La economía penetra la vida diaria. Cada hombre es, consciente o no, el protagonista de su propia aventura económica, con una infinidad de necesidades a satisfacer y con unos recursos escasos a adquirir. El límite de los recursos depende del límite del hombre de comprenderlos y emplearlos. La aventura económica es así una aventura dramática y apasionante, siempre abierta, cuyo éxito final no puede ser previsto por ningún modelo.
Giuseppe Folloni, economista italiano, expone un concepto radicalmente nuevo de la actividad económica. Desde él juzga algunos de los temas fundamentales en economía.
NUEVA TIERRA: Vivimos en una sociedad en la que lo económico se encuentra en primera página. Se llega a afirmar que «la economía mueve al mundo», sin embargo, existe confusión sobre lo que la economía es. ¿Cuál es el verdadero concepto?
Giuseppe Folloni: La postura clásica considera la economía como un subconjunto de las acciones humanas. De esta manera la economía queda reducida a aquella parte del actuar humano conexa con la actividad del dinero, asignación, producción y distribución de la renta y el deseo de ganancia o beneficio, el hombre olvida la conciencia de su propia realidad y la posibilidad del desarrollo de su creatividad para cambiarla. La economía actual está construida sobre una cultura del trabajo, que considera el trabajo como una mercancía, como un objeto: en el fondo es una concepción del hombre como individuo. Las razones esenciales de lo que nosotros hemos llamado una economía auténtica, o simplemente una economía no reducida o no reductiva son esencialmente éstas: que la economía es una dimensión de toda acción del hombre, dimensión que subraya un aspecto característico del hombre: la tensión entre los deseos incolmables y el límite de la propia posibilidad. Conducido por este ímpetu, el hombre trabaja, actúa, crea. En todas las acciones del hombre hay una relación con la realidad, que en cierras condiciones se puede llamar económica, porque la economía es el modo por el que el trabajo de los hombres se desarrolla en una red en la que se colabora, y es una manera de mirar la realidad dándole un nombre.
Otra de estas razones esenciales es que, a diferencia de los animales que también afrontan el problema de satisfacer sus necesidades con los escasos recursos de la naturaleza, el hombre tiene una relación no mecánica, no instintiva con las propias necesidades y recursos. Toma conciencia de los recursos disponibles y de las necesidades existentes, preparándose para la búsqueda de nuevas soluciones; para el hombre, los recursos son dados y su escasez depende de los límites de la capacidad humana para comprender el posible empleo: esto lleva al hombre a enfrentarse con la realidad de una manera creativa. La diferencia con los animales es que éstos no tienen conciencia de la relación que establecen. El trabajo del hombre es consciente de estar inmerso en una doble relación, entre él y su destino, trabaja porque aprende quién es, el hombre aprende a ser más hombre con el trabajo y en relación con los demás hombres. El hombre en su trabajo está movido por una responsabilidad, la que responde a la llamada suscitada por aquellos seres que entran en su ámbito de relaciones (familia, amigos, nación, ...).
El hombre, por tanto, percibe en sí unas necesidades, la satisfacción de éstas ('responsabilidad' «responder a ellas») conlleva siempre una necesidad posterior
más radical y, en último término, la necesidad de un significado. La actividad económica, el trabajo del hombre, se concibe así como una aventura económica, de la que el mismo hombre es el protagonista.
N.T.: Sin embargo, en nuestra sociedad a esta aventura económica humana parece anteponerse una aventura económica inhumana, basada en el poder del éxito, el dinero fácil, la especulación,...
G.F.: Frente a esto, y lo añado a lo primero, hoy en día se piensa y se ve la economía como un «atajo» de tipo especulativo para alcanzar rápidamente la riqueza, y así se piensa que sin el trabajo se puede alcanzar aquélla. Pero hay un proverbio que dice «no hay atajo sin trabajo». La idea que subyace de poseer la realidad comprándola es una ilusión. La realidad se posee porque se la conoce y la manera fundamental de conocerla es participar en ella a través del trabajo. De todas las relaciones humanas, el trabajo es la fundamental.
Por ejemplo, no se puede comprar el amor. El Evangelio dice que de qué le sirve al hombre poseer todo el mundo si se pierde a sí mismo. En El Principito de Saint-Exupery, el zorro dice que no existen mercaderes de amigos, la amistad no se puede comprar. Por otro lado, Keynes decía que una de las condiciones absolutamente necesarias de funcionamiento de todo sistema económico es la confianza: la confianza, o existe, y entonces si quieres comprarla es porque dudas de su «calidad», o no existe; por tanto o no se puede comprar o si la compras es porque resulta dudosa. Esto lleva a una dependencia interesada, pero no es confianza. Todas las cosas que constituyen la vida humana (amor, confianza, ... ) no se pueden comprar de una manera económica que no sea por la partición en la realidad, y a esto lo llamamos trabajo, se llama «tú y yo queremos hacer un camino juntos»; es la colaboración, que es la verdadera economía, lo demás es una desviación especulativa de la misma. Pongo un ejemplo de colaboración: tres personas quieren hacerse una casa cada una. Los técnicos les dicen que tardan tres años en construir una casa (3 personas x 3 años = 9 años, éste es el coste de la casa). Se plantean hacer una sociedad: el primer año construirán una casa (1 año x 3 personas = 1casa), y así cada año. Al final del tercer año estarán las tres casas, - con la diferencia de que al final del primer año, uno ya habita en su casa. El coste se reduce de nueve a tres. Colaborar se convierte también en eficiencia; y esta colaboración permite además la realización solidaria.
Este ejemplo se está dando en nuestros días en el modelo japonés, en contraposición con el americano. Éste sigue el lema de maximizar el beneficio, en relaciones de competencia, conflictuales, y reduciendo costes: subyace aquí una antropología tremendamente individualista. El modelo japonés, por el contrario, se dio cuenta del cambio que se produce en los gustos, necesidades, niveles de renta de las personas; esto lleva a desconocer qué es lo que la gente quiere: lo que hace falta es un sistema de información. Por tanto, el objetivo del modelo japonés es la supervivencia de la empresa a largo plazo en un mundo cambiante. La necesidad de información significa que no se pueden enfrentar conflictualmente con los otros porque éstos proporcionan la información necesaria. En vez de estar en un mercado competitivo, se construye una red de relaciones. Este ejemplo esclarece que no es necesario ser utópicos, «cristianos», para comprender que la naturaleza de la economía surge del trabajo como colaboración.
N.T.: No deja de ser llamativa la referencia continua que haces del trabajo como centro de toda la cuestión económica y social. En las facultades de economía, por ejemplo, el trabajo suele ser considerado como un mal y, desde luego, no es el centro de ninguna reflexión económica en el sentido que tú comentas.
G.F.: Antes he mencionado que hoy en día el trabajo se concibe como una mercancía. También se reduce el trabajo a un mecanismo, a ser el apéndice de una máquina, dotando a ésta de un protagonismo que corresponde en principio al hombre. Hay trabajos que no se reducen a la máquina. Cada vez se valora más el capital humano. Nosotros sostenemos que todo trabajo es creativo, cualquiera. Además, hay una responsabilidad en el hombre que considera su trabajo como no mecánico, responsabilidad que no aparece en aquél que trabaja mecánicamente, aun que objetivamente su trabajo no sea mecánico. Por otra parte, hay personas cuyo interés por el trabajo se reduce a ganar dinero, a hacer curriculum y a poco más. Habría que preguntarse hasta dónde llega el interés por el trabajo. Esto tiene que ver con la creatividad en el trabajo, porque si queremos que el trabajo sea libre y creativo es necesario que el interés sea muy amplio, que coincida con la totalidad: es lo que llamamos gratuidad. Nosotros tenemos un lema, que lo decía Mounier: «Trabajar es hacer un hombre al mismo tiempo que una cosa».
N.T.: ¿ Podrías explicar qué relación entre economía y trabajo se da en algunos de los principales problemas de hoy?
G.F.: En relación con el paro, la movilidad del trabajo es lenta y depende de las políticas de trabajo señaladas por los gobiernos. Pero el trabajo es algo que cambia con el hombre. Las viejas teorías que concebían el trabajo como un objeto ya no funcionan y es necesario buscar otras que expliquen el trabajo como acto del hombre. Es necesario poner al hombre en la capacidad de confrontarse con las informaciones y ofrecerle la posibilidad de ir formándose.
Respecto a la relación Estado-sociedad, cada día van surgiendo necesidades nuevas, sobre todo, en el campo de los servicios que además se satisfacen muy mal. El slogan es que los recursos disponibles para responder a estas necesidades deben ponerse a disposición de aquéllos que expresan esas necesidades, y así suscitar el trabajo creativo del hombre; esto se llama principio de subsidiariedad.
Otro tema es el de las zonas atrasadas: el crecimiento de un área en desarrollo necesita la implicación de todos los sujetos, no sólo de los que son portadores del progreso tecnológico; se necesita capacidad creativa, empresarial, colaboracional.
N.T.: ¿Y nuestra responsabilidad ante todo esto?
G.F.: Es necesario para el desarrollo mantener viva la idea de la compañía. Se dice que los cristianos deben hacer «bien» su profesión. Esto no es suficiente. ¿Por qué? Primero, porque «lo hacen todos», y segundo, porque ninguno lo hace en la práctica. Nadie se pregunta dónde empieza el interés de la empresa o de la sociedad o dónde hay una respuesta mejor a los problemas. Nadie se cuestiona esto. Los cristianos tenemos la responsabilidad de demostrar que esta compañía experimentable existe en la historia, que este trabajo diferente empieza en la historia, porque hay hombres que trabajan con una idea de una misión que tienen a largo plazo.
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