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Huellas N.01, Enero 2023

PRIMER PLANO

«Pasión por el hombre, pasión por Cristo»

Fragmentos del diálogo con Davide Prosperi sobre don Luigi Giussani, que tuvo lugar en EncuentroMadrid, el 12 de noviembre de 2022. El texto completo está disponible en clonline.org


Rafael Gerez. Aunque eres relativamente joven, sí tuviste la posibilidad de conocer personalmente a don Giussani. ¿Qué supuso ese encuentro para ti, qué te fascinó?

Davide Prosperi. La respuesta es muy sencilla: todo, me ha fascinado todo de su persona, todo lo que a través de él se ha generado. Enseguida, nada más conocerle, deseé formar parte de esta historia. Me encontré con Giussani personalmente por primera vez el día exacto de mi 23 cumpleaños, era el 6 de octubre de 1995. Ese día le dieron el Premio de la Cultura Católica en Bassano del Grappa. Me encontré cara a cara con él antes del acto y él me invitó a su casa. Me dijo que le habían regalado una botella de vino Barolo y me preguntó si me gustaba el vino; yo le respondí que sí, que el vino me gusta, pero que me gustaba todavía más la posibilidad de comer con él, así que me tomó en serio y un mes después me invitó a su casa. Ahí comenzó una relación personal que continuó casi hasta el final de su vida. La última vez que le vi personalmente fue en 2003. Yo deseé encontrarlo, hice de todo para encontrarme con él, después de oírle hablar por primera vez en los ejercicios espirituales de los universitarios de CL en diciembre de 1994, donde dio aquella lección extraordinaria que se titulaba Reconocer a Cristo (en L. Giussani, El templo y el tiempo. Dios y el hombre, Encuentro, Madrid 1995, pp. 45?90). Me acuerdo de que leyó la carta de un joven enfermo de Sida que le escribía a un amigo suyo y que murió poco después. En aquella carta decía –la resumo con mis palabras–: yo he desperdiciado mi vida, pero ahora mi vida vale porque a través de esta historia, de este amigo mío, y a través de don Giussani, que ha generado esta historia, he podido encontrar la finalidad de mi vida, también de un miserable como yo, y por eso pienso que hoy mi vida puede ser útil porque, a través de lo que yo puedo testimoniar tal como soy, puedo ayudar a todos los hombres a reconocer que Cristo es la respuesta a la necesidad del hombre. Para mí Giussani fue el generador de esta historia gracias a su disponibilidad sencilla. A nivel personal también ha generado mi propia historia porque a partir de ese momento mi vida cambió. Hago un último apunte. Cada vez que nos encontrábamos personalmente, aunque me había encargado algunas responsabilidades en el movimiento, nunca me preguntaba –solo una vez, casi nunca– cosas relacionadas con mi responsabilidad en la comunidad. Siempre hablábamos de todo, de música, de todo. Y lo que me impresionaba era su pasión por todo, cómo lograba apreciar y amar cada detalle que se le daba como signo de algo infinito, lograba ver el infinito en cualquier cosa. Yo deseo poder vivir a la altura de esta humanidad.

Gerez. ¿Qué significaba para él esta afirmación –«Vivir intensamente la realidad»– y qué supone esta propuesta para vivir el cristianismo en la actualidad?

Prosperi. Creo que la novedad extraordinaria del cristianismo, y por tanto de la experiencia cristiana, está precisamente en su concreción, es decir, en su capacidad de leer y de interpretar la realidad tal como es, sin superponer esquemas ideológicos. Y esto yo lo aprendí con don Giussani, que partía siempre del dato de la realidad, de lo que sucedía, y a partir de ahí le surgían ideas. Era extraordinario ver cómo a partir de cosas que le decía cualquiera –hasta alguien insignificante como yo–, él tenía intuiciones que se convertían en un factor de construcción de toda nuestra compañía. O también observaba lo que sucedía, lo juzgaba y nos llevaba a dar un paso de conocimiento mucho más profundo, que valía tanto para esa situación como para todo lo demás. Quizá os acordáis cuando en Iraq hubo un atentado contra policías italianos en Nassiriya, en 2003. Don Giussani escribió un juicio hablando del drama de la guerra, y creo que estas palabras son muy actuales hoy; él decía que frente a tanto mal, ante tanta injusticia, «si se diera una educación del pueblo, todos vivirían mejor» (citado en A. Savorana, Luigi Giussani. Su vida, Encuentro, Madrid 2015, p. 1176). Estas palabras podían parecer poco pertinentes inmediatamente, pero enseguida se podía entender que no eran palabras para salir del paso, sino que el problema del hombre de hoy, de los conflictos mundiales, de la incapacidad para comunicar qué es lo que genera el conflicto y el mal que deriva de él nace de una falta de educación, de la incapacidad de vivir hasta el fondo la amplitud de la propia libertad. La educación es educación en la libertad para que el hombre pueda ser verdaderamente libre, verdaderamente él mismo. Para esto es necesaria una realidad humana que sepa mirar la realidad sin parcialidades, por lo que es. Giusani lo apostaba todo por la posibilidad de que esta mirada completa hacia la realidad pudiera convertirse en una historia humana, en un pueblo.

Gerez. ¿Qué destacarías de don Giussani como educador? ¿De qué modo lo que has aprendido de don Giussani, su propuesta, te es útil en tu propia tarea de guía, de profesor y de educador?

Prosperi. Yo creo que la verdadera novedad de su método educativo es que para él la educación es una comunicación de sí mismo, es compartir una vida, una experiencia integral. Educar no significa sobre todo transferir contenidos con nociones. Educar significa compartir el sentido de la vida y para compartir el sentido de la vida es necesario compartir la vida. Yo pienso que el motivo por el que el 15 de octubre la plaza de San Pedro estaba llena de gente, en una fiesta ordenada, es porque este compartir la vida ha generado un pueblo. Creo que este es el secreto de don Giussani. Como él mismo decía, nunca ha intentado convencer u obligar a nadie a seguir la verdad que él transmitía, sino que siempre provocaba a quien tenía adelante a tomar en serio una propuesta para poderla verificar en su propia vida. Esta verificación es condición indispensable de la educación, y no solo consiste en una reflexión sobre uno mismo, sino que la verificación para Giussani se hacía en relación con la realidad. Que lo que yo te digo es verdad lo debes verificar en tu relación con la realidad. En este sentido, la propuesta de don Giussani es una apuesta por la libertad del otro; y esto vincula porque claramente en esta verificación nos acompañamos, es decir, verificamos juntos.

Gerez. Me interesa también cómo lo vives como padre de familia.

Prosperi. También ahí es igual. Quizá la experiencia más inmediata que tuve en la relación con don Giussani –y creo que quien lo ha conocido puede decir lo mismo– ha sido la de una preferencia. Cuando estabas con él, te sentías el centro del universo. No porque te quisiera hacer sentir así, sino porque era así para él, delante de sí tenía el Misterio. Me he preguntado muchas veces qué era esta preferencia y recuerdo que cuando mis hijos eran pequeños –yo tengo cuatro hijos, un chico y tres chicas, muy cercanos entre ellos en edad, nacieron los cuatro en cinco años– salía mucho este tema de la preferencia porque hay veces que prefieres a uno por una cosa o a otro por otra. Es algo que te encuentras en ti, ni siquiera sabes por qué exactamente. Me pregunté alguna vez de manera un poco moralista si quizás estaba equivocado, pensando que debía tratarles a todos por igual. Pero mi experiencia de preferencia sobre mi vida no era esta porque yo me daba cuenta de que deseaba ser preferido. Entonces me di cuenta de que el problema no es que ellos esperaran no ser menos que los demás. Cada uno quiere ser preferido. Así que el problema es que esa preferencia te lleve a amar con más verdad a todos los que se te dan, es decir, a preferir a todos. Esta mirada sobre mi vida –que yo he recibido en la relación con don Giussani, pero también con personas del movimiento– me ha introducido en una mirada más verdadera, más profunda de la realidad que la imagen de la preferencia que, en nombre de una cierta justicia moral, me había hecho.

Gerez. El 15 de octubre, el Papa destacó el amor y la fidelidad de don Giussani por la Iglesia. Pero también es cierto que en su vida no faltaron las dificultades y las incomprensiones en el ámbito eclesiástico institucional. ¿De qué nacía este amor incondicional de don Giussani por la Iglesia? ¿Qué nos dice hoy este amor, este afecto a la Iglesia?

