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Huellas N.16, Abril 1989

CARTAS

Carta abierta a la clase

Mercedes Aguado

Madrid, 23 de abril de 1899
Queridos compañeros:
Lo que digo en esta carta es algo que brota de mi corazón y espero que lo acojáis como tal.
Hemos convivido durante cinco largos años y al finalizar el quinto año descubro que no he­mos construido nada valioso entre nosotros. Esta conclusión ha sido confirmada y puesta de relie­ve en el reciente debate surgido a raíz de la co­locación de los exámenes.
Con independencia de esto y mirando fría­mente la realidad observo cómo la gente se mue­ve guiada por la competitividad, parece que lo más importante en la vida es sacar un punto más que el otro en las notas o conseguir el mejor puesto de trabajo cuando termine la carrera, por­que para eso me he estado «fastidiando» durante cinco años; superponiendo todo esto a una amis­tad desinteresada. No podemos ser ingenuos.
La competitividad hace que las personas ol­viden el valioso significado que tiene la palabra «gratuidad», y si no se sabe vivir con gratuidad, olvidando los propios intereses y acogiendo al otro, es imposible crear una verdadera amistad.
Yo durante estos años he tratado de vivir esto y por eso he puesto siempre a vuestra dis­posición mis apuntes, me he interesado por cada uno de vosotros, en cuanto personas, cuando ha­béis venido a pedirme algo. Por lo visto, la gen­te no ha captado todo esto.
Sin embargo, y a pesar de que me duele la cruda realidad, yo he sido capaz de vivir de otra manera o por lo menos lo intento cada día. ¿Por qué? Porque mi vida tiene un sentido, y este sen­tido me viene dado del reconocer que Cristo pre­sente aquí y ahora cambia nuestras vidas. La vida tiene sentido si tenemos como centro un hecho histórico acontecido hace dos mil años y por el que se nos enseñó la posibilidad de vivir de for­ma más humana. Nos puede parecer inimagina­ble en esta sociedad consumista, competidora y acelerada en la que el criterio que determina nuestras actuaciones es la apetencia y no el des­cubrimiento de nuestro destino. Sin embargo, el hombre sólo encuentra el sentido de su vida si se pone en relación con aquello que le constituye. ¿Nunca os habéis preguntado: cuál es el signifi­cado último de la vida?, ¿Por qué existe el dolor, la muerte?, ¿Por qué vale la pena vivir realmen­te...? Seria frustrante que existiendo estas pre­guntas no hubiera respuesta para ellas.
Yo, gracias a una amistad real y concreta con un determinado grupo de personas, que algunos de vosotros conocéis, y que se llama Comunión y Liberación, he comenzado a descubrir la res­puesta.
Tengo muy claro que quiero crecer en huma­nidad, porque es lo que realmente me hace feliz. Y por ello después de acontecimientos como los del otro día el único sentimiento que me produ­ce es el de tristeza: me da pena que después de haber estado cinco años juntos, a excepción de determinadas amistades aisladas y concretas, no haya surgido un interés por el otro en cuanto per­sona con sus necesidades reales.
De todas maneras, a pesar de todo, yo soy fe­liz, os ofrezco mi amistad y pido por vosotros para que descubráis que la vida tiene otro sentido.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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