Una entrevista a Jesús Carrascosa sirve para trazar el balance de una experiencia de unidad que ha marcado decisivamente la historia del movimiento en España y para que las generaciones más jóvenes conozcan esa historia.
Desde la perspectiva de cinco años de amistad y reconocimiento en la misma historia ¿qué ha significado para ti personalmente el encuentro y la unidad con Nueva Tierra?
Para mí es como si siempre hubiéramos estado unidos. No desde hace cinco años sino desde el principio. Es decir, cuando nosotros volvimos de Italia en Septiembre de 1977 permanecimos todavía un año en ZYX, para intentar salvar parte de nuestro pasado, de nuestra historia vivida en ZYX y Liberación, donde habíamos tenido una gran experiencia cultural y política. Pero ante la recuperación de la identidad cristiana que estábamos viviendo, encontramos cerrazón o incomprensión.
Entonces lanzamos Ediciones Encuentro en el año 1978. Publicamos un díptico con una propuesta de lo que quería ser la nueva editorial y aquel papel llega a manos de Julián Carrón. Fue a través de él como conocimos al grupo de amigos que luego tomaría el nombre de Nueva Tierra. Desde aquel día, desde el año 78, estamos juntos. No desde el 85 sino desde el 78.
Desde entonces comenzamos a vemos quincenalmente, y se fue fraguando una amistad sin ninguna pretensión, con una gratuidad total por parte de todos, incluso a veces a través de experiencias que no se vivieron tan bien como podríamos haber deseado. Pero nada enturbió la pureza de aquella amistad. Así, en el año 85, cuando se realiza la unidad, estábamos unidos y bien unidos.
En los últimos cinco años la simbiosis ha sido total. De modo que ya esta historia hay que contarla, porque la gente no percibe diferencias de unos a otros. El seguimiento del carisma del movimiento ha sido tan intenso para la mayor parte de la gente, que somos una sola cosa.
Precisamente en este momento en que la revista va a cambiar de nombre, yo subrayaría que hace cinco años, cuando se hizo la unidad, mantuvimos el mismo nombre de Nueva Tierra con el deseo de que lo que había sucedido entre nosotros se reflejara de alguna manera. Lo propuse yo precisamente, para que fuera como un indicador, como un recuerdo en el tiempo de unos años bellísimos que habíamos pasado juntos, desde el años 78 en que nos habíamos conocido hasta el año 85. Que en este momento la revista cambie de nombre es una señal más de la libertad y del amor a la experiencia que hay por parte de todos. Es de tal calibre esta unidad nuestra, que nos da una libertad para comprender que es mejor asumir este nuevo nombre que crea una unidad mayor con el centro del movimiento en Italia. Creo que este paso es enormemente significativo.
Pero en definitiva, para mí la experiencia más consoladora de estos años es que yo soy más feliz, y percibo que nuestra gente es también más feliz. Es una experiencia de gente realizada, porque es consecuencia de una maduración personal y de una creatividad social. Es una alegría justa.
Mirando hacia atrás, desde una unidad ya completamente consolidada ¿cuáles han sido las mayores dificultades para este encuentro?
Lo nuestro es la manifestación de una gracia muy particular que hemos recibido. De hecho yo creo que es una excepción en la vida de la Iglesia una unidad que se hace, como la nuestra, sin ningún cálculo, sin mantener ninguna esfera de autonomía, deseando desde el primer momento que todo fuera de todos y para todos. Por eso, en cierta manera, es como si no encontrara el punto de dificultad sobre el que me preguntas. Pero en realidad sí había una dificultad: la dificultad mayor éramos nosotros mismos. Yo hablo por mí mismo; mi dificultad era el poder tener una pretensión de que esa unidad se realizase antes o se realizase como yo la pensaba. Esa era la dificultad. Yo creo que la dificultad siempre, en la historia del cristianismo, somos los cristianos, que tendemos a hacer un proyecto. En este sentido Giussani siempre fue un reclamo a la gratuidad en esta amistad, de modo que esta unidad podía no haberse consumado nunca y nuestra amistad hubiera seguido.
Yo creo que, en la medida que esta no pretensión se fue manifestando, facilitó el surgir de una libertad más grande en todos. En el grupo de responsables -el grupo de amigos que estamos juntos desde el principio- esto nos permitió tener una mirada de enorme comprensión hacia quien tenía dificultades, no escandalizarnos y abrazar a la gente en el camino concreto de crecimiento en el carisma. Esto lo sé por propia experiencia.
Has dicho que esta unidad es posiblemente un caso único, al menos en el contexto eclesial en que nos movemos. Que suceda esto es siempre una gracia, pero también un signo para la Iglesia y para el mundo.
La verdad es que frente a tanto particularismo como hay dentro de la Iglesia, y frente a tantos fenómenos repetitivos minúsculos y faltos de incidencia, y sin embargo convergentes en la tentativa, nuestra unidad manifiesta el principio de la comunión, el principio y la validez de la comunión cristiana como el signo de Cristo. El signo es: «en esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis los unos a los otros», «que todos sean uno para que el mundo crea».
Por eso, en la Iglesia, nuestra unidad debiera ser, de algún modo, un reclamo. No por el falso principio de que la unidad hace la fuerza, sino por el signo necesario de que sólo la comunión hace presente a Cristo, y sólo Cristo es el que salva.
Por el contrario somos débiles en la medida en que damos eso por supuesto o pretendemos encontrar fuerzas por otros caminos que no son los de la comunión. La tragedia es, dentro de la misma Iglesia, que no creemos en el acontecimiento de Cristo y en la forma concreta en que ha querido permanecer para seguir haciéndose presente en la historia. Todo se da por supuesto, y esto es lo que hace que la Iglesia constantemente sea reducida a movimiento moralizador de la sociedad, o a una labor subsidiaria en el plano de la cultura, o a experiencias asístenciales. Pero todas estas formas sesgadas de vivir el cristianismo en modo alguno hacen presente a Cristo.
Nuestra fuerza como movimiento yo la percibo aquí. En la medida en que vamos creciendo cada vez más en la conciencia de que Cristo es una Presencia, a través de la unidad de nuestra compañía, el trabajo no nos cansa, las dificultades no nos asustan y todo se convierte en una aventura positiva para la persona.
Me gustaría que rememorases cómo vivió Giussani este proceso, ¿qué papel ha tenido en este encuentro?
Giussani ha jugado un papel decisivo. Ninguno de nosotros hubiéramos pasado de un nivel puramente sentimental o táctico, o no sé cómo denominarlo, utilitarista, pastoral, si él no hubiera estado. El atractivo de nuestra amistad para los amigos de Nueva Tierra era el carisma de Giussani. Más bien nosotros éramos la dificultad, porque no encarnábamos con la debida vivacidad el carisma.
Giussani, desde el primer momento, fue el horizonte, pero también tuvo un papel decisivo en lo inmediato de nuestra amistad. De hecho teníamos un contacto estrecho con él. Fue decisivo en su capacidad de abrazo a unos y a otros. Es como un padre que abraza al hijo mayor, y al hijo pequeño; que tiene una visión más grande; que a unos les da estímulo, y a otros les dilata la dimensión de la gratuidad y de la apertura. Y entonces todo esto hace viable y fácil el camino.
Para mí la cosa más impresionante de Giussani fue cuando venía a España -y entonces éramos cuatro gatos y nos dedicaba todo su tiempo- nunca nos preguntaba por el resultado: ¿cuántos sois?, ¿habéis crecido?, ¿en dónde estáis presentes?, ¿qué hacéis?. Jamás nos hizo ninguna de estas preguntas. Recuerdo que todo se reducía a dos cuestiones: la primera si estábamos contentos; si nosotros estábamos contentos; era lo que siempre nos preguntaba. Y después: «¿cómo van?», «¿cómo van ellos, los amigos?».
La historia del movimiento en España es impensable sin Giussani. Y para nosotros ha sido, con
relación a otros países, un privilegio y una gracia el haberlo tenido tan cerca.
Durante estos cinco años, para mí una de las cosas más conmovedoras ha sido percibir en la gente un deseo de obediencia, un gran deseo de seguimiento.
Sí, tú has dicho la palabra: conmovedor. Pero esa obediencia es una cuestión de inteligencia. Cuando uno encuentra algo más grande en la vida, obedecerlo, es decir, seguirlo, es un problema de inteligencia. Ciertamente es difícil obedecer a un idiota, es difícil obedecer o tener que seguir algo que uno está persuadido de que no vale para nada. Pero obedecer algo que ilumina tu vida es la cosa más fácil del mundo.
Esta obediencia es la manifestación de que ha habido un encuentro. Un encuentro que se había fraguado como los eslabones de una cadena: desde los amigos grandes que nos reuníamos todos los miércoles quincenalmente, a los eslabones intermedios, que erais vosotros, hasta los eslabones de última hora, aquellos que habían llegado y percibían que entre nosotros había una propuesta que valía la pena más que ninguna otra cosa. Por eso la obediencia. en este sentido es como para los apóstoles seguir a Cristo: era natural seguirle porque la persona de Cristo produjo un impacto en su vida que la había llenado de esperanza y promesa.
De modo que el síntoma de que nuestro encuentro es verdadero está en la intensidad con la que estamos siguiendo la experiencia, lo cual indica que seguimos un carisma, una gracia viva, una manifestación de Cristo vivo. Si nuestra unidad se hubiera construido en un plano asociativo, la obediencia no habría sido posible. Sería trágico el día que percibiésemos que esta obediencia no se manifiesta, porque sería la señal de la pérdida de entusiasmo por la novedad que hemos encontrado. La verdad que hemos encontrado habría «cristalizado en doctrina», como decía Mounier en el Manifiesto de Pascua del año pasado.
Ahora que hablamos del seguimiento no quiero dejar de señalar lo que Mauro Vandelli ha representado para nosotros en España durante estos 9 años de haberle tenido cerca. A mi modo de ver, su presencia ha sido enormemente educativa, ayudando a la gente a vivir una experiencia que, precisamente, no cristalizase en doctrina.
Antes habías apuntado el tema de la creatividad social del movimiento, ¿en qué se ha traducido nuestra unidad como creatividad de presencia misionera?
Lo más importante en estos cinco años es que vamos siendo cada vez más libres, y por tanto más maduros, respecto de la incidencia social. Al principio uno es como el adolescente, que necesita autoafirmarse haciendo cosas, diciendo «yo estoy aquí», o llamando la atención.
Al principio necesitábamos autoafirmarnos, porque el hombre desea una fecundidad. Pero algunas de las experiencias que hemos hecho, en mi opinión, han sido prematuras, aunque después se han encauzado y han encontrado su modo de seguir adelante.
Yo diría que lo más importante que ha sucedido en este tiempo es que la creatividad social nunca la hemos deseado tanto -uno desearía que esta historia tuviera la fuerza que tiene en Italia, o más, que abarcase el mundo entero, porque no nos conformamos menos que con el mundo entero- pero al mismo tiempo tenemos muy claro de dónde, cómo y cuándo nacerá y será fuerte esta creatividad social.
En estos años hemos ido viendo que lo importante es el crecimiento del sujeto y que la creatividad social es inútil pensarla y soñarla sin sujeto. Este es el drama de muchas experiencias de Iglesia y de tantos proyectos de pastoral: que se hacen sin contar con el sujeto. Nosotros deseamos esta creatividad, pero sabemos que todo se juega sobre el crecimiento de este sujeto que es Comunión y Liberación, que es nuestra experiencia, que es nuestra amistad.
