Va al contenido

Huellas N.10, Noviembre 1998

WOJTYLA

Sin razón, tampoco hay fe

Joseph Ratzinger

Presentamos un extracto de la intervención del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante la presentación de la encíclica Fides et ratio.
Sala de Prensa de la Santa Sede, 15 de octubre de 1998


¿Por qué la razón no puede prescindir de la aportación de la fe? (...) La respuesta se enmarca en la situación cultural actual, que se caracteriza en su raíz por dos factores: la separación, llevada al extremo, entre fe y razón; y la eliminación del problema de la verdad - absoluta e incondicional - del ámbito de la investigación propia de la cultura y del conocimiento racional del hombre. (...)
Sin embargo, así se expulsa del ámbito racional todo lo que excede la capacidad de control de la razón científica y con ello se abre paso, de hecho, a una nueva forma de fideismo. Si el único tipo de "razón" que se admite es la razón científica, se despoja a la fe de todo carácter racional e inteligible, condenándola a mero simbolismo indefinible o sentimiento irracional.

La originalidad
Frente a esta situación cultural, el mensaje de la en­cíclica reacciona volviendo a proponer con fuerza y con­vicción la capacidad que tiene la razón de conocer a Dios. (...) Al mismo tiempo, reafirma que dicha capaci­dad metafísica de la razón es un dato necesario de la fe, hasta tal punto que una con­cepción de fe que se desa­rrollara de manera ajena o alternativa a la razón sería deficiente incluso como fe.
Asimismo, el Papa, inser­tándose plenamente en el diálogo entre los hombres de cultura de nuestro tiempo, plantea un serio interrogante que no podrá dejar de susci­tar una reflexión y una dis­cusión igualmente serias: ¿por qué quiere la razón im­pedirse a sí misma tender hacia la verdad, cuando por su propia naturaleza se orienta hacia la consecución de ésta? (...)
En efecto, excluir al hom­bre del acceso a la verdad e la raíz de toda alienación. En este sentido, la Fides et ratio enlaza con la primera encí­clica, programática, de Juan Pablo II, la Redemptor homi­nis. La Iglesia no puede ser indiferente a todo aquello que hace latir el corazón del hom­bre, es decir, sus inquietudes, empresas y esperanzas: «La búsqueda de la verdad, la in­saciable necesidad del bien, el hambre de la libertad, la nostalgia de lo bello, la voz de la conciencia» (n. 18).
El objetivo de la Fides e ratio es precisamente devol­ver al hombre contemporá­neo la confianza en que puede encontrar una res­puesta segura a sus inquietu­des y exigencias esenciales (...)

La actualidad
Finalmente, la encíclica responde al desafío cultural, de capital importancia, pro­pio de nuestro tiempo: el significado de la libertad.
«Verdad y libertad, o bien van juntas, o juntas perecen miserablemente» (n. 90). Ésta es, si se quiere, la instancia última de la Fides et ratio.
En nuestro tiempo la idea de libertad ha llegado hasta con­cebirse como autonomía abso­luta y no se halla modo de co­nectarla con la idea de verdad absoluta e incondicional. (...)
La Fides et ratio supera esta depresión y restricción de razón y libertad, y en cambio, establece una ligazón inquebrantable entre verdad y libertad. La libertad no es mera capacidad de llevar a cabo elecciones indiferentes o intercambiables, sino que po­see una orientación hacia la plenitud y el cumplimiento de la vida que la persona debe conquistar con el ejerci­cio recto de su libertad (Recta Ratio). La libertad encuentra su sentido, y, por tanto, su verdad, en orientarse hacia su propio fin, en con­formidad con la naturaleza de la persona humana. (...)
La fe como acogida de la verdad de Dios que se revela en Jesucristo no es una ame­naza para la razón ni para la libertad. La fe protege la ra­zón, porque necesita de un hombre que pregunte e inda­gue. No es obstáculo para la fe el hecho de preguntarse, sino la actitud de cerrazón que no quiere interrogarse. (...)
De la misma manera, la fe protege la libertad, por­que una vez que se quita la libertad al hombre, se le conduce progresivamente bien a una voluntad des­tructiva de poder sofocador de la libertad de los demás o bien a la desesperación de la soledad (n. 90). La li­bertad - es el mensaje de Juan Pablo II - sólo puede ser alcanzada y garantizada si el camino hacia la ver­dad permanece abierto y accesible siempre, a todos y en todo lugar.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página