Entrevista al profesor D’Aloisio* experto conocedor de la realidad argentina, que ha participado en varios debates del Centro Cultural Ícaro en Buenos Aires, Santa Fe y Campana. Le hemos citado para dialogar sobre la situación política nacional y los retos que nos plantea
¿Cuáles son los aspectos-clave que desembocaron en esta situación política de anarquía que colocan a Argentina al borde de la Guerra Civil?
No creo en modo alguno que la Argentina esté actualmente al borde de una guerra civil. Para que ese supuesto se diera en lo inmediato, deberíamos estar percibiendo ya, al menos dos bandos entre los cuales se generaran acciones armadas. Los bandos oponentes tendrían que tener cada uno de ellos una porción de fuerzas armadas regulares que permitiese sostener en el tiempo las reclamaciones de los actores comprometidos. Las Fuerzas Armadas están totalmente renuentes a comprometerse después de haber asimilado la durísima experiencia que sufrieron después de su última intervención en el período 1976-83. Esto no hace menos peligrosa la situación sino que la complica porque aquello que Ud. califica como anarquía política es en realidad anarquía generalizada. La anomia y la ausencia de autoridad se han capilarizado a través de toda la realidad de una manera osmótica.
En nuestra sociedad, se ha dado con carácter virulento lo que Gramsci anunciara: un cambio en el “sentido común de la gente”; en nuestras costas este cambio ha implicado de tal forma toda la experiencia humana, que más bien parecería haber “ausencia de sentido común” y por lo mismo lo que debiera haber plasmado como una comunidad organizada aparece como una sociedad sacada de su quicio, es decir, desquiciada. No es ajeno a este fenómeno el hecho de que no se haya sabido o podido articular fuertes redes comunitarias que protejan al individuo y lo contengan en todas sus facetas. Entre nosotros, frente a esa ausencia de entramado social que permite prosperar a los grupos de intermediación, toda decisión estatal repercute directamente y de modo dramático sobre el individuo aislado.
¿Por qué se consumó antes de tiempo un período de gobierno constitucional y cuál es el motivo de las abortadas sucesiones presidenciales?
Los procesos políticos se definen “ab initio”, en el momento en el cual comienzan a ocurrir y cada uno de ellos lleva impreso un carácter. En el caso de los gobiernos la situación - como proceso - es la misma y por lo tanto su destino - por así decirlo - está condicionado por la índole de las circunstancias que los consagran. El mandato de Fernando De la Rúa es recogido desde la voluntad de cambio de una clase media urbana, caprichosa y voluble que consagró a candidatos de una alianza, que como único proyecto de realización común, tuvo el objetivo de ganar la partida al justicialismo. No fue más que un juego agonal que se justificó y se agotó en ello, sin tener frente por frente la voluntad de cambio de sus votantes. La pésima gestión de De la Rúa, la descomunal inopia de imaginación e inteligencia de quienes lo acompañaron, le alienó la aquiescencia de aquellos inestables sectores medios que lo habían consagrado.
En cuanto a la segunda parte de su pregunta he de decirle que los gobiernos justicialistas que emergieron, lo hicieron a partir de la total dilución del poder político de una fementida alianza que se suicidó dos años antes de lo que debió haber sido su muerte natural. Esta acelerada y aturdida huida en desorden anárquico del ex presidente de la Alianza, encontró a un peronismo en el que se estaba discutiendo el liderazgo y por lo tanto en un continuum horizontal que dificultó y dificultará un rápido ordenamiento. La decisión de llenar el fenomenal vacío de poder político y económico, de modo inmediato por el justicialismo, está marcado por ese sino.
¿Cuál es el trasfondo de la protesta civil “espontánea” del “cacerolazo”, a qué parte de la sociedad argentina ello expresa?
