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Huellas N.05, Mayo 2023

BREVES

Cartas

Volvemos con El sentido religioso
Cuando llegué a la parroquia en septiembre de 2020 –en plena pandemia–, me reconoció una señora que estaba en la plaza de la iglesia con su perrito. Me dijo que se llamaba Carmen, que me conocía porque hacía 14 años había atendido a su madre en los últimos momentos de su vida en el hospital (por entonces yo era capellán de hospital) y que eso nunca se le había olvidado. Pero que ella había perdido la fe e incluso había apostatado (cosa que va pregonando por todas partes). Era jueves. El domingo me estaba esperando a la puerta del templo al final de la misa. Me preguntó si había venido más gente a misa que los días anteriores. Le dije que sí. Me dijo: «¡Claro! He estado llamando a gente conocida del barrio para que fueran a misa contigo, a conocerte» (…¿apóstata o apóstola?).
Desde entonces, no deja de pasarse por la parroquia. Siempre manteniendo las distancias en ciertas cosas (misa, procesión… expresiones de la fe), pero cuidando mucho la relación conmigo. A veces hace de “secretaria”. Me llama para decirme que alguien le ha preguntado por un bautismo y que ella le dijo a qué hora podía ir a verme. El otro día alguien que la conocía dejó en la alcancía un sobre con el nombre y apellidos de Carmen. Era un donativo anónimo para ella (no está pasando un buen momento económico). Se lo di. Se quedó impresionada. Le temblaban las manos. Abrió el sobre. Me pidió que contara el dinero. Lo hice, y me dio diez euros diciéndome: «Esto para la parroquia. Y si sabes quién ha sido, dale las gracias de mi parte». Yo solo le pude decir que a eso nosotros lo llamamos providencia. Estaba tan sorprendido como ella.
Al comenzar de nuevo El sentido religioso, con la premisa del realismo, me he dado cuenta de que es verdad que en nuestra vida tienen un gran peso las ideas, los prejuicios que la mentalidad dominante sabe inocularnos en vena a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Pero nada de eso es capaz de quitarle peso a Cristo resucitado, que después de dos mil años sigue abriéndose camino como un hecho con el que hay que hacer las cuentas, incluso si has apostatado.
Juanfra, Tenerife

Mi nuevo centro afectivo
A raíz de un texto de Giussani que trabajamos durante varias semanas en la Escuela de bachilleres, que decía que «Cristo se había convertido en el centro afectivo de los apóstoles», me di cuenta de que Cristo se había convertido también en mi centro afectivo. A través de la Escuela de comunidad, de la caritativa, donde vamos una vez al mes para acompañar a personas enfermas de Sida que han sido abandonadas y están con las Hermanas de la Caridad; y a través de las convivencias, tengo experiencia de Dios, ya que en Escuela de comunidad, en la caritativa o en las convivencias es donde veo esta presencia de Dios, mientras que en otros sitios no se ve. Es aquí, en esta amistad, donde se puede ver la presencia de Dios, y es porque esta amistad te enseña a ver tu corazón. Gracias a esta amistad, que vivo aquí y que se extiende a otros lugares, se me ha dado la oportunidad de conocer a más personas, como Laia, que conocí en Picos de Europa y que, a pesar de las diferencias que tenemos, me enseña a mirar mi corazón, por lo que hoy es una amistad muy importante para mí. Aquí me quieren y me aceptan como soy y cada vez que salgo los viernes de Escuela, o cada vez que voy a convivencias o a la caritativa, puedo decir que soy más feliz, que mi corazón es más feliz. Deseo que esta amistad que tengo en Bachilleres se extienda a otros sitios, como el colegio; como dice el padre Alfonso, «todo el mundo necesita conocer esta amistad».
María, Fuenlabrada (Madrid)

