A raíz de una nueva experiencia de nuestros amigos del «Centro de Medio Oriente» en Egipto.
A-shsharika wattahriir: así suena, más o menos, la traducción árabe de Comunión y Liberación. A-shsharika wattajriir no es, sin embargo, un mero juego lingüístico: en estas dos palabras se expresan plenamente cuatro semanas de presencia en Egipto (en el corazón del Islam) de un grupo de jóvenes del movimiento durante parte de los meses de Agosto y Septiembre. Veamos por qué.
La relación entre el movimiento y Egipto nace en el verano de 1985: cinco estudiantes españoles del movimiento Nueva Tierra, guiados por el joven obispo Javier Martínez, salimos hacia El Cairo. Ninguno teníamos un proyecto preciso, pero existe en todos un gran deseo: sólo Monseñor Javier conocía y amaba, por sus estudios, la Iglesia copta y su difícil situación desde los primeros siglos. Desde el principio proponíamos la alegría de nuestra experiencia comunitaria: las cuatro semanas que transcurrieron en tierra africana fueron riquísimas en encuentros. Pocas semanas después de la vuelta a Madrid sucedió algo nuevo que incidirá profundamente en esta experiencia: los movimientos Nueva Tierra y Comunión y Liberación que llevaban tiempo encontrándose se reconocieron en «un solo corazón y una sola alma» y decidieron avanzar unidos por un solo camino.
Al año siguiente, en 1986, con los españoles que van a Egipto, fueron dos universitarios de Bolonia. Una vez más las experiencias y los encuentros fueron abundantes (entre ellos Raquel, estudiante española que encontramos por casualidad en Alejandría y hoy está con nosotros) creciendo el deseo de continuar de un modo estable este trabajo.
En Noviembre de 1986, Monseñor Martínez habla en el «Meeting del Mediterráneo» de «fe cristiana y modernidad en España». En Catania conoce a la gente del Meeting y la iniciativa catanesa: la propuesta de diálogo entre las tres grandes religiones de Abraham (judaísmo, cristianismo e Islam) presentes en el Mediterráneo. El joven y dinámico obispo auxiliar de Madrid intuye la posibilidad de abrir horizontes para la misión en Egipto. Así propone a la comunidad de Catania compartir la responsabilidad de esta tarea: la invitación se acogió con entusiasmo. En Junio de 1987, en Madrid, cataneses y españoles se encuentran para proyectar en común la tercera aventura africana.
A continuación comienza la crónica de cada un mes de intensísima vida. De Madrid parten, a mediados de Agosto, once españoles. Entre ellos algunos son «veteranos de Egipto», otros son recientes en el movimiento. Dos son los italianos: entre ellos el Padre carmelita Roberto. Esperando a todos está Mark Danner, un americano que estudiará durante un año árabe en El Cairo. Toda esta compañía internacional se hospeda en el colegio La Salle, que nos abre sus puertas por tercera vez. Ni siquiera nos da tiempo a deshacer las mochilas o pararnos a comentar el rápido y babilónico tráfico cairota: los encuentros urgen.
La primera mañana, el 18, visitamos el viejo Cairo: primero, la iglesia de San Jorge, donde las monjas no nos pueden decir el número de vidas consagradas para evitar problemas con el gobierno. Después la iglesia de San Sergio, en cuya cripta se venera el lugar donde según la tradición permaneció la Sagrada Familia durante su huída a Egipto: lugar e historia que nos llevan a los albores del cristianismo. Es nuestro primer contacto con la Iglesia nacional egipcia. Tras una comida rápida, nos encontramos con las hermanas del Sagrado Corazón en el barrio de Heliópolis. Ellas han sido punto de referencia concreta para nuestra presencia en Egipto. De nuevo, nos sorprenden por la acogida y por el trabajo que realizan.
Egipto comienza a mostrarnos los dos aspectos de su rostro cristiano: por un lado, la antigua tradición de la Iglesia copta cuyos orígenes se remontan a los apóstoles. Por otro lado, la presencia más reciente de congregaciones religiosas, fecundas en escuelas y otras instituciones por medio de las cuales se acompaña a un catolicismo asediado por la escisión y la fe islámica.
Poco a poco vamos descubriendo el Egipto de las postales y de los libros de historia: la visita a Giza, el museo Nacional Egipcio, las pirámides, la Esfinge, la máscara de Tuttankamon, ... Todo ello nos deja el sentimiento de una asombrosa y misteriosa grandeza
(quizá no exenta de crueldad), ante el desmesurado esfuerzo del Antiguo Egipto por vencer el tiempo y la muerte.
La vida, sin embargo, transcurre veloz en El Cairo; nuestro tiempo está jalonado de encuentros: los días 20 y 21 son fechas importantes. Primero el encuentro con Amín Fahim, presidente de la Asociación del Alto Egitpo, y Safvat Sebeh, su ayudante.
La asociación trabaja por el desarrollo integral del hombre y su obra cultural, social y sanitaria está presente en más de 60 centros a lo largo de 8.000 km. desde El Cairo a Aswan: escuelas, dispensarios, centros de asistencia y de formación profesional, centros para la juventud y la mujer. Contemplamos una gran cantidad de iniciativas. Sin embargo, las palabras de Safvat nos muestran que su origen está en una incensa vida de comunión y de pertenencia a la Iglesia. (cfr. Entrevista a Amín Fahim, Salem n.º 1, Madrid 1987).
La explicación del «Meeting» y la invitación a participar en él son signos de la amistad que queremos continuar. El sí de Fahim lo acogemos con entusiasmo.
Salimos de la sede de la asociación volando a «casa»: nos habíamos citado con siete de nuestros amigos egipcios para hablar más explícitamente de CL y llevamos retraso. En una clase del colegio el padre Roberto cuenta su encuentro con el movimiento hace dieciséis años. Lo mismo hace Chalo al día siguiente en Matareya una parroquia en la que trabaja Milad, seminarista amigo nuestro. Les proponemos vivir una semana de vacaciones con nosotros en Alejandría a partir del 31 de Agosto. Nuestras palabrás, como alguno comentó, son las mismas para una asociación de carárcter nacional y para una parroquia: el Verbo se ha hecho carne, la fe cristiana se puede vivir con alegría y plenitud humana aquí y ahora. Nos vamos a la cama pensando que mañana vamos al Sinaí, la montaña de Moisés.
La primera etapa del viaje, tras seis horas de autobús, es el monasterio de Santa Catalina, lugar donde se encuentran setenta y dos de los setenta y cinco iconos orientales que escaparon de los iconoclastas. Acompañados del sonido irreal -entre estas montañas- de las sirenas militares, iniciamos, pasadas las cuatro, la subida al Sinaí. Mientras Guada e Isabel, que ya habían estado, recomiendan el silencio y la unidad en el paso. La parte final es de escalones de roca, (tallados por los monjes) y a algunos, como Alfio, les flaquean las piernas y pierden el aliento: no obstante, coronamos justamente en el momento de la puesta del sol. Pasamos la noche bajo un cielo plagado de estrellas que Eduardo explicó según su posición y nombre. Nos despedimos del Sinaí, lugar del nacimiento de las tres religiones monoteístas. El desierto es impresionante: mar de montañas, «una soledad poblada de aullidos».
El octavo día nos lleva al Alto Egipto: la zona meridional egipcia, aunque parezca contradictorio.
Estamos hospedados en AbouQorqas, en un colegio de la Asociación que llevan las hermanas del Sagrado Corazón junto con un dispensario médico y un taller de corte y confección.
En Manhari, aldea vecina, encontramos a «Abuna Matta» (nuestro padre Mateo), sacerdote copto católico. Merece la pena escuchar su historia. Su primer nombre era Wafik, y tenía un buen puesto de trabajo en el gobierno. El compara su llamada con la de Mateo en el Evangelio. Nos habla de su alegría por pertenecer a la Iglesia católica, sobre todo por la libertad y universalidad de ésta; de la relación con su mujer: la alegría de su matrimonio en Cristo como punto de referencia para todo el pueblo. Hay dos cosas que nos asombran por su novedad: el tiempo que dedica a visitar familias (el sacerdote aquí se concibe como una autoridad intocable y lejana) y el estudio diario de Teología; de la difícil situación económica y de la superficialidad de la religiosidad popular, que se tambalea ante el avance de la modernidad.
Se le ilumina la cara cuando habla de las miles y miles de familias cristianas en el Alto Egipto.
Nos mira; pide nuestra amistad. En Minia nos invita a comer el obispo, monseñor Amonius. Nos escucha sin dejar un momento de trabajar, pero tampoco pierde palabra de lo que le contamos, sobre todo de cuanto al «Meeting» se refiere. Después comienza él a contarnos el intenso trabajo pastoral y de presencia social que la Iglesia desarrolla. Comparamos mentalmente su experiencia con la de «Abuna Matta» y nos damos cuenta de que la experiencia cristiana, sitúa en primera línea: el drama del trabajo, de la emigración, (sobre todo entre los jóvenes), el sufrimiento de la Iglesia por ser considerada meramente asistencial, cuando no «mágica»; las carencias sanitarias, sociales, políticas... , todo ello sitúa a la Iglesia en un difícil contexto. La tentación de no comprometerse es fuerte. Y nosotros, en medio de todo esto, como dice «El viaje» de Chieffo, «te buscamos en todas las cosas, a todos hablamos de ti, y aquel mundo lejano cada vez es más verdadero». Como lejano pero verdadero es el «Meeting para la amistad entre los pueblos» que se desarrolla en Rímini mientras nosotros estamos allí, y con el cual nos sentimos en plena sintonía.
Los días transcurren y también la segunda semana egipcia se acaba: a fin de mes cinco, de los amigos españoles deberán volver a Madrid por motivos de trabajo. En la última asamblea ninguno cae en fáciles sentimentalismos, sobre todo porque la experiencia ha sido significativa pero dura, poniendo a prueba deseos y expectativas.
Inma, de entre los «nuevos», expresa con claridad el descubrimiento más grande de estos días y que es también un juicio sobre la Iglesia copta: «pensaba que en una situación como la egipcia la misión significaba solamente ayuda maternal. He comprendido, sin embargo, lo importante que es anunciar y vivir a Cristo».
Con este deseo en el corazón de todos se divide el grupo: despedimos a los que vuelven a España y nos preparamos a convivir la semana siguiente en Alejandría con nuestros amigos egipcios.
En las vacaciones alejandrinas confluyen muchas personas, muchas caras, muchas amistades de estos tres años. El panorama es variopinto: a españoles, italianos y Mark, se unieron algunos ortodoxos comprometidos en parroquias, otros estudiantes de jesuitas y salesianos, Milad y sus amigos, etcétera. Todos juntos para verificar, en una semana de vacaciones, que Cristo es el centro de todo.
El momento en que vemos el «libreto» de canciones y oración es emocionante, Pepe ha encontrado en Minia una biblia en árabe y un nuevo testamento con texto bilíngüe inglés-árabe. Mark y Antonio se entregan a la tarea con bolígrafo, fotocopias y tijeras hasta componer todo: lecturas para Laudes, Padre Nuestro, Ave María, Angelus, Consagración a María, todo ello en árabe e inglés, y al final cantos en cinco lenguas.
La realidad, como siempre, es dura. Podéis imaginar el sudor frío del Padre Roberto mientras celebra su primera misa en inglés. También en la primera charla se encuentra con la dificultad del idioma. Además el ritmo egipcio es distinto del nuestro: los encuentros se alargan, las siestas y retrasos no faltan. Algunos llegan uno dos días tarde, otros se van antes. La tensión para la comunicación y el compartir es fuerte, teniendo lugar en las relaciones personales y en las circunstancias más variadas como el atardecer, la tertulia nocturna, el mar, la bellísima playa de Sidi...
Nacen preguntas y objeciones. Algunos siguen, pero con desinterés. Otros cantan con nosotros y ríen de los gestos y operetas de Fernando aunque no entiendan muy bien el por qué de su alegría. Ser libres del resultado no nos exime del sufrimiento.
De todos modos, alguno, lentamente, se abre: Ashraf y Tony hablan en público de su experiencia; Damián y Yousry prefieren los diálogos personales.
Al final de la semana, la visita al monasterio Wadi-Natrum (único encuentro con la impresionante experiencia del monacato ortodoxo) y tras la asamblea conclusiva, el deseo de continuar de tres o cuatro permite dar el aviso que esperábamos: ¡el jueves 17 de Septiembre tendrá lugar la primera escuela de comunidad en El Cairo! Como guía estará Mark, sobre cuyas espaldas caerá la responsabilidad de continuar el trabajo.
Llenos de esperanza volvemos a El Cairo, pero el reposo es una quimera. Encontramos al P. Boullard, responsable de la Cáritas egipcia, la más activa del continente africano, y a Frére Regís, Director del colegio La Salle que nos ha hospedado: a ambos les hablamos de la iniciativa del «Meeting del Mediterráneo». Nos despedimos con la promesa de continuar la relación. Pero ya se acerca el retorno. El último día fuímos a la parroquia de Milad, en Matareya. Cantamos, comemos juntos. «A todos hablamos de tí» ( A tutti parliamo di te). Les proponemos el Movimiento, traducido al árabe por Ashraf. Tres decidieron seguir: Ayman, Orígenes y Jeanne D'Arc.
¡Asombroso! Se unen a la primera escuela de Comunidad en Egipto, el 17 de Septiembre de 1987. Pasamos las últimas horas
egipcias pensando sobre lo que ha ocurrido y ocurrirá. En la última homilía (el día 8) el Padre Roberto consagra a la Madre, de la cual se festeja la natividad, el camino balbuceante del Movimiento en Egipto. Nos despedimos aunque permanecemos con ellos. Seguimos el mismo camino en Egipto, Italia y España. Mientras, prometemos a Mark que no le faltará la ayuda de nuestra oración y que le enviaremos la revista de CL y todo lo que le pueda servir: hay ya quien piensa volver en Navidades. Mark sonríe ¡Buena suerte a A-shsharika wattajriir!
EL «MEETING» DEL MEDITERRANEO
El Meeting del Mediterráneo nació en Catania en 1982, en el marco de la experiencia de algunos adultos del movimiento de Comunión y Liberación.
El Meeting trata de favorecer el encuentro entre los pueblos y las civilizaciones que viven a orillas del Mediterráneo. Esto sólo es posible a partir del diálogo entre las tres grandes religiones monoteístas nacidas en la cuenca de este mar.
El Meeting del Mediterráneo no quiere ser una de las tantas conferencias entre intelectuales sino sobre todo una ocasión de diálogo real entre las culturas.
Por ello, busca siempre sus ponentes entre las personalidades del mundo religioso, cultural, político, económico y científico, que mantienen sobre sus espaldas una realidad humana y social.
Después de las jornadas del 82 y del 84, el Meeting del Mediterráneo ha considerado ef centro de su reflexión el tema de la «Modernidad» y el reto que representa para· la religión. En la última edición de 1986 se han encontrado personalidades como el cardenal francés Paul Poupard, el libanés Khalil Samir, el marroquí Jacques Sevret y los españoles Mons. Javier Martínez y José Miguel Oriol.
La próxima edición del Meeting del Mediterráneo será en Catania en Noviembre de 1988.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón