Randy dejó el mundo de las finanzas para dar continuidad con su mujer a una panadería histórica en Texas. Ahora tienen dos tiendas «para vivir juntos la plenitud de las cosas que hacemos»
¿Alguien sabe lo que es un kolache? Se trata de un pastel redondo hecho con una masa de mantequilla con un toque de vainilla y varios rellenos, sobre todo de fruta, pero también puede ser con queso o semillas de amapola. Son típicos en la República Checa y llegaron a la zona oriental de Texas con la inmigración europea del siglo XIX. Randy Hines nació justo en esos condados, rebautizados como Czech belt, el cinturón checo. En Houston los puedes encontrar en Kolache Shoppe, una panadería histórica que abrió sus puertas en Richmond Avenue en 1970. Su fundador se llamaba Erwin Ahrens pero hoy es propiedad de Randy y Lucy Hines.
Randy viene del Czech belt y su abuela hacía kolache. En 2001 él empezó a trabajar como revisor contable en Deloitte. Cuatro años más tarde se pasó a Valero Energy, empresa dedicada al petróleo y el gas. «Pero estaba inquieto, quería hacer algo distinto y no sabía qué», recuerda. En 2005 decide dejar el empleo y marcharse a Washington DC a estudiar Teología en el Instituto Juan Pablo II. Allí conoce a la que será su mujer, Lucy. También conocerá al rector del Instituto, David Schindler. «Recuerdo que lo que él deseaba es que muchos de nosotros volviéramos al corazón del mundo como abogados, hombres de negocios, empresarios…». Al acabar sus estudios, Randy volvió a trabajar como revisor de contabilidad en Texas. Pero, como echaba de menos los dulces de su abuela, se fue con Lucy a conocer a Erwin Ahrens para aprender la receta de sus famosos kolache. Comenzó así una amistad que en 2013 llevó al anciano panadero a ofrecerles su actividad. Ambos aceptaron y, sin ninguna experiencia, o casi, se convirtieron de golpe en empresarios y panaderos.
Los primeros años fueron muy complicados. Randy se levantaba en plena noche para amasar y hornear. Pasa de tener dos hijos a tener siete, y cuando vuelve del trabajo su casa es una especie de zoco repleto de juegos, tareas escolares, meriendas y ropa sucia. Abrieron otra tienda y llegaron a tener treinta empleados. No basta con sacudirse la harina de las manos y la cara para dejar el trabajo atrás. Las preocupaciones te persiguen a todas horas. Pero Randy nunca olvida las palabras del profesor Schindler: «Cristo tiene que ver con todo esto».
«Durante los años de Teología leí algunos libros de don Giussani y recuerdo que para él, el problema era tomarse en serio todo en la vida», explica Randy. «Tomarse en serio las reglas del juego, lo que impone respetar las leyes del Estado y las leyes del mercado, pero también la propia humanidad». Para este panadero-teólogo, lo que cambia la manera de trabajar es cómo se concibe la obra que está en el origen de cualquier decisión que haya que tomar. «Wall Street tiene su idea de prosperidad, Hollywood tiene la suya, los palacios del poder en Washington tienen otra distinta… Con fe, la felicidad es otra cosa y eso es lo que puede marcar la diferencia».
Los empleados de Randy y Lucy tienen un background diferente al suyo. «Si quien trabaja con nosotros se da cuenta de que aquí hay algo distinto, esperamos que se pregunte a qué se debe. Nosotros sencillamente pedimos perdón cuando nos equivocamos, damos las gracias, preguntamos “¿qué tal el fin de semana?”, tomamos decisiones difíciles cuando hay que tomarlas, nos sacrificamos cuando alguien lo necesita. Deseamos que cualquiera tenga la posibilidad de alcanzar un equilibrio y realizarse personalmente. Los domingos cerramos y eso hace que ganemos menos. ¿Siempre lo hemos hecho bien? Por supuesto que no. Pero no renunciamos a intentarlo».
¿Ser cristianos en el trabajo significa ser educados y generosos? «No, lo nuestro no es buenismo –afirma Randy– porque una empresa no se mantiene así». Hay ciertas cosas con las que no se puede bromear. «Lo que decimos, de manera explícita o implícita, a nuestros empleados es que estamos juntos. El cansancio en el trabajo es inevitable. Dios le dijo a Adán: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Cuando alguien se queja porque le gustaría que esa fatiga desapareciera, yo digo: “Lo siento, pero no es posible. Para mí también es duro, pero podemos afrontarlo juntos. Haré todo lo que pueda para que tú, aun con este peso inevitable, puedas sentir que estás haciendo algo útil para los demás y también para ti”». Pero, ¿por qué vale la pena si es más fácil tirar hacia adelante sin demasiados problemas? «Jesús dice en el evangelio: “He venido para que tengan vida y la tengan abundante”. Esa plenitud se nos promete ahora, dentro de las cosas que hacemos. El esfuerzo merece la pena».
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