Es un hecho que impregna toda la existencia. «La amistad es un don de Dios que nos precede y por eso es inagotable. Y tiene un impacto cultural muy fuerte». El presidente Bernhard Scholz presenta el lema de la edición número 44
«El origen es el centenario de don Giussani. La pasión que nos comunicó ha sido fuente de amistad, ha generado relaciones que aún perviven. Son amistades que se ensanchan, dando vida a nuevos vínculos. Nosotros queremos ir al fondo de esa experiencia. Entender mejor cómo la pasión de Dios por el hombre, a través de sus testigos, genera esta forma de amistad que hoy es tan necesaria». Cuando Bernhard Scholz, presidente de la Fundación Meeting de Rímini, tiene que explicar el lema de la próxima edición (20-25 agosto) empieza por ahí, por la raíz. Por lo que hace posible esa frase del fundador de CL elegida como hilo conductor de todo el encuentro: “La existencia humana es una amistad inagotable”. Donde lo más sorprendente es justamente el último adjetivo. ¿Cómo y por qué puede ser inagotable? «La palabra “amistad” tiene una fascinación imponente desde siempre. Desde Aristóteles hasta Cicerón, toda la antigüedad la celebra –observa Scholz–. Pero hablaban de ella como de una virtud. En el fondo, era un compromiso moral. Este lema dice algo distinto: ya por el hecho de existir estamos insertos en una amistad que nos precede, nos alimenta, quiere ensancharse e implicar cada vez más al mundo».
¿En qué sentido la mera existencia implica ya la amistad?
La amistad es que en primer lugar Dios se hace amigo nuestro. Y quiere que respondamos, desea que esta amistad –que nace de Él y lleva a Él– se convierta en un vínculo de reciprocidad entre los hombres. No podemos separar ambas cosas: la fuente de la verdadera amistad entre los hombres es la amistad con Dios. Caer en la cuenta de esto supone un impacto cultural muy fuerte.
¿Por qué?
Que Dios nos diga: «no os llamo siervos sino amigos» es una revolución de una libertad y una ternura incomparables. Piensa también cuántas culturas tienen como punto central justamente la familia, los vínculos de sangre. Es algo muy importante. Pero esa amistad que nace de Dios va más allá, valora también los vínculos familiares pero los supera, se dirige a todos y une a todos. Hemos querido invitar al Meeting a personas que testimonien este tipo de relaciones.
El Meeting lleva la amistad en su ADN. Nació de un grupo de amigos que querían compartir su experiencia de fe. ¿Cómo te interpela esa dinámica ahora?
Es cierto, nació de una amistad hace más de cuarenta años y hoy seguiría siendo impensable sin ella. El Meeting nace cada año de una trama de amistades. Todas las iniciativas, desde las exposiciones hasta los encuentros, los espectáculos o la restauración, nacen de ahí, de esa trama de relaciones. El hecho de llevar la amistad en el ADN, como dices, nos obliga a vivirla cada vez de una forma más auténtica. Es lo contrario del compañerismo. Se trata de desafiarse mutuamente para ir al fondo de cada cuestión, buscando el camino más hermoso, la solución más verdadera y adecuada.
Vuestra razón social incluye también esa palabra: «Meeting por la amistad entre los pueblos». Hasta hace poco podía parecer una fórmula algo obsoleta, ligada al contexto de los años 80, pero quizá ahora podemos reconocer su actualidad.
En realidad, creo que es un poco profético. En un mundo tan lleno de soledad y de violencia como el de hoy, dice que es posible vivir de otra manera. Se pueden vivir relaciones con un respeto profundo por el otro y, al mismo tiempo, en una tensión real por la verdad, para mí y para el otro.
¿Qué diferencia hay entre amistad y diálogo?
El diálogo es la esencia de la vida. La oración y el trabajo son un diálogo con Dios y con el mundo, pero diría que la amistad, en cierto modo, es la forma de expresión afectiva de ese diálogo. Yo estoy en diálogo con otro, pero si lo vivo dentro de una amistad, le doy su verdadero significado, una verdadera expresión afectiva. También podría vivirlo de forma aséptica, distanciada, pero la amistad es otra cosa. Tanto es así que muchos diálogos que nacen en el Meeting luego se convierten en vínculos duraderos y en ellos se ahonda también el diálogo porque se empiezan a tocar temas que de otro modo no tocarías.
¿En qué sentido?
En el Meeting podemos plantear preguntas que tocan a la persona como sujeto. Si hablamos de economía, por ejemplo, hablamos sobre todo de personas que crean economía: ¿con qué criterios, valores y esperanza lo hacen? O bien, si hablamos de política, queremos entender cuál es el sujeto que hace política. Etcétera. Aquí, normalmente, cuando uno entra se siente acogido inmediatamente, no necesita defender nada. Y eso permite implicarse en el diálogo a un nivel que de otro modo sería difícil llegar.
Hay otro factor que parece que deja intuir el lema. La amistad sucede, pero al mismo tiempo pertenece a nuestra naturaleza, somos amistad. ¿Qué cambia cuando nos damos cuenta?
