Cuba, Chile, Nicaragua, Paraguay, Méjico: son algunos de los hombres que reclaman nuestra atención cuando se trata de hablar de limitaciones y a veces de clara represión de la libertad religiosa en América Latina. Naciendo de ideologías opuestas (marxismo, seguridad nacional), generan, sin embargo, regímenes similares, donde el hombre no puede ser tal, porque se niega su libertad. La lucha contra la religión es consecuencia o por lo menos acompaña a la lucha contra el hombre: prueba significativa de que la promoción religiosa auténtica implica la promoción del hombre.
En Cuba, el ateísmo es oficial, a pesar de que la Constitución de 1976 asegura la libertad religiosa. En los últimos años, el régimen ha dado signos de apertura, culminados en el encuentro eclesial cubano de febrero de 1986, una especie de sínodo de todas las fuerzas católicas de la isla. Esto ocurre naturalmente, después de que el sistema ha destruido todo el tejido eclesial y expulsado, encarcelado o fusilado a los dirigentes eclesiales durante el primer período de la revolución. En cualquier caso, ahora parece que de nuevo las esperanzas se están enfriando, pues los católicos siguen siendo objeto de discriminación y la Iglesia ve reducida su acción al interior de las sacristías.
En Nicaragua, la intención de los sandinistas ha sido la de dividir a la Iglesia, para demostrar a la opinión pública internacional que la religión goza no sólo de toda libertad, sino que incluso hay una «Iglesia» de parte de la revolución. ¿En qué otro país hay sacerdotes en el gobierno como aquí? Las formas de persecución de la Iglesia, son de todos conocidas a pesar de todo: expulsión de sacerdotes, clausura de medios de comunicación, prisión para numerosos laicos católicos... En el clima de distensión que generaron los acuerdos de Esquipulas, muchas medidas han sido suspendidas. El futuro está por ver.
Por su parte, Pinochet en Chile, y el general Stroessner en Paraguay, combaten a la Iglesia que se ha puesto de parte del hombre y reclama la libertad para el pueblo, la excarcelación de los prisioneros políticos, la justicia para los acusados, la solidaridad con los pobres. Calumnias, daños a edificios de la comunidad cristiana, prisión, expulsión de sacerdotes, son los medios de represión del régimen.
En realidad, la Iglesia sufre en América Latina un poco por todas partes, siempre que trata de expresar las implicaciones sociales de su propuesta: dieciséis sacerdotes muertos en Guatemala del 79 al 84, siete en Colombia sólo en el curso del pasado año, dos en Brasil, etc. Por no hablar de los centenares de laicos que han dado su vida por su fe, y en el ejercicio de la justicia.
Por último hay que nombrar a Méjico, que cuenta con una constitución claramente lesiva para los derechos de los creyentes. En un país donde la Iglesia es la única institución con autoridad moral frente al pueblo, los cristianos no tienen derechos a la evangelización pública, y las penas contra los sacerdotes que «hablan de política» son desproporcionadas.
Mientras la Iglesia católica y las Iglesias protestantes históricas son perseguidas y obstaculizadas en su acción, gozan de gran apoyo por el contrario, las sectas fundamentalistas, que en numerosas ocasiones están implicadas en el poder político y económico. Está claro que su religiosidad espiritualista y lejana de la vida real se convierte en un cómodo soporte de los juegos de interés de los poderosos.
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