En estos últimos años, como consecuencia también de la profundización en el carisma a través del gran instrumento que es la Escuela de Comunidad, hemos ido percibiendo que la mirada tiene que estar puesta en el Acontecimiento de Cristo, que cambia a la persona y genera esta relación entre nosotros. Por esto nuestra gente se encuentra mucho más libre a la hora de hacer cosas y, cuando las hace, es mucho más incombustible que antes. La esperanza no está puesta en el resultado de lo que se hace, sino en el deseo de que lo que se hace sirva para anunciar la presencia de Cristo y, haciendo esto, realizarte a ti mismo.
¿Cómo ha ayudado la Escuela de Comunidad en este camino?
La Escuela de Comunidad ha sido el instrumento privilegiado para aprender. En la medida en que se ha ido utilizando cada vez con más acierto y precisión, con más seriedad por parte de todos, se ha percibido un crecimiento enorme en la experiencia del movimiento.
Particularmente importante ha sido la Escuela de Comunidad sobre El Sentido Religioso. Los dos años de trabajo sobre este texto han ayudado a aclarar la naturaleza del hombre como experiencia de significado y también la conciencia de la misión del cristiano: ser continuamente propuesta gratuita del significado. Porque existencialmente, la pregunta sólo se manifiesta en toda su profundidad ante una presencia que la despierta.
La publicación hace cuatro años de este libro, que recoge las clases de Giussani en la Universidad del Sacro Cuore de Milán, nos ha permitido aprender sistemáticamente; es un libro clave en nuestra historia.
También lo fue En busca del rostro humano, con un apéndice formidable sobre «Qué es Comunión y Liberación». Y lo está siendo también Los orígenes de la pretensión cristiana, como redescubrimiento del Acontecimiento de Cristo en una época en la que predominan las reducciones de la figura de Cristo.
Como responsable de Comunión y liberación en España, ¿hacia dónde te parece que deben dirigirse las energías del movimiento en este momento?
Mi preocupación es una: vivir el carisma del movimiento. Si se crece en la experiencia todo lo demás viene por sí mismo. Es como el agua que va buscando salida; lo importante es que haya un caudal, que sea un fuente inagotable.
Por eso nosotros no debemos tener más preocupación que la de crecer en el amor a Cristo y en el amor a los hombres. Las modalidades concretas las va indicando la historia. Por lo demás yo estoy convencido de que esta historia es posible porque el Espíritu la ha iniciado, y quien la inició la llevará a término. Esta es la cuestión.
La manifestación más clara de que los ojos tienen que estar puestos no en el quehacer sino en el origen que despierta las energías, es esta pasión que ha ido madurando en nosotros y que ha suscitado el deseo de misión. Sólo se aprende con quien vive ya la experiencia, y por ello algunos de los nuestros han ido ya a otras ciudades. Este es un camino muy esperanzador para el crecimiento del movimiento en España.
Quisiera terminar haciéndote una pregunta similar a la que dio comienzo a nuestra conversación, pero que con todo lo dicho podrá estar mucho más cargada de significado. ¿Qué has ganado tú con esta unidad, con este encuentro?
Yo he ganado unos amigos. La cosa más grande. Una amistad que es un milagro: personas tan diferentes, con temperamentos tan distantes, con historias tan personales. Para mí es un milagro que nosotros tengamos este nivel de confianza, de coincidencia, de fidelidad.
Es conmovedor pensar en esta historia. Porque esta historia es el regalo más grande que Dios me ha dado. Esta amistad es memoria de Cristo, verdaderamente. Y es ocasión permanente de corrección, de conversión, de recuperar tensión en la pureza de la experiencia: es una ayuda para el trabajo concreto de todos los días. Como si fuéramos hermanos, porque esta amistad ha significado un crecer juntos, una ayuda inestimable en la comprensión personal del camino, pues hemos sido unos para otros estímulo y clarificación.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón