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Huellas N.16, Abril 1989

VIVIR LA UNIVERSIDAD

Atlántida: la conciencia de una novedad

Con motivo de las elecciones universitarias celebradas en Italia, el pasado mes de
febrero algunos responsables de la Asociación Cultural Atlántida se trasladaron a Milán donde estuvieron siguiendo de cerca la actividad de los «Cattolici Popolari», asociación cultural de fuerte incidencia en ámbitos universitarios italianos. En una brevísima entrevista queremos recoger una experiencia de gratuidad que ya es una realidad encontrable también dentro de la universidad española.


Nueva Tierra: ¿Qué es lo que os ha movido a ir a Italia y cuá­les son vuestras relaciones con los Cattolici Populari?
Gema: La razón principal por la que hemos ido a Italia ha sido el Equipe del CLU: una reunión de los responsables de cada universi­dad de los Cattolici Populari que se celebraba entonces. Luego, de­cidimos ir unos cuantos días antes para ver el ambiente de la Univer­sidad Católica, ya que estaban en elecciones. También porque que­ríamos estar un tiempo con los amigos que conocimos este vera­no: Faldi, Carrara, Sandro, Jolly... Ir a Italia, según mi experiencia, es como ir al origen, es ver pre­sente, realizado, el ideal que yo quiero para mi vida y es, por tan­to, la forma más fácil de crecer: si­guiendo el ideal que es tan simple como comer con los de la Católi­ca, cenar con ellos o jugar a las car­tas, porque la amistad que viven entre ellos se transmite por ós­mosis.
Javier O.: Nuestra relación con los C P es, ante todo, una relación de amistad, una amistad verdade­ra porque, si no, no podría resis­tir las dificultades del tiempo (tan­tos meses sin vernos) y del espa­cio (Italia, España, diferentes idiomas, circunstancias, etc.) y porque cada vez se hace más transparen­te su origen: Cristo.
N.T.: ¿Qué es lo que más os ha impactado de vuestra estancia en Milán?
Ramón:
Para mí, ver y apren­der de la gente de C P que es po­sible estar dentro de la universi­dad con una identidad, identidad que es la misma que la nuestra pero que se expresa de un modo más maduro. Esto es sin duda lo que más me ha impactado: que los C P son unos amigos conscientes de la novedad que viven; afrontan el ambiente y afrontando el am­biente aprenden el origen de esta novedad. Son gente que se intere­sa por todo (los nuevos de prime­ro, las elecciones, la administra­ción,... ) y para los que la universi­dad es como su casa. De hecho sus locales están siempre llenos de gente estudiando, jugando, hacien­do carteles, revisando apuntes, co­mentando la prensa. Toda su acti­vidad responde a las necesidades que su presencia constante les per­mite descubrir. No parten de un proyecto abstracto de universidad, sino de una respuesta a las nece­sidades concretas que hay en ella.
N.T.: Has dicho que la gente de C P es consciente de la novedad que vive, ¿a qué te refieres?, ¿qué ofrece de distinto una aso­ciación como la vuestra?
Ramón:
Ofrecemos la posibili­dad de que la Universidad deje de ser un lugar de paso por el que hay que pasar para obtener un título. Cuando propongo Atlántida a mi compañero le estoy ofreciendo la posibilidad de que la universidad sea el lugar donde su vida cambie, donde encuentre algo por lo que realmente merezca la pena levan­tarse por la mañana ir a clase, es­tudiar, estar con los amigos o ha­blar con un profesor. Aunque pa­rezca extraño, la novedad de lo que somos y hacemos en la uni­versidad está en algo que nosotros no habíamos planeado, sino que nos ha acontecido, en un encuen­tro: un encuentro en el que por primera vez alguien nos ha mira­do como ningún otro lo habrá he­cho hasta entonces, como si den­tro de nosotros hubiese un tesoro del que no éramos conscientes. Es la experiencia de comenzar a estar definido no por el estudio o los exámenes sino por esa mirada gratuita.
Atlántida no es otra cosa que la amistad que surge de este encuen­tro. Amistad que tiene como nú­cleo de acción la gratuidad: intro­ducir en la universidad esa mirada gratuita, la mirada de Aquél que tenemos por más querido.
N. T.: Pero, ¿de dónde nace esa mirada gratuita?
Javier O.:
El punto de partida es encontrar otra persona o un grupo de personas que son capa­ces de mirarte por lo que tú eres. Para una persona, lo más grande que le puede suceder es encontrar a otro que le acoja totalmente. Es allí donde uno intuye que es posi­ble un significado distinto para su vida, para lo que él es y desea.
