Va al contenido

Huellas N.8, Octubre 1987

EGIPTO

A todos hablamos de ti

Alfio Pennisi y Guadalupe Arbona

A raíz de una nueva experiencia de nuestros amigos del «Centro de Medio Oriente» en Egipto.

A-shsharika wattahriir: así suena, más o menos, la traducción árabe de Comunión y Liberación. A-shsharika wattajriir no es, sin embargo, un mero juego lingüísti­co: en estas dos palabras se expre­san plenamente cuatro semanas de presencia en Egipto (en el co­razón del Islam) de un grupo de jóvenes del movimiento durante parte de los meses de Agosto y Septiembre. Veamos por qué.
La relación entre el movimien­to y Egipto nace en el verano de 1985: cinco estudiantes españoles del movimiento Nueva Tierra, guiados por el joven obispo Javier Martínez, salimos hacia El Cairo. Ninguno teníamos un proyecto preciso, pero existe en todos un gran deseo: sólo Monseñor Javier conocía y amaba, por sus estudios, la Iglesia copta y su difícil situa­ción desde los primeros siglos. Desde el principio proponíamos la alegría de nuestra experiencia comunitaria: las cuatro semanas que transcurrieron en tierra afri­cana fueron riquísimas en encuen­tros. Pocas semanas después de la vuelta a Madrid sucedió algo nue­vo que incidirá profundamente en esta experiencia: los movimientos Nueva Tierra y Comunión y Libe­ración que llevaban tiempo encon­trándose se reconocieron en «un solo corazón y una sola alma» y decidieron avanzar unidos por un solo camino.
Al año siguiente, en 1986, con los españoles que van a Egipto, fueron dos universitarios de Bolo­nia. Una vez más las experiencias y los encuentros fueron abundan­tes (entre ellos Raquel, estudiante española que encontramos por ca­sualidad en Alejandría y hoy está con nosotros) creciendo el deseo de continuar de un modo estable este trabajo.
En Noviembre de 1986, Mon­señor Martínez habla en el «Mee­ting del Mediterráneo» de «fe cris­tiana y modernidad en España». En Catania conoce a la gente del Meeting y la iniciativa catanesa: la propuesta de diálogo entre las tres grandes religiones de Abraham (judaísmo, cristianismo e Islam) presentes en el Mediterráneo. El joven y dinámico obispo auxiliar de Madrid intuye la posibilidad de abrir horizontes para la misión en Egipto. Así propone a la comuni­dad de Catania compartir la res­ponsabilidad de esta tarea: la invi­tación se acogió con entusiasmo. En Junio de 1987, en Madrid, ca­taneses y españoles se encuentran para proyectar en común la terce­ra aventura africana.
A continuación comienza la crónica de cada un mes de inten­sísima vida. De Madrid parten, a mediados de Agosto, once españo­les. Entre ellos algunos son «vete­ranos de Egipto», otros son re­cientes en el movimiento. Dos son los italianos: entre ellos el Padre carmelita Roberto. Esperando a todos está Mark Danner, un americano que estudiará durante un año árabe en El Cairo. Toda esta compañía internacional se hospe­da en el colegio La Salle, que nos abre sus puertas por tercera vez. Ni siquiera nos da tiempo a des­hacer las mochilas o pararnos a comentar el rápido y babilónico tráfico cairota: los encuentros ur­gen.
La primera mañana, el 18, vi­sitamos el viejo Cairo: primero, la iglesia de San Jorge, donde las monjas no nos pueden decir el nú­mero de vidas consagradas para evitar problemas con el gobierno. Después la iglesia de San Sergio, en cuya cripta se venera el lugar donde según la tradición perma­neció la Sagrada Familia durante su huída a Egipto: lugar e historia que nos llevan a los albores del cristianismo. Es nuestro primer contacto con la Iglesia nacional egipcia. Tras una comida rápida, nos encontramos con las herma­nas del Sagrado Corazón en el barrio de Heliópolis. Ellas han sido punto de referencia concreta para nuestra presencia en Egipto. De nuevo, nos sorprenden por la acogida y por el trabajo que rea­lizan.
Egipto comienza a mostrarnos los dos aspectos de su rostro cris­tiano: por un lado, la antigua tra­dición de la Iglesia copta cuyos orí­genes se remontan a los apóstoles. Por otro lado, la presencia más re­ciente de congregaciones religio­sas, fecundas en escuelas y otras instituciones por medio de las cua­les se acompaña a un catolicismo asediado por la escisión y la fe islámica.
Poco a poco vamos descubrien­do el Egipto de las postales y de los libros de historia: la visita a Giza, el museo Nacional Egipcio, las pirámides, la Esfinge, la más­cara de Tuttankamon, ... Todo ello nos deja el sentimiento de una asombrosa y misteriosa grandeza
(quizá no exenta de crueldad), ante el desmesurado esfuerzo del Antiguo Egipto por vencer el tiempo y la muerte.
