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Huellas N.01, Enero 2024

PRIMER PLANO

En la misma dirección

Hussam Abu Sini

¿Qué hace posible que judíos, musulmanes y cristianos se miren con misericordia en Tierra Santa? El testimonio del responsable de la comunidad de CL en Israel en la convivencia de Asís

Me llamo Hussam, vivo en Haifa con mi mujer y tenemos dos hijos. Estudié medicina en Turín y en 2016 volví a mi país para trabajar como médico. Desde 2018 soy responsable de la comunidad de CL y puedo deciros que nunca hemos caminado como en estos cincuenta días, desde que empezó la guerra. Cuando el 7 de octubre nuestro mundo se puso patas arriba, estábamos todos juntos en una convivencia con motivo de la Jornada de apertura de curso. Nuestra primera reacción fue rezar para confiárselo todo al Único que nos hace estar juntos y que puede darnos la paz. Puede que en ese momento no lo tuviéramos muy claro, pero luego nos dimos cuenta de que verdaderamente, como decía el cardenal Pierbattista Pizzaballa en su carta, allí donde reina el caos solo Dios puede poner orden. Para nosotros era evidente que nuestra unidad no venía dada por la circunstancia de la guerra, sino que nacía del hecho de que todos mirábamos en la misma dirección.

Cuando las cosas se precipitaron regresamos a nuestras ciudades, pero al despedirnos decíamos: «No se acaba aquí, aquí se empieza». Volvimos de esa convivencia muy agradecidos, pero lo bonito, como dice también la Escuela de comunidad, es que verdaderamente hay un camino por hacer porque la guerra da miedo. Para mí y para toda la comunidad, fue decisiva una entrevista que hicieron al Patriarca donde le preguntaban: «Pero en medio de todo esto, ¿dónde está Dios?». Y él respondió diciendo que más que preguntar «dónde está Dios» habría que preguntarse «dónde está el hombre». En otra carta añadió: «Cristo ha vencido al mundo amándolo». Esto –decía– debe darnos a los cristianos el coraje de ir al mundo entero y decir quiénes somos.
Hoy resulta difícil hablar de perdón, de misericordia y de paz, pero tenemos delante a un hombre que mira esta circunstancia con otros ojos, que está guiando a la Iglesia, que somos nosotros… Cuando el Patriarca convocó una jornada de oración y ayuno por la paz, fui a misa y la iglesia estaba abarrotada. Ver a musulmanes y judíos, aquí en Haifa, rezando y ayunando con nosotros fue un reclamo a la tarea que tenemos como cristianos. Por eso mi mujer y yo decidimos bautizar a nuestra hija de cuatro meses. Decíamos: «El único lugar que afirma la paz en este momento es la Iglesia». La hemos bautizado para confiarla al único lugar que puede pacificar. El propio bautismo fue un momento de unidad extrema, pues el rito se celebró en hebreo, italiano y árabe. ¿Dónde existe un lugar que mantenga todo tan unido?
El coraje que nos reclamaba Pizzaballa toca para mí todos los aspectos de la vida, también el trabajo. Soy oncólogo en un hospital mixto, donde hay tanto árabes como judíos. Nunca había entendido como ahora la importancia de entrar en relación con el otro. Sin esto, cualquier conversación sobre la guerra sería estéril. Viviendo dentro de una relación se puede discutir y entrar en materia. El primer ejemplo de ello es una secretaria judía que trabaja con nosotros y que me llamó para contarme, entre otras cosas, que a su hermana que vive en Bélgica le habían obligado a dejar su casa por ser judía, bajo amenaza de muerte. Me preguntaba: «Pero doctor, ¿por qué nos odian tanto en todo el mundo?». Atención, esta es la pregunta que una judía plantea a un árabe. Sobre el papel deberían ser enemigos, ni siquiera tendrían que dirigirse la palabra. Solo una relación puede generar algo así.

Otro ejemplo fue un diálogo con una persona a la que le había hablado del movimiento, de cómo lo conocí por un amigo que me regaló El sentido religioso. En un momento dado esa persona me pregunta: «¿Pero cómo puedes ser así con todos, que parece que no te llevas mal con nadie y que entiendes a cualquiera?». En ese momento recordé una asamblea donde Davide Prosperi contaba algo que decía Giussani: solo puedes amar al que es distinto si tú eres amado. Entonces le respondí: «Yo puedo ver el valor que tiene alguien que es diferente a mí porque antes yo soy amado». A lo que él contestó: «¿Pero eso lo has aprendido leyendo el libro que dices que te regaló tu amigo?». Le respondí que es algo que he aprendido estando con mis amigos. Experimentar ese gran amor dentro de esta amistad que es la Iglesia me permite entrar en relación con otros porque veo a otros que ya lo hacen.
Viviendo así, en medio de todo este caos, nuestra comunidad está dando grandes pasos. Personalmente, nunca he prestado tanta atención a todos como ahora. Pero eso es posible porque no estoy solo con esta responsabilidad, sino que estamos juntos. Desde aquella jornada de octubre ha surgido algo. Por la necesidad, por la grandeza del gesto de la oración, al que antes no daba tanto peso, hemos empezado a rezar el Ángelus todos los días a la una y nos conectamos online. Ver la fidelidad de la gente a este gesto es impresionante. Da una dimensión nueva a toda la jornada. Me hace mirar a mis pacientes, a los que a veces tengo que decirles que podrían enfrentarse a la muerte, con otros ojos. Para mí es como dice Giussani: como mirar a Cristo a la cara. Me siento más vivo, más padre, más marido, más responsable, más amigo de mis amigos. Así, aun dentro del dolor que supone una circunstancia tan dolorosa, con Cristo todo se vuelve interesante.


 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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