Presentamos un extracto de la intervención del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante la presentación de la encíclica Fides et ratio.
Sala de Prensa de la Santa Sede, 15 de octubre de 1998
¿Por qué la razón no puede prescindir de la aportación de la fe? (...) La respuesta se enmarca en la situación cultural actual, que se caracteriza en su raíz por dos factores: la separación, llevada al extremo, entre fe y razón; y la eliminación del problema de la verdad - absoluta e incondicional - del ámbito de la investigación propia de la cultura y del conocimiento racional del hombre. (...)
Sin embargo, así se expulsa del ámbito racional todo lo que excede la capacidad de control de la razón científica y con ello se abre paso, de hecho, a una nueva forma de fideismo. Si el único tipo de "razón" que se admite es la razón científica, se despoja a la fe de todo carácter racional e inteligible, condenándola a mero simbolismo indefinible o sentimiento irracional.
La originalidad
Frente a esta situación cultural, el mensaje de la encíclica reacciona volviendo a proponer con fuerza y convicción la capacidad que tiene la razón de conocer a Dios. (...) Al mismo tiempo, reafirma que dicha capacidad metafísica de la razón es un dato necesario de la fe, hasta tal punto que una concepción de fe que se desarrollara de manera ajena o alternativa a la razón sería deficiente incluso como fe.
Asimismo, el Papa, insertándose plenamente en el diálogo entre los hombres de cultura de nuestro tiempo, plantea un serio interrogante que no podrá dejar de suscitar una reflexión y una discusión igualmente serias: ¿por qué quiere la razón impedirse a sí misma tender hacia la verdad, cuando por su propia naturaleza se orienta hacia la consecución de ésta? (...)
En efecto, excluir al hombre del acceso a la verdad e la raíz de toda alienación. En este sentido, la Fides et ratio enlaza con la primera encíclica, programática, de Juan Pablo II, la Redemptor hominis. La Iglesia no puede ser indiferente a todo aquello que hace latir el corazón del hombre, es decir, sus inquietudes, empresas y esperanzas: «La búsqueda de la verdad, la insaciable necesidad del bien, el hambre de la libertad, la nostalgia de lo bello, la voz de la conciencia» (n. 18).
El objetivo de la Fides e ratio es precisamente devolver al hombre contemporáneo la confianza en que puede encontrar una respuesta segura a sus inquietudes y exigencias esenciales (...)
La actualidad
Finalmente, la encíclica responde al desafío cultural, de capital importancia, propio de nuestro tiempo: el significado de la libertad.
«Verdad y libertad, o bien van juntas, o juntas perecen miserablemente» (n. 90). Ésta es, si se quiere, la instancia última de la Fides et ratio.
En nuestro tiempo la idea de libertad ha llegado hasta concebirse como autonomía absoluta y no se halla modo de conectarla con la idea de verdad absoluta e incondicional. (...)
La Fides et ratio supera esta depresión y restricción de razón y libertad, y en cambio, establece una ligazón inquebrantable entre verdad y libertad. La libertad no es mera capacidad de llevar a cabo elecciones indiferentes o intercambiables, sino que posee una orientación hacia la plenitud y el cumplimiento de la vida que la persona debe conquistar con el ejercicio recto de su libertad (Recta Ratio). La libertad encuentra su sentido, y, por tanto, su verdad, en orientarse hacia su propio fin, en conformidad con la naturaleza de la persona humana. (...)
La fe como acogida de la verdad de Dios que se revela en Jesucristo no es una amenaza para la razón ni para la libertad. La fe protege la razón, porque necesita de un hombre que pregunte e indague. No es obstáculo para la fe el hecho de preguntarse, sino la actitud de cerrazón que no quiere interrogarse. (...)
De la misma manera, la fe protege la libertad, porque una vez que se quita la libertad al hombre, se le conduce progresivamente bien a una voluntad destructiva de poder sofocador de la libertad de los demás o bien a la desesperación de la soledad (n. 90). La libertad - es el mensaje de Juan Pablo II - sólo puede ser alcanzada y garantizada si el camino hacia la verdad permanece abierto y accesible siempre, a todos y en todo lugar.
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