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Huellas N.12, Julio/Agosto 1988

EDUCACIÓN

La educación como introducción en la realidad

Puntos claves para entender que es la educación

La opción entre la cultura que nace de la afirmación del hombre como medida de todas las cosas, el hombre que se pertenece a sí mis­mo y aquélla que nace del recono­cimiento en la realidad de un sig­nificado más grande, de Algo más grande que el propio hombre, se manifiesta de manera concreta en la escuela. Hoy el problema edu­cativo no es sólo ni esencialmente el problema de la LODE, la ley de reforma de la enseñanza, o de las subvenciones a las escuelas no es­tatales. Es, sobre todo, la alterna­tiva entre la educación reducida a instrucción, entendida como la ad­quisición de unas normas de com­portamiento y una profesionali­dad cuyo objetivo sería el éxito so­cial; y la educación como introduc­ción a la realidad, realidad total en todas sus dimensiones, que empu­ja al hombre a reconocer el pro­blema de su destino y cuyo objeti­vo es por tanto el hombre en su globalidad.
Pero, ¿qué significa la educa­ción como introducción en la rea­lidad?
Presentamos los puntos funda­mentales en que se basa esta ex­periencia educativa.

¿POR QUÉ LA REALIDAD?
La idea de educación está siem­pre ligada a la idea que se tiene de la realidad. Quien se reduce a una ideología, a un moralismo o a un activismo, afronta de forma par­cial la realidad porque no toma en consideración todos sus factores. Es en el encuentro verdadero del hombre con la realidad así consi­derada cuando surge en él una pre­gunta, una exigencia de plenitud, de felicidad. Afrontar la realidad es la condición para que el hom­bre descubra sus interrogantes más profundos. En el encuentro con la realidad, consigo mismo, con las cosas, descubre el hombre las exigencias originarias que le constituyen.
Educar desde esta experiencia de la realidad, implica que el edu­cador la viva en sí mismo. Ésta es una posición que se aprende a tra­vés de la experiencia. La educación no depende sólo de la disponibili­dad del que es educado, depende sobre todo de la verdad del educa­dor. Sólo si es verdaderamente au­téntica la relación del educador con la realidad, éste podrá enseñar un camino a los demás.
El problema educativo no son entonces los contenidos. Es la pos­tura humana y depende por tanto de la persona.

LA TRADICIÓN: HIPÓTESIS PARA EL PRESENTE
Para vivir la educación de esta manera es necesario recuperar una palabra en toda su profundidad: tradición.
¿Cómo hacer interesante el pa­trimonio histórico y no reducirlo a una materia de estudio aburrida? Haciendo que sea un material útil para interpretar el presente. El primer trabajo cultural del educa­dor es ofrecer la tradición como una hipótesis del presente que abre al futuro. Es la tradición en­tendida no de forma sentimental, tradicionalista o reaccionaria. Sólo en esta lealtad con el pasado la re­lación con la realidad no se reduce a pura reactividad.
El pensamiento es un juicio y el juicio nace de la comparación con una hipótesis. Si falta un pun­to de vista, no se piensa, se reac­ciona emotivamente.

LA AUTORIDAD: PROVOCACIÓN A LA LIBERTAD
Esta idea de autoridad es pre­cisamente la afirmación de que la educación no es una teoría, ni una técnica, ni un discurso, sino la ex­periencia en la que la persona, ante el impacto con la realidad, aprende a conocerse a sí misma y a toda la realidad.
Esto sólo es posible a través de la presencia de un educador, de la autoridad que reclama al joven a que se impacte con la realidad, pero teniendo en cuenta sus exigencias fundamentales y no par­tiendo de razonamientos de tipo reactivo. Autoridad es aquél que apunta a las exigencias del joven, quien le recuerda sus exigencias constitutivas de forma que impac­tado por la realidad es capaz de comprender el sentido de las co­sas. Por tanto, él no explica cómo están las cosas, sino que lleva la li­bertad del joven hasta el límite, le introduce en la aventura del cono­cimiento de sí mismo, pero no en función de un análisis sino en fun­ción de una experiencia.
Si eludimos la postura de auto­ridad como reclamo a las exigencias del joven que le capacita para afrontar la realidad sólo nos que­da la imposición de una ideología o la ausencia total de cualquier punto de referencia, abandonán­dole a su propia reacción. La ideología es una idea pre­concebida de la realidad y por lo tanto es violenta.
Lo único que no es violento, preconcebido, es dejar al hombre libre. Pero el hombre es verdade­ramente libre cuando compara todo lo que le sucede con sus exi­gencias fundamentales.
La tarea del educador consiste en empujar al joven a encontrarse con la realidad y hacer consciente en él la exigencia de una respues­ta. La experiencia no es mandar hacer sino ayudarles a compararse con lo que les sucede; de esta ma­nera les hacemos reflexionar so­bre todo lo que les sucede.

LA EXPERIENCIA EDUCATIVA: VERIFICACIÓN DE UNA HIPÓTESIS
Un educador es verdadero no por lo que opina sino por lo que está experimentando como verda­dero. La verdad del educador es una certeza que se propone al alumno como hipótesis, y, mien­tras para él es certeza, para el alumno es hipótesis.
La violencia educativa aparece cuando esta hipótesis no se con­vierte en certeza. Hay quien dice que para respetar la libertad del joven no hay que darle certezas; pero el verdadero hecho educativo es que lo que es certeza para el educador se convierta en hipótesis para el alumno.
Entonces, ¿qué significa hipó­tesis?
La compañía que el alumno acepta del educador solamente es válida si la libertad del joven se pone en juego, si la energía con la que vive la relación con la realidad se compara con la hipótesis dada. Por el contrario, sin la libertad del joven, la certeza del educador no se convierte en hipótesis, no se produce experiencia educativa. La hipótesis inicial empieza a ser cer­teza para el alumno en la verifica­ción: siendo hipótesis y certeza al mismo tiempo.
La hipótesis se va convirtiendo en certeza para el alumno si se van respetando todos sus tiempos, sus modos, que no son los nuestros, los que nosotros hemos prefijado. Y es aquí donde el misterio de la persona adquiere toda su plenitud, porque si la persona no es conce­bida como un misterio es imposi­ble esta educación.
Esta concepción educativa sólo es posible si se entiende al hom­bre como misterio y se tiene una atención distinta y un respeto a la trama de la libertad que se juega en el interior de la persona.
Para el educador no es previsi­ble la respuesta del otro desde su libertad y de esta manera el pro­yecto se convierte en un riesgo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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