Un público expectante y atento, lleno de rostros infantiles, y en el escenario, desnudo de toda parafernalia superflua, una historia «que sucedió de verdad y que vuelve a suceder ahora». Cuando el teatro es un acontecimiento
Era un matrimonio adulto, de esos que no tiene mucho tiempo que perder. Habían leído en un periódico de Madrid que se iba a representar la historia del recaudador de impuestos del evangelio de Lucas en varios pueblos. No sabían mucho más. La obra, Zaqueo, un árbol en el desierto, estaba anunciada para niños y educadores. Ellos no conocían ni a la compañía que la ponía en escena ni a la Asociación Péguy que la traía a España. Quién sabe por qué decidieron reservar la tarde del martes para ir a verla.
Son las siete y media. Nuestro matrimonio está ya sentado en el patio de butacas del Centro Cultural Zazuar, en el barrio de Santa Eugenia, junto a medio centenar de personas. Suena una música alegre, Stefano Braschi, el único actor, sube al escenario. Sobre las tablas seis pupitres de colegio, una mesa de profesor, el tronco de un árbol y una caja para recaudar los impuestos al pueblo de Israel. Stefano representa a un maestro de escuela y llama a media docena de niños que se convertirán en sus alumnos durante una hora. Les pregunta varias cosas para captar su atención, les cuenta la historia de un enano que trabaja en un circo y les anuncia un nuevo relato, un relato especial que puede volver a suceder ahora. Nuestra pareja, desde los primeros movimientos de Stefano, se ha dado cuenta de que ésta no es una obra infantil al uso. No se utilizan los recursos fáciles tan habituales en el género ni ese modo de dirigirse a los niños que les considera imbéciles y que les hastía a los dos minutos. No, ésta es una manera de hablar y de representar proporcionada a la seriedad de la infancia que enseguida seduce a los adultos. Tiene ese atractivo del teatro verosímil, el atractivo de un drama humano que sucede delante de tus narices, a través de la voz, los movimientos y el cuerpo del actor.
En busca del teatro popular
Nueve meses antes, Franco Palmieri, el director del Teatro Dell'Arca entró en contacto con la Asociación Cultural Charles Péguy. Después de veinte años de trabajo y una larga experiencia, la compañía quiere conocer el mundo de la dramaturgia española porque les parece que todavía en este país se hace un teatro realmente popular. Se suceden las conversaciones telefónicas buscando una buena fórmula para comenzar. Al final, el propio Franco propone una solución: viajar a Madrid para representar Zaqueo, un árbol en el desierto. Es una obra para público infantil, escrita por un profesor de enseñanza media de Forlí y perfilada por Davide Rondoni, que viene representándose desde hace una año en centros culturales y colegios italianos. A la gente de la Péguy le gusta la propuesta. Implican enseguida a algunas personas en la organización de las representaciones y la idea va tomando cuerpo. Se llega a un acuerdo con tres centros culturales de otros tantos pueblos madrileños. Días antes de que comience la gira surgen dificultades, sobre todo de orden económico, que afectan a toda la logística, dificultades que se irán solventando gracias a la disponibilidad gratuita de muchos amigos, empezando por Franco, Stefano y Piero Barsolini, que se encarga de las luces y el sonido. Por fin, estos dos últimos aterrizan en Barajas el lunes 20 y la improvisada compañía empieza a rodar por los pueblos de Madrid el martes a bordo de una Vanette destartalada, que se alquiló a última hora.
En Jericó
Nuestro matrimonio no sabe nada de estas fatigas ni falta que les hace. Stefano, sobre el escenario, está representando el encuentro que las ha hecho posibles y gustosas. El maestro que encarna ha empezado a relatar al público dónde vivía Zaqueo. La música Yiddish ha creado un ambiente oriental y el monólogo se ha reforzado con unos pasos de baile. Sobre las tablas ha caído un poco de tierra del desierto de Jericó, la ciudad de las palmeras, la ciudad más cosmopolita de Israel. Y después del entorno, el personaje. Stefano ha dejado de ser el maestro para convertirse en el propio Zaqueo. Se ensimisma en su soledad, en su traición, en su deseo de cambio frustrado. La obra alcanza uno de sus momentos cumbres: el recaudador de impuestos intenta conciliar el sueño pero la incertidumbre sobre su vida se lo impide. Nuestra pareja se da cuenta de que son ellos los que están sobre el escenario con esa angustia o inquietud que a todos nos resulta tan familiar. Todos, a estas alturas, estamos identificados con Zaqueo. Los movimientos de Stefano se han hecho más graves, más dramáticos si cabe. En una esquina profiere un grito apagado, cruza el escenario buscando siquiera la compañía de los niños y aprieta los puños frente a un padre que le recuerda sus deberes morales... Representa el drama de todos.
Y de pronto, una música alegre anuncia que algo bueno va a suceder. Un profeta ha llegado a Jericó. Los movimientos pierden peso, Zaqueo corre por el escenario con la ligereza de la curiosidad. Stefano encaramado en el tronco del árbol es la viva figura del deseo. La obra alcanza su cenit y el clima sacro de un auto sacramental. Un máscara representa el rostro de Jesús, preservando su carácter misterioso. La cara de Stefano se ilumina y al acabar la representación confiesa que en este momento estaba sinceramente conmovido. Jesús ha fijado sus ojos en Zaqueo con una mirada tan indescriptible que su vida se ha llenado de alegría y Stefano describe el rebosar de su corazón. Cuando acaba su relato una voz de niño lee el fragmento del evangelio de Lucas, mientras se proyectan unas diapositivas ilustrando las principales escenas. Esta repetición remacha una idea que ha marcado la obra desde el principio. Se está contando un encuentro que vuelve a ocurrir otra vez.
Con los trastos al Escorial
Aplausos y felicitaciones. Nuestro matrimonio busca a los organizadores, quiere darles las gracias. No saben muy bien cómo. Los dos hacen algunas preguntas, animan a seguir en el tajo y aseguran que Zaqueo les ha dado "muy buenas ideas". Con las prisas olvidan dejar un teléfono donde localizarlos. No importa, seguro que nos volveremos a ver. Ellos no son los únicos sorprendidos. A un cura le ha gustado tanto la obra que decide hacer todo lo posible para que se represente a trescientos niños en el campamento que comienza al día siguiente en Peguerinos, en la sierra de Madrid. Parece imposible. Quedan aún dos funciones más, en un teatro de Coslada y, al aire libre, en Pozuelo. No hay tiempo. A las seis de la mañana del día siguiente recibe una llamada. Cambio de planes.
Si Stefano y Piero están dispuestos a ir, no hay motivo para renunciar a una cuarta representación. Zaqueo es seguido con pasión en medio del paisaje que sirvió de descanso a Felipe II. Durante la comida uno de los curas que organiza el campamento les pregunta a los italianos si están dispuestos a enseñarle a representar la obra. Ya está traducida y sólo habría que ensayarla. Stefano y Piero acogen con entusiasmo la idea. Le invitan a pasar una semana en Forlí para prepararla. Patricia López también está dispuesta a realizar ese trabajo, aunque haya que adaptar algo el papel. Poco menos de un mes después se empieza a preparar el Zaqueo español. Pronto puede estar en los escenarios.
NOTA
Zaqueo, un árbol en el desierto estará disponible para el público español dentro de unos meses.
La Asociación Péguy la ofrecerá comercialmente para que sea representada en colegios, centros culturales y cualquier otro ámbito con las mínimas condiciones. Para más información llamar al teléfono de Madrid 91 7672240.
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