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Huellas N.08, Septiembre 1998

ESPECIAL MEETING '98

La vida no es sueño

Michael Shevack

Intervención del rabino de Nueva York sobre «Sueño americano y realidad». El desafío de la modernidad para la razón del hombre. Párrafos escogidos

El problema de los tiempos mo­dernos en que nos ha tocado vi­vir estriba en que el materia­lismo ha inhibido nuestra capacidad de comprender la vida. (...) Una desviada espiritualidad de las religiones del pa­sado ha dado vida al erróneo materia­lismo de hoy. Y a partir del materia­lismo de nuestros días vemos cómo está surgiendo renovada una espiritua­lidad falsa, según la cual la vida se considera como una realidad virtual, y no como una realidad concreta creada por la mano de Dios, esto es, como si fuera una simulación realizada por la mente humana en el ordenador. (...)
El problema de la unidad del ser humano no es distinto del problema de la unidad entre el judaísmo, el cristia­nismo y todas las demás religiones del mundo. Considerar el cuerpo, la reali­dad, como una ilusión equivale a decir que la obra de Dios es una ilusión. De este modo caería el fundamento del ju­daísmo y de la cristiandad. Justamente porque lo que tenemos en común es una idea luminosa que no había apare­cido antes del judaísmo y del cristia­nismo, esto es, la idea de "historia sa­grada"; los seres humanos son el vehículo a través del cual se expresa la divinidad. En el antiguo pueblo judío la presencia de Dios se percibía como algo viviente, del mismo modo que la cristiandad sostiene que esta presencia de Dios se halla en la carne palpitante de Jesucristo.

Principio de continuidad
¿Qué es lo que distingue el sueño de la realidad? ¿Os lo habéis plante­ado alguna vez? En efecto, hay bas­tante confusión porque nos parecen demasiado semejantes después del psi­coanálisis, ya que un sueño tiene su propio significado, y también la reali­dad lo tiene, por lo cual, ¿qué diferen­cia hay entre sueño y realidad? La di­ferencia estriba en el hecho de que cuando nos despertamos por la mañana hay una continuidad con el día precedente, y la bandeja con fruta que estaba sobre la mesa del comedor está en la misma posición en que se encontraba la noche anterior. Si la vida fuese un sueño, resultaría un sueño muy extraño, porque tendría dentro de sí este principio de continui­dad. Este concepto de continuidad es una idea judía, es una idea cristiana y es una idea musulmana. Este principio establece que existe una continuidad y que nosotros, en consecuencia, pode­mos encontrar aquí el reino de Dios, gracias a la historia sagrada. Dios se ha manifestado a través de las manos del hombre mediante acciones conti­nuas y reales que permanecían, accio­nes que la misma naturaleza no podía disolver. A través de los seres huma­nos el carácter eterno de Dios se ha hecho visible y no ha quedado di­suelto, no se ha desvanecido. Las rea­lizaciones humanas no necesariamente se disuelven, no tenemos por qué asis­tir necesariamente al nacimiento y la decadencia de todo reino, podemos asistir a la permanencia de los reinos sobre la tierra. Ésta fue Israel, la idea de un pueblo que permanece, que sería el testimonio de la eternidad de Dios. En virtud de la revelación divina he­cha al pueblo judío, éste se ha conver­tido en algo eterno. Nuestra naturaleza eterna da testimonio de la eternidad de Dios en la historia sagrada. No se trata de un sueño, sino de un hecho: el pueblo judío es el único pueblo de la antigüedad que ha sobrevivido hasta nuestros días con una continuidad histórica sin interrupción alguna.

