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Huellas N.08, Septiembre 1998

CULTURA

Zaqueo en madrid

Fernando de Haro

Un público expectante y atento, lleno de rostros infantiles, y en el escenario, desnudo de toda parafernalia superflua, una historia «que sucedió de verdad y que vuelve a suceder ahora». Cuando el teatro es un acontecimiento

Era un matrimonio adulto, de esos que no tiene mucho tiempo que perder. Habían leído en un periódico de Madrid que se iba a representar la historia del recaudador de impuestos del evan­gelio de Lucas en varios pueblos. No sabían mucho más. La obra, Zaqueo, un árbol en el desierto, estaba anunciada para niños y educadores. Ellos no conocían ni a la compañía que la ponía en escena ni a la Aso­ciación Péguy que la traía a España. Quién sabe por qué decidieron re­servar la tarde del martes para ir a verla.
Son las siete y media. Nuestro matrimonio está ya sentado en el patio de butacas del Centro Cultural Zazuar, en el barrio de Santa Euge­nia, junto a medio centenar de per­sonas. Suena una música alegre, Stefano Braschi, el único actor, sube al escenario. Sobre las tablas seis pupitres de colegio, una mesa de profesor, el tronco de un árbol y una caja para recaudar los impues­tos al pueblo de Israel. Stefano re­presenta a un maestro de escuela y llama a media docena de niños que se convertirán en sus alumnos du­rante una hora. Les pregunta varias cosas para captar su atención, les cuenta la historia de un enano que trabaja en un circo y les anuncia un nuevo relato, un relato especial que puede volver a suceder ahora. Nues­tra pareja, desde los primeros movi­mientos de Stefano, se ha dado cuenta de que ésta no es una obra infantil al uso. No se utilizan los re­cursos fáciles tan habituales en el género ni ese modo de dirigirse a los niños que les considera imbéci­les y que les hastía a los dos minu­tos. No, ésta es una manera de ha­blar y de representar proporcionada a la seriedad de la infancia que en­seguida seduce a los adultos. Tiene ese atractivo del teatro verosímil, el atractivo de un drama humano que sucede delante de tus narices, a través de la voz, los movimientos y el cuerpo del actor.

En busca del teatro popular
Nueve meses antes, Franco Palmieri, el director del Teatro Dell'Arca entró en contacto con la Asociación Cultu­ral Charles Péguy. Después de veinte años de trabajo y una larga experien­cia, la compañía quiere conocer el mundo de la dramaturgia española porque les parece que todavía en este país se hace un teatro realmente po­pular. Se suceden las conversaciones telefónicas buscando una buena fór­mula para comenzar. Al final, el pro­pio Franco propone una solución: viajar a Madrid para representar Za­queo, un árbol en el desierto. Es una obra para público infantil, escrita por un profesor de enseñanza media de Forlí y perfilada por Davide Rondoni, que viene repre­sentándose desde hace una año en centros culturales y colegios italianos. A la gente de la Péguy le gusta la propuesta. Implican enseguida a algunas personas en la organización de las represen­taciones y la idea va tomando cuerpo. Se llega a un acuerdo con tres centros culturales de otros tantos pueblos madrileños. Días antes de que comience la gira surgen dificultades, sobre todo de orden económico, que afectan a toda la logística, dificultades que se irán solventando gra­cias a la disponibilidad gratuita de muchos amigos, empezando por Franco, Stefano y Piero Barsolini, que se encarga de las luces y el so­nido. Por fin, estos dos últimos ate­rrizan en Barajas el lunes 20 y la im­provisada compañía empieza a rodar por los pueblos de Madrid el martes a bordo de una Vanette destartalada, que se alquiló a última hora.

