MIEDO: ¿UNA OPORTUNIDAD?
En estos momentos la pregunta se hace inevitable: el miedo al SIDA está cambiando las costumbres sexuales de los occidentales, y si esto es así, ¿es el SIDA una oportunidad? La pregunta, aparentemente simple, nos muestra en realidad infinitos niveles y aspectos.
El primero, el más inmediato: ¿Hay que tener miedo? El profesor Aiuti, inmunólogo de Roma, considerado uno de los mayores expertos, ha contado a modo de ejemplo algunas historias seguidas personalmente. Creo que vale más que las cifras sobre enfermos o cualquier estadística sobre el tema.
Primera: Robertina, de 19 años, que en 1981 se enamora de Gabrielle de 24 años. Nace un niño, Marco. Marco a los tres años ha dejado de crecer y comienza a tener diarrea. Se sospecha que tiene SIDA. Robertina sostiene que nunca tomó drogas y que no tuvo relaciones con ningún chico antes que Gabrielle. Gabrielle primero niega pero después admite que hizo uso de la heroína aunque la abandonó con posterioridad. El pequeño Marco se está muriendo.
Segunda: Giangiacomo, de 23 años, no fuma ni se droga y disfruta de la vida sana. En una fiesta conoce a una chica y tiene dos relaciones sexuales. Cuatro meses después dona sangre y se le diagnostican anticuerpos del SIDA. Se descubre que la chica es una drogadicta. Giangiacomo es por ahora un portador sano.
Tercera: María Laura, de 35 años, casada y con dos hijos. De buena familia, tiene una aventura con un compañero de profesión. Después de un año el marido se presenta en un centro médico con los ganglios inflamados: nunca se drogó, nunca tuvo aventuras extramatrimoniales. La mujer confiesa. El compañero resulta ser portador asintomático del SIDA. Ella lo tiene y el marido se está poniendo enfermo.
Intentemos ahora adentrarnos en un segundo nivel: el miedo, ¿tiene un papel de algún modo positivo, o en cambio tiene que olvidarse como si fuese un sentimiento ciego, irracional o indigno de lo humano?
Giovanni Caletti, el sexólogo más famoso actualmente en Italia es lapidario: «El miedo es hijo de la ignorancia». Es tan lapidario que no tiene presente que en el caso del SIDA el miedo parte de un conocimiento, y por tanto la relación miedo = irracionalidad realmente se queda sin argumentación posible. Demos un tercer paso: ¿Es posible que el miedo al SIDA pueda constituir un primer paso, una ocasión positiva que llevaría al redescubrimiento del amor y la fidelidad conyugal?
CALETTI RESPONDE SIN DUDAR
«No es el cambio de algunos comportamientos lo que puede generar el "cambio íntimo", ni tan siquiera la moral católica puede aprovechar de alguna forma el miedo para proponer sus principios. Una persona permanece fiel a otra en base a un juramento y a una libre elección porque así es la moral católica, y no por la presencia de una epidemia».
Tettamanzi, teólogo, ha intentado acercarse de forma distinta, no quitándole al miedo una humanidad: «El miedo es un gesto humano infantil. Su motivación se encuentra en la negación del mal. El gesto humano crece y se hace moral de forma adulta cuando está motivado por la afirmación del bien». En el fondo, también en el Antiguo Testamento la Sabiduría comenzaba o tenía su primer paso en el temor de Dios.
En una afirmación nos encontramos de acuerdo con el doctor Caletti: «Se necesita ser víctimas de la Naturaleza para hacer del miedo el agente de cambio». Sí, pero nadie sueñe ni apueste por el miedo para tener un mundo mejor y ni siquiera se sienta satisfecho porque gracias al SIDA los prostíbulos se hayan vaciado.
