El día 7 de noviembre de 2010 fue el día más importante de la historia de la Sagrada Familia, desde la colocación de la primera piedra. El Santo Padre Benedicto XVI dedicaba el templo y le concedía el título de Basílica. Benedicto XVI aceptó la invitación que le hizo el cardenal arzobispo de Barcelona Lluís Martínez Sistach. Para la Basílica de la Sagrada Familia fue un honor que el Papa presidiera la misa de dedicación. Y seguro que también lo fue para Antoni Gaudí.
La fotografía del Santo Padre abriendo la puerta principal de entrada a la Basílica que contiene el texto del Padrenuestro ha dado la vuelta al mundo. Después de abrir la puerta, Benedicto XVI entra en la iglesia y contempla el “bosque” que Gaudí proyectó y que se construyó con el esfuerzo de muchas personas. A continuación, avanza por el pasillo central hasta el presbiterio. Se sienta a la sede y recuerdo cómo, antes de dirigirse a la asamblea, está unos segundos mirando arriba, contemplando como boquiabierto, sobrecogido, los árboles y las bóvedas luminosas de color que Gaudí proyectó. Este momento y la expresión de su cara me han quedado grabados para siempre. Después, en la homilía, dijo de la Sagrada Familia que era una «admirable suma de técnica, de arte y de fe» y «un milagro arquitectónico».
La misa de dedicación tuvo una liturgia exquisita –con una gran participación del pueblo–, en todo momento acompañada por la música del órgano que se estrenaba, por los cánticos de seiscientos cantores situados en el coro elevado y de los seis mil fieles. Me acordé de las palabras de Gaudí: «En la misa hay el diálogo entre el oficiante y el coro, entre el sacerdote y el pueblo; las actitudes y los movimientos son justos; las salutaciones, impetraciones y bendiciones, y las homilías del obispo sentado en el faldistorio llegan a la máxima belleza plástica».
El Santo Padre dijo que Gaudí «hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres».
Al final de la misa, Benedicto XVI salió al exterior delante de la fachada del Nacimiento para rezar el Ángelus con los fieles que habían seguido la misa desde el exterior (unos 50.000). Una expresión alegre llenó su cara y la contagió a todos los que ahí estaban. Expresó su enorme gozo por haber dedicado la Sagrada Familia y allí, delante la fachada, declaró que «Gaudí, con su obra, pretendía llevar el Evangelio a todo el pueblo».
En la Sagrada Familia estamos muy agradecidos al Santo Padre Benedicto XVI por presidir la misa de dedicación, por sus palabras durante la misa y en el Ángelus y por observar, valorar y explicar la arquitectura de Gaudí. Quiero terminar con otras palabras del Pontífice aquel día: «Gaudí, abriendo así su espíritu a Dios, ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma».
¡Lo recordaremos siempre!
*Arquitecto director de la Basílica de la Sagrada Familia
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