A partir de este encuentro tú lo que sientes es una gratitud por ha­ber reconocido que en una amis­tad has encontrado algo que te sir­ve para la vida. La gratuidad es el reflejo de esa gratitud en tu rela­ción con las personas y las cosas. Es expresar eso que has encontra­do en la realidad que tienes a tu al­rededor. La gratuidad no es un ha­cer cosas, es sobre todo una forma de relacionarse con la realidad, de suscitar en la realidad la pregunta sobre el significado de las cosas y esta pregunta es siempre algo pre­vio a cualquier proyecto, a cual­quier medida, a cualquier intento de modelar las cosas, es abrirse to­talmente a ser verdaderos ante la realidad que tienes delante.
N.T.: Si no he entendido mal, habéis afirmado que lo que os mueve en la universidad no es un programa determinado sino una gratuidad. Pero, ¿no puede ser algo ingenuo pensar que este sentimiento de agradecimiento pueda cambiar el mundo? Resul­ta incluso difícil aceptar que ésta sea vuestra única motivación. ¿Es posible verdaderamente ha­cer algo gratis? ¿No será una for­ma como otra cualquiera de pro­selitismo o propaganda?
Magdalena: Yo entiendo per­fectamente que resulte escandalo­so hablar de gratuidad y entiendo, incluso, que se mire con recelo, como buscando razones ocultas que expliquen cuál es el verdade­ro fin que se está persiguiendo con ese gesto que a primera vista no busca ningún pago. La gente más benévola suele juzgar una postura como la nuestra de bella pero, como usted decía al principio, in­genua e imposible de mantener mucho tiempo. Es el arrebato ge­neroso que surge en un momento de euforia pero que tarde o tem­prano se apaga o te lleva a exigir ciertas recompensas, ya sea reco­nocimiento, propaganda o éxito electoral. Sin embargo, yo no en­tiendo por gratuidad el impulso generoso que nace de un agradeci­miento por lo que te ha sucedido, que te lleva a ser capaz de hacer una serie de iniciativas gratuitas. La gratuidad, en el sentido que no­sotros hablamos va más allá. No se trata, como fin último, de rea­lizar gestos «gratis». Es verdad que a través de Atlántida estoy aprendiendo a ser más sensible a las necesidades concretas de la gente (informar a los de primero, mejorar las condiciones del bar, ... ) pero esto surge por una razón pre­via, y es que a mí me importan esas personas por lo que ellas son, quiero decir que cuando yo infor­mo a uno de primero no lo hago porque piense: pobrecito, voy a ayudarle porque está desorienta­do; yo en cambio, he tenido tanta suerte habiendo encontrado estos amigos... No, lo hago porque en ese momento comprendo que él también está llamado a vivir la vida tan plenamente como yo, a descubrir el significado de sí mismo, que es el mismo que el tuyo y que el mío. Es comprender, mi­rándole, que su necesidad va más allá de la información que le pue­da dar. Soy gratuita con una per­sona, no solamente cuando soy ca­paz de hacerle favores sin pedir nada a cambio, sino cuando le re­clamo a vivir para lo que realmen­te ha sido hecho que puede ser algo más grande de lo que él in­cluso me pide o se imagina. Pero esto sólo es posible, como decía Ramón, cuando tú primero te des­cubres así mirado. Cuando ves que la promesa que intuiste un día cambió tu vida, cuando con algu­nos tienes una relación completa­mente nueva. Entonces deseas esto para todo el mundo.
Y esto no tiene nada de inge­nuo, al revés, verdaderamente cambia el mundo porque no son promesas ni discursos bonitos. Es algo que ya es realidad, algo de lo que tú mismo te sigues sorpren­diendo, y que ofreces.
Ramón: Realmente, es revo­lucionario afirmar que toda nues­tra acción nace del agradecimien­to por haber encontrado algo que mantiene vivo y da respuesta a los deseos de felicidad y significado; sobre todo, cuando lo que predo­mina normalmente son los pro­pios intereses. Es algo inexplica­ble para quien no lo ha experi­mentado. Por eso se tienen que in­ventar mentiras, decir que hace­mos las cosas por motivos electo­rales, para sacar dinero o lo que sea. No entra en su esquema que podamos hacer las cosas por una pasión por el otro. Por este moti­vo, nuestra presencia en la univer­sidad es necesaria y por eso nues­tro único programa es hacer pre­sente lo que hemos encontrado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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