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Huellas N.05, Mayo 2023

PRIMER PLANO

Autorretrato de la vida

Chiara Curti

La arquitecta Chiara Curti ha estudiado durante años una serie de documentos manuscritos donde Gaudí da pistas no solo de su proyecto sino de cómo se desarrollaba la vida en la obra del templo que construía… con otros

Los lunes por la mañana tocaba empezar la jornada retirando las cometas de los pináculos. Quién lo iba a decir, pues estamos hablando de los obreros que trabajaban en la construcción del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Para Gaudí, la ejecución del trabajo no se reduce a mera producción, sino que se concibe a partir de la admiración que provoca en la gente. Por eso concebía su tarea siempre en relación, un diálogo entre el arquitecto y quien contemplaba el devenir de su obra permitía a ambos poder reconocer en esas imágenes una ventana que iluminaba el siguiente paso en la construcción, partiendo de esta experiencia de contemplación que vivían juntos. Esta visión de la construcción que parte del asombro se opone a la idea de una creación finita, entera y completa, y nos adentra en una dimensión dinámica en la que el devenir del ser, las vidas de la gente y de la obra se sincronizan y atraviesan simultáneamente el tiempo, el espacio y la materia.
El hecho de que las ofrendas fueran imprevisibles llevó a Gaudí a trabajar siguiendo un método de construcción libre. En los momentos más dramáticos desde el punto de vista económico, decidió rodearse de personas que vivían en un estado de pobreza. La incertidumbre sobre el salario de los obreros era la misma que se imponía ante las limosnas para la construcción de la Sagrada Familia. Ambas vidas, la de los obreros y la del templo, vivían de la misma providencia y con los mismos problemas, hasta el punto de que se la conocía como “la catedral de los pobres”.
Gaudí siempre se preocupó por las personas que trabajaban con y para él. En el caso de los obreros más ancianos, se encargaba de pagarles un sueldo en una época en que no había pensiones ni subsidios. También pagaba la jornada completa en días de lluvia, mientras que en esa época el convenio establecía que se retribuyera solo la mitad de la paga. Para los trabajadores en riesgo de exclusión, Gaudí buscaba trabajos transversales. Un ejemplo son precisamente los ancianos, a los que encarga la tarea de llevar agua para que los demás empleados pudieran beber siempre que quisieran sin tener que dejar su puesto de trabajo, o el caso de un joven de ideas revolucionarias y vanguardistas al que asigna la tarea de fotógrafo y correveidile, para hacer llegar mensajes e información dentro de la obra. Tareas sencillas que eran un bien para todos, especialmente para aquellos que, de otra manera, fácilmente habrían quedado marginados.

En este deseo de dignificar a las personas que le rodeaban, una de las señas distintivas de la Sagrada Familia es que Gaudí los utilizaba como modelos para las figuras que representaba en una obra cuya finalidad es la manifestación de la belleza, generando así una humanidad transfigurada y capaz de superar la caducidad de la vida. El resultado es una especie de autorretrato de la vida que se vivía dentro de la propia obra, esos semblantes familiares remiten a las relaciones que están en la base de toda la construcción.
Puesto que el arquitecto cuidaba especialmente de no perder la capacidad de asombrarse ante la belleza que representaba, dedicó especial atención a los más pequeños. En 1909, tras la Semana Trágica, fundó las Escoles Provisionals, una escuela gratuita para los hijos de sus obreros; y en 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, dio comienzo a las visitas y especialmente a las de grupos de niños, pues los consideraba los futuros constructores. Lo único que les pedía a cambio era que le hicieran llegar una redacción sobre su experiencia durante la visita. Esos relatos infantiles no están especialmente cargados de datos, algunos no recuerdan casi nada, pero lo que sí muestran con gran evidencia es su estupor. De hecho, Gaudí se esmeraba muy especialmente en estas visitas. Cuando venían niños, transformaba el lugar de trabajo en una fiesta, la obra se convertía en una especie de parque de atracciones, incluso cambiaba el tamaño de los andamios para hacerlos más accesibles, ponía asientos a lo largo del recorrido e instalaba una señalización especial.
También organizaba fiestas, abiertas a las familias de sus obreros y a la gente del barrio. Fueran religiosas o no, todas se distinguían por su carácter alegre y al mismo tiempo solemne, y siempre prevén un momento de oración, pero también proyecciones de luz, meriendas, juegos de cometa, etcétera. Con estos momentos de fiesta, Gaudí quería crear ocasiones de unidad para la gente que le rodeaba, entre ellos y con su lugar de trabajo, que siempre tendrá una clara dimensión de acogida.
Con el tiempo la obra se fue haciendo mucho más imponente, pero al haber dejado Gaudí los trabajos encargados por la burguesía, su figura perdió fama entre las clases altas. Al contrario, proliferó ante las personas más sencillas. En este sentido, es muy significativo cómo Gaudí clasificaba a los grupos a los que acompañaría él personalmente y los que dejaba que acompañaran otros miembros del patronato.

