MAXENCE VAN DER MEERSCH
Cuerpos y almas
CÍRCULO DE LECTORES
Madrid, 1969
Cuando en 1943 se publicó Cuerpos y Almas, Maxence Van Der Meersch ya era, pese a su juventud (había nacido en 1907), un escritor de reconocido prestigio. Sin embargo, ninguna de sus obras anteriores había tenido el éxito de ésta: fue reeditada en numerosísimas ocasiones en los años siguientes y traducida casi inmediatamente a las principales lenguas europeas. Sin embargo, paradójicamente, hoy en día son pocos los que se acuerdan de este autor francés de origen belga y menos aún los que leen esta impresionante novela.
Su interés principal radica en dos aspectos.
Por una parte, nos encontramos con ese realismo duro y a veces próximo al naturalismo francés del siglo XIX característico de este autor y a través del cual éste pretende mostrarnos todos los entresijos de la medicina en Francia. Este realismo es lo que a veces hace que la lectura sea difícil (y también desagradable) a todos los que son ajenos al campo de la medicina. En efecto, Van Der Meersch se adentra en la vida de los médicos, en sus consultas, hospitales y facultades, describiendo hasta sus últimos detalles todo tipo de personajes, de enfermedades, de operaciones y tratamientos... , en definitiva, de casos y situaciones humanas en los que el denominador común es el sufrimiento. No hay en ello, sin embargo, ninguna exageración, ningún morbo y sobre todo ningún afán moralizador (como en las novelas de un Zola, por ejemplo). El autor únicamente pretende reflejar todo el contexto humano que rodea a la medicina y por ello mismo no se queda sólo en una mera descripción.
Este mismo realismo es el que le lleva a plantear en su verdadera dimensión el problema del sufrimiento y con esto llegamos al segundo aspecto de esta obra, aspecto que es sin duda alguna el principal. Para Van Der Meersch el verdadero drama humano no es el del sufrimiento físico y corporal, que sin embargo llena toda la obra desde la primera a la última página. El drama humano se sitúa a un nivel superior que el físico: el espiritual. La verdadera lucha no es la de acabar con la enfermedad sino la de saber qué opción tomamos en nuestra vida, la de encontrar algo que le dé sentido. A fin de cuentas sólo hay dos posturas posibles ante la vida: o bien nos dejamos llevar por el escepticismo y entonces la vida se convierte en una horrible pesadilla de la que hay que huir del mejor modo posible o bien se afronta la vida con un sentido que acoge todo lo que el hombre es, incluido el sufrimiento, por muy intenso que éste sea. Ambas opciones se concretan en la obra en dos personajes físicamente emparentados pero separados espiritualmente. Ellos son Jean Doutreval, médico de gran prestigio que, como buen lector de Nietzsche, ha vivido siempre inmerso en un sinsentido que le ha encerrado en un profundo egoísmo, y Michel, que por el amor de una mujer enferma y pobre tiene que enfrentarse con su padre y olvidarse de un brillante porvenir. Con ello el libro adquiere su dimensión más plena trascendiendo por completo el mundo de la medicina para convertirse en una parábola sobre el hombre del siglo XX: la verdadera enfermedad no es la física sino la moral o espiritual. Es el escepticismo, que surge cuando el hombre se convierte en la única medida de su vida, lo que hay que arrancar del corazón humano porque, en caso contrario, aquél acaba matando a éste. Sólo cuando el hombre abre su corazón y se sacrifica alcanza la felicidad. Es justamente esto lo que las últimas frases de la novela expresan con esa fuerza que recorre la obra de Van Der Meersch: «Sólo hay dos amores. El amor a sí mismo o el amor a las demás criaturas vivientes. Detrás del amor a sí mismo no hay más que sufrimientos y maldad. Detrás del amor al prójimo está el bien, está Dios».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón