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Huellas N.02, Febrero 2023

PRIMER PLANO

Mi maestro

Joseph Zohrer

La filosofía de Jaspers, las dudas de fe y aquellas clases del profesor Ratzinger. Su alumno y ayudante en Ratisbona, Joseph Zohrer, describe la libertad y la apertura de una relación que nunca se interrumpió

Mi primer contacto con el profesor Joseph Ratzinger tuvo lugar en un momento en que muchas cosas estaban evolucionando en la Iglesia después del Concilio Vaticano II y la sociedad se agitaba por las protestas estudiantiles de 1968. En general, sobre todo en las facultades teológicas, se respiraba un clima de optimismo que ponía radicalmente en discusión lo que hasta entonces había sido válido y prometía una nueva primavera para la Iglesia.
Yo mismo entré en una crisis de fe poco después de empezar mis estudios teológicos. Descubrí un primer punto de apoyo en la filosofía de Karl Jaspers, que encontré por casualidad y que me fascinó por la apertura radical con que afrontaba las grandes cuestiones del ser humano. Pero me parecía problemático que Jaspers se acercara a una fe probablemente filosófica, excluyendo radicalmente la posibilidad de la revelación y de la encarnación de Dios. Sus argumentaciones me parecían plausibles, pero al mismo tiempo me daba cuenta de que me alejarían de la fe de la Iglesia.
En esa época, uno de mis hermanos me regaló la Introducción al cristianismo de Joseph Ratzinger, que me cautivó enseguida porque era como si allí respirara un espíritu abierto, parecido al que había encontrado en Jaspers. Me daba la impresión de que Ratzinger no eludía las cuestiones centrales de la vida humana y no se conformaba con respuestas de aroma moderno. Ese también fue el motivo por el que decidí continuar mis estudios en la Universidad de Ratisbona, donde Ratzinger daba clase entonces.
Todavía recuerdo nítidamente la emoción con que esperaba mi primer encuentro con el teólogo, que entonces ya era famoso en todo el mundo, y me impactó su sencillez y su interés por conocer mi itinerario, cómo escuchó mis preocupaciones. Me animó a tomar en serio mis preguntas y a ir más a fondo en la filosofía de Jaspers para entender mejor sus presupuestos y sus aspectos centrales.
Esta primera impresión de estar ante un hombre normal enseguida se vio confirmada y profundizada, sobre todo durante el periodo en que fui su ayudante de investigación, desde los trayectos juntos en coche hasta la edición de sus textos para su publicación. Como Ratzinger no tenía coche y su casa me pillaba de camino a la universidad, muchas veces pasaba a recogerlo con mi viejo Renault 4. Hablábamos de las cosas que nos pasaban y nos contábamos anécdotas de la vida cotidiana. Tenía un sentido del humor muy fino, a menudo irónico, así que también nos reímos mucho juntos. Una vez nos quedamos sin batería y se bajó del coche para ayudarme a empujar.
Si tenía preguntas personales, sabía que podía dirigirme a él. Siempre me escuchó atentamente y con gran sensibilidad, y sus respuestas eran breves y concisas. Luego acompañó mi camino y el de mi familia a distancia, pero con gran interés. Tal vez esta unidad entre una genialidad excepcional, una fe profunda y una humanidad sencilla fuera lo que hacía que su persona resultara tan extraordinaria.
En el círculo de doctorandos de Ratzinger, al que seguí perteneciendo después de mi examen final, estaban representadas orientaciones teológicas muy diversas. Pero nuestro maestro nos daba a cada uno el espacio necesario para encontrar nuestro propio camino. Siempre respetó nuestra libertad, pero siempre nos acompañaba con preguntas críticas y prestando mucha atención al rigor científico. Una vez escribió que Dios nos acompañaría mediante una “cuerda larga”. Esa es exactamente la manera como viví mi época de estudio e investigación. Rara vez salía de su boca una palabra de reproche personal, nos daba todo el tiempo necesario para crecer, aunque luego algunos tomaron caminos completamente distintos. Pero también procuraba mantener vivo el vínculo con ellos. Le preocupaban especialmente los estudiantes procedentes de países extraeuropeos, a los que animaba a confrontarse con su cultura de origen y explorar a partir de ahí la novedad de la fe cristiana.

Era en sus clases donde el pensamiento de Ratzinger salía a flote con más claridad. Para mí fue una gran experiencia de la que aprendí mucho. Partiendo de las preguntas del momento presente, nos acompañaba en el itinerario de la lógica interna de la fe, mostrándonos su capacidad para responder a todas las preguntas que habíamos planteado antes. Su claridad metódica y su apertura a la realidad entera, junto a su respeto por la libertad de cada uno, también caracterizaban la atmósfera de los seminarios que se celebraban una vez al mes y que siempre empezaban con la santa misa. Todo aquello me dio una gran certeza para afrontar la vida y siempre he intentado salir al encuentro de mis alumnos de la misma manera. En este sentido, el papa Benedicto era muy parecido a don Giussani, aunque tenían un temperamento distinto.
Tras su nombramiento como arzobispo de Múnich y Frisinga, nuestro maestro siguió manteniendo sus encuentros anuales sobre temas de actualidad, en los que participaban como ponentes importantes expertos de varios sectores, además de sus antiguos alumnos. Era su expreso deseo que el Schuelerkreis (el círculo de antiguos alumnos) continuara también después de su elección como sucesor de Pedro. Hasta su renuncia, participó activamente en los encuentros anuales en Castelgandolfo, donde nos podíamos volver a encontrar con el Papa como aquel “profesor” que escuchaba atentamente a los ponentes, moderaba el debate posterior y resumía y valoraba los resultados de una forma impresionante. Daba la sensación de que esa atmósfera académica tan abierta, donde no todas las palabras se hacían públicas, le venía bien.
La impresión que conservaré siempre del papa emérito Benedicto es la de un gran testigo de la fe que iba mucho más adelantado que nosotros tanto en términos teológicos como humanos. Le sigo estando muy agradecido por la cercanía y la evidente confianza que puso en mí durante todos estos años, y también en mi mujer, Gisela, que gracias a él pudo hacer la traducción del libro-entrevista Informe sobre la fe.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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