Su preferencia siempre fueron sin duda los niños y la gente sencilla, los que él mismo señalaba que estaban “dentro” de la obra, y dejaba “fuera” a los que consideraba que acudían desde posiciones más intelectuales. Criterio que aplicaba literalmente, pues algunas visitas se desarrollaban rodeando el muro exterior, desde donde se podía ver toda la obra, sin llegar a entrar.
Para los que entraban para ser acompañados por él personalmente, Gaudí preparaba a conciencia el desarrollo de la visita, adaptándose siempre a los conocimientos y experiencias del visitante. Y siempre subía con ellos a contemplar las vistas que podían admirarse desde las torres del campanario. Mirando hacia afuera por las hendiduras, Gaudí mostraba a los visitantes los lugares más vinculados a sus vidas, que solían ser los más feos, como las fábricas o los núcleos urbanos de la periferia. Pero la visión panorámica desde lo alto, que unía las vistas de la Sagrada Familia con un paisaje que llegaba hasta el mar, resaltaba su peculiar belleza: un anticipo del escathon, de los cielos nuevos y la tierra nueva. De este modo, la Sagrada Familia no solo se construye para ser vista, sino que se convierte en instrumento óptico para ver la realidad como nueva.



De catedral de los pobres a catedral de la luz
«No soy yo quien construye la Sagrada Familia. Es ella quien me construye a mí». Esta frase de Gaudí describe perfectamente cómo estudiaría hasta el más mínimo detalle por dónde construir un templo donde la luz se revela como un protagonista esencial. «El título Catedral de la luz que Chiara Curti da a su libro sobre la Sagrada Familia es muy acertado porque la luz no solo ilumina el templo sino que lo va habitando, y lo hace además al ritmo de la liturgia de las horas», afirmaba el periodista Josep Playá en la presentación del libro en el que Curti describe con imágenes cómo la Sagrada Familia va cambiando a lo largo del día y de los días, a medida que la luz avanza. «El templo no se ilumina de golpe, sino a medida que se va abriendo paso la luz a lo largo del día. Es como una guía de contemplación, lo que confirma que la mirada de Gaudí era efectivamente no tanto una mirada creadora sino una mirada colaboradora con el acto creativo», señala la autora. Hay varios ejemplos muy significativos, el libro está lleno de ellos. Uno es la figura de Zacarías, el padre de san Juan, que quedó mudo por su incredulidad cuando se enteró de que a su edad por fin iba a ser padre. No recuperó el habla hasta que nació su hijo Juan y cuando abrió la boca lo hizo para proclamar el himno del Benedictus. Pues bien, durante el tiempo ordinario, la suya es la primera figura que se ilumina con la luz del día. O la fachada de la Natividad, que por la tarde se retroalimenta de una luz indirecta que entra por la puerta de la Resurrección y atraviesa el templo hasta llegar allí para anunciar el nacimiento de Jesús. «A Gaudí le interesaba que los visitantes descubrieran la verdad contemplando el templo, concebía su obra como un instrumento al servicio de quien lo mira».
El arquitecto director de la Sagrada Familia, Jordi Faulí, que firma el prólogo del libro, concibe el templo de la Sagrada Familia como una alegoría de la propia vida. «Ya desde sus tres fachadas, dedicadas al nacimiento, pasión y gloria de Cristo. Tres momentos muy distintos que forman la vida de Jesús, pero también la nuestra. Gaudí conocía muy bien el alma y la mente humanas, y propone este templo para que cada uno pueda encontrar lo que busca». (Y.M.)