Entre ángeles y monos
El Meeting de Rímini ha cumplido diecinueve años. Pues bien, también esto continúa del mismo modo que el pueblo de Israel, y es testigo de la eter­nidad de Dios. Ha durado todos estos años porque Dios le ha regalado una pe­queña medida de su propia eternidad, con lo cual el Meeting crece, prospera y no decae, igual que el pueblo judío ha crecido, prospera y no decae, igual que el pueblo cristiano florece. He aquí el porqué resulta peligroso decir que la vida es sueño, porque sería decir que los seres humanos no han nacido del Dios viviente, que no somos seres so­brenaturales, que somos igual que chimpancés bien vestidos, que no so­mos más que monos que hemos alcan­zado niveles más altos que los ángeles caídos. Una vez que se acepta la idea de que la vida es sueño se destruye la his­toria sagrada, se destruye la idea por la cual Dios es más elevado que la natura­leza, y se afirma que todo lo que los se­res humanos han dicho, todos nuestros trabajos y nuestras obras son caducos como un árbol; que de todo lo que ha­cemos no hay nada que permanezca; que nuestra vida es fútil, vacía, desespe­rada, que supone un despilfarro de exis­tencia. En el instante en que tuviéramos que aceptar que la vida no es real, se destruía la vida misma. Esto me lleva a pensar en don Giussani. Mirad, Giussani no quiere que nosotros des­cuidemos, ignoremos nuestro cuerpo, ni quiere que nos convirtamos en es­clavos del cuerpo, sino que nos demos cuenta de que el sentido religioso que está presente en todo ser humano - in­dependientemente de la religión que tenga - es la marca que distingue nues­tra esencia frente al resto de órdenes de la naturaleza. La naturaleza nos da el cuerpo pero no el espíritu. (...)
En el primer capítulo de su libro El sentido religioso, monseñor Giussani dice que la vida no es sueño, que la vida es relación con Otro. (...) Una vez que se empieza a aceptar que fuera de nosotros existe toda la realidad, que no hemos creado nosotros mismos, ésta es la puerta que conduce a Dios. El se­gundo paso que Giussani nos ayuda a dar consiste en tomar en serio la pre­gunta sobre la realidad de la vida y, al recorrer este camino en busca de la inteligencia de la vida, se comienza a descubrir que no es un sueño, sino que tiene un sentido. Sólo a través del fenómeno de la vida podemos sentir las manos de Dios que paso a paso nos van guiando, (...) puesto que la vida es razonable - como diría don Giussani - y la mente de cualquiera de nosotros es la puerta que nos conduce a la ver­dadera fe del corazón. Nuestro lugar en el orden global de las cosas consiste en ser las manos de Dios en un mundo real, consiste en participar como indi­viduos en la historia sagrada. Porque se trata de vivir la experiencia de lo di­vino todos los días en nuestro cuerpo hecho de carne. (...)

Tres problemas
Esto nos lleva a resolver tres cues­tiones: el problema de la vida mo­derna, que considera que la materia es más importante que el espíritu; el pro­blema de muchas personas que, dentro de la Iglesia, no consiguen conciliar su modo de pensar con su corazón; y el tercer problema, que es el de las re­laciones entre judíos y cristianos, por­que los judíos han sido erróneamente considerados como el cuerpo y los cristianos como el espíritu. Nosotros - judíos de los tiempos modernos - te­nemos los mismos problemas que los cristianos, y la belleza del libro de Giussani estriba en que tiene el mismo fundamento que la religión judía. Este fundamento consiste en la unidad de la experiencia humana con Dios, tal y como se puede leer en la Biblia, en la historia de Jacob. Cuando se acerca uno al sentido religioso, se empieza a ver a Dios. El primer libro de don Giussani constituye una vía moderna para enseñar el sentido religioso, de modo que uno se puede aproximar a él, eliminando esa teología desviada que ha provocado en el pasado el odio entre judíos y cristianos. (...) Todavía quedan muchas cosas que separan a los judíos de los cristianos; los judíos siguen considerándose a sí mismos como el único pueblo, y la Iglesia se considera como la única reli­gión verdadera y esto constituye un gran problema; pero lo que todos sabe­mos con absoluta certeza es que existe un solo Dios, y que no es un sueño sino una realidad. (...) La vida no es sueño, porque Dios es real y, como consecuencia, la vida es real.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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