ESPAÑA
Empieza a germinar
Cuando me enteré de la muerte de Begoña me puse a temblar e inmediatamente llamé a un amigo que me dijo: «Piensa que su vida siempre ha estado marcada por el deseo de encontrar a Dios en su vida, y ahora está en Su presencia. Es decir, su vida se ha cumplido, está cumplida». A medida que me lo repetía, iba tranquilizándome. Al llegar a casa, comenzó a sonar el teléfono. Eran amigas que me daban la noticia. Al día siguiente por la tarde, fuimos unos cuantos al tanatorio. Allí entre comentarios, momentos de silencio y oración pasaba el tiempo. La pregunta «¿por qué ha sucedido?» flotaba en el aire. Entonces, de forma imprevista, vi salir llorando a una profesora de mi escuela, compañera de departamento de Begoña. Casi involuntariamente me dirigí hacia ella llamándola por su nombre. Comenzó a hablarme de Begoña, y de cómo se había sorprendido siempre de su fe, del deseo de hacer bien su trabajo y ayudar verdaderamente a sus alumnos. Me confesó que a veces la envidiaba, querría ser como ella. «Yo me considero religiosa, pero no tengo la fe que vosotros tenéis, porque veo que os sostiene en momentos como este, y a mí no». No sé cómo me atreví, pero le dije lo mismo que me había dicho mi amigo: era lo que a mí me estaba ayudando y podía ayudarla también a ella. Y, rápidamente, ¡dejó de llorar! Comenzaron a llegar otros profesores que también me conocían, al menos de vista, y entre ellos mi joven profesor de Ampliación de Organización, Víctor, que me miraba con ojos como platos, asombrado de verme allí. La conversación fue derivando hasta el momento de la misa. Para entonces el grupo era de unos veinte. Durante la misa el silencio era absoluto, sólo interrumpido por la homilía y los cantos. Estábamos sentados hacia la cuarta fila. Cuando llegó el momento de la comunión, sin habernos dado cuenta, la capilla estaba a rebosar, y la fila era interminable. Vi cómo uno de los profesores, viendo que aquello no acababa, se giraba asombrado, nunca hubiera imaginado que todas aquellas personas estuvieran allí por una colega suya. Al salir sólo me despedí del más amigo, pero cuando ya estaba en el aparcamiento, vi a Víctor pasar cerca, cabizbajo. Le saludé, y al verme me dijo: «Precisamente iba pensando en ti». «¿En mi? ¿Por qué?». «Porque M Eugenia me ha contado lo que le has dicho y no puedo dejar de darle vueltas. Me sorprende conocer a personas que piensan así, que creen estas cosas. En mi familia algo como lo que ha sucedido sería ocasión de llorar, gritar y maldecir. En cambio, aquí he visto personas tristes, pero no desesperadas, de forma que no se oye una voz más alta que otra. ¡Jamás había visto lo que he visto hoy!». Le contesté: «Te aseguro que tú necesitas lo mismo que yo. Begoña y yo hemos conocido a personas, como estas, que nos han enseñado a reconocer la presencia del Señor». Al irse me dio dos besos con una sonrisa, y se despidió: «Pronto nos volveremos a ver en clase».
Rosa, Móstoles
ISRAEL
Un abrazo que vence el límite
Publicamos un testimonio del encuentro nacional de Bachilleres el 8 de Diciembre del 2000
Al empezar este año escolar había decidido dejar por un tiempo “el ideal” en casa, y no creía que sería capaz de vivir en el colegio la experiencia cristiana tal como la he conocido en esta compañía. El ambiente era de una tristeza absoluta, y me preguntaba cada día qué tenía que ver yo con toda esa gente a la que no le interesa nada; me rompía la cabeza pensando en qué inventarme para convencerles; quería de algún modo dejar un signo, pero siempre quedaba decepcionado ante la evidencia de que “mis” medios y esfuerzos valían muy poco ante aquel mar de indiferencia. Este año, con ocasión de las elecciones, unos compañeros de clase y yo presentamos una candidatura. Al principio casi nos ignorábamos, pero nosotros pusimos en juego toda nuestra creatividad y escribimos un panfleto simpatiquísimo; estuvimos verdaderamente unidos y, sobre todo, podíamos hablar de argumentos incluso de un cierto espesor, como si fueran los amigos de GS. En resumen, pasamos de ser un grupo cualquiera a ser compañeros que comparten las mismas exigencias. Cuando se publicaron los resultados de las elecciones dos de ellos salieron elegidos, pero yo no conseguí acceder al consejo. Entonces pensé que todo era inútil, que otra vez había conseguido un fallo sin sentido; a pesar de lo que había visto cambiar en sus rostros, esto era todo lo que me quedaba. Es sólo un ejemplo de cómo estaba