La libertad religiosa, el tema de la XXI Jornada Mundial de la Paz
Una mirada panorámica sobre el mundo es desconsoladora: en todos los continentes, regímenes, estados, en distintas sociedades se atropellan los derechos de la religión. En Occidente -se afirma- la libertad religiosa es total; en efecto: jurídicamente está garantizada; sin embargo, la mentalidad dominante y una práctica apoyada por el Poder se oponen radicalmente a ella. En el Este, los derechos humanos fundamentales son menospreciados.
Presentamos algunas contribuciones fundamentales al tema de la libertad religiosa: una del teólogo ortodoxo Olivier Clément; otra del filósofo italiano Augusto del Noce -ambas publicadas en la revista «Litterae Communionis» (nº 12 diciembre 1987) así como las líneas maestras del mensaje de Juan Pablo II para la XXI Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 1988) y, por último, un análisis de la situación de los derechos humanos y la paz en los países del Este.
El tema de este año nace de una triple consideración: ante todo la libertad religiosa en cuanto exigencia ineludible de la dignidad de cada nombre y elemento esencial de la pacífica convivencia; en segundo lugar, la violación de la libertad religiosa y de los derechos fundamentales de la persona en muchas partes del mundo constituye una hipoteca negativa para la paz; y por último, el convencimiento -puesto de manifiesto sobre todo en el encuentro de oración del 27 de octubre de 1986, en Asís, entre los representantes de las principales comunidades religiosas del mundo- de que «la paz es un don de lo alto», que hay que implorar y hacer fructificar.
Mensaje de Juan Pablo II para la XXI Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 1988)
La libertad religiosa, condición para la pacífica convivencia.
1.- La libertad de la persona humana es aquella capacidad que ella ha recibido del Creador para buscar la verdad con inteligencia y para seguir con el corazón el bien al que naturalmente aspira.
2.- Es cierto que la mayor parte de los ordenamientos civiles reconocen los principios de la dignidad y de la libertad de la persona; sin embargo el derecho a la libertad religiosa frecuentemente no es entendido ni suficientemente respetado.
3.- La libertad religiosa, al incidir en la esfera más íntima del espíritu, fundamenta la razón de ser de las restantes libertades, y su auténtica profesión lleva al hombre a encontrarse plenamente con su hermanos en el empeño por construir una sociedad más justa y humana.
4.- Hoy, más que nunca, el mundo mira a las religiones con particular expectación en lo que concierne a la paz; a este propósito el
hombre religioso tiene una precisa y grave responsabilidad de actuar en favor de ella, ante todo en una continua conversión de corazón.
5.- El compromiso de los cristianos es el de empeñarse con todas sus fuerzas en vivir el «mandamiento nuevo», dejándose iluminar por la paz que les ha sido donada, y a la vez, haciéndola irradiar en el mundo. «En esto -dice el Señor- conocerán que sois mis discípulos» (Jn 13,35 ).
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