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Huellas N.8, Octubre 1987

VIDE DE CL

Abrasarnos con este fuego

El discurso conclusivo de Luigi Giussani, en el II Coloquio Internacional sobre
«Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo», desarrollado en Italia con la participación de diecinueve asociaciones y movimientos internacionales, sirve de complemento para el desarrollo del Sínodo para los laicos.


Queremos tomar en serio el misterio cristiano y buscar su ra­cionalidad, es decir, su correspon­dencia con la vida verdadera: «Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre» (cf. Gaudium et Spes, 22 y Redemptor Hominis, 8). El tema -«Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo»- ha abordado los aspectos fundamentales de la rea­lidad de la Iglesia:
-el Misterio que entra en el mundo con el bautismo es el as­pecto esencial del mensaje conci­liar sobre los laicos, como ha re­cordado el cardenal Suenens; por esta razón, más que la palabra «laico» nosotros queremos resal­tar la palabra «christifidelis». Por­que en la medida en que es «chris­tifidelis», el hombre es impactado por el mundo; es ésta la verdade­ra definición de laico, esto es un hombre perteneciente al pueblo de Dios;
- dentro de este Misterio, que es vida y obediencia -carisma e institución- ellos realizan el va­lor sintético y total de la comu­nión;
- el Padre ha querido este de­signio para que se dé a conocer el Hijo: «Ha llegado la hora; glorifi­ca a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti» Jn 17, 1).
Nuestra convivencia ha vivido este tema en la oración y en la caridad.
El culmen de nuestras jornadas ha sido el discurso del Santo Pa­dre (cf. Nueva Tierra, n. 6, pp. 4 y 5 ): él ha dicho que los movimien­tos son insustituibles, precisamen­te porque expresan la vida; y esto marca un punto de referencia fun­damental cara a nuestro futuro en la Iglesia. Este discurso cumple el trayecto que el mismo Santo Pa­dre nos abrió en su breve alocución de hace seis años, el 27 de septiembre de 1981, en la ocasión de nuestro primer Convenio In­ternacional: «Como bien sabéis, la Iglesia misma es un movimiento y sobre todo es un misterio». Es de­cir: es el movimiento con el que el Misterio se comunica y se mani­fiesta en la historia.
Deseamos de verdad que el Sí­nodo de los Obispos, al reconocer esta variedad, nos ayude a com­prenderla y a vivirla cada vez más.
Recuerdo que mi madre, cuan­do yo era pequeño, me contaba lo que hacía un coadjutor del párro­co de Desio (un tal padre Ame­deo), el cual, sobre todo a través de la acción desarrollada en el con­fesionario, guió a muchas jóvenes mujeres de la parroquia hacia una verdadera madurez espiritual, for­mando así un grupo de un cente­nar de mujeres que formaron fa­milias ejemplares y que siempre estuvieron disponibles a las nece­sidades de la comunidad. El padre Amedeo creó un movimiento; si en lugar de aquellas cien mujeres hubiesen sido cien mil, los perió­dicos habrían escrito de ellas. Mi imagen de la realización de la Iglesia-movimiento en movi­mientos eclesiales coincide exacta­mente con ese tipo de fenómeno, obra del Espíritu. Así, todo aque­llo que hace que la fe llegue a ser persuasiva para la mente y para el corazón del hombre, todo aquello que la hace ser pedagógica, todo aquello que traduce la esperanza y la caridad en ímpetu creador y operativo, eso es obra del Espíritu.
En todo esto la Iglesia se au­torrealiza y esto se llama -en el sentido de lo que el Papa afirmó- ­movimiento. Deseamos que toda la Iglesia abrase con el fuego de nuestros movimientos y de milla­res de otros, conocidos y desconocidos, para gloria de Cristo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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