¿Y cómo construyo yo?
Un diálogo de jóvenes trabajadores y socios veteranos de la Compañía de las Obras con Chiara Curti sobre el método de trabajo de Gaudí abre el desafío de trabajar siempre así, construyendo un templo que me enseña a mirar

La Compañía de las Obras ha propuesto durante este curso una serie de encuentros de socios veteranos con jóvenes trabajadores en Tenerife, Barcelona y Madrid. Encuentros que nacen por la necesidad de contar con un lugar donde favorecer un diálogo intergeneracional que permita encontrar personas que viven apasionadamente su vocación en el ámbito laboral. Criterios para cambiar de trabajo, la necesidad de identificar a alguien en quien confiar y a quien seguir, y la gran necesidad de percibir unidas la vida familiar y laboral son algunas de las cuestiones que han surgido a lo largo de estos meses.
Para mí estos encuentros están siendo la ocasión de acompañarnos a vivir. En mi caso, he dado a luz a mi segundo hijo y al reincorporarme me han descendido de posición, rebajándome a las funciones que hacía hace cinco años. A la vez, en mi empresa se está dando un traspaso generacional y los nuevos directivos están implementando la competitividad y el alto rendimiento como método infalible de éxito, es decir: mails a las cinco de la mañana, sábados y domingos, estando de baja o de vacaciones… en resumen, el nuevo lema es: “siempre conectados, transparentes y alineados”. Lo que sin maquillaje sería: limitarme a hacer lo que esperen de mí, fingir ser quien ellos quieran y competir con mis compañeros cada minuto por ocupar mi asiento. Me estoy encontrando con un modelo de empresa nuevo: deshumanizado y basado en la ley teórica del rendimiento según facturación. Es muy común escuchar a los nuevos y jóvenes jefes decirle al CEO delante de los que preparan su jubilación: «suerte que hemos llegado, porque todo se ha estado haciendo muy mal». La primera semana después de volver al trabajo, me he reconocido como haciendo apnea desde que llego al parking de la oficina hasta que salgo de este lugar hostil y de nuevo puedo soltar aire, muchas veces llorando de impotencia y frustración.
El pasado 16 de marzo invitamos a Chiara Curti, que acababa de publicar su tesis, donde aborda la relación que Gaudí tenía con sus colaboradores y trabajadores a partir de miles de cartas manuscritas de muchas personas implicadas en los primeros años de construcción de la Sagrada Familia. Todos los asistentes a esta cena nos vimos desafiados al reconocer en la forma de trabajar de Gaudí una pasión y una humanidad totalmente correspondiente.
Chiara se centró en diversos aspectos clave de la relación de Gaudí con sus trabajadores. Gaudí tenía una gran capacidad para descubrir el talento "innato" de cada uno de sus colaboradores. En lugar de enseñarles algo nuevo, detectaba lo que ya era cada uno y los colocaba en el lugar de la obra donde mejor pudieran desarrollar sus dones. Esto significa que Gaudí no los miraba según una idea preconcebida, sino que se adaptaba a las habilidades y talentos individuales de cada uno. Nos puso el ejemplo de un obrero con sobrepeso que no podía mantener bien el equilibrio. Cuando Gaudí lo vio y se percató de que no podía trabajar bien, se preocupó por conseguirle un calzado especial e incluso llegó a arrodillarse para abrocharle él mismo los zapatos.
También contó cómo, haciendo frente a las dificultades que se le presentaban, se le fue desvelando el camino que debía seguir. En concreto frente a la dificultad económica para sostener la obra, la junta constructora del templo decidió que era el momento de empezar a ofrecer visitas para aquellos inversores que lo pedían. Esta iniciativa no tuvo éxito y entonces Gaudí empezó una campaña masiva para que todas las escuelas y asociaciones ligadas a la infancia pudieran visitar el templo en construcción. A diferencia de los adultos adinerados que habían visitado la obra, los niños introdujeron una novedad: se asombraban hasta el punto de comunicar a otros la belleza de la Iglesia. Los niños empezaron a escribir en las revistas de sus escuelas y asociaciones sobre la visita. En un momento en el que la burguesía no tenía aprecio por la obra de la Sagrada Familia, Gaudí privilegió a la infancia, un colectivo normalmente sin voz, para poder dar a conocer su obra desde el estupor. Al mismo tiempo, esto supuso una vida nueva dentro de la obra, ya que la presencia de los niños exigía una atención mayor por parte de los trabajadores.
Chiara destacó la apuesta educativa de Gaudí con las familias de sus empleados: pagó de su propio bolsillo una escuela para que los hijos de los trabajadores tuvieran una educación mientras sus padres trabajaban en la obra. Pero lo más importante es que entendió que la mayoría de los trabajadores eran analfabetos, por lo que ofreció un método de enseñanza basado en la experiencia, no tanto en los conocimientos. De esta manera, los hijos aprendían sin destacar por encima de los padres y, al llegar a casa, podían hablar de todo lo aprendido en el colegio y sus padres podían comprenderlo todo.
Para Gaudí, todos (tanto grandes personalidades adineradas como obreros, niños y gente humilde) eran considerados al mismo nivel. Esta atención por lo humano era excepcional en su época y lo es ahora. Verdaderamente nos encontramos ante una forma de dirigir la empresa excepcional y contemporánea, a pesar del cambio de época histórico.
Después de la exposición de Chiara, los jóvenes trabajadores y los socios presentes compartieron sus propias experiencias y reflexiones. Las intervenciones se centraron en temas como la búsqueda de sentido en el trabajo, la importancia de trabajar con atención y detalle, la deshumanización del mundo empresarial y la necesidad de encontrar humanidad en los demás.
Las cuestiones que nos llevaban a poner en duda la construcción de la Iglesia desde nuestros puestos de trabajo quedaron infectadas por la correspondencia del testimonio de Antoni Gaudí que Chiara nos hizo llegar; a mí la primera. Salí tremendamente desmontada y corregida de esta cena. Corregida por la envidia que suscitó en mí el amor con que Gaudí miraba a sus “colegas” perdonándoles la diferencia, acogiendo sus límites e invitándoles a hacer un camino juntos mediante el trabajo. Y corregida también por la envidia que me suscitó la pasión de Chiara por Gaudí y su forma de relacionarse y mirar a los demás.
Salí también desmontada, porque me encontré con la necesidad de que mi mirada sobre los demás fuera restaurada, dejando entrar este amor y esta pasión por el hombre, para poderme volver a enamorar de mi trabajo, dejándome hacer por Aquel que verdaderamente me convoca, que no son mis jefes, sino el “gran Jefe” que por algún misterioso motivo me ha puesto en este lugar y con estas personas para desempeñar unas funciones concretas. Funciones que, aunque no sean las que me gustaría desempeñar, han sido pensadas para mí por Quien más y mejor me conoce y me ama.
Si en el momento que acabó la cena me hubieran preguntado: «Marta, ¿para qué vas a ir a trabajar mañana?», habría dicho: «para buscar al amor de mi vida, que me ha estado llamando y no lo he oído»; en mi dolor, en mi mezquindad, en el dolor por el mal propio y ajeno, frente a las envidias, los celos, la soberbia y la hipocresía. Necesito acoger la situación que tanto me cuesta y tanta incerteza me genera, para que sea Otro quien se desvele a través de ella. Como me recordaba otro amigo, la primera actividad del hombre es una pasividad, es dejarse hacer por Aquel que viene a nuestro encuentro.
Y así ha sido: en mi nuevo puesto de comercial raso, me estoy volviendo a enamorar de este trabajo. He retomado la relación con mis clientes de antaño, que me vieron crecer, pero ahora con mucha más intensidad; sirvo de formadora en la sombra para mis nuevos jefes, que curiosamente desde que ven que no compito contra ellos han empezado a dejarse conocer y a darme espacio. Y lo más importante: he experimentado cómo renunciar al cargo directivo que con tanta ambición había perseguido finalmente ha sido mi mayor victoria, porque ha sido la ocasión de apostarlo todo al único y pleno vencedor: Cristo, todo en todo.
Y he retomado estudios (para estar preparada para bailar en el futuro empresarial que llega) y vuelvo cada día contenta de trabajar para poder continuar la jornada entregándome a mi primera y más importante vocación: mi familia.
Marta, Barcelona

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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