La vida, sin embargo, trans­curre veloz en El Cairo; nuestro tiempo está jalonado de encuen­tros: los días 20 y 21 son fechas importantes. Primero el encuentro con Amín Fahim, presidente de la Asociación del Alto Egitpo, y Safvat Sebeh, su ayudante.
La asociación trabaja por el de­sarrollo integral del hombre y su obra cultural, social y sanitaria está presente en más de 60 cen­tros a lo largo de 8.000 km. desde El Cairo a Aswan: escuelas, dis­pensarios, centros de asistencia y de formación profesional, centros para la juventud y la mujer. Con­templamos una gran cantidad de iniciativas. Sin embargo, las pala­bras de Safvat nos muestran que su origen está en una incensa vida de comunión y de pertenencia a la Iglesia. (cfr. Entrevista a Amín Fahim, Salem n.º 1, Madrid 1987).
La explicación del «Meeting» y la invitación a participar en él son signos de la amistad que queremos continuar. El sí de Fahim lo aco­gemos con entusiasmo.
Salimos de la sede de la asocia­ción volando a «casa»: nos había­mos citado con siete de nuestros amigos egipcios para hablar más explícitamente de CL y llevamos retraso. En una clase del colegio el padre Roberto cuenta su encuen­tro con el movimiento hace dieciséis años. Lo mismo hace Chalo al día siguiente en Matareya una parroquia en la que trabaja Milad, seminarista amigo nuestro. Les proponemos vivir una semana de vacaciones con nosotros en Ale­jandría a partir del 31 de Agosto. Nuestras palabrás, como alguno comentó, son las mismas para una asociación de carárcter nacional y para una parroquia: el Verbo se ha hecho carne, la fe cristiana se pue­de vivir con alegría y plenitud hu­mana aquí y ahora. Nos vamos a la cama pensando que mañana va­mos al Sinaí, la montaña de Moi­sés.
La primera etapa del viaje, tras seis horas de autobús, es el monas­terio de Santa Catalina, lugar don­de se encuentran setenta y dos de los setenta y cinco iconos orientales que escaparon de los iconoclas­tas. Acompañados del sonido irreal -entre estas montañas- ­de las sirenas militares, iniciamos, pasadas las cuatro, la subida al Si­naí. Mientras Guada e Isabel, que ya habían estado, recomiendan el silencio y la unidad en el paso. La parte final es de escalones de roca, (tallados por los monjes) y a algu­nos, como Alfio, les flaquean las piernas y pierden el aliento: no obstante, coronamos justamente en el momento de la puesta del sol. Pasamos la noche bajo un cie­lo plagado de estrellas que Eduar­do explicó según su posición y nombre. Nos despedimos del Si­naí, lugar del nacimiento de las tres religiones monoteístas. El de­sierto es impresionante: mar de montañas, «una soledad poblada de aullidos».
El octavo día nos lleva al Alto Egipto: la zona meridional egip­cia, aunque parezca contradictorio.
Estamos hospedados en Abou­Qorqas, en un colegio de la Aso­ciación que llevan las hermanas del Sagrado Corazón junto con un dispensario médico y un taller de corte y confección.
En Manhari, aldea vecina, en­contramos a «Abuna Matta» (nuestro padre Mateo), sacerdote copto católico. Merece la pena es­cuchar su historia. Su primer nombre era Wafik, y tenía un buen puesto de trabajo en el go­bierno. El compara su llamada con la de Mateo en el Evangelio. Nos habla de su alegría por pertenecer a la Iglesia católica, sobre todo por la libertad y universalidad de ésta; de la relación con su mujer: la ale­gría de su matrimonio en Cristo como punto de referencia para todo el pueblo. Hay dos cosas que nos asombran por su novedad: el tiempo que dedica a visitar fami­lias (el sacerdote aquí se concibe como una autoridad intocable y le­jana) y el estudio diario de Teolo­gía; de la difícil situación econó­mica y de la superficialidad de la religiosidad popular, que se tam­balea ante el avance de la mo­dernidad.
Se le ilumina la cara cuando ha­bla de las miles y miles de fami­lias cristianas en el Alto Egipto.
Nos mira; pide nuestra amistad. En Minia nos invita a comer el obispo, monseñor Amonius. Nos escucha sin dejar un momento de trabajar, pero tampoco pierde pa­labra de lo que le contamos, sobre todo de cuanto al «Meeting» se re­fiere. Después comienza él a con­tarnos el intenso trabajo pastoral y de presencia social que la Iglesia desarrolla. Comparamos mental­mente su experiencia con la de «Abuna Matta» y nos damos cuen­ta de que la experiencia cristiana, sitúa en primera línea: el drama del trabajo, de la emigración, (so­bre todo entre los jóvenes), el su­frimiento de la Iglesia por ser con­siderada meramente asistencial, cuando no «mágica»; las carencias sanitarias, sociales, políticas... , todo ello sitúa a la Iglesia en un di­fícil contexto. La tentación de no comprometerse es fuerte. Y noso­tros, en medio de todo esto, como dice «El viaje» de Chieffo, «te bus­camos en todas las cosas, a todos hablamos de ti, y aquel mundo le­jano cada vez es más verdadero». Como lejano pero verdadero es el «Meeting para la amistad entre los pueblos» que se desarrolla en Rímini mientras nosotros esta­mos allí, y con el cual nos senti­mos en plena sintonía.