chantajeado por el éxito, enfadado porque mis fuerzas son siempre inadecuadas. El cambio ocurrió cuando falleció la madre de dos de nuestros amigos, Lorena. Fui a la capilla ardiente a rezar por ella. En un primer momento me quedé indiferente; pero luego reconocí, en ese rostro marcado por la enfermedad, el rostro familiar de aquella mujer que había visto tantas veces. Tenía delante de mí un cadáver. Me angustié porque parecía que todo acababa allí, que no había nada más y no podía y no quería creer que todo lo que somos, que todo lo que amamos, acabe así. El pensamiento del final me torturaba, porque entonces todos mis esfuerzos no servían para nada, todos mis errores eran sólo una anticipación de aquel final. ¿Para qué sirven todos mis proyectos? ¿Para qué sirve amar si todo acaba bajo tierra? Estaba asediado por la duda y no conseguía hacer nada sin tener esta angustia. A pesar de que yo tienda siempre a aislarme, fui a buscar a algunos amigos, porque esta vez necesitaba razones. Fui a ver a Cri y le manifesté mis dudas, pero no recibí consuelos baratos o palmaditas en la espalda; recibí una verdad llena de razones, las mismas que buscaba desde hacía tanto tiempo. Me comentó que ella había estado cerca de la familia de Lorena, había estado mucho con ellos durante su enfermedad y le impresionó en aquellos momentos percibir de manera fortísima el abrazo de la compañía que les rodeaba. Cada uno de ellos ante aquel hecho era simplemente él mismo, con sus errores, sus preguntas, su tristeza, pero ese abrazo era capaz de tomar dentro de sí todo, desde la sonrisa al llanto. Es ciertamente algo que va más allá del límite humano. Ahora, discutiendo con los profesores, presentando la exposición, organizando cualquier actividad, estando con mis compañeros, mi problema ya no es el de convencerles o dejar un signo, sino el de “ser” signo de un acontecimiento que continúa.Querido Alberto: mis mejores deseos, para ti y todos los amigos del movimiento, para estas santas fiestas y un feliz año nuevo. Confío en vuestras oraciones por nosotros en estos tiempos terribles en los que no veo salida alguna por parte de los dos líderes políticos, a la luz (o más bien a la sombra) de los actuales sentimientos de sus partidarios. En realidad, estoy seguro de que la solución existe y que al final la alcanzaremos, pero, ¡Dios mío, con cuánto derramamiento de sangre y sufrimientos! Como ha afirmado la escritora americana Barbara Tuchman, las naciones se comportan sabiamente ¡sólo tras haber agotado todas las demás posibilidades! Muchos recuerdos.
Rabino David Rosen, Jerusalén
ESPAÑA
Por Giancarlo
No pertenezco a Comunión y Liberación, porque sin duda Dios no lo quiere, porque yo sí lo hubiera querido. Pero seguramente mi camino es distinto. Os escribo por si mi carta puede servir de consuelo a Cesana, cuyo accidente (“acontecimiento”) me afectó mucho, porque desde hace muchos años - más de los que tienen algunos de vosotros - leo y medito todo lo que sale en español de don Giussani y sus seguidores (Carrón, Cesana y otros muchos, algunos que ya murieron y escribían en vuestra revista). Quiero deciros que estoy convencido de que los escritos de don Giussani son la teología del futuro, como los de Santo Tomás hasta ahora. No que vayan a sustituirlos, pero sí a actualizarlos y concretarlos para los hombres de nuestro siglo: por su realismo, su revivir la Tradición y su sintonía con el Papa. Don Giussani ha encontrado (Dios se los dio, porque quería) unos intérpretes y colaboradores, como Cesana, cuyos artículos aclaran hasta la atomización la teología de su maestro. Y resuelven la vida “positivamente”, como él dice. Yo no hablo de otra cosa, y todos los días lo hago durante unos minutos a cerca de 500 muchachos. Las explicaciones de Cesana son impresionantes. ¡Bien contento puede estar!
José Gutiérrez Mazeros, Muga de Sayago (Zamora)
17 de Enero 2000
Estimado D. José: Al publicar su carta en las ediciones italiana y española de nuestra revista, quiero sinceramente agradecerle de parte de Giancarlo Cesana y don Giussani. Si un movimiento cobra valor cuanto más introduce al único Acontecimiento que llena la vida del hombre en cualquier tiempo de la historia, el mismo Acontecimiento que llenó la vida de Pedro, Juan y Andrés y llena hoy la de cada uno de nosotros, Usted forma parte del “movimiento” que tanto estima. Su carta nos confirma en lo que el Magisterio de Juan Pablo II nos ha enseñado: «la Iglesia misma es movimiento».
