La profecía por la paz de los Papas ha sido un gran acontecimiento que caracterizó al siglo XX y también al nuestro. Ha acompañado la historia de Europa y del mundo, desde Benedicto XV con la Primera Guerra Mundial hasta el papa Francisco. A menudo los Papas se han encontrado aislados frente a las prepotentes pasiones belicistas o nacionalistas que defienden las razones de uno u otro bando en lucha. Se ha acusado a la postura de los Papas de equilibrismo o distanciamiento de la realidad, pero -como decía el papa Bergoglio- somos «no neutrales, sino a favor de la paz. Por eso invocamos el ius pacis, como un derecho de todo a componer los conflictos sin violencia».
En su larga historia, la Iglesia, "experta en humanidad", sabe que «toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado», como se lee en la Fratelli tutti. En efecto, esta encíclica propone una reflexión lúcida y dramática sobre los conflictos. Afirma con razón que la guerra «es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal». Se medita poco sobre las lecciones de la historia, en parte porque la guerra, con su cadena de pasiones y propaganda, provoca un eclipse de la razón y la política.
Considero, por tanto, muy oportuno secundar hoy las palabras del papa Francisco en el discurso de la audiencia a Comunión y Liberación el 15 de octubre de 2022: «Os invito a acompañarme en la profecía por la paz…». La profecía por la paz del Papa ante la guerra en Ucrania no solo expresa nuestro sentir como cristianos sino el lamento de tantos hombres y mujeres que sufren y a los que nadie escucha. La visión del papa Bergoglio ayuda a liberarse del realismo pesimista de quien no mira más allá del conflicto, preso de una lógica belicista. Ir más allá de la guerra es buscar vías posibles y justas para frenar el derramamiento de sangre e instaurar la paz. La paz y el diálogo nunca son imposibles. Precisamente el texto de CL afirma que «el diálogo no es una quimera, sino la única vía de salida razonable. En cualquier situación, incluso en la más oscura o gangrenada». Cuando hablamos de paz, pensamos especialmente en Ucrania, sumida en un grave y sangriento conflicto tras la agresión rusa. La guerra ha matado, destruido y causado un sufrimiento enorme. Y lo sigue haciendo, especialmente en estas condiciones invernales, de frío y escasez energética. Han muerto muchos, tanto ucranianos como rusos. Hablar de paz no quiere decir afirmar que Ucrania no debe defenderse. Pero el discurso militar ha oscurecido el político-diplomático, fundado en el diálogo. Se ha invertido poco en diplomacia, creyendo que el problema se resolvería con las armas. De hecho, ha habido cierta inercia diplomática. Es un error. Porque estoy seguro de que esta guerra podría acabar en una situación de punto muerto, como tantos otros conflictos contemporáneos en nuestro mundo global (véase Siria). En este sentido, nunca hay que olvidar lo que sucede en Ucrania, recordando a la opinión pública y a los que deciden los destinos de paz y de guerra que siempre hay una vía de diálogo. Además, la oración, hecha de fe y de insistencia, es una fuerza débil que “combate” contra la guerra y el odio, pues se dirige a aquel que es el Señor de la paz. En efecto, la paz es una búsqueda cotidiana, pero también y sobre todo es un don del Señor que nosotros invocamos.
*Fundador de la Comunidad de San Egidio
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón