NACIMIENTO DE «ATLÁNTIDA»
La idea de crear una asociación cultural nació hace aproximadamente un año, cuando un grupo de amigos universitarios que seguíamos diariamente las movilizaciones estudiantiles, sentimos en que realidad los estudiantes estaban siendo instrumentalizados; que los juicios que se emitían no eran justos porque censuraban aspectos de la persona y porque, en general, no se iba al fondo del problema. Nos sorprendió el darnos cuenta de que la amistad que estábamos viviendo nos permitía ver la vida desde un punto de vista más unitario y que nacían en nosotros juicios sobre todo lo que nos rodeaba de un modo espontáneo, así como una necesidad de expresarlos públicamente.
Después de las Navidades del año pasado, al acercarse los exámenes de febrero, la universidad se desinfló; aquella idea nuestra que parecía olvidada volvió a surgir de nuevo, quizás con matices diversos: no se trataba tan sólo de emitir unos determinados juicios sino de proponer, de la forma más clara posible, el modo de vivir la Universidad que estábamos encontrando.
Recuerdo el día en que pusimos nombre a la asociación; se barajaron algunas posibilidades, pero al final optamos por un nombre que ya pertenecía a nuestra historia: «Atlántida». Me pareció significativo porque no construíamos nada extraño a nosotros, sino que legalizábamos una situación, dábamos un paso más en el camino que estábamos recorriendo.
Guiomar Ruiz (estudiante de Físicas): «Cuando se nos propuso por primera vez la posibilidad de la Asociación Cultural, comprendí que realmente era algo urgente, una forma de encauzar un entusiasmo que había surgido como promesa por lo que habíamos empezado a vivir el año pasado. En mi había surgido una pasión, un gusto frente a lo que nos tocaba vivir, gusto que tenía su raíz en que comenzábamos a vivir la historia del Movimiento, y esto nos hacía implicarnos en toda circunstancia que nos atañía. Por eso se hizo evidente que toda esperanza de novedad en la universidad venía por ahí, por la comunión y la vida de un grupo insignificante de personas. Así, la asociación no representaba algo totalmente nuevo sino quizás la forma de encauzar esto, y de que esta vida pudiese ser puesta real e incluso más concreta a todos».
ENCUENTRO CON «CATTOLICI POPOLARI»: MESAS DE ORIENTACIÓN
Sabíamos por qué creábamos Atlántida, es decir, sabíamos que la vida que vivíamos, la experiencia que realizábamos en el Movimiento debía concretarse en el ambiente donde estábamos y ser respuesta real a los problemas específicos de la Universidad y para esto, nos parecía adecuado una asociación cultural; sin embargo, existía en nosotros un cierto temor. Este miedo fue vencido cuando tres universitarios (Guiomar Ruiz, Javier Ortega y Ramón R. Pons) estuvieron el septiembre pasado unos días en Milán. Coincidía con el comienzo de curso de la facultad de Economía. La esperanza que percibieron en la actuación de «Cattolici Popolari» convirtió el temor inicial en iniciativa y nosotros, viendo su alegría, no pudimos más que seguirles y adherirnos a lo que proponían.
Javier Corona (estudiante de Físicas): «La idea de crear un instrumento que nos permitiera una presencia estable en la Universidad no me pilló por sorpresa. Todos sabíamos que lo importante no era "hacer algo"; pero creo que precisamente el no querer equivocarnos "haciendo algo" que no surgiera realmente de la necesidad de expresar una vida, y la falta de personas que se decidieran a dar este paso y tomar la responsabilidad, provocaron que durante cierto tiempo hubiera entre nosotros madurez, deseos y energías suficientes para comenzar esa presencia estable pero también una gran incapacidad para concretarla.
La decisión surgió por fin, y la idea fue lanzada. La recogimos con timidez, cierto entusiasmo y bastante miedo. Miedo porque intuimos que podía complicar bastante nuestra vida y porque sabíamos que podía ser por fin el principio de una gran aventura. Pero toda- vía era algo un poco raro, "se había pensado", "se había planteado" ...
Se hizo personal, mío y de otros muchos, cuando personas concretas tomaron la iniciativa de proponer a todos un primer gesto: el de las «Mesas de Orientación». Recuerdo el día en que lo propusieron. Fue una provocación colectiva que para mí ejemplifica muy bien lo que es provocación y seguimiento, la pedagogía del Movimiento».
La experiencia de las «Mesas de Orientación», fue realmente -excepcional; para muchos fue el verdadero nacimiento de «Atlántida». Se trataba de nuestro primer gesto público como Asociación. Decano, profesores, compañeros ... era raro que alguien dejase de vernos; sabíamos que algunos nos encasillarían en sus esquemas, que otros nos tomarían por altruistas y que desconcertaríamos a muchos. Pasado el miedo inicial, que estos hechos, junto con la timidez, hicieron nacer en algunos de nosotros, se fue poco a poco clarificando qué «Atlántida» queríamos construir.
Gema Piñero (estudiante de "Teleco"): «Cuando decidimos montar las «Mesas de Orientación» de principio de curso, vi claramente que «Atlántida» era el lugar adecuado para situar esta iniciativa, porque naciendo de la vida del Movimiento, era preciso que tomase una forma adecuada a las condiciones complejas del ámbito universitario, no bastando el que pusiéramos nuestros nombres únicamente (aunque fuese una responsabilidad nuestra) como si fuéramos unas personas majas que "pierden su tiempo" ayudando a los demás. Por tanto, «Atlántida» era perfecto, porque era un lugar encontrable y concreto para todo el mundo que conocimos haciendo esto.
(...) Vi que la Asociación tiene como dos leyes fundamentales: las iniciativas tienen que partir de las necesidades concretas de la gente que vive con nosotros en la Escuela o Facultad cotidianamente; y las iniciativas no sirven de nada si no es para proponer a Cristo, que es realmente la respuesta a las exigencias más profundas de mí misma, y de todas las personas a las que podamos encontrar».
SOLUCIONES CONCRETAS A PROBLEMAS CONCRETOS
Tras esta primera iniciativa han surgido muchas otras, así en Físicas, Minas, «Teleco» y Veterinaria nació la idea de ayudar a los alumnos de primero con las asignaturas más difíciles.
Esta iniciativa que el año pasado ya empezó en Físicas y «Teleco» ha tenido este año una propuesta mucho más clara:
Javier Serrano (estudiante de "Minas"): «Hubo un momento en que vimos la necesidad de comunicar con claridad nuestra experiencia; al final de una clase les dijimos que nosotros no dábamos clase por altruismo, ni porque fuésemos unos filántropos, sino porque el cristianismo es algo que tiene que ver con nuestras vidas. Ha dejado de ser un ideal que puedes tener colgado en la pared y no te sirve para nada y se ha convertido en un rostro concreto que se hace presente en nosotros».
Otro momento importante han sido y están siendo las elecciones universitarias; sabemos que el cambio de la Universidad no va a venir de un cambio de estructuras y, sin embargo, intuímos que es importante nuestra presencia; quizás, el slogan que ha presidido alguna de nuestras candidaturas explique esto: «No nos interesa el Poder, nos interesa poder». Nos interesa poder expresar lo que somos, crear un espacio de libertad donde esto sea posible y también ofrecer esta novedad a aquellos que forman la Junta de Facultad; por esto no nos interesa el Poder por el Poder.
Magdalena Lapuerta (estudiante de Geografía e Historia): «Cuando nos presentábamos a la Junta de Facultad sabíamos que eso no iba a cambiar la Universidad; podríamos mejorar instalaciones, cosa también dudosa, pero no el individualismo de los estudiantes ni la apatía de los profesores. Aún así, sabíamos que como cualquier otro instrumento no podía ser despreciado.
Teníamos algo diferente que ofrecer, no era un fraude, porque nosotros ya estábamos viviendo la universidad de una forma distinta. Nuestro fin no eran las elecciones: saliéramos o no, íbamos a trabajar igual para crear una universidad más humana; pero, a la vez, nos decepcionaba muchísimo el darnos cuenta de lo abstractos que quedaban nuestros juicios -por muy justos que fueran-, los problemas concretos y específicos que había que resolver eran algo todavía ajeno a nosotros. Por eso estas elecciones me han servido para comprometerme aún más con los problemas concretos que me rodean. Hablando con la gente en estas elecciones he visto cada vez más claro cómo una ideología, por muy perfecta y práctica que sea, no puede dar sentido ni cambiar a la persona... Mi pregunta siempre era la misma: imagínate que mañana todo esto quedara solucionado. Tú, ¿ibas a ser más feliz?, ¿se acabaría así la apatía general que nos rodea? Viéndoles, comprendí que lo mejor de mí, lo máximo que puedo ofrecer a cualquiera es el Ideal que he encontrado».
El éxito de las elecciones desde el punto de vista de la Asociación ha sido bastante heterogéneo: en algunas facultades como Economía de la Autónoma, Físicas, o «Teleco», ha sido inmejorable; en otras como es el caso de Historia o Pedagogía, no ha sido elegido ni un solo representante. Si algo me ha quedado claro al ver la implicación personal que tanto unos como otros han tomado en la Universidad, es que no es el éxito numérico el que nos determina, aunque como es natural nos duele no tenerlo. Esto y otras muchas cosas que aceptábamos desde un punto de vista intelectual han sido este año mucho más evidentes porque han pasado a formar parte de nuestra experiencia.
«ATLÁNTIDA» COMO EXPERIENCIA DE VIDA COTIDIANA
He estado contando un poco por encima las «grandes» iniciativas de este trimestre; muy probablemente no sean las más significativas, ya que «Atlántida» no es una suma de actuaciones sino una vida continua. Así, el verdadero cambio es la convivencia cotidiana, los juicios diarios de lo que nos rodea, del periódico que leemos o de lo que ha dicho el profesor por la mañana.
Javier Corona: «El fin de la Asociación es construir un lugar donde se pueda vivir la universidad en su totalidad, la vida universitaria de forma humana, plena para la persona. En primer lugar para nosotros y también para ofrecerlo a los demás. El fin mismo hace inútil plantear su actuación, implantación, crecimiento, etc., como un quehacer, ni llevarlo a cabo según una estrategia. Sólo está de acuerdo con su fin hacerla partir de una vida. Debe ser una vida que se manifiesta y se ofrece, si no, no puede dar ese algo más, esa acogida a la persona. Sería una asociación más».
Leticia Prieto (estudiante de Pedagogía): «Una compañera me preguntó qué era lo que me ocurría, que de dónde nacía esa energía que me permitía afrontar todo lo que me rodeaba, las clases, los estudios, las elecciones... ; yo la invité a participar en «Atlántida» y le expliqué cómo nuestra Asociación Cultural había nacido precisamente para vivir esta Universidad de un modo diferente siendo nosotros los propios protagonistas. El cambio de la Universidad empezaba ya, en el presente, desde el momento en que uno se adhería a la experiencia de amistad que yo le estaba ofreciendo».
César Sanz (estudiante de Derecho en la Autonoma): «"Atlántida" me vino como anillo al dedo. Yo necesitaba un medio que me ayudase a que el ser yo mismo dejase de ser un deseo y pasase a ser realidad. Desde que yo me comprometí seriamente en esta aventura nada me es indiferente, al fin y al cabo lo que se juega es mi vida. Todo lo que antes no se suscitaba nada, ahora ya no sólo me suscita sino que es una ocasión para proponer lo que soy. Si algo tengo claro es que sólo dentro de una compañía es donde uno puede cambiar y así me ha pasado en Comunión y Liberación. Por eso propongo la Asociación porque sólo en una compañía de gente puede surgir una universidad verdaderamente humana como la que yo busco».
Quiero terminar el artículo con dos intervenciones íntimamente relacionadas.
La primera: que el modo de lograr un verdadero diálogo con otros grupos de la Universidad no es ceder en una serie de campos, crear un mínimo común a todos o pasar por encima de los puntos de máxima controversia, sino llegar al fondo, profundizar en nuestra propia experiencia.
Guiomar Ruiz: «Nosotros queríamos construir "Atlántida" con personas que tuviesen unas inquietudes por la Universidad como las nuestras, pero nos preocupaba cómo proponer algo con gente que no compartía nuestros juicios y además, temíamos que "Atlántida" se quedase simplemente en una preocupación por la universidad, sus problemas, olvidando la fuente de la que nacía. En el momento en que hemos sido conscientes que realmente, en el fondo, la experiencia de "Atlántida" es la experiencia del Movimiento como respuesta concreta en la universidad, este problema ha desaparecido y «Atlántida» ha empezado a ser más vital también para la gente que encontramos».
La segunda idea se expresa muy bien en una intervención de Clara Fontana que recoge Magdalena: «Tras hablar con el decano comprendí que "Atlántida" en sí no era nada. Se trataba de una ayuda legal que nos facilitaba el poder expresarnos con mayor libertad, pero como es natural, había que tener algo que decir. Al irnos recuerdo que Clara dijo: "¿Os dais cuenta del reto que esto supone para cada uno de nosotros? «Atlántida» va a desvelar si hay o no una vida entre nosotros, pues si previamente no «somos» y no tenemos nada que proponer la Asociación acabará siendo una carga para nosotros"».
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