Los días transcurren y también la segunda semana egipcia se aca­ba: a fin de mes cinco, de los ami­gos españoles deberán volver a Madrid por motivos de trabajo. En la última asamblea ninguno cae en fáciles sentimentalismos, sobre todo porque la experiencia ha sido significativa pero dura, poniendo a prueba deseos y expectativas.
Inma, de entre los «nuevos», expresa con claridad el descubri­miento más grande de estos días y que es también un juicio sobre la Iglesia copta: «pensaba que en una situación como la egipcia la mi­sión significaba solamente ayuda maternal. He comprendido, sin embargo, lo importante que es anunciar y vivir a Cristo».
Con este deseo en el corazón de todos se divide el grupo: despedi­mos a los que vuelven a España y nos preparamos a convivir la se­mana siguiente en Alejandría con nuestros amigos egipcios.
En las vacaciones alejandrinas confluyen muchas personas, mu­chas caras, muchas amistades de estos tres años. El panorama es variopinto: a españoles, italianos y Mark, se unieron algunos orto­doxos comprometidos en parro­quias, otros estudiantes de jesuitas y salesianos, Milad y sus amigos, etcétera. Todos juntos para verifi­car, en una semana de vacaciones, que Cristo es el centro de todo.
El momento en que vemos el «libreto» de canciones y oración es emocionante, Pepe ha encontrado en Minia una biblia en árabe y un nuevo testamento con texto bilín­güe inglés-árabe. Mark y Antonio se entregan a la tarea con bolígra­fo, fotocopias y tijeras hasta com­poner todo: lecturas para Laudes, Padre Nuestro, Ave María, Ange­lus, Consagración a María, todo ello en árabe e inglés, y al final cantos en cinco lenguas.
La realidad, como siempre, es dura. Podéis imaginar el sudor frío del Padre Roberto mientras cele­bra su primera misa en inglés. También en la primera charla se encuentra con la dificultad del idioma. Además el ritmo egipcio es distinto del nuestro: los encuen­tros se alargan, las siestas y retra­sos no faltan. Algunos llegan uno dos días tarde, otros se van an­tes. La tensión para la comunica­ción y el compartir es fuerte, te­niendo lugar en las relaciones personales y en las circunstancias más variadas como el atardecer, la ter­tulia nocturna, el mar, la bellísima playa de Sidi...
Nacen preguntas y objeciones. Algunos siguen, pero con desinte­rés. Otros cantan con nosotros y ríen de los gestos y operetas de Fernando aunque no entiendan muy bien el por qué de su alegría. Ser libres del resultado no nos exi­me del sufrimiento.
De todos modos, alguno, lenta­mente, se abre: Ashraf y Tony hablan en público de su experiencia; Damián y Yousry prefieren los diálogos personales.
Al final de la semana, la visita al monasterio Wadi-Natrum (úni­co encuentro con la impresionan­te experiencia del monacato orto­doxo) y tras la asamblea conclusi­va, el deseo de continuar de tres o cuatro permite dar el aviso que es­perábamos: ¡el jueves 17 de Sep­tiembre tendrá lugar la primera escuela de comunidad en El Cairo! Como guía estará Mark, sobre cu­yas espaldas caerá la responsabili­dad de continuar el trabajo.
Llenos de esperanza volvemos a El Cairo, pero el reposo es una quimera. Encontramos al P. Bou­llard, responsable de la Cáritas egipcia, la más activa del conti­nente africano, y a Frére Regís, Director del colegio La Salle que nos ha hospedado: a ambos les ha­blamos de la iniciativa del «Mee­ting del Mediterráneo». Nos des­pedimos con la promesa de conti­nuar la relación. Pero ya se acerca el retorno. El último día fuímos a la parroquia de Milad, en Matareya. Cantamos, comemos juntos. «A todos habla­mos de tí» ( A tutti parliamo di te). Les proponemos el Movi­miento, traducido al árabe por Ashraf. Tres decidieron seguir: Ayman, Orígenes y Jeanne D'Arc.
¡Asombroso! Se unen a la prime­ra escuela de Comunidad en Egip­to, el 17 de Septiembre de 1987. Pasamos las últimas horas
egipcias pensando sobre lo que ha ocurrido y ocurrirá. En la última homilía (el día 8) el Padre Rober­to consagra a la Madre, de la cual se festeja la natividad, el camino balbuceante del Movimiento en Egipto. Nos despedimos aunque permanecemos con ellos. Segui­mos el mismo camino en Egipto, Italia y España. Mientras, prome­temos a Mark que no le faltará la ayuda de nuestra oración y que le enviaremos la revista de CL y todo lo que le pueda servir: hay ya quien piensa volver en Navidades. Mark sonríe ¡Buena suerte a A-shsharika wattajriir!

EL «MEETING» DEL MEDITERRANEO
El Meeting del Mediterráneo nació en Catania en 1982, en el marco de la experiencia de algu­nos adultos del movimiento de Comunión y Liberación.
El Meeting trata de favorecer el encuentro entre los pueblos y las civilizaciones que viven a ori­llas del Mediterráneo. Esto sólo es posible a partir del diálogo entre las tres grandes religiones mono­teístas nacidas en la cuenca de este mar.

El Meeting del Mediterráneo no quiere ser una de las tantas conferencias entre intelectuales sino sobre todo una ocasión de diálogo real entre las culturas.

Por ello, busca siempre sus po­nentes entre las personalidades del mundo religioso, cultural, po­lítico, económico y científico, que mantienen sobre sus espaldas una realidad humana y social.
Después de las jornadas del 82 y del 84, el Meeting del Mediterrá­neo ha considerado ef centro de su reflexión el tema de la «Moderni­dad» y el reto que representa para· la religión. En la última edición de 1986 se han encontrado persona­lidades como el cardenal francés Paul Poupard, el libanés Khalil Samir, el marroquí Jacques Sevret y los españoles Mons. Javier Mar­tínez y José Miguel Oriol.
La próxima edición del Mee­ting del Mediterráneo será en Ca­tania en Noviembre de 1988.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página