Takashi Pablo Nagai
Lo que no muere nunca
Prólogo del padre Mauro-Giuseppe Lepori
Encuentro
pp. 344 – € 24
Esta autobiografía me ha permitido conocer a la persona tan extraordinaria que fue Pablo Takashi Nagai, porque cuando los libros son verdaderos generan un encuentro real entre autor y lector. He descubierto que la experiencia de Pablo es muy cercana a la de un gran sabio de la Biblia, Qohélet. Este autor dice: «Examiné todas las acciones que se realizan bajo el sol y comprendí que todo es vanidad». Es decir, con tu razón puedes analizar todo lo que existe, interesarte por todo, pero si buscas algo sólido y estable, no encontrarás nada. A menos que te llegue desde más arriba del sol. Esa es la experiencia que vivió Nagai, que era un hombre curioso, un buscador de la belleza, la verdad y el amor. Todas ellas cosas grandes que no suelen permanecer para siempre, pero cuando duran Pablo descubre que el secreto está en que vienen de otra parte, de más arriba del sol. De modo que si buscas lo que no muere nunca, solo hallarás cosas que hunden sus raíces en Dios. Nagai conocía muy bien el significado de morir, pues se enfrentó a la bomba atómica de Nagasaki, al hecho de que todo lo que eres, lo que más quieres, quede reducido a una nada tan radical que es casi una nada metafísica.
En ese punto, de su vida de antes solo quedará el recuerdo. Por eso intenta volver a empezar a vivir a partir de esa memoria, y empieza a repasar su vida. Obedece a lo que el Señor le dijo a Israel: «Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto. Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies». Es decir: repasa tu historia y te darás cuenta de que hay una Providencia que la guía y la protege.
Este libro esconde otro regalo para nosotros, “católicos de oficio”, es decir, los que nos bautizaron de pequeños y hemos vivido siempre en un entorno de Iglesia, algo que podría llevarnos a vivir la fe “de oficio” y no por pasión. En cambio, Pablo descubrió el catolicismo con los ojos nuevos de quien nace y vive en un contexto totalmente distinto. Por eso, cuando cuenta cosas que nosotros damos por descontado, como el rezo del Ángelus o la señal de la cruz antes de empezar un trabajo, o la misa, transmite la belleza de esos signos de la fe. Nuestro gran problema no es combatir contra el ateísmo, pues hoy el ateísmo militante afecta a un número minúsculo de personas. El verdadero problema lo desvela una palabra que le gusta mucho al cardenal Ravasi: “el apateísmo”, es decir, la gente que vive la fe con apatía. Esos que no llegan a conmoverse ante las preguntas sobre el sentido de la vida o el sentido religioso. Creo que la mirada apasionada de Nagai a la vida y a la fe puede ayudarnos mucho a la hora de afrontar ese “apateísmo” de nuestro tiempo.
*Nazzareno Marconi es obispo de Macerata
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