«Naturaleza, ¿por qué engañas tanto a tus hijos?»
(G. Leopardi)
«Dios no ha creado la muerte ni se recrea en la ruina de los vivos. El todo lo ha creado para que subsista; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte, ni los infiernos reinan sobre la tierra, porque la justicia es inmortal.» (Libro de la Sabiduría)
Nosotros, los hombres de los años 90, ¿cómo reaccionamos ante nuestra experiencia de felicidad y realización?
Puede que seamos superficiales. Que nos hagamos la ilusión de que la vida es bella y justa, para defendernos de las contradicciones y del sufrimiento con el cinismo.
O bien, más raramente, que abramos los ojos y nos sintamos traicionados; entonces uno usa con violencia de todo y de todos para poder, al menos, sobresalir. Ya que ser feliz es imposible, por lo menos hay que tener éxito.
Así vivimos, cada día, acallando lentamente las preguntas que son más nuestras. Inexorablemente, sin embargo, la expectativa y el valor de la promesa vuelven a explotar ante nosotros, como muestra el gesto desesperado de los jóvenes que renuncian a vivir.
La promesa sólo puede cumplirla Aquél que esperamos. Es el anuncio de esta Navidad. Cristo es la respuesta al corazón del hombre. Ésta es la pretensión de Cristo.
Sólo con Cristo resulta verdadero el texto del Libro de la Sabiduría, porque es un hecho que ha sucedido realmente, que realmente sucede, entre los hombres que realmente piden.
Comunión y Liberación
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