ÉTICA: EL RESPETO A LA PERSONA
Se hacía uso del sexo como se pueden beber refrescos. Pero ahora... los millones de relaciones sexuales que se producen cada día disminuyen. ¿Es éste el éxito del SIDA? No, no está aquí su interés. El SIDA, con su gran poder, ha entrado como estoque para quitar la costra dura que existe en lo obvio de todos los días. El primer signo de todo esto lo encontramos en la segunda planta de una clínica para enfermos contagiosos en el Hospital Sacco de Milán, en donde trabaja el Doctor Vigevani: «Los ves morir uno después de otro, piensas que son jóvenes. Es la muerte de los jóvenes: es impresionante».
Escribe Cario Zanussi, alergólogo de la Universidad de Milán y actual miembro de la comisión gubernamental en Italia: «Y además todos debemos se conscientes de que la Naturaleza tiene métodos naturales y no naturales de relación sexual, si bien los segundos ofrecen un riesgo mayor».
El primado Católico de Inglaterra, George Baside Hume se dedicó en diciembre a replicar a una campaña gubernamental contra el SIDA que subrayaba sobre todo el uso de preservativos (cinco meses más tarde se ha producido en España). «O preservativos o SIDA».
Esta sentencia «indica una falsa alternativa. Existe un tercer método: aquél que consiste en la autodisciplina y el respeto del prójimo también en el campo de la sexualidad. El hombre debe llegar a ser capaz de decir no a sí mismo». Aquella llamada del Primado olvidada hasta ahora se presenta de repente como algo lleno de dignidad. Es más, es hasta razonable. El Doctor Monti, coordinador del Centro Screening del SIDA de la Universidad de Milán señala: «En los años '60, en pleno "boom" económico, la Organización Mundial de la Salud (OMS), convocó un convenio de científicos de reconocida fama internacional. Se hacía una pregunta: ¿Cómo frenar las enfermedades de contagio sexual? La respuesta era: imposible, no se pararán nunca». Hoy se dice que las enfermedades venéreas están en vertiginoso aumento en todo el mundo. Y el SIDA se encuentra entre éstas.
Y desde su experiencia desarrolla los dogmas, uno detrás del otro, del democrático estado pansexual que ha invadido nuestras vidas hasta la actualidad. Explica: «Nosotros, hombres de nuestro siglo, tenemos relaciones sexuales que se encuentran en el límite de la neurosis y la violencia. Ciertos juegos que nos han enseñado a llamar lúdicos parecen en realidad más pensado para el desarrollo de ciertas neurosis. ¿Cómo expresar totalmente el amor? Como médico no tengo dudas: con relaciones simples, normales. ¿Y cómo prevenir el SIDA? Como médico tampoco las tengo: mediante relaciones simples, normales». Hable de los homosexuales. «Es muy desagradable. Recordando una investigación realizada en la comunidad gay de San Francisco se asignaba a cada uno una media de mil «partners» al año. Se decía que debíamos tener en cuenta que algunos superaban ampliamente ese número y algunos que en su vida sólo habían tenido relaciones con el mismo «partner»; utilizan el sexo como otros pueden beber refrescos».
TRANSMISORES: EL PROBLEMA JURÍDICO A LA VISTA
El virus también afecta a la ley. ¿Quién propaga el SIDA? ¿Quién lo busca? Historias trágicas de una epidemia.
«Nos encontramos frente a una verdadera y auténtica pandemia, comparable a las más mortales que la historia haya conocido. No se salva ninguno: ni hombres, ni mujeres, ni niños y además está invadiendo todo el planeta».
La declaración es de Haldfan Mahler, director de la OMS. Aquí están sus cifras: 100.000 casos de SIDA registrados en todo el mundo (obviamente, deben ser muchos más). 1.000.000 de pacientes afectados de ARC (Aid Related Complex
-Complejo relacionado con el Síndrome de Inmunodeficiencia-), cerca de 10 millones de personas con anticuerpos del SIDA. Previsiones: 100 millones de personas con anticuerpos dentro de cinco años si no se adoptan las medidas necesarias.