En Jericó
Nuestro matrimonio no sabe nada de estas fatigas ni falta que les hace. Stefano, sobre el escenario, está re­presentando el encuentro que las ha hecho posibles y gustosas. El maes­tro que encarna ha empezado a rela­tar al público dónde vivía Zaqueo. La música Yiddish ha creado un am­biente oriental y el monólogo se ha reforzado con unos pasos de baile. Sobre las tablas ha caído un poco de tierra del desierto de Jericó, la ciu­dad de las palmeras, la ciudad más cosmopolita de Israel. Y después del entorno, el personaje. Stefano ha de­jado de ser el maestro para conver­tirse en el propio Zaqueo. Se ensi­misma en su soledad, en su traición, en su deseo de cambio frustrado. La obra alcanza uno de sus momentos cumbres: el recaudador de impuestos intenta conciliar el sueño pero la in­certidumbre sobre su vida se lo im­pide. Nuestra pareja se da cuenta de que son ellos los que están sobre el escenario con esa angustia o inquie­tud que a todos nos resulta tan fami­liar. Todos, a estas alturas, estamos identificados con Zaqueo. Los movi­mientos de Stefano se han hecho más graves, más dramáticos si cabe. En una esquina profiere un grito apagado, cruza el escenario buscando si­quiera la compañía de los niños y aprieta los puños frente a un padre que le recuerda sus deberes mora­les... Representa el drama de todos.
Y de pronto, una música alegre anuncia que algo bueno va a suceder. Un profeta ha llegado a Jericó. Los movimientos pierden peso, Zaqueo corre por el escenario con la ligereza de la curiosidad. Stefano encara­mado en el tronco del árbol es la viva figura del deseo. La obra al­canza su cenit y el clima sacro de un auto sacramental. Un máscara repre­senta el rostro de Jesús, preservando su carácter misterioso. La cara de Stefano se ilumina y al acabar la re­presentación confiesa que en este momento estaba sinceramente con­movido. Jesús ha fijado sus ojos en Zaqueo con una mirada tan indes­criptible que su vida se ha llenado de alegría y Stefano describe el rebosar de su corazón. Cuando acaba su re­lato una voz de niño lee el fragmento del evangelio de Lucas, mientras se proyectan unas diapositivas ilus­trando las principales escenas. Esta repetición remacha una idea que ha marcado la obra desde el principio. Se está contando un encuentro que vuelve a ocurrir otra vez.

Con los trastos al Escorial
Aplausos y felicitaciones. Nuestro matrimonio busca a los organizado­res, quiere darles las gracias. No sa­ben muy bien cómo. Los dos hacen algunas preguntas, animan a seguir en el tajo y aseguran que Zaqueo les ha dado "muy buenas ideas". Con las prisas olvidan dejar un teléfono donde localizarlos. No importa, se­guro que nos volveremos a ver. Ellos no son los únicos sorpren­didos. A un cura le ha gustado tanto la obra que decide hacer todo lo posible para que se re­presente a trescientos niños en el campamento que comienza al día siguiente en Peguerinos, en la sierra de Madrid. Parece im­posible. Quedan aún dos funcio­nes más, en un teatro de Coslada y, al aire libre, en Pozuelo. No hay tiempo. A las seis de la mañana del día siguiente recibe una llamada. Cambio de planes.
Si Stefano y Piero están dispues­tos a ir, no hay motivo para renun­ciar a una cuarta representación. Zaqueo es seguido con pasión en medio del paisaje que sirvió de descanso a Felipe II. Durante la comida uno de los curas que organiza el campa­mento les pregunta a los italianos si están dispuestos a enseñarle a repre­sentar la obra. Ya está traducida y sólo habría que ensayarla. Stefano y Piero acogen con entusiasmo la idea. Le invitan a pasar una semana en Forlí para prepararla. Patricia López también está dispuesta a realizar ese trabajo, aunque haya que adaptar algo el papel. Poco menos de un mes después se empieza a preparar el Za­queo español. Pronto puede estar en los escenarios.


NOTA
Zaqueo, un árbol en el desierto estará disponible para el público español dentro de unos meses.
La Asociación Péguy la ofrecerá comercialmente para que sea representada en colegios, centros cul­turales y cualquier otro ámbito con las mínimas con­diciones. Para más información llamar al teléfono de Madrid 91 7672240.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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