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Huellas N.11, Diciembre 2022

RUTAS

EncuentroMadrid. Una apertura nueva

Noelia Hernández

Aterrizaba en Madrid cargada de curiosidad, preguntas y heridas, pero también con ciertas dudas. Lo que vio durante ese fin de semana al principio la abrumó, pero a medida que la iba también enfocando su mirada

Desde antes de ir a EncuentroMadrid llevaba varias de semanas inmersa en una rutina automática, en una distracción continua, viviendo mis días con algo de indiferencia, no asumiendo del todo mis responsabilidades, arrastrando cierto cansancio y, al mismo tiempo, viviendo todo como una secuencia de sucesos que parece que nada tienen que ver unos con otros, sino que simplemente se suceden y voy olvidando. Ahora me descubro con una necesidad inmensa de encontrar algo que dé unidad a todo lo que vivo.
Sin embargo, en mi interior no dejan de agitarse inquietudes y preguntas que me incomodan y es cierto que lo más inmediato es evitar a toda costa tener la humanidad a flor de piel. A veces me asusta el silencio. Lo evito. No me atrevo a mirar la tristeza sin la certeza de que hay una promesa detrás o directamente implícita, de la misma manera que me niego a convivir con ella si hoy, en este instante, no percibo que hay algo que responde a mis exigencias, si lo que veo entorno a mí es que lo mejor es hacer cosas para distraerme porque la tristeza es algo que a nadie le interesa mirar. Se necesita a constantemente una mirada renovada, descubrir en otros una forma de vivir distinta, más humana, más apasionada, para despertar de nuevo el deseo de una vida grande.
El fin de semana de EncuentroMadrid pude escuchar testimonios esperanzadores, de experiencias humanas que me muestran esa otra posibilidad de vida como algo que también a mí me compete y me llama directamente. EncuentroMadrid me ha devuelto la conciencia de mi miseria, reconozco que no he vuelto dando saltos de alegría, al contrario, he vuelto topándome con todas mis dificultades que hasta ahora he tratado de evitar afrontar, porque mirar esto es demasiado incómodo y me ha hace sentir el corazón en la garganta todo el tiempo, como queriendo gritar lo que más necesito. ¿pero yo quién soy?

¿Quien me quiere como soy? Necesito descubrir que mi incapacidad de levantarme temprano por las mañanas, de ir al día en clase, de tener el mejor ánimo para afrontar lo que se me pone delante no me define, no es la última palabra sobre mí y, por tanto, no soy solo una miserable. ¿Quién se atreve a mirar su humanidad herida, necesitada de una mirada llena de ternura, si no descubre un atisbo de luz en la realidad, una promesa?
Resultaría incomprensible mirar este corazón desnudo sin la certeza de que hay algo que responde, de que hay una mirada que acoge estoy y no lo esquiva.
En este sentido, me provocó mucho el encuentro de Familias para la Acogida, titulado "Si hay que gloriarse de algo, yo me gloriaré de mi debilidad" (2 Cor 11,30), ver que hay vidas rotas que sanan y cambian por la mirada de ternura de familias que las acogen. ¿De quién es esta mirada transformadora? ¿Quién habita en las miradas de ternura que rinde corazones heridos y cansados?
Descartaría la petición que don Giussani hacía a los que acogen: que cualquiera que se encuentre con ellos pueda sentirse por fin en casa, acogido, seguro como un niño en brazos de su madre. Adele Tellarini, responsable de la casa de acogida Novella en Bolonia (Italia) y gran amiga de Novella, quien fundó la casa como respuesta a su deseo de hospitalidad, expresaba que el cuidado y la atención con que Novella la acogía las primeras noches le hacía preguntarse sobre su dignidad e importancia. Afirmaba que la acogida vivida regenera el gusto por la vida y lleva a descubrir una dignidad e importancia. Afirmaba que la acogida vivida regenera el gusto por la vida y lleva a descubrir una dignidad nunca pensada. Para acoger, uno necesita también ser acogido, necesita sentir una mirada misericordiosa sobre sí y que hay uno que te mira no juzgándote por tus debilidades, por tus límites o por tus errores, sino que hay un abrazo sin límite que acoge todo. Me pareció precioso cuando Adele expresaba que nuestra humanidad no está hecha solo de debilidad, también tenemos un corazón que pide abrazar, y que la debilidad nos corrige del pensar que hacemos todo bien y, sin embargo, somos acogidos. Darse cuenta de esto es liberador.

Tan bonito como pertinente fue el encuentro con Davide Prosperi, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, titulado "Luigi Giussani (1922-2005). Pasión por el hombre, pasión por Cristo", mostrando la actualidad que tiene la propuesta de Giussani hoy. Prosperi destacaba de su relación con don Giussani que «cuando estabas con él, te sentías el centro del universo, no porque él quisiera hacerte sentir así, sino porque para él era así y sobre todo porque delante de sí Giussani tenía el Misterio». Tras esta experiencia Prosperi confesó que muchas veces tuvo que preguntarse qué era esta preferencia, descubriendo así una mirada más verdadera y profunda de la realidad.
Las palabras de Prosperi también llevaban consigo la esperanza de un nuevo inicio, algo que para él tiene que ver con la palabra «reclamo», es decir, con una nueva llamada a cada uno de nosotros. «La cuestión no es entender si se nos pide algo justo o equivocado, sino ser verdaderos en la verificación de la propuesta que se nos hace, comparándonos con el origen de lo que hemos encontrado, como decía el Papa: "nunca olvidéis esa primera Galilea de la llamada, esa primera Galilea del encuentro"».
Paralelamente, cada vez más, crece mi deseo de conocer quién fue Giussani y cómo su carisma ha llegado hasta hoy a través de tantas personas. He empezado a leer más sobre él, a interesarme por su historia, por su recorrido, por su pensamiento y su juicio, que me cautiva porque me ayuda a conocerme más a mí misma, a abrirme al mundo y posicionarme de una manera distinta, más humana. Por esto, la exposición sobre Giussani no me ha sido indiferente, sino una provocación que ha despertado aún más mi interés por su persona. No solo me ha cautivado el contenido de la exposición, sino la manera en la que el voluntario que había en ese momento se abría para compartirla con quienes estábamos allí, lo cual me hace preguntarme más quién fue ese hombre que hace moverse a tantas personas.

No he perdido la oportunidad de pasarme a mirar la mesa de los libros, que siempre me interesan muchísimo y me cuesta decidirme. Al final me he decantado por dos: Diario de oración de Flannery O'Connor, por ser una autora que me lleva interesando descubrir desde hace tiempo y con la que puedo sentirme identificada, y Don Gius. Luigi Giussani, una vida apasionante de Carmen Giussani, que estaba detrás de la mesa percatándose de mi debilidad por los libros y quien, misteriosamente, ha despertado en mí también un interés por ella misma y por su libro.
Me ha impactado especialmente el testimonio de Onintza Pardilla, profesora de Historia y Lengua en el Colegio Internacional Kolbe, que intervino en el encuentro final, titulado "Vivir apasionadamente la realidad". Su intervención me ha conmovido e inquietado profundamente por la manera en la que me he visto reflejada en su experiencia, así como pro la sencillez y la sinceridad con la que ha expresado su recorrido del agnosticismo -el cual afirma que es un drama, una desesperanza en que la realidad no tenga sentido ni en que haya respuestas a las preguntas que surgen- al encuentro con la fe a través de personas concretas. Su vida ha dejado de ser cómoda, no se le ahorra el sufrimiento, pero este ya no la define ni la esclaviza, su vida ha comenzado a ser grande a la luz de una Presencia que da unidad a las diversas parcelas de su vida.
De su testimonio, algo que ha causado un impacto en mí y que siempre vuelve a impresionarme es la experiencia de la redención, que recuerda como «un momento en el que el Señor rindió su corazón y se llenó de una alegría completamente nueva y desconocida». Siempre vuelve a cautivarme esta capacidad de que las cosas se hagan nuevas y nunca dejo de desearlo.
Ir a EncuentroMadrid ha sido para mí una apertura, algo que necesitaba para relanzarme de nuevo a la vida con una mirada diferente. Lo que hace que vuelva a casa cambiada no es tanto estar presente en todos los actos posibles, sino reconocer en la mirada de otros, en el encuentro con otros, una alegría que deseo, que es signo de la promesa que encierra toda la realidad y que antes de ir a EM había perdido de vista. Sigo en camino, pero con un deseo nuevo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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