Carmen Giussani
ITALIA 25 años de sacerdocio
Querido don Massimo: Tu fidelidad al sacramento del sacerdocio es el fruto maduro del Bautismo, esa realidad fascinante que te ha llamado dentro de la historia de CL. De tu corazón, que Jesús cautivó cuando eras poco más que un niño, ha nacido para la Iglesia, imprevista y sorprendentemente, uno de los frutos más bellos del movimiento, una Fraternidad Sacerdotal. Recuerdo mis tiempos de seminarista, cuando formamos con Manfredini y De Ponti, el Studium Christi, porque el anuncio del Verbo encarnado nos había cautivado y vencido también a nosotros. El vigésimoquinto aniversario de tu ordenación te encuentre cierto de que Aquel que empezó en ti esta obra buena la llevará a termino hasta el día de Cristo Señor. Tu responsabilidad de padre para tantos jóvenes que se acercan a ti, merezca para nuestra compañía hombres apasionados por el Acontecimiento que les ha alcanzado. Hombres que vayan hasta los confines de la tierra cargados de auténtica paternidad - como ya tantos lo han hecho - para comunicar la buena nueva: tiernos y firmes con todos los que se encuentren en su labor. Que San Carlos te asegure siempre la pasión por la gloria humana de Cristo en la historia. Que te mantenga fiel al mandato que Juan Pablo II nos encomendó en el trigésimo aniversario del movimiento: id por todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz que se encuentran en Cristo Redentor.
Don Giussani, Milán
Nada te impulsa más en la vida que el abrazo de un padre. Por eso el regalo más bello por mis veinticinco años de ordenación sacerdotal es la carta de don Giussani. Como es habitual en él, ha leído en mi vida pasada y presente más allá de lo que yo puedo presumir de ver. Don Pino la ha mostrado a mucha gente, sobre todo el domingo 17 de diciembre en la Certosa de Garegnano a los padres de los seminaristas y sacerdotes, y a los amigos de la Fraternidad San Carlos durante la misa por mi aniversario. Sería sólo vanidad superficial reunir a gente para celebrar, si no fuese a la vez la ocasión para celebrar juntos el don más grande que un hombre pueda imaginar y que todos nosotros hemos recibido: la fe, el Bautismo, la conciencia viva de él en la educación continua del movimiento y la vocación a la que Cristo nos llama. Doy gracias a todos los que han compartido esta celebración en la Certosa, en particular a Mons. Carlo Caffarra, arzobispo de Ferrara, que ha querido unirse a nosotros, como signo de una larga amistad. Pido se me conceda ser “padre tierno y firme” sobre todo para los hermanos más cercanos.
Don Massimo Camisasca
A favor de la verdad
En mi colegio está de moda un proyecto llamado “Educación a la salud”. Mi clase participó en el primer encuentro donde un psicólogo especialista de la infancia problemática expuso el tema “La relación”. Presentándose como especialista en adolescentes, comenzó diciendo que la ley de la vida es E=mc2, es decir, que todo es relativo y no existen certezas. Como consecuencia, la adolescencia es el momento en que se debe ejercitar la duda suprema como único medio de supervivencia. De hecho, poner en discusión todo - continuaba el psicólogo - permite que el pensamiento más fuerte no nos domine, para construir una estrategia de vida lo más neutral posible. Yo me quedé perpleja porque sus teorías no correspondían en absoluto con mi experiencia. De hecho, si fuese verdad que no existen certezas, no daríamos un solo paso sin pensar en la posibilidad de que se hunda el suelo bajo nuestros pies. Ante mis compañeros, completamente embobados, puse el ejemplo que a menudo pone don Giussani sobre tu madre que te prepara la comida: sería irracional controlar cada vez si hay veneno en la comida, porque es una certeza moral que tu madre te quiere. La diferencia está entre “duda” y “problema”; mientras que el problema suscita una pregunta, la duda es un ‘pero’, es ya una solución. El psicólogo rebatía mis objeciones diciendo que quien, como yo, está demasiado seguro de las certezas, quedará más tarde desilusionado cuando sea traicionado por las mismas certezas. ¡Pero es una contradicción! La certeza es una evidencia, no se la debe interpretar y sería irracional negarla, porque existe. Mi objeción de entonces se clarificó todavía más cuando presenté en mi clase la exposición sobre el ‘Tú’. La certeza es este ‘Tú’ que se impone y que no se puede negar: es irreductible, evidente pero no demostrable y, por tanto, la posición más adecuada es la de “El Innominado” que dice: «Si existes, revélate a mí». Sólo la petición es la duda real. Mis compañeros de clase estaban estupefactos por cómo me importaba esto y algunos empezaron a hacerme preguntas sobre la exposición, quién la había hecho, cómo y por qué había nacido... Una de mis compañeras, Francesca, se me acercó y me dijo que no entendía toda la hostilidad que existe contra CL, ya que muchas de nuestras propuestas y afirmaciones las juzgaba inteligentes. Después siguió diciéndome que no creía que fuese posible vivir así, es decir, que no creía que la exposición fuese una experiencia. Entonces la invité a escuela de comunidad y pensé que al principio yo me sentía muy incapaz de llevar a Cristo a mi colegio, mientras que en realidad es otro el que actúa. Me había movido sólo para preparar las condiciones para que Cristo se hiciese aún más presente allí, donde yo estaba.
Mónica, Módena
Cumpleaños
En el último retiro de adviento, Julián Carrón nos dijo: «¿cómo podéis vivir sin hacer silencio?». El domingo pasado cumplió cuatro años mi hija mayor, Lourdes, y se me ocurrió invitar a los niños de su clase, catorce en total. El cumpleaños se celebraría en casa. Estuve nerviosa todo el día, ya que nunca antes habían estado tantos niños en casa y no sabía lo que podría pasar. Los días previos había dedicado un tiempo, tal y como se nos recomendó, a hacer silencio, pero el domingo había tantas cosas que hacer que no pude encontrar un minuto. Con todo, intuí que era importante ir a Misa, y la petición que me acompañó fue que mi vida sea relación con el Misterio. Lo importante del cumpleaños no era que saliera bien o mal, o que los niños se portaran bien, sino que fuese ocasión para relacionarme con el Misterio. Y así sucedió, porque cuando todo acabó, estaba realmente llena: verdaderamente, había sido madre de los catorce niños.
Isabel, Madrid
Puro don
Querido don Gius: Te escribo porque hace un par de días nació Pedro, nuestro primer bebé. Su llegada tan cargada de implicaciones no deja de sorprenderme y fascinarme. Desde que supe que esperábamos un hijo, me vino a la mente que ese ser no era mío, sino otro ser distinto de mi esposa y de mí, misteriosamente ligado a nosotros, pero con su camino propio. Este reconocimiento genera un respeto único. Comencé a intuir la tarea de ser padre: ayudar a otro a caminar hacia el cumplimiento de su propia vocación y destino. La presencia de Pedro es puro don, que no corresponde a mis buenas o malas obras, ni a mi capacidad ni fuerza de voluntad. Al mirar mi vida, con sus limitaciones, traición y pecado, reconozco que ese hijo es un don, inmerecido y gratuito. Para hacerme padre, Dios no ha considerado mi mal. Por último, tengo que agradecerte tu “sí”. Gracias a esta historia maravillosa que inició contigo, no sólo he podido conocer lo que es el cristianismo, sino por encima de todo, conocer mi vida como relación constante con el Misterio bueno. Te pido una bendición.
Pablo García, Santo Domingo
Buscar trabajo
El pasado diciembre, en la Universidad Nacional Agraria La Molina, tuvo lugar una mesa redonda bajo el título de “Realidad agropecuaria: perspectivas de un licenciado frente a la necesidad de trabajo”. Asistieron unas 80 personas entre profesores, graduados y alumnos de diversas facultades. La iniciativa surgió de un grupo de amigos de CL de Lima que afrontamos la dura realidad de buscar trabajo después de finalizar los estudios. Así, propusimos al Decano de la facultad de Zootecnia que nos ayudara a concretar la idea, invitando luego a profesionales del ramo a que nos abrieran posibilidades de actuación a partir de su experiencia. A los tres ponentes se les propuso partir de una frase de don Giussani, la misma que utilizamos para la invitación: «La invención de nuevas formas de trabajo está íntimamente ligada al despertarse de la imaginación y la creatividad. Pero esta actitud sólo puede nacer de un asombro, de una devoción, de un amor por lo que el hombre es». Fue un acontecimiento para todos y no sólo una charla más. Nos hemos dado cuenta de que no podemos concebirnos solos, y menos frente a nuestros principales problemas. Cuanto más confiamos en los criterios que la compañía nos brinda, más fácilmente partimos de una hipótesis positiva para afrontarlos.
Paola, Omar y Giovani, Lima
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón