Va al contenido

Huellas N.16, Abril 1989

ENTREVISTA

Economía: un trabajo creativo

Luis Rubalcaba

La economía penetra la vida diaria. Cada hombre es, consciente o no, el protagonista de su propia aventura económica, con una infinidad de necesidades a satisfacer y con unos recursos escasos a adquirir. El límite de los recursos depende del límite del hombre de comprenderlos y emplearlos. La aventura económica es así una aventura dramática y apasionante, siempre abierta, cuyo éxito final no puede ser previsto por ningún modelo.
Giuseppe Folloni, economista italiano, expone un concepto radicalmente nuevo de la actividad económica. Desde él juzga algunos de los temas fundamentales en economía.

NUEVA TIERRA: Vivimos en una sociedad en la que lo eco­nómico se encuentra en primera página. Se llega a afirmar que «la economía mueve al mundo», sin embargo, existe confusión sobre lo que la economía es. ¿Cuál es el verdadero concepto?
Giuseppe Folloni: La postura clásica considera la economía como un subconjunto de las accio­nes humanas. De esta manera la economía queda reducida a aque­lla parte del actuar humano co­nexa con la actividad del dinero, asignación, producción y distribu­ción de la renta y el deseo de ga­nancia o beneficio, el hombre ol­vida la conciencia de su propia realidad y la posibilidad del de­sarrollo de su creatividad para cambiarla. La economía actual está construida sobre una cultura del trabajo, que considera el trabajo como una mercancía, como un ob­jeto: en el fondo es una concep­ción del hombre como individuo. Las razones esenciales de lo que nosotros hemos llamado una economía auténtica, o simplemente una economía no reducida o no re­ductiva son esencialmente éstas: que la economía es una dimensión de toda acción del hombre, dimen­sión que subraya un aspecto carac­terístico del hombre: la tensión entre los deseos incolmables y el límite de la propia posibilidad. Conducido por este ímpetu, el hombre trabaja, actúa, crea. En to­das las acciones del hombre hay una relación con la realidad, que en cierras condiciones se puede llamar económica, porque la eco­nomía es el modo por el que el tra­bajo de los hombres se desarrolla en una red en la que se colabora, y es una manera de mirar la rea­lidad dándole un nombre.
Otra de estas razones esencia­les es que, a diferencia de los ani­males que también afrontan el problema de satisfacer sus necesi­dades con los escasos recursos de la naturaleza, el hombre tiene una relación no mecánica, no instinti­va con las propias necesidades y recursos. Toma conciencia de los recursos disponibles y de las nece­sidades existentes, preparándose para la búsqueda de nuevas solu­ciones; para el hombre, los recur­sos son dados y su escasez depen­de de los límites de la capacidad humana para comprender el posi­ble empleo: esto lleva al hombre a enfrentarse con la realidad de una manera creativa. La diferencia con los animales es que éstos no tienen conciencia de la relación que establecen. El trabajo del hombre es consciente de estar in­merso en una doble relación, en­tre él y su destino, trabaja porque aprende quién es, el hombre aprende a ser más hombre con el trabajo y en relación con los de­más hombres. El hombre en su trabajo está movido por una res­ponsabilidad, la que responde a la llamada suscitada por aquellos se­res que entran en su ámbito de re­laciones (familia, amigos, na­ción, ...).
El hombre, por tanto, percibe en sí unas necesidades, la satisfac­ción de éstas ('responsabilidad' «responder a ellas») conlleva siempre una necesidad posterior
más radical y, en último término, la necesidad de un significado. La actividad económica, el trabajo del hombre, se concibe así como una aventura económica, de la que el mismo hombre es el protagonista.
N.T.: Sin embargo, en nues­tra sociedad a esta aventura eco­nómica humana parece antepo­nerse una aventura económica inhumana, basada en el poder del éxito, el dinero fácil, la espe­culación,...
G.F.: Frente a esto, y lo aña­do a lo primero, hoy en día se piensa y se ve la economía como un «atajo» de tipo especulativo para alcanzar rápidamente la ri­queza, y así se piensa que sin el trabajo se puede alcanzar aquélla. Pero hay un proverbio que dice «no hay atajo sin trabajo». La idea que subyace de poseer la reali­dad comprán­dola es una ilu­sión. La reali­dad se posee porque se la co­noce y la mane­ra fundamental de conocerla es participar en ella a través del trabajo. De to­das las relacio­nes humanas, el trabajo es la fundamental.
Por ejem­plo, no se pue­de comprar el amor. El Evan­gelio dice que de qué le sir­ve al hombre poseer todo el mundo si se pierde a sí mismo. En El Principito de Saint-Exupery, el zorro dice que no existen mercaderes de amigos, la amistad no se puede comprar. Por otro lado, Keynes decía que una de las condiciones absoluta­mente necesarias de funciona­miento de todo sistema económi­co es la confianza: la confianza, o existe, y entonces si quieres com­prarla es porque dudas de su «ca­lidad», o no existe; por tanto o no se puede comprar o si la compras es porque resulta dudosa. Esto lle­va a una dependencia interesada, pero no es confianza. Todas las cosas que constituyen la vida huma­na (amor, confianza, ... ) no se pue­den comprar de una manera eco­nómica que no sea por la partición en la realidad, y a esto lo llama­mos trabajo, se llama «tú y yo que­remos hacer un camino juntos»; es la colaboración, que es la verdade­ra economía, lo demás es una des­viación especulativa de la misma. Pongo un ejemplo de colabora­ción: tres personas quieren hacer­se una casa cada una. Los técnicos les dicen que tardan tres años en construir una casa (3 personas x 3 años = 9 años, éste es el coste de la casa). Se plantean hacer una so­ciedad: el primer año construirán una casa (1 año x 3 personas = 1casa), y así cada año. Al final del tercer año estarán las tres casas, - con la diferencia de que al final del primer año, uno ya habita en su casa. El coste se reduce de nueve a tres. Colaborar se convierte tam­bién en eficiencia; y esta colabora­ción permite además la realización solidaria.
Este ejemplo se está dando en nuestros días en el modelo japo­nés, en contraposición con el ame­ricano. Éste sigue el lema de maxi­mizar el beneficio, en relaciones de competencia, conflictuales, y reduciendo costes: subyace aquí una antropología tremendamente individualista. El modelo japonés, por el contrario, se dio cuenta del cambio que se produce en los gus­tos, necesidades, niveles de renta de las personas; esto lleva a des­conocer qué es lo que la gente quiere: lo que hace falta es un sis­tema de información. Por tanto, el objetivo del modelo japonés es la supervivencia de la empresa a lar­go plazo en un mundo cambiante. La necesidad de información sig­nifica que no se pueden enfrentar conflictualmente con los otros porque éstos proporcionan la in­formación necesaria. En vez de estar en un mercado competitivo, se construye una red de relaciones. Este ejemplo esclarece que no es necesario ser utópicos, «cristia­nos», para comprender que la na­turaleza de la economía surge del trabajo como colaboración.
N.T.: No deja de ser llamati­va la referencia continua que ha­ces del trabajo como centro de toda la cuestión económica y so­cial. En las facultades de econo­mía, por ejemplo, el trabajo sue­le ser considerado como un mal y, desde luego, no es el centro de ninguna reflexión económica en el sentido que tú comentas.
G.F.: Antes he mencionado que hoy en día el trabajo se conci­be como una mercancía. También se reduce el trabajo a un mecanis­mo, a ser el apéndice de una má­quina, dotando a ésta de un prota­gonismo que corresponde en prin­cipio al hombre. Hay trabajos que no se reducen a la máquina. Cada vez se valora más el capital huma­no. Nosotros sostenemos que todo trabajo es creativo, cualquiera. Además, hay una responsabilidad en el hombre que considera su tra­bajo como no mecánico, responsa­bilidad que no aparece en aquél que trabaja mecánicamente, aun­ que objetiva­mente su trabajo no sea mecánico. Por otra par­te, hay personas cuyo interés por el trabajo se re­duce a ganar di­nero, a hacer curriculum y a poco más. Ha­bría que pregun­tarse hasta dón­de llega el inte­rés por el traba­jo. Esto tiene que ver con la creatividad en el trabajo, porque si queremos que el trabajo sea li­bre y creativo es necesario que el interés sea muy amplio, que coincida con la totalidad: es lo que llamamos gratuidad. Nosotros tenemos un lema, que lo decía Mounier: «Trabajar es hacer un hombre al mismo tiempo que una cosa».
N.T.: ¿ Podrías explicar qué relación entre economía y traba­jo se da en algunos de los prin­cipales problemas de hoy?
G.F.:
En relación con el paro, la movilidad del trabajo es lenta y depende de las políticas de traba­jo señaladas por los gobiernos. Pero el trabajo es algo que cambia con el hombre. Las viejas teorías que concebían el trabajo como un objeto ya no funcionan y es nece­sario buscar otras que expliquen el trabajo como acto del hombre. Es necesario poner al hombre en la capacidad de confrontarse con las informaciones y ofrecerle la posi­bilidad de ir formándose.
Respecto a la relación Estado­-sociedad, cada día van surgiendo necesidades nuevas, sobre todo, en el campo de los servicios que ade­más se satisfacen muy mal. El slo­gan es que los recursos disponibles para responder a estas necesidades deben ponerse a disposición de aquéllos que expresan esas necesi­dades, y así suscitar el trabajo crea­tivo del hombre; esto se llama principio de subsidiariedad.
Otro tema es el de las zonas atrasadas: el crecimiento de un área en desarrollo necesita la im­plicación de todos los sujetos, no sólo de los que son portadores del progreso tecnológico; se necesita capacidad creativa, empresarial, colaboracional.
N.T.: ¿Y nuestra responsabi­lidad ante todo esto?
G.F.:
Es necesario para el de­sarrollo mantener viva la idea de la compañía. Se dice que los cris­tianos deben hacer «bien» su pro­fesión. Esto no es suficiente. ¿Por qué? Primero, porque «lo hacen todos», y segundo, porque ningu­no lo hace en la práctica. Nadie se pregunta dónde empieza el inte­rés de la empresa o de la sociedad o dónde hay una respuesta mejor a los problemas. Nadie se cuestio­na esto. Los cristianos tenemos la responsabilidad de demostrar que esta compañía experimentable existe en la historia, que este tra­bajo diferente empieza en la his­toria, porque hay hombres que trabajan con una idea de una mi­sión que tienen a largo plazo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página