¿Se quiere impedir realmente la difusión? La impresión es que la campaña anti-SIDA incapacita mediante continuas dificultades, indignantes algunas de ellas, que no tienen el coraje de sacar a la luz pública el verdadero problema. Es la ideología, en definitiva.
Dos tests. El primero: repitamos algunos pasajes elementales, pero que al repetirlos tienden a olvidarse. 1º-El SIDA es contagioso 2.º- El contagio no se produce como en el caso de cualquier otro virus (ej.: resfriado común), por vía aérea, sino por vía sexual, por contacto hemático directo. 3º-Menos contactos tienen un riesgo menor de cara a contraer el virus. 4º- En una situación de epidemia declarada, como en España, menos promiscuidad sexual sería igual a más salud.
«La relación entre enfermedad y promiscuidad es casi matemática y ninguno puede hoy en día ponerlo en duda. En cambio, son pocos los que después de haberlo afirmado sacan las consecuencias necesarias». Es más, se nos inculca la imagen de un sexo libre y limpio que jamás resaltará el uso de la razón y de la responsabilidad.
Segundo test: hagámonos una pregunta y mantengámosla en pie de modo hipotético: y si existiese una realidad de difusores conscientes del mal, los considerados transmisores, ¿qué hacer? He aquí algunas historias:
Al final del año pasado sale en la prensa la crónica sobre dos rateros: «O la bolsa o el SIDA». Los jóvenes paran a los transeúntes desafiándoles. Enseñan las jeringuillas: «Tenemos el SIDA. Estas son nuestras jeringuillas infectadas: si no nos dais el dinero, os pinchamos con ellas».
Desde EEUU, cada día se pueden recoger hechos semejantes: la situación clásica se sitúa entre la broma y lo macabro: él y ella pasan una noche en una habitación de un hotel. Él se despierta, ella se ha marchado. Él se dirige al baño y encuentra sobre el espejo la inscripción siguiente. «Enhorabuena, bienvenido al club del SIDA».
Frente a estos hechos reducidos que pueden dar un poco más de peso a la pregunta hipotética inicial, intentemos añadir las responsabilidades que los seropositivos tienen al convertirse en posibles transmisores del virus durante toda su vida. ¿Qué hacer? Por un lado nos encontramos a los afectados de SIDA frente a los que la declaración de las autoridades sanitarias se hace obligatoria. En cambio siempre que se ha querido hacer lo mismo para los seropositivos ha llevado al malestar: «No a las listas, seria una dictadura». La pregunta es inevitable: ¿Es posible velar por los derechos de los sanos evitando las discriminaciones y combatiendo la enfermedad de los que se encuentran enfermos? Al final, nos queda una salida que se convierte en una pregunta irreductible: ¿Existe en esta voluntad de venganza algo que se olvida? Ésta es la respuesta: «El SIDA se transmite mediante la persona. En una relación y mediante un acto que permanece, y todo ello de un modo extremadamente personal. Quien se entera que tiene el SIDA se siente de alguna forma defraudado, traicionado en una confianza depositada. Quien se empeña en una venganza es digno de toda comprensión».
MORAL: ¿Y LA IGLESIA?
¿Qué hace la Iglesia? ¿Aprovechará esta ocasión de dominio sobre las conciencias bajo la formulación «castigo de Dios»? La Madre Teresa ya ha empezado. El Papa, también. Para los enfermos del SIDA, ha pedido, en su reciente visita a EEUU «amor y comprensión». Varias han sido las contestaciones aportadas, pero por su explicitación resaltaré la de Manfredi Traxler, distribuidor cinematográfico: «La Iglesia aprovechará esta ocasión para relanzar su moral sexofóbica y punitiva».
Lo que produce más rabia en estos casos es que la gente, cuando se trata de salud, no está dispuesta a detenerse en pequeños detalles: sexofóbica y punitiva hasta donde se quiera, el problema se centra en salvar el pellejo. «No sería en ningún caso la postura de la Iglesia», nos recuerda con insistencia Dionigi Tettamanzi: «Si la Iglesia ha hablado alguna vez aprovechando el miedo, éste ha sido de orden moral y no físico. Incluso a este propósito se puede añadir que sus enseñanzas siempre han sido: debes hacer el bien, incluso a costa de tu propia vida».
El hecho de imaginarse a la Iglesia como lobo en acecho de su presa no tiene ya sentido. Bastaría con apuntar frente a los temas de los que habla todo el mundo, la perspectiva de su posición: concreta, definida y aportando una claridad. Varios ejemplos de esto: en el reciente documento de la Congregación para la fe sobre las personas homosexuales: «(...) Y es que la práctica de la homosexualidad está minando seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas (...)»; la negativa a los preservativos por parte del Primado de Inglaterra, hecho denunciado después por los obispos irlandeses y por la misma Radio Vaticana; la casa de cuatro plantas en Grenwich Village de las misioneras de la Caridad en Nueva York, que desde diciembre pasado acogen a los enfermos de SIDA; el St. Vincent's Hospital de las Hermanas de la Caridad con la fórmula de asistencia a domicilio a los pacientes terminales. No parece que haya mucho más. Quizá demasiado poco. Lo que es indudable es que el SIDA traerá problemas -si no los está ya trayendo-, muy serios. Podemos tener
una idea de esto leyendo las declaraciones realizadas por la Asociación Médica Británica, órgano de la profesión médica de este país, en una conferencia realizada en Londres: «Si han tenido contactos sexuales con más de una persona en los últimos cuatro años, o con alguien que a su vez haya tenido relaciones intimas con otras personas distintas a uno mismo, se corre el riesgo de contraer el SIDA. Un riesgo de este tipo no debe ser minimizado (...)». Es verdad, no se puede negar, por el contenido y la autoridad moral de las fuentes, el impacto de una ponencia según la cual, en teoría sólo se necesitaría una relación no monogámica en los últimos cuatro años para quedar afectado por el SIDA.
¿Cuántos buenos católicos podrán reconocerse como destinatarios de este mensaje? ¿Y cuántas crisis, cuántos dramas, cuántas repercusiones se producirán en tantas buenas uniones? Veamos algunas situaciones posibles: el cónyuge está enfermo: ¿Existe peligro para la esposa y los futuros hijos?, ¿qué hacer? ¿Puede el cónyuge sano negarse a sus deberes conyugales? Uno de los dos novios es seropositivo, se calla y oculta su situación, contrae matrimonio: ¿Existe dolo en este silencio? ¿Puede ser causa de nulidad matrimonial? Es demasiado pronto para saber cómo se resolverán tales cuestiones por los tribunales eclesiásticos, aunque ya se tiene constancia de solicitudes de aclaración. Hasta ahora todo se guarda en un silencio discreto. Es difícil comprender si el silencio se debe a una discreción, a una carencia informativa, a una pereza pastoral o, de forma más sencilla, al ritmo natural de una institución que no ha tenido que esperar al SIDA para proclamar las propias verdades morales y que, por tanto, no tiene necesidad ahora de repensarlas. Queda el hecho de que una posición considerada desde siempre como ridícula, aparece hoy como profética. Qué hacer queda implícito en el razonamiento mismo.
En estos últimos dos puntos se engloba el tratamiento actual frente al SIDA (no existe tratamiento médico y exclusivo para el SIDA) y que la mayoría de los expertos coinciden al señalarlo: la Información y la Prevención.
PREVENCIÓN: EL ÍDOLO DEL PRESERVATIVO
Durante este primer semestre han ido apareciendo en casi todos los periódicos y semanarios, incluídas las campañas gubernamentales e institucionales, esta idea en la que se presenta al preservativo como la defensa del «sexo seguro», «salvador del sexo libre e instintivo». Algunos hasta editaron magníficos folletos explicativos con los no menos desdeñables diseños ilustrativos: «SIDA, ¿cómo defenderse?». No hay duda de que la idea ha calado. Protagonista y campeón del tema es el preservativo, el profiláctico, el condón o como lo queramos llamar.
