El mensaje de Juan Pablo II al Meeting 98
A Su Excelencia Mons. MARIANO DE NICOLO, Obispo de Rimini
Excelencia Reverendísima:
1. Con ocasión del anual Meeting para la Amistad entre los pueblos, programado para los próximos días 23 a 29 de agosto, Su Santidad Le encarga que exprese a los organizadores y participantes Su saludo cordial, manifestándose vivamente complacido por este evento, que ya se ha convertido en un punto de referencia para numerosas personas, en gran parte jóvenes, procedentes de varias naciones.
El tema del encuentro, "La vida no es sueño", que prosigue idealmente la reflexión de la pasada edición, pretende poner de relieve el mal profundo de nuestro tiempo: la crisis del sentido de la realidad, que se traduce en crisis de la relación del hombre con ella. El hombre de hoy advierte que su pensamiento se apoya en bases frágiles y con frecuencia inadecuadas para corresponder plenamente a toda la riqueza de lo real. Algunas corrientes filosóficas han corrompido hasta tal punto los fundamentos del conocimiento que inducen a poner en cuestión la existencia misma de la realidad.
Todo esto causa un peligroso ofuscamiento de la mirada y una grave desorientación, que dificultan, si es que incluso no impiden, el acercamiento a lo real. Paradójicamente, este amargo resultado es fruto de un secular itinerario de pensamiento que ha tratado de establecer de múltiples formas las condiciones que hacen que sea posible tener certeza. Lo ha hecho, sin embargo, partiendo del erróneo supuesto positivista de que la certeza tenía que identificarse con la exactitud de las ciencias positivas. La consecuencia ha sido que la razón científica se ha arrogado comúnmente el derecho de decidir aquello de lo que se puede estar seguros, provocando una desatención a las demás formas del conocimiento por no ser fiables.
Desde esta óptica, "real" es lo que cae bajo la mirada indagadora del científico, lo que el hombre puede medir de algún modo. Así se ha excluido que se pueda discurrir acerca de Dios y de la íntima naturaleza de las cosas, pues se trata de asuntos que no se pueden comprobar experimentalmente y, debido a ello, carentes de significado por definición. Algunos han creído ver en esta cesura entre las cosas mensurables, y por consiguiente "reales", y las no mensurables, y por lo tanto "irreales", una gran conquista, que iba a hacer que el género humano lograra alcanzar metas científicas, humanas y civiles cada vez más altas, asegurándole así la paz, la unidad y el bienestar, y liberándolo de las fuerzas oscuras de la superstición y las creencias irracionales.
2. La condición de muchos contemporáneos nuestros muestra, por el contrario, que tales doctrinas han producido frutos de naturaleza muy distinta. La realidad mensurable con los medios técnicos más sofisticados ha revelado que era mas exigua de lo que se esperaba con entusiasmo, mientras que, más allá de ella, se ha ido extendiendo el amplio territorio de lo incontrolable, lo que se consideraba "no real". Defraudando las expectativas del cientificismo, la ciencia se ha mostrado incapaz de iluminar con su "exactitud" amplios campos de la experiencia humana. Es sintomático que en el arte, en la literatura, en el teatro, ámbitos donde la conciencia del siglo actual se expresa de la forma más aguda y dramática, haya aflorado el sentimiento del absurdo, de la falta de sentido y de la condición "infernal" de la vida humana. Nos hemos dado cuenta de la alienación trágica en la que se termina por caer cuando nos obstinamos en no reconocer que la realidad supera los límites de la medida que se había adoptado. Efectivamente, el ser humano no puede renunciar a la sed que le empuja hacia el Absoluto. No puede resignarse a decretar que es irreal todo lo que no entra dentro de los límites de su capacidad de control experimental.
A pesar de esto, hay orientaciones culturales que no parecen querer renunciar a la dirección que han emprendido. Tratan más bien de remediar la profunda condición de malestar del hombre contemporáneo sugiriendo la huida de una realidad que ya sólo causa sufrimiento, pues carece de sentido. Su propuesta consiste en refugiarse en un mundo de sueños.
El Meeting invita a reflexionar precisamente sobre esto. El sueño parece que ofrece un ámbito en el que por fin la turbación del hombre puede encontrar reposo al amparo de las tempestades de la vida. No importa que el recinto de este sueño no pueda estar cerrado y protegido por todos lados y que la irracionalidad y el hielo del mundo penetren de cuando en cuando a desquiciar su atmósfera. Es la única felicidad alcanzable, la única alternativa posible a la Nada, y por tanto debemos contentarnos con ella. Así habla cierta cultura del momento.
3. Ante estas insidiosas propuestas de huida, hay que afirmar con fuerza que la vida no es sueño. A una existencia que las pretensiones de autonomía del hombre han vaciado de realidad, sin lograr no obstante impedir por eso que provoque dolor y muerte con sus exigencias punzantes, no se le puede responder proponiendo una esfera de ilusiones y de promesas falaces. Nuestra conciencia de hombres del siglo XX ha sido con frecuencia dañada por doctrinas que han excluido cualquier posibilidad de comunicación con el misterio de las cosas. Son doctrinas que han debilitado interiormente al hombre y que parecen haberle quitado el nervio necesario para reaccionar ante los condicionamientos que pesan sobre él, impidiéndole renacer con autenticidad. ¿Dónde encontrar esta fuerza fresca, esta nueva energía vital? Corresponde a los cristianos la tarea de anunciar con coraje al hombre contemporáneo la urgencia de retornar a la promesa inscrita en su mismo ser, no por una divinidad malvada, interesada en que sufra, sino por un Dios amoroso que ha puesto en él una espera de significado que se manifiesta en esa sed que no se apaga nunca y en esa inquietud interior que parece no poder encontrar reposo. Esta es la vía maestra... que conduce hacia la realidad, en la que es posible encontrar la respuesta. Interrogada con sinceridad, la realidad no traiciona las expectativas del hombre y se muestra viva, elocuente y significativa. Revela que es "signo" de Aquel que la ha creado y "cifra" que encierra la clave del auténtico significado de la existencia.
4. Una segunda responsabilidad afecta a los cristianos de hoy: proclamar al mundo que Cristo ha roto ya las cadenas en las que el hombre vuelve continuamente a tropezar y enredarse. El Hijo de Dios se ha puesto al lado del hombre en su búsqueda de sentido y de bien, acompañándole en los caminos de su deseo. Él es el "camino" que conduce a la Realidad última (cfr. Jn 14,ó), la "puerta" que abre el acceso al sentido que anhela el espíritu humano (cfr. Jn 10,7). Cristo sostiene el impulso vital del hombre que, dejado a sus solas fuerzas, correría el riesgo de perderse frente a la aparente opacidad de las cosas y terminaría por arrogarse el derecho de plegar la realidad a su designio, haciéndola de ese modo enmudecer ante sus preguntas. El Hijo de Dios, al venir al mundo, ha resuelto el malestar del hombre, ha abolido su alienación. El que ha dicho "Yo soy... la vida" (Jn 11,25) llama al cristiano, también en nuestro tiempo, a gritar al mundo: ¡la vida es Cristo, la realidad encuentra su pleno sentido en Cristo!
La Iglesia, como "lugar" donde está presente el Resucitado, sobre todo en los sacramentos y en la comunión con los hermanos, tiene la misión de mantener despierta la sed de realidad que late en el alma humana. Por ella Cristo nos conduce al Padre: "el que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14,9). Mediante ella Cristo nos introduce, por la puerta de su misma humanidad, al encuentro con el sentido profundo de la realidad, con el significado que puede recomponer ante nuestra mirada ese eterno y misericordioso en el que la inquietud humana encuentra por fin la paz.
5. Al enviar a Su Excelencia las reflexiones presentes para que las entregue a los participantes en el Meeting, el Sumo Pontífice formula el deseo de que ese evento pueda ayudar al hombre contemporáneo a descubrir en Cristo a Aquel que colma su sed de verdad y de paz.
Con estos deseos, el Santo Padre imparte a Vd. y a todos los presentes Su Bendición, prenda de copiosos favores celestiales.
También yo uno con gusto mis votos personales para que el Meeting tenga éxito pleno y aprovecho la circunstancia para confirmarle mis más devotos sentimientos de respeto.
1 de agosto de 1998
De su Excelencia Revma. Devmo. En el Señor
Angelo Card. Sodano, Secretario de Estado
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