Como Ud. bien dice yo también pongo entre comillas “la espontánea” protesta. Es claro que detrás de ella - y de eso tenemos noticias ciertas - hubo grupos organizados que detonaron el “ cacerolazo” al que se sumaron importantes grupos de los sectores medios urbanos. Cabe acotar que esos sectores medios mostraron en esta ocasión con toda crudeza sus características más profundas: sólo se mueven al impulso de otros actores; son profundamente insolidarios - su ira se hizo funcional a los organizadores sólo cuando las medidas financieras les pusieron dedos ajenos en sus bolsillos; tienen una percepción de sí mismos que los ubica por encima de lo que ellos consideran estándares inferiores. Esta característica que también involucra cierto grado de discriminación, quedó patentizada cuando frente a la represión policial reclamaban: “no nos peguen, que somos la clase media”, histórico reclamo que podría decodificarse así: a nosotros no nos pueden pegar, a los villeros y a los miserables sí.
¿Cuáles son los aspectos culturales que traban el evidente potencial de desarrollo económico-social y hasta la confianza en la continuidad histórica argentina?
La Argentina vive en un mundo en el que aún persiste una estructura de poderes y una lógica que bajo diferentes manifestaciones, responde a cualquiera de las manifestaciones del Iluminismo, y, éstos, todos mezclados. Nosotros nos hemos “divertido” en una danza. Divertir viene de “vertere”, girar, dar vueltas, cambiar todo, ser progresista. Esto pasa en un país que carece de certezas esenciales sobre su rumbo. La pérdida del nexo con la gran tradición de la latinidad romano-europea e hispano-americana a la que pertenece, se paga dolorosamente. No es lo mismo re-crearse en lo significante de una gran tradición cultural, que hacer alarde de una erudición relumbrona e insignificante. Así puede estar en cuestión la propia continuidad de la Nación Argentina. Baste ver el abandono masivo “one way” de los jóvenes más calificados. Baste ver que la mayor parte de la desnutrición infantil encuentra su fuente, no en la falta de alimentos, sino en la inadecuada alimentación que por ignorancia y en muchos casos desidia produce quien debe alimentar.
Después de un sufrido proceso de institucionalización democrática, ¿cuál es la razón de que la vida política se haya instalado como casta divorciada de la gente?
Más que personalidades políticas lo que hay son politicastros y politiqueros. Son expresión de la constitución colectiva de una sociedad estragada, perforada por una mediocridad que encuentra sus raíces en la falta de compromiso real y autentica participación. Votar no alcanza, protestar tampoco. ¿Qué otra cosa podía esperarse de la abstención organizadamente participativa, sino la constitución de una auténtica casta oligárquica, atenta sólo a sus intereses o los que representa? De allí a que la sociedad - que debería ser comunidad - sufra la asfixia de su capacidad de construir, media solo la inercia del proceso. Romper ese círculo requiere no de voluntarismo sino de lúcida voluntad política.
¿Basta una “lúcida volunta política”? ¿Qué perspectivas usted vislumbra para el nuevo y gravemente apremiado gobierno peronista de Duhalde?
La evaporación de la Alianza y principalmente del Partido Radical han convertido al justicialismo en ocupante de, virtualmente, todo el espacio político de la Argentina. Esto como apuntábamos anteriormente lo encuentro fuertemente condicionado por la indefinición de sus liderazgos. Pero lo real es que más allá de esos condicionamientos, lo que suceda en el peronismo y con el peronismo, se definirá en lo que ocurra en los próximos años.
La política está subsumida en la cultura, así como la economía debiera estarlo en la política. Mi convicción es que los problemas de orden político y económico son relativamente sencillos de resolver. El asunto se complica cuando verificamos que ellos han de desenvolverse en un ámbito de cultura francamente desalentador. Pero comienzan a percibirse reacciones que hacen abrigar esperanzas en cuanto a una recuperación que - digámoslo - implica una verdadera re-fundación, que deberá asentarse sobre una verdadera democracia. Un régimen de gobierno, “el mejor”, dice el “Aquinate”, que es aquel en que “todos tienen alguna participación en el regir, conforme a sus capacidades”.
* Luis Eduardo D’Aloisio es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Profesor titular de Sociología en la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de La Plata (Unidad Académica de Rosario) y Profesor en la Universidad Tecnológica Nacional. Asimismo es Director del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Americanos y Jefe de la Sección Internacionales de la Revista Sí de Lima Perú.
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