«Antes de intentar dar respuestas completas me gustaría saber si está científicamente comprobado que el profiláctico defienda del SIDA». «El preservativo con sidamicida, ¿última oportunidad? Lo único que está demostrado son las ganancias de las empresas que han comercializado tal idea», había dejado caer Tettamanzi esta pregunta. Verdaderamente deseaba saber: con el bien de las personas no se debe jugar. ¿Preservativos y sexo seguro?, éste es el drama. En el laboratorio del Centro de Enfermedades y Contagios Sexuales, el Doctor Monti apuntaba dos consideraciones simples. La conclusión la había dicho casi él mismo: «Un primer hecho: el preservativo tiene una fiabilidad como anticonceptivo cercana al 15% de fracaso. Digamos, además, que los virus del SIDA son mucho más «filtrantes» que el mismo esperma (al menos en un 25%). Resultado: 40% con posibilidad de contagio. ¿Y a éstos podemos decirles vete tranquilo y haz todo el "sexo seguro" que te plazca?». Conclusión: el preservativo es una barrera, una determinada barrera, pero si las falsas seguridades no son combatidas, todo se convierte en una incitación a la epidemia (tenemos que recordar a este propósito cómo a lo largo de las diferentes campañas sobre el tema e incluso en fiestas populares de diferentes localidades de España se han repartido estos preservativos de un modo indigno, aconsejando su uso. Algunos países lo incluían en la bolsa turística con la que se obsequia a los turistas jóvenes). «Es la objetiva esquizofrenia de toda la campaña sobre el SIDA», insistía desde Venegono el Profesor Tettamanzi. «Mientras lo que se persigue es frenarlo, en cambio se ve favorecido. Si está en juego la vida de tanta gente, el problema está evidentemente en la prevención. Y, por tanto, que la misma se consiga en vez de quedarse en los tabúes. En un tiempo existía el tabú del sexo libre, hoy existe el tabú del tabú».
Esta prevención se entiende a veces como prevención sanitaria y en este contexto es recomendado el uso del profiláctico: ¿Se puede admitir como válido o tolerable en determinados casos?
Lo único lícito es el ejercicio «ordenado» de la sexualidad humana: es lo que puede acontecer únicamente en el matrimonio como «lugar» de la recíproca donación personal y total del hombre y de la mujer. De hecho, sólo en el matrimonio, adecuadamente vivido, la sexualidad se convierte en un valor conjunto (físico-psíquico y espiritual) al servicio del único amor indisoluble, unitivo y fecundo. En cambio, es un evidente «desorden» el uso de la sexualidad fuera del matrimonio, incluso fuera y en contra de la fundamental relación hombre-mujer.
A estas personas se les debe proponer también con inteligencia y amor el ideal normativo humano v humanizador de una sexualidad ordenada: se necesita fidelidad en la capacidad de recuperación de toda persona humana. De cualquier forma, estas personas están obligadas por la Caridad y por la Justicia a no poner en peligro la salud propia y/o la de otros. En este sentido, el uso del profiláctico no da esa seguridad que, en cambio, es necesaria si se quiere evitar verdaderamente el contagio. El uso del preservativo se trata de un mal, si bien menor. En cualquier caso, hay que pensar si la tolerancia y la incitación al uso del preservativo no contribuye, indirecta pero realmente, a favorecer aquel contagio que se querría evitar.
El uso del profiláctico no es moralmente lícito porque manipula y altera la «verdad» de la sexualidad conyugal, falsificando el «lenguaje» nativo y original, aquél de la donación recíproca personal y total de los esposos. Como se puede apreciar ésta es la Doctrina Social de la Iglesia sobre la contracepción.