Es verdad, la amistad sucede. Pero mientras sucede, me doy cuenta de que es un don. Porque yo no hago la amistad. La acojo como un regalo, con gratitud, y como algo que me responsabiliza. Esto nos lleva a descubrir nuestra propia vida como don. El hecho de que me soy dado y el otro me es dado nos lleva a la gran pregunta: ¿quién? ¿Quién me da mi propio ser y quién me da al otro? Ahí es donde llegamos a esa amistad inagotable. Porque entiendes que lo inagotable es la propia fuente de la que mana. La relación en sí no es inagotable, pero sí lo que la hace ser. De lo contrario, uno acabaría pretendiendo valerse de sus capacidades relacionales… Pero no. En la amistad hay algo que viene antes, que me precede. Entender que yo mismo, igual que el otro, soy “dado”, abre horizontes verdaderamente infinitos.
¿Cómo se declinará todo esto en el Meeting?
Por ejemplo con el espectáculo inaugural, El señor Ibrahim y las flores del Corán, de Eric-Emmanuel Schmitt. Cuenta la amistad entre un anciano árabe y un joven judío y nos muestra que, cuando hay una relación de profundo afecto mutuo, la vida empieza a florecer y se pueden superar incluso barreras culturales. Luego, siguiendo con los espectáculos, están las Magdalenas de Giovanni Testori. Las Magdalenas son un enfoque genuino, yo diría genial, justamente de esa amistad que Dios establece con el hombre. La misma amistad de Testori con don Giussani es un gran testimonio por redescubrir. También tendremos presentes a Dorothy Day, el beato José Gregorio Hernández de Venezuela y otras figuras del pasado y del presente que han vivido o que viven una amistad que se contagia a muchos.
¿Alguna otra pista, en las exposiciones o encuentros?
Un tema importante será el trabajo, sobre todo cómo se vive. Las cosas cambian completamente si se vive de forma relacional o individualista, como vocación o como obligación. Si el trabajo es la expresión de una amistad, será una verdadera contribución al bien social. Si la amistad se vive de forma auténtica, aunque sea entre unos pocos, tiende por sí misma a convertirse en amistad social. Es el gran tema del papa Francisco. También hablaremos sobre nuestras ciudades, con encuentros y con una exposición. El urbanismo no es neutro, sino que favorece o dificulta la relación.
¿Y la ciencia?
Hay exposiciones y encuentros sobre la relación entre el hombre y la naturaleza. Es otro tema fundamental. ¿Me concibo en relación con una naturaleza que se me ha confiado, o me veo como el amo que tiene todo a su disposición? Pero en todo esto descubrimos que hay un punto de apoyo aún más profundo.
¿Cuál?
Son problemas tan complejos que nadie puede afrontarlos solo, es el nivel de los desafíos que se nos pide afrontar juntos. Pero no podremos hacerlo sin tener un objetivo común. Compartir los horizontes en los que queremos adentrarnos será uno de los puntos cardinales del Meeting. Juntarse “para” es una perspectiva fundamental. Implica superar contraposiciones estériles para llegar a decir qué es lo que nos interesa de verdad.
Ya ha hablado de política sin querer…
Cierto. Pero también habrá muchos invitados con los que debatir sobre ello. Por ejemplo, las elecciones europeas del año que viene. ¿Pero qué es lo que nos une? También abordaremos la cuestión del futuro de la democracia. Si no se vive como una relación, si no se apoya en el hecho de que cada uno, viviendo, ya contribuye al bien de todos, la democracia será cada vez más frágil. Nacen así los autoritarismos que por desgracia vemos que afloran cada vez más.
En este contexto, ¿qué implica llevar a cabo «la profecía por la paz», como nos pide Francisco?
En primer lugar, testimoniar que es posible dialogar aunque se tengan culturas o posturas distintas. Claro que la paz es un don. Es algo que no se puede “hacer” al margen de las personas implicadas, sobre todo en tiempos de guerras tan atroces. Me refiero a Ucrania, pero no solo. En el Meeting, por ejemplo, hablaremos mucho de África, donde hay conflictos de una brutalidad inaudita… La violencia nunca ha sido la solución. Claro que hay que defenderse de la violencia y de la agresión, pero los conflictos solo se superan desde el respeto al otro, que crece mediante el encuentro, la educación y el testimonio.
¿Hay relaciones que has visto nacer estos años y sirvan de ejemplo de lo que estás diciendo?
Por ejemplo, ciertas amistades que han surgido con el mundo musulmán. El vínculo con algunos líderes se ha profundizado mucho. Pienso en Muhammad Al-Issa, el líder de la Liga Musulmana Mundial, que me invitó al R-20, el congreso de religiones en Bali, o los responsables de la Feria del libro en Sharjah. Pero pienso también en varios autores o científicos que, después de estar en el Meeting por primera vez, vuelven porque se abren a una relación. No menos importantes son los patrocinadores, que no solo apoyan al Meeting sino que se han convertido en amigos que colaboran en la realización de exposiciones y encuentros. Lo hacen por el afecto que surge y muchas veces, entre otras cosas, también se acaban haciendo amigos.
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