La sorpresa de ir siempre acompañada
Quiero compartir la manera en que Cristo llama y responde contundentemente a las exigencias profundas de mi corazón y de todo corazón que decide seguirle.
Hace un tiempo recibí la invitación a ser responsable de la revista Huellas en mi país, situación que me sorprendió mucho porque sabía que no contaba con las habilidades necesarias para realizar esta encomienda desde mi punto de vista. Ha llegado el momento de dejar la responsabilidad, otro amigo ha dado su disponibilidad a Cristo, le ha dicho sí al Misterio, porque es Él quién construye y a nosotros nos toca solo donarnos.
Como responsable, aprendí a confiar más en Él que en mis capacidades porque he verificado que haciendo el trabajo de la Escuela de comunidad a la par de intentar responder al trabajo que implicaba la responsabilidad de la revista, donde yo reducía, Cristo abre, donde yo fragmentaba, Él unía.
Me parece que la responsabilidad es pasar del enamoramiento a un amor que madura en la dificultad y la gracia porque hay que soltar la propia idea de cómo hacer las cosas, dejar más lejos la autorreferencialidad y mendigar. Entonces la certeza crece.
Esta revista no la hace una sola persona, la revista la construimos todos, es nuestra y es un bien que hay que compartir con todas las personas, en especial las que no conocen el movimiento porque brinda un panorama más amplio y profundo de la realidad, agudiza la mirada, educa porque conduce a algo que está más lejos de mi medida.
La responsabilidad me ayudó mucho a darme cuenta de lo grande que es este lugar, el carisma, el movimiento al que pertenezco. Así como el texto de la Escuela me ayuda afrontar la vida de una manera diferente porque amplía el horizonte, la revista es un abrazo lleno de afecto y razón que me abre los ojos al mundo, a la realidad que se vive en diferentes partes del mundo y me ayuda a vivir mis circunstancias con una certeza que se arraiga en mi vida con cada testimonio y cada artículo que nos comparten.
Hace poco tuve que afrontar una circunstancia muy difícil para mí; la llamada de una persona que me informa de que alguien que amo profundamente está al borde del suicidio. Sin embargo, a diferencia de ocasiones anteriores en que el temor, la desesperación y un sentimiento de desolación me invaden, sucedió que en el lapso de mi traslado hasta llegar al lugar, me sorprendió una tranquilidad y una certeza, porque no iba sola al encuentro de una circunstancia dolorosa, me di cuenta de que los testimonios de los amigos de Escuela y los contenidos de la revista me acompañaban. Me sobresalté pensando que todos ellos son el rostro de Cristo y que estaban ahí conmigo; supe que estaba lista para llegar y afrontar lo que hubiera que afrontar. Entendí el significado y la importancia de la unidad; en esta circunstancia, sentí una alegría, la alegría de saberme parte de un pueblo, de tener un camino y reconocer un destino.
Supe lo importante y valioso que es nuestro trabajo, comunicar Su presencia en nuestras vidas.
Doy las gracias a quienes hacen posible este instrumento porque he llegado a tener un interés por lo que sucede al otro lado del mundo que antes no tenía ni me interesaba tenerlo. Ahora me doy cuenta de que la humanidad somos una sola familia y que no podemos permanecer ajenos a lo que nos sucede. Gracias por mostrarme la manera en que afrontan las circunstancias en otros países, verifico que el corazón humano es búsqueda y experimento un cambio radical cuando en las circunstancias mi mirada cambia hacia Otro que ilumina el horizonte y nace la certeza de que le pertenecemos.
Flavia, Puebla (México)


Escuchando música
Un viernes por la mañana entro a Spotify para escuchar a Markéta Irglová, desde 2016 la escucho y sus canciones me han acompañado, al ver la lista me llama la atención un título, Padre, y me sorprendo al leer el nombre de Claudio Chieffo. ¿Cómo es posible? Decidí escucharla y así comenzó un diálogo con el Padre. Mientras escuchaba la canción, pensaba en mi vida y a la vez en el dolor que siento por algunas circunstancias que vivo en mi familia. Los versos de la canción entraron en lo profundo del deseo de mi corazón para recordarme la verdad que he sido llamada a vivir en mi realidad. Para mí esta canción fue un encuentro con el Padre, a través de las voces de Claudio y Markéta, Él me recordó: soy tu Padre, te pensé desde el seno materno, he pensado una vida grande para ti desde esta realidad que te causa dolor; recuerda que en este dolor tu vida se cumple porque yo estoy contigo, te amo; te he donado mi amor y no tengas miedo, porque ya no existe la oscuridad: la luz está en mis ojos, la paz está en mis manos, el gozo está en mi corazón. Y así, en pocos minutos fui consolada y recuperé de nuevo la certeza del Misterio y de mi propia vida, fue como un rescate. Por otra parte, la canción me dio fuerza, coraje y confianza para el encuentro que iba a tener por la tarde con mi propio papá, ya que para mí era muy importante conversar con él. Fui al fondo de mi deseo, como decía Giussani. Durante la conversación miraba a mi papá con misericordia y sé que esta mirada que tuve hacia él fue porque experimenté la compasión y el amor al escuchar la canción.
Mariela, Honduras

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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