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Huellas N.05, Mayo 2023

RUTAS

Arvo Pärt. La escucha de lo eterno

Carlo Melato

Es el músico contemporáneo más interpretado del mundo. Combatido por el régimen soviético, en una tienda de discos descubrió el canto gregoriano… Retrato del compositor estonio citado en los Ejercicios espirituales de la Fraternidad de CL

El sonido sencillo de lo complejo, la plenitud del silencio, la actualidad de lo eterno. Bastan treinta segundos y el enigma de Arvo Pärt está servido. «Christ with me», susurra el coro, cuatro veces, al principio de The Deer’s Cry (El grito del ciervo). Es una pequeña célula pero contiene el rasgo distintivo del compositor contemporáneo más interpretado del mundo, nacido en Paide –un pueblecito del centro de Estonia– en 1935. Las notas son esenciales, como esculpidas en piedra en un momento aparentemente fuera del tiempo, aunque se trata de una composición del año 2007. Los movimientos de voces son mínimos y en dirección contraria (si una se dirige hacia lo alto, la otra avanza en dirección inversa, como un espejo). El vínculo con la totalidad está siempre presente, sobre todo en el cuarto «Christ with me – Cristo conmigo», pero con una libertad extrema. Da la impresión de que la musicalidad inherente a la palabra es captada como si fuera algo inevitable, como si el texto no pudiera generar otra cosa que ese sonido.
«Mi idea de la sencillez puede ser extremadamente compleja, como el núcleo atómico», declaró en una de sus pocas entrevistas el artista que en 2017 recibió el Premio Ratzinger –reservado normalmente a teólogos– por petición expresa de su ilustre admirador Benedicto XVI, el entonces Papa emérito. Las pausas, que aparecen cada vez que se repite esta frase crucial, no solo son ausencia de sonido, sino el lugar del que brota la música y donde vuelve a ocultarse. «¿Cómo derramar en el silencio que sigue al decaer de la música, otros sonidos dignos del silencio que se acaba de producir?», se pregunta el propio Pärt en una conversación con el musicólogo Enzo Restagno, publicada en forma de libro bajo el título Arvo Pärt frente al espejo, del que citaremos algunas respuestas luminosas.
«Cristo conmigo, debajo de mí, encima de mí», sigue diciendo la Oración (también llamada Coraza) de San Patricio, con la música de Pärt. «Cristo a mi derecha y a mi izquierda, Cristo cuando me acuesto, Cristo cuando me siento». La tradición dice que estas son las palabras que el patrón de Irlanda entonaba mientras atravesaba el bosque con sus discípulos, sabiendo que sus enemigos le estaban preparando una emboscada mortal. Pero los asesinos esperaban en vano: delante de sus ojos solo desfiló un ciervo rodeado de cervatillos.

La fe en Cristo plasma la vida
En la versión del compositor estonio ortodoxo, como explicó el padre Mauro-Giuseppe Lepori en los Ejercicios de la Fraternidad de Comunión y Liberación, esta oración «expresa la conciencia de un hombre completamente informado, plasmado en su yo por la fe en Cristo. Esta humanidad donde Cristo es todo, todo en nosotros, todo en todos y todo en todo, en toda la realidad». El abad general de los cistercienses añadió que «el compositor hace crecer la música (la intensidad del sonido aumenta gradualmente, llegando a ser un grito en las palabras “Cristo en el corazón de cada hombre que piensa en mí”, nda.) como llenando de sentido la plenitud que invade la vida cuanto más consciente es uno de que Cristo está en él, que Cristo es todo».
Tras la elección del padre Lepori de sostener la espera de las lecciones que predicaría en Rímini proponiendo escuchar cuatro piezas de este autor, hay también un encuentro inesperado. Él mismo contó la visita de Arvo Pärt a la abadía suiza de Hauterive. «Un hombre con corazón y mirada de niño que veía en todo un motivo de asombro que nos contagiaba. Me recordaba mucho a don Gius».
Pero para contextualizar las demás composiciones que acompañaron los Ejercicios –Fratres (1977), Which Was the Son of… (2000), Nunc dimittis (2001)– hace falta recorrer el via crucis que este artista de 87 años tuvo que atravesar hasta encontrar su voz.

Peregrinación musical
La «vaga conciencia» de poder componer acompaña la infancia de Arvo Pärt y lo envuelve en una burbuja que le protegerá de las insidias de la historia. Cuando llegan los alemanes a su país, tiene cinco años. En 1944 será el turno de los soviéticos (se quedarán durante medio siglo). Mientras tanto, amigos y familiares se alistan o caen presos en ambos frentes. La búsqueda de un camino personal se va haciendo desesperada y sus ansias, cada vez mayores, llevan al compositor estonio a una «inmersión entusiasta» en las vanguardias artísticas, especialmente la dodecafonía (en este sistema –resumiendo muchísimo– los 12 semitonos de la escala se tratan como equivalentes armónicamente y la tonalidad desaparece). La composición para orquesta Nekrolog (1960) es su primer experimento. «El mundo dentro de mí», contará el artista, «estaba plagado de heridas tan profundas que esa atmósfera en comparación me resultaba placentera».
Pero al poder no le agrada. En Moscú, las técnicas en serie quedan prohibidas, acusadas de «formalismo» o de cesión a Occidente, algo que puede costar caro (paradojas de la historia: al otro lado de la barricada la vanguardia es de todo menos tierna con el capitalismo). Pero afortunadamente el Conservatorio de Tallin está a las afueras del imperio (soviético), el maestro Heino Eller es valiente y los espías y delatores tampoco son demasiado eficientes.
A pesar de la «dodecafonía del rostro humano» en Perpetuum mobile (1963), Pärt no logra esconderse a sí mismo su propia insatisfacción. En ese momento, la figura de Johann Sebastian Bach se dibuja como un faro en la tempestad. El músico estonio se dedica a la técnica del collage («una especie de trasplante: si me siento privado de mi piel, puedo tomar aletas de lo que me rodea y ponérmelas»), y así nacen Collage über B-A-C-H (1964) y Credo («quería mostrar que el rey de la dodecafonía estaba desnudo»), que en 1968 tendrá un éxito tan rompedor que le causará a Pärt la antipatía de la KGB.
Pero la culminación llegará en una tienda de discos, escuchando un canto gregoriano durante unos segundos («descubrí un mundo que no conocía: sin armonía, sin métrica, sin timbre, sin orquesta, sin nada»). De ahí su decisión radical de desarrollar un «nuevo oído»: durante ocho años el compositor se prohíbe a sí mismo escuchar cualquier otra música. Se sumerge en los salmos y se concentra en una sola voz, llenando los pentagramas de miles de melodías inspiradas en la oración («una transfusión de sangre», dirá).
El sacrificio no será en vano. «El momento en que Arvo introduce la segunda voz», explica su mujer (y musicóloga) Nora, «yo lo comparo con la creación del mundo».

La voz del perdón
La travesía del desierto acaba, la polifonía es reconquistada mediante un estilo llamado tintinnabuli, un término que no en vano evoca el sonido de las campanas. «La melodía superior se mueve libremente en el espacio tonal –explica Nora Pärt– pero la segunda voz está limitada dentro de tres sonidos que subrayan la función de la tónica». «Es como si la primera voz representara mis pecados y la segunda el perdón que se me concede», confiesa el compositor, permitiéndonos así escuchar Fratres con ese “oído nuevo”. De esta página existen varias versiones, debido a distintas formaciones, pero hay un punto en el que es imposible escapar de una sucesión de largos acordes suspendidos en el aire y construidos mediante las nuevas reglas de Pärt. Con el mismo estilo, en poco más de un año (1977), el músico compuso 18 obras (dos de ellas especialmente importantes, Für Alina y Cantus in Memoriam Benjamin Britten).
Casi 23 años después, tanto en Which Was the Son of… como en Nunc dimittis, ese tintinnabuli y su relación con la tonalidad se interpretan con mucha más libertad. En el año 2000 la espléndida My Heart’s in the Highlands regala a la película La gran belleza de Paolo Sorrentino el sonido de lo eterno, que se contrapone, como los destellos de Roma, con las miserias humanas y la pérdida del sentido.
La música culta contemporánea todavía parece capaz de hablar a todos. Arvo Pärt ha encontrado su camino, sencillo solo en la apariencia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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