Prosperi. Giussani tuvo durante su vida, durante su historia, algunas dificultades en su relación con los obispos ordinarios, los superiores en el ámbito eclesiástico, pero querría aclarar que por lo que yo he conocido de estos hechos, sobre todo en este último año en el que he tenido que profundizar en muchos aspectos de nuestra historia, nunca hubo una persecución respecto a Giussani. Fue puesto a prueba muchas veces, porque algún superior podía no comprender sus métodos, pero con la idea de verificarlo, de ponerlo a prueba. El cardenal Colombo, que lo alejó de GS durante un tiempo, estimaba mucho a don Giussani, lo estimaba como teólogo y también como educador, pero también recibía indicaciones –porque a veces la envidia puede suscitar incomprensiones– y le propuso ir a EE.UU. para conocer el método catequético de las parroquias allí y para profundizar en sus estudios sobre el protestantismo americano. Efectivamente, a su vuelta le alejó de la guía de Gioventù Studentesca. Pero esto hay que mirarlo con la perspectiva del tiempo y a la luz de cómo Giussani vivió esto, porque no dudó ni un momento en la obediencia, en la obediencia cordial, también en la forma, a lo que se le pedía. Es decir, no solo irse sino hacerlo seriamente, verificando lo que se le pedía. Creo que este es un aspecto muy importante porque podemos obedecer formalmente, pero sin que esto introduzca una experiencia de verificación real para nosotros. A través de esta verificación, Giussani volvió a guiar el movimiento con más madurez, con más claridad, precisamente por haber hecho este recorrido, sin ahorrarse nada.

Gerez. La mayoría de los que estamos aquí no ha conocido a don Giussani personalmente. Uno puede pensar que el contexto en el que nació la primera experiencia, lo que dio origen al movimiento, es muy diferente de lo que vivimos hoy en día, en todos los sentidos, ¿qué actualidad tiene la propuesta de don Giussani?

Prosperi. Creo que la propuesta de don Giussani es tan actual hoy como entonces, cuando él comenzó. En cierto sentido quizá hoy lo es aún más. Muchos han usado una expresión hablando de don Giussani como una figura profética, es decir, capaz de leer el futuro a través de la mirada sobre el tiempo presente. Pensemos cómo don Giussani comenzó todo su trabajo apostando por la educación de los jóvenes en un momento en el que podía tener una brillante carrera como teólogo. Y esto sucedía en los años 50, cuando tal vez la Iglesia vivía a nivel social su máximo esplendor y tenía mucho más impacto que hoy. Sin embargo, don Giussani ya vislumbró la semilla de un fenómeno nuevo que estaba asomando, una descristianización, no tanto desde el punto de vista de los valores éticos porque esos se afirmaban y se reconocían, sino desde el punto de vista de la experiencia personal y de la vida de las personas, pues se estaba perdiendo la capacidad de incidir como presencia real en la sociedad, en la vida de todos. Giussani reconoció que la causa de todo esto era fundamentalmente una ignorancia, en el sentido etimológico del término, es decir, que ya no se conocía el fundamento de la fe, el contenido de experiencia de las palabras cristianas. Don Giussani vio que solo en la propuesta integral de una experiencia humana, que proponga todas las dimensiones del vivir tal como nacen de la experiencia cristiana, puede seguir viviendo y renaciendo la conciencia del origen de la fe. Que Dios se haya hecho hombre implica que Cristo sigue estando presente a través de una historia humana que lo reconoce, lo narra, lo hace presente en todos los ambientes del vivir humano. Hoy ciertamente estamos en una situación –paradójicamente– casi favorable. Vivimos en un mundo que se acerca al paganismo del tiempo en el que vino Jesús. Jesús se encontraba con personas, introducía una nueva manera de mirar las cosas, de tratar las cosas y a las personas, generando una compañía que vivía de esta misma manera. Esa manera era la expresión de su relación con el Padre. Hoy se necesita una radicalidad de vida que muestre la conveniencia humana de vivir la propia presencia como relación con Cristo, es decir, como imitación de la relación que Cristo tenía con el Padre.

Gerez. En la carta que nos has dirigido tras el encuentro con el Papa, decías que este encuentro supone un auténtico nuevo inicio. ¿Cómo podemos hablar después de 70 años de historia del movimiento de nuevo inicio? ¿Qué horizonte ha abierto la audiencia con el Papa del 15 de octubre?

Prosperi. Tengo que decir que esta expresión la hemos usado muchas veces en nuestra historia. Es «nuevo» porque tiene que ver con el ahora, con el presente, y es «inicio» porque es el mismo inicio que se vuelve a proponer, que vuelve a suceder hoy. Estamos delante del mismo desafío que don Giussani se encontró viviendo al principio de todo. Tendremos tiempo para verlo y entenderlo. Cuando el Papa dice que «la Iglesia, y yo mismo, espera más, mucho más» de nosotros, no quiere encerrarnos en un esquema que tiene en mente sino que quiere decir que está seguro de la grandeza de lo que llevamos encima –inmerecidamente–, que aún debe desarrollarse con todo su potencial y que nosotros debemos seguir y servir a esta grandeza con humildad, como nos ha dicho, hasta el punto de estar disponibles para la corrección de quien guía la Iglesia para poder crecer y convertirnos cada vez más en aquello para lo que estamos en el mundo. Muchos dijeron al día siguiente del encuentro con el Papa: «Se nos ha reclamado». La palabra «reclamo» –al menos en italiano esa es su etimología– dice bien cuál es el sentido de este nuevo inicio: re-clamo, es decir, somos llamados de nuevo, somos llamados una vez más por nuestro nombre, uno por uno y juntos en un pueblo. ¿Llamados a qué? A ser conscientes de la responsabilidad del carisma. Después de la muerte del fundador, el Papa ha dicho que todos los carismas se institucionalizan. Esta expresión, que quizás puede parecer difícil porque suena como una especie de jaula, en realidad es lo más seguro, porque en toda la historia de la Iglesia se ha demostrado como el camino posible para que lo que ha comenzado –si Dios quiere– pueda seguir dando frutos en la historia. Que se deba institucionalizar el carisma quiere decir que hace falta darle una forma, por lo que hoy se nos pide una reforma. Reforma no quiere decir ruptura con el pasado sino justo lo contrario, quiere decir apostar por el pasado a la luz de la actualidad presente. Es necesario que lo que se nos ha entregado en el encuentro con esta historia se convierta en una forma que asegure el camino también para el futuro. En este sentido el camino –nos ha dicho el Papa– está claro. No va ligado sobre todo a la excepcionalidad de uno o de otro que sean especialmente carismáticos. El camino es nuestra comunión. Una comunión guiada en cuanto que la autoridad es garantía de esa unidad. Pero la autoridad expresa en su guía una comunión, no una expresión de sí mismo, de su propio temperamento, de su propia sensibilidad.

Gerez. ¿Por qué un padre de familia, como tantos de nosotros, con sus hijos, su mujer, su vida profesional, dice “sí” a la propuesta de presidir la Fraternidad de Comunión y Liberación en un momento, como sabemos, un tanto turbulento de la vida del movimiento?

Prosperi. Efectivamente, no sé realmente si soy la persona adecuada para desempeñar este papel pero no le he decidido yo. Soy la persona a la que se le ha pedido. El motivo por el que he aceptado, desde un cierto punto de vista, es precisamente el motivo por el que no me siento la persona adecuada. Yo entiendo que, si la Iglesia me lo ha pedido a mí, está diciendo que la responsabilidad del carisma es de cada uno de nosotros. Yo soy uno cualquiera de tantos que viven la experiencia del movimiento. Así que es justamente en nuestra comunión donde se expresa la fuerza y la continuidad de esta propuesta. Pero lo digo sinceramente, sin falsa modestia, porque creo que esto forma parte del paso de madurez que la Iglesia nos está pidiendo. Podíamos tener una cierta imagen de cómo debía ser la guía. Yo soy un laico, padre de familia, tengo un trabajo que sigo haciendo, que ciertamente obliga a repensar la modalidad de la guía. Quizá esto, si nos fiamos de la autoridad de la Iglesia, es lo que nos están sugiriendo. El Papa decía –lo digo con mis palabras– que el carisma es mucho más grande que nosotros y de alguna manera don Giussani no es nuestro, pertenece a la Iglesia y es patrimonio de toda la humanidad; pero nosotros somos sus hijos y por eso somos responsables de llevar adelante la tarea que nuestro padre asumió para la Iglesia y para el mundo, no solo para nosotros. ¿Qué es lo que me ha impresionado? Que nos indicara nuestra responsabilidad: la Fraternidad de CL es el lugar que «custodia» el «don valioso» de nuestro carisma. Porque solo así el carisma podrá «hacer “florecer” todavía mil vidas». Siempre habrá un punto de referencia y de interpretación auténtica de ese origen que ha generado esta historia, que no es ante todo una persona sino que es nuestra Fraternidad, que ciertamente está guiada por una persona, pero como expresión de nuestra comunión.


 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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