¿Y el Estado? Si bien una ley civil necesariamente puede no coincidir con la ley moral, en este campo nos encontramos con que el Estado debe asumir un empeño cultural y educativo serio: la llamada a la autodisciplina se coloca como uno de los deberes «laicos» de un Estado. En este sentido, es inaceptable que se dé una oportunidad a las tóxico-dependientes embarazadas con un feto afectado de SIDA para que puedan abortar; también es inaceptable que el Estado organice y promueva una campaña de «sexo seguro si está protegido», empezando por lo inadecuado de la «barrera» y, sobre todo, por el peligro, por la ilusión de la eficacia de agravar el uso irresponsable de la sexualidad; a esto hay que añadir, además, la presión a que se ve sometido el individuo sobre la libertad de elección que posee.
INFORMACIÓN: ¿ELIMINAR O DECIR? ¿SE PUEDE INFORMAR SIN SEMBRAR PÁNICO? SÍ; DE ESTA FORMA
El 15 de enero, un padre joven mata de tres disparos a toda su familia. El primero es para la mujer, embarazada de tres meses; el segundo es para su hijo, de dos años y medio. El tercero es para sí mismo. Irradiada la noticia por la radio, se podía sacar la conclusión de que una sola relación sexual bastaría para contraer el SIDA, y él hacía cuatro años que había tenido una relación con una autostopista. Vivía en el terror. ¿Informar o quizá no? La discusión, muy violenta, no ha dado resultados apreciables; las buenas razones chocan con aquellas otras razones en contra. Ni siquiera cuando se discutía ha sido posible eliminar el enfado de quien sabe que en el fondo, a la pregunta discutida, han respondido ya otros. Del SIDA conoceremos sólo aquello que decidan los Estados y las instancias económicas. Demasiados son los intereses en juego. Censuras impuestas por los gobiernos (en África y en el Este) y multinacionales empeñadas en una lucha sin escrúpulos. A pesar de las campañas publicitarias que han llevado a cargo diversos organismos, todavía se puede decir que un porcentaje elevado de la población no conoce las vías de transmisión de la enfermedad.
Nadie duda de la utilidad de la información si es bien utilizada; para ello tendremos en cuenta: 1º-No se puede prevenir y combatir un mal si no se conoce. 2º-Las instancias éticas de la información (sujeto responsable de la misma, el contenido y la modalidad en que ésta se produce).
Los responsables son aquellos sujetos llamados a educar en la vida y en sus valores (entre los que se encuentra el de la salud). En concreto, responsables son el Estado (con todos sus medios), la Sociedad con los mass-media, los trabajadores sanitarios, la escuela y la familia.
El contenido de la información se centra en el SIDA, en las modalidades de contagio y transmisión, en la forma de prevenirlo y de curarlo, teniendo en cuenta que estos contenidos «técnico-sanitarios» deben estar siempre arraigados en un contexto auténticamente «humano», es decir, referidos a la persona, con sus valores y sus comportamientos responsables.
La modalidad de la información debe atenerse a un doble y unitario criterio: el respeto de la verdad y el amor a la pesona. En este sentido, deben excluirse informaciones «alarmantes» que difunden un miedo injustificado y la información «confusa» que minusvalora los peligros reales: tanto una como otra carecen de seriedad científica.
En el fondo: ¿Qué mensaje, no sólo superficialmente, sino en profundidad, estamos recibiendo? ¿De qué concepción del hombre, de la vida, de la sexualidad, del amor, etc., son portadores? No es ciertamente una cuestión secundaria en el problema del SIDA.
CONCLUSIÓN
El aspecto esencial del SIDA se encuentra en que más que un problema estrictamente sanitario es el fruto y el signo de una determinada sociedad. En esta perspectiva, nuestra responsabilidad no debe ser individualista sino eminentemente social, cultural y educativa. Sólo recientemente William Bennet, ministro americano de educación ha exhortado a los responsables de los colegios para que los cursos de educación sexual enseñen a los niños a «no fornicar». Según Bennet los cursos de educación que no tengan «este valor moral fundamental» no son de ninguna utilidad para la batalla contra la enfermedad.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón