Giancarlo Cesana, Giorgio Vittadini y Guglielmo Alessio conversan acerca de las implicaciones que tienen, en sus propias responsabilidades de dirección de Movimiento popular y la Compañía de las obras, las dos coordenadas que caracterizan la vida del movimiento.
En la última Asamblea de responsables celebrada en Italia (ver texto de la intervención de Don Giussani en este mismo número), se ha afirmado que las coordenadas principales del movimiento son la libertad y la unidad. Dos coordenadas que son decisivas para todo el horizonte de la existencia, desde lo más último y personal hasta lo comunitario. Y también para lo público, civil, social y político.
Este es el motivo por el que Litterae Comunionis ha pedido a algunos responsables del movimiento que se confronten dichas coordenadas y ejemplifiquen su aplicación en el trabajo cotidiano. Hemos reunido en una conversación a Giancarlo Cesana, presidente del Movimento popolare, a Giorgio Vittadini, presidente de la Compagnia delle opere y a Guglielmo Alessio, miembro del Consejo directivo de esta última.
Litterae. La primera coordenada de la pasta de la que está hecho vuestro carisma es una enorme estima por la libertad. ¿Qué significa esto en las decisiones y relaciones de todos los días?
Cesana. En el trabajo que hacemos entramos en contacto con muchas personas cuya disponibilidad es diferente: hay quien pone todo a disposición y quien no pone casi nada. Sería equivocado escandalizarnos de esto: todo es ocasión para el encuentro.
El asunto es que todos tengan la posibilidad de echar una mano. Evidentemente, este planteamiento no excluye en absoluto el juicio y la valoración. Sin embargo, todo lo que uno pueda hacer, aunque sea poquísimo, debe ser acogido y valorado.
Vittadini. Se puede dar también el caso de alguien que no esté nada dispuesto a colaborar y a implicarse en un trabajo común. No se puede intervenir destruyendo; es necesario tratar de movilizar su libertad para que comprenda que la colaboración es más razonable y fecunda. Y esto sólo puede darse dentro de una relación.
Pongo un ejemplo: dos personas pueden juntarse para poner en marcha una obra; pasado algún tiempo surgen dificultades y planteamientos diferentes; los dos, que eran amiguísimos, se separan. Se podría intervenir con una reprimenda oficial (y, como máximo, obtener un consenso político, por miedo) o bien entablar una relación con ellos. Esto exige tiempo y dedicación. El movimiento nos ha educado, y sigue educándonos, a practicar una regla que pasa por la admiración de lo auténtico y no por el miedo.
Alessio. Es una experiencia que he tenido que hacer en primera persona. En un determinado momento me di cuenta de que el pecado más grave que puede cometer quien pone en marcha una obra, es el de replegarse a su pequeño y particular ámbito, en lugar de vivir la obra como posibilidad de profundizar en lo que más te interesa. Este cambio de perspectiva no puede ocurrir si no es dentro de una relación personal que te contesta, corrige y sostiene. Se aprende por ósmosis dentro de una relación. Igual que el mal que se hace es carnal, es decir, concreto, también la posibilidad de superarlo aparece en la continuidad de una relación que nos recuerda el origen y el objetivo último de lo que hacemos.
Cesana. Hay un segundo aspecto de la libertad que, en mi opinión, debe ponerse de relieve. Todo el mundo se da cuenta, y se queda sorprendido, de que el movimiento es una realidad unitaria, profundamente compacta. Lo interesante es que esta unidad no se obtiene manteniendo una especie de pertenencia «militar», en la que a cada uno se le recuerde o imponga lo que «debe» hacer. Nuestra experiencia de unidad se produce por el reconocimiento de un origen común y, en consecuencia, por la valoración de lo positivo de todos y cada uno.
Vittadini. Esto es tan cierto que nunca se imponen ámbitos de acción o de intervención, no se impone el construir obras; y, sin embargo, nace de todo. Todo lo que nace nace porque la persona, educada en la libertad, se encuentra en un cierto ambiente y crea. Nunca hemos programado el nacimiento de esas cosas que ahora están a la vista de todos y que nos asombran incluso a nosotros mismos.
Cesana. La única propuesta que se hace con decisión es precisamente la experiencia de la libertad. Que cada cual se una sin titubeos a la propuesta que ha encontrado y experimentado como auténtica para su vida. Esto está implícito en otra frase del texto de la Asamblea de responsables: «El movimiento debe ayudar continuamente a establecer el nexo con el origen».
Vittadini. Desde este punto de vista es interesante señalar que han crecido mucho más aquellas realidades que se han tomado en serio por sí mismas el trabajo sobre la Escuela de Comunidad que aquéllas que se han pasado el tiempo discutiendo sobre la forma de poner en práctica la presencia en el ambiente. Lo que importa es subrayar y revivir el acento que ha dado vida a nuestra experiencia; las formas vienen después como consecuencia.
Litterae. «Lo contrario al uso del movimiento como educación para la libertad es el uso del movimiento como personalismo».
Alessio. Personalista es toda relación que se maneja con criterio «político», como si uno tuviera que defenderse de algún modo para poder continuar afirmando sus posturas y sus puntos de vista. Por el contrario, la relación verdaderamente educativa y, por tanto, no personalista, es aquélla que te plantea continuamente la pregunta: «pero tú, ¿qué estás buscando?». Sólo así el carácter del seguimiento deja de ser pasivo para ser creativo. E, incluso, frente a los éxitos, no nos detenemos en lo positivo pasado, sino que estamos siempre dispuestos a caminar y a cambiar.
Cesana.Efectivamente, la vida es un camino, y se aprende poco a poco. La ocasión del encuentro no puede predeterminarse: uno parte de implicarse en una particular batalla política, otro de la fascinación por una posición cultural, el otro por la verdad experimentada en una relación humana. Todo puede ser ocasión. Después es necesario el tiempo para que la libertad se verifique.
Vittadini. El personalismo se expresa a menudo como pretensión que alguien tiene de decidir precisamente el camino, los pasos que la vida del otro debe dar. Se llega incluso a prohibir que el otro escape del propio «horizonte de control».
Litterae. La segunda coordenada es la unidad.
Cesana. Si vivimos en unidad debemos comportarnos positivamente, porque la unidad se construye sólo sobre algo positivo. En definitiva, estamos unidos sólo si reconocemos concretamente que el camino que estamos haciendo es el mismo. Y es necesario subrayar esto, sobre todo, respecto a cualquier crítica. Sólo así, además, podemos verdaderamente corregirnos.
Vittadini. Se cuentan por decenas los ejemplos de realidades del movimiento que, después de darse por acabadas, han florecido de nuevo porque se ha tenido la paciencia de volver a partir del origen común y no del reproche mutuo. La paciencia implica una relación, única condición en la cual puede darse la corrección.
Cesana. La corrección es siempre el reclamo a algo positivo; en efecto, quien corrige lo debe hacer como gesto de obediencia a algo a lo que responde también él. De lo contrario, es la imposición del propio punto de vista.
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