una joya desconocida porque Sinsonte se escribió en 1980 y hay una primera traducción al español, hoy descatalogada, de 1982. Tampoco su autor, Walter Tevis, es precisamente un autor inédito. Aunque falleció con solo 56 años en 1984 –curioso año para alguien que escribió sobre un futuro inquietante–, las adaptaciones de sus novelas han dado lugar a películas conocidas, como El buscavidas, El color del dinero o El hombre que cayó a la Tierra, y a la serie Gambito de dama. Pero sí es una joya olvidada. A veces las novelas de ciencia ficción trascienden su género y pasan a ser eso que llamamos “clásicos”. Así sucedió con 1984 o con Fahrenheit 451, pero Sinsonte no tuvo esa suerte. Ahora, la magnífica edición que Impedimenta lanzó el año pasado es una ocasión excelente para recuperarlo y, ojalá, darle el valor que merece.
Cada dos o tres páginas de lectura, Sinsonte pide detenerse y reflexionar sobre alguna de las cuestiones que trata en sus páginas. O tomar nota de muchas de sus frases, brillantes y reveladoras. Y a la vez que pide esa parada empuja a seguir leyendo porque es imposible no querer saber más sobre la vida de Bentley, Spofforth y Mary Lou, en el lugar y en el momento en que «se acaba el mundo, no con un golpe seco, sino con un largo plañir».

Dos iniciativas se han puesto en marcha para hacer perfecta la vida del ser humano. Los más avanzados entre los “humanos fabricados”, los máquina 9, no tienen ninguna de las limitaciones que nos suelen abrumar y angustiar: carecen de vínculos porque no nacieron, sino que fueron fabricados; tienen sentimientos y son físicamente perfectos, pero no necesitan la sexualidad ni pueden enamorarse. Tampoco se alimentan ni producen residuos; no les hace falta dormir y nunca olvidan nada. Y no pueden morir. Los “humanos naturales” fueron separados de sus familias al nacer y educados por sistemas artificiales absolutamente fiables; entrégate a la pantalla. Abastecidos constantemente de drogas relajantes y ayudados a alcanzar el nirvana; no preguntes, relájate. Alejados de toda incertidumbre; si dudas olvídalo y de cualquier relación comprometida; el sexo rápido es el mejor. Sin embargo, los primeros desean morir y sufren por no poder hacerlo y los segundos simplemente no desean vivir y se inmolan a la menor ocasión. La humanidad se agota «en un largo plañir» de esterilidad, ignorancia y soledad.

Solo la presencia de otro que te abre a una realidad nueva puede cambiar la vida y a partir de ahí cambiar el mundo. Bentley aprende a leer en un mundo donde esa habilidad está perdida y esa capacidad le pone en contacto con otros. Otros que ya ni siquiera están vivos, pero cuya vida se prolonga en los libros que escribieron –desde Elliot al anónimo autor de un manual de reparación de autobuses–. Mary Lou es criada por un anciano que la introduce en una vida diferente de aquella a la que estaba predestinada, y decide rebelarse contra su destino escrito y vivir desafiando las convenciones sociales.
Cuando Bentley y Mary Lou se encuentren el mundo empezará a cambiar, y no lo hará a través de una revolución, sino a través de una relación de la que, además, podrá surgir algo completamente nuevo. Sinsonte es una pregunta abierta sobre lo que nos hace realmente humanos, pero también es muchas otras cosas. Es un relato sobre el viaje del héroe, una reflexión sobre el nulo valor de la religión como un conjunto de normas muertas, una llamada de atención sobre la pérdida de la cultura, una alerta sobre los peligros de la tecnología deshumanizadora y un aviso sobre las funestas consecuencias del individualismo.
Y Tevis consigue el prodigio de incluir todos estos temas profundos y radicales en una novela apasionante que cuesta dejar de leer, de las que uno quiere que no acaben nunca y, a la vez, desea conocer el desenlace con cada página que avanza. Un libro que pide ser leído más de una vez por el simple disfrute de hacerlo y porque es imposible abarcarlo en la primera lectura. «Dios mío, qué bello puede ser el mundo», afirma uno de los protagonistas cerca del final del libro. El mundo puede ser bello por muchos motivos, y leer libros como este es una ocasión para volver a caer en la cuenta.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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