ROMANO GUARDINI
El Poder. Una interpretación teológica
Ed. CRISTIANDAD
Tomo I Madrid 1981
Guardini enseñó durante más de cuarenta años Katholische Weltanschauung («visión católica del mundo»), indicando la trayectoria por la que la fe cristiana puede desarrollarse integralmente, haciéndose concepción nueva y original de la realidad e iluminando así plenamente la condición humana en sus dramas y en sus esperanzas. En esta perspectiva se sitúa -junto a El ocaso de la Edad Moderna -esta pequeña obra, escrita en 1951.
El autor nos quiere presentar aquí algunas reflexiones fundamentales sobre la naturaleza del fenómeno del poder: «El poder -así empieza el libro- es un fenómeno específicamente humano. Puede hablarse de poder en sentido verdadero cuando se dan dos elementos: de un lado, energías reales, que pueden cambiar la realidad de las cosas, determinar sus estados y sus reciprocas relaciones; y, de otro, una conciencia que esté dentro de tales energías, una voluntad que les dé unos fines, una facultad que ponga en movimiento las fuerzas en dirección a estos fines. Todo esto presupone el espíritu, es decir, aquella realidad que se encuentra dentro del hombre y que es capaz de desligarse de los vínculos directos de la naturaleza y de disponer libremente sobre ésta».
Es precisamente en esta naturaleza del poder, como factor típicamente humano, donde radica el instrumento operativo de la civilización.
Sin embargo, la edad moderna ha intentado adueñarse del mundo partiendo de una cercanía, antes desconocida para la inteligencia y para la técnica, a la realidad. Lo que define la imagen de la existencia creada por ella es el poder sobre la naturaleza: por medio de la investigación, la planificación y la transformación técnica el hombre se apodera de las cosas de una forma cada vez más rápida. Así, la edad moderna ha creído sin más que todo aumento del poder técnico, basado en la ciencia, constituía un provecho; pero la seguridad de esta convicción se ha quebrantado. Ahora nosotros no pensamos ya que el aumento del poder equivalga a la elevación del valor de la vida. El poder se nos ha vuelto fundamentalmente problemático: en la conciencia de todos brota el sentimiento de que nuestra relación con el poder es falsa y de que incluso el creciente poder nos amenaza a nosotros mismos.
¿Cómo se ha dado este cambio? ¿Dónde está el error en el uso del poder? El mismo Guardini escribe: «El poder en la vida moderna del pensamiento se ha desarrollado en contra de lo trascendente. Este poder de autotrascendencia en un determinado momento ha fijado, no un último limite, sino que se ha fijado a si mismo como último limite. El poder, en el recorrido del pensamiento moderno, se ha desarrollado en contra de la trascendencia, fuera de los puntos de referencia fijados por la visión teológica cristiana. El rostro del hombre moderno es el de un hombre que, en el aumento progresivo y determinado del poder sobre si mismo y sobre la realidad natural e histórica, encuentra el camino para la auto-deificación. El concepto de Estado moderno, en cuanto realidad absoluta que se autojustifica a sí misma y que confiere dignidad al hombre, expresa de forma extremadamente significativa el punto culminante de toda parábola moderna».
Entonces, ¿sobre qué puede fundarse la dignidad y la libertad del hombre? He aquí la gran paradoja: sólo la dependencia de la trascendencia, del Misterio como constitutivo del valor del yo, libera a la persona. El hombre no puede no depender: o depende del flujo de las cosas, de las fuerzas que determinan la sociedad, es decir, del poder; o depende directamente del Misterio, de Dios. Y cuanto más es vivida la relación con Dios, tanto más el hombre juzga y usa todo con libertad.
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