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Huellas N.09, Octubre 2022

RUTAS

«Mirad lo que me ha dicho»

Yolanda Menéndez

Una provocación inesperada la lanzó a la vida cuando parecía que llegaba su fin. Así lo relata la propia Alejandra, en una conversación que tuvo con Huellas este verano. Murió el pasado 13 de septiembre

En febrero de 2014, a Alejandra le diagnosticaron un sarcoma en grado 4 sin curación. Después de tres meses de quimioterapia, los tumores se habían duplicado. Se acercaba el mes de mayo y con él los Ejercicios espirituales de la Fraternidad de Comunión y Liberación, que Julián Carrón predicaba en Ávila. «La mañana del sábado no podía andar, me acompañaron dos amigas y llegamos pronto. Le vi solo en la puerta y tuve el impulso de ir donde él, a pesar de que no le conocía de nada. Me presenté y le conté mi situación, echándome a llorar. “¿Y cuál es el problema?”, me dijo. Pensé que no me había entendido, quizá por el cambio de idioma y sobre todo por mi rapidez al hablar, así que volví a repetirle todo. Entonces me miró diciendo: “Te he entendido, pero ¿cuál es el problema? Alejandra, ir al Cielo es ir al cumplimiento de la vida, ¿cuál es el problema? Yo me iría contigo ahora mismo”. No entendía nada, me quedé en shock: “Vale, pero tengo miedo a sufrir”. Él dijo: “No tengas miedo. En el momento del sufrimiento vas a experimentar la preferencia de Dios igual que un hijo cuando tiene problemas es cuando más se da cuenta del amor de su madre. No tengas miedo, gracias por tu testimonio”. Y se fue».
Aquella brevísima conversación marcó un antes y un después en la lucha que Alejandra libraba entre la vida y la muerte. «No entendí nada pero en ese momento me di cuenta de que para ese hombre la muerte no era lo último, no era capaz de vencer el cumplimiento que venía después, y que quizá mi problema no era el cáncer sino que después de toda una vida yendo a misa yo aún no creía ni en la resurrección de la carne ni en la vida eterna. Fue un cambio radical, de mirar tu ombligo a toparte con alguien que te hace levantar la cabeza», cuenta Alejandra.
Ese fue el primer paso de un cambio cuyo primer fruto fue empezar a contar lo que aquel hombre le había revelado, como la samaritana. «Hasta ese momento yo no era capaz de hablar del tema, no le hablé a nadie mi enfermedad hasta que se me empezó a caer el pelo. Y aun así, cuando salía del médico, mandaba un mensaje a los más cercanos y no quería más preguntas. Pero a partir de ese momento se lo conté a todos los que me encontraba: “¡mira lo que me ha dicho!”. Incluso grabé a mis amigas, que eran testigos, porque si yo hubiera estado sola no me habría enterado, no sería capaz de repetir las palabras. Me di cuenta de que algo tan importante para mí, también lo era para otros. Y yo, que no hablaba nunca de la enfermedad, empecé a hablar de la enfermedad, pero de otro modo».

Movida por la curiosidad. Alejandra conoció la experiencia del movimiento a través de una compañera de trabajo. Le llamó la atención que a veces Ana no pudiera ir a tomar una cerveza al salir de la oficina porque tenía que ir a “escuela”. Movida por la curiosidad, decidió empezar a acompañarla, y luego vino Bocatas, EncuentroMadrid, y el gran impacto del Meeting de Rímini, que la fascinó. De hecho, cuando llegó el momento de hacer planes para el que parecía que podía ser su último verano, lo tuvo claro: voluntaria en el Meeting, y en el pre-Meeting. Sus amigos italianos le buscaron una buhardilla en casa de unos amigos para que pudiera estar tranquila y descansar todo lo que hiciera falta y su labor como voluntaria consistió en acoger a los demás voluntarios que se habían inscrito. «Era impresionante ver a tantísimos voluntarios, que llegaban con tanta alegría y gratuidad».
Al acabar ese verano, en septiembre tuvo lugar otro hecho que incidió en su manera de afrontar la enfermedad. En la homilía del funeral de su amiga Leo, que murió de cáncer de pulmón, el sacerdote dijo una frase que desde entonces no ha dejado de acompañarla: «Las circunstancias que parece que se salen de lo normal Dios las permite para nuestra maduración, y la de los que tenemos alrededor». Una frase que quizá había oído ya montones de veces, pero que en ese momento escuchó por primera vez y desde entonces la acompaña a diario. «Efectivamente, a partir de entonces fui consciente de que las circunstancias son parte esencial y no secundaria de nuestra vocación. Se trata de ver cómo Dios las lleva a cumplimiento y nos desvela a través de ellas cuál es nuestra labor en el mundo. Con la enfermedad, yo he madurado y crecido en aspectos que no habrían sido así si no hubiera estado enferma».

Una compañía esencial. Aquella circunstancia tan dura y no querida dio comienzo a un camino de seguimiento donde la Escuela de comunidad se convirtió en una compañía radical. «Entonces me di cuenta de lo importante que se estaba convirtiendo para mí. De hecho, yo siempre he sido muy viajera y apuraba los billetes de regreso para estar fuera el máximo tiempo posible. Sin embargo, siempre sacaba los billetes de vuelta para poder llegar a la Escuela de comunidad». Esa compañía esencial de la Escuela de comunidad era la compañía concreta de don Giussani que, como un padre que te provoca y te corrige, tal como se lo había mostrado Julián aquella mañana en Ávila, te muestra la verdad de las cosas que te suceden y que tú solo no llegas a ver.
«Don Giussani siempre dice que no podemos estar solos y esa necesidad de una compañía es lo que me sostiene día tras día. Solo puedo crecer si vivo dentro de una compañía. Necesito rostros en los que yo veo que vivir así es posible». Uno de esos rostros en las últimas semanas de su vida fue el de Jone Echarri. «El trabajo precioso que hizo contándonos cómo afrontaba el dolor y la enfermedad don Giussani es algo que me sostiene todos los días (ver Huellas n.5, mayo 2022). Así como las noticias que nos llegan de ella, de cómo está viviendo ella misma su enfermedad. Yo me quejo y me parece dura mi vida, pero ella no podía mover ni un dedo, y todos los que la ven hablan de esa mirada y sonrisa suyas, llenas de gratitud. El resumen de todo esto es que Cristo sigue haciéndose carne hoy. Lo que ocurrió hace dos mil años en el seno de María, aunque parezca un escándalo y nos dé vergüenza decirlo, se sigue haciendo carne a través de personas que le dicen “sí” en las circunstancias concretas de su vida. Quizá sea esto lo que más me impresiona de todo lo que nos ha enseñado Giussani: la afirmación de la Encarnación aquí y ahora, tal como estés, allí donde estés, cuando dices “sí” eres su misma carne».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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