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Huellas N.08, Septiembre 2022

BREVE

Cartas

Fiada
Este verano he ido a mis primeras vacaciones con el movimiento de CL. Por fin me he fiado, porque llevo diez años en un grupo de Fraternidad con unos amigos que han ido siempre y yo pensaba que estaban locos, yo no iría a esas vacaciones aunque me lo regalaran porque, por formato, no son las vacaciones que más me atraen.
La razón por la que he ido es la misma por la que hace dos años decidí empezar a ir a Escuela de Comunidad, porque con estos amigos me daba cuenta de que la vida, con todo lo que supone mi vida –mi matrimonio, mis hijos, mi trabajo, en definitiva, todo el drama de la vida–, merecía la pena ser vivida, o sea, no se me quitaban las dificultades ni el sufrimiento de muchas situaciones, pero me permitía mirar esas dificultades. Entonces dije: si estos amigos viven su vida así y yo cuando estoy con ellos experimento estas cosas, pues yo quiero eso también para mí.
Y empecé a ir a Escuela, lo que ha supuesto un factor de renovación constante en mi vida porque yo noto que lunes tras lunes es el Señor el que me llama y me rescata de mi miseria, de mis proyectos, de mi visión reducida de la realidad. Y he ido a las vacaciones fiada por esto, porque después de estos dos años me he querido fiar y ver lo que pasaba allí, no que me lo cuenten, sino vivirlo.
Por la misma razón por la que hace unos meses pedí entrar formalmente en el movimiento, porque he visto una transformación con una compañía muy concreta. Una compañía que, para mí, es el rostro de Cristo porque me ayudan a redirigir la mirada continuamente.
Gurutze, Villanueva de la Cañada (Madrid)

Ahora os conozco
Cuando nos invitaron a unas vacaciones cristianas con la fraternidad de Vallecas, aceptamos sin dilación, a pesar de conocer solo a dos matrimonios. Teníamos por supuesto reticencias hacia lo desconocido, es incómodo tener que abrirse a mucha gente, pero puede más la curiosidad de la Providencia, lo que desconocemos y vendrá regalado por Quien más nos ama y conoce.
Cuando nos repartieron las habitaciones y por error se nos adjudicó una habitación de menos camas, rápidamente otro matrimonio nos dejó una cama hinchable. Aunque enseguida se solventó el error, ese gesto de generosidad inicial ante nuestra necesidad nos resultó altamente conmovedor. A los pocos minutos ya estábamos integrados, no conocíamos a nadie, pero eran nuevos amigos, sin nombre todavía, por los que nos sentíamos amados sin necesidad de responder, un amor gratuito, un amor regalado.
Acompañados del paisaje abrupto y frondoso que se abría a nuestros ojos, un desfiladero de altas y escarpadas paredes grises, de roca calcárea. Ruta que recuerda a nuestra propia vida, que invita a andar individualmente por la estrechez de la senda, como cuando tenemos que hacer introspección y estamos solos delante del Señor, pero acompañados por otros compañeros que están cerca y caminan a nuestro lado. Sin los otros, el camino sería intransitable. Al final del camino en la ondulada y verde pradera, la ermita de San Antonio y el gran tejo centenario guardándonos la sombra. El Señor siempre nos espera, antes, durante y después.
El testimonio de Juan Antonio y Raquel nos desarmó, qué apremio a la llamada del corazón, a la caridad más absoluta, olvidándose de sí mismos para salir en busca de otros que sufren el sinsentido de la invasión de Ucrania.
El momento de compartir juegos en la playa nos ayudó a toda la familia a participar más gustosamente del carisma. No estamos acostumbrados a jugar en familia y cuando lo hacemos al modo que el movimiento propone sentimos un gran júbilo interior, sentimos de nuevo renacer nuestra infancia. ¡Hasta logramos al final ser participativos, fue casi un milagro!
Agradezco infinitamente cada uno de los esfuerzos de los que han organizado todo. Gracias amigos, ahora sí sabemos vuestros nombres.
Familia Sanz Fernández

¿Qué ha pasado aquí?
Tras una pausa en las vacaciones, que han sido un verdadero carrusel, llego por fin a casa y necesito hacer memoria de lo que he visto después de estar cuatro días con los amigos de la Masía. Lo primero que me conmueve es que para esta comunidad-pueblo ya somos “de los suyos”, y así nos lo hacen ver y sentir. Nos esperan como agua en tierra seca y nos acogen como a uno más. Es conmovedor verse acogido con esta gratuidad y al mismo tiempo genera un sentido de responsabilidad, de estar delante de lo que sucede con la tensión de ser amigos en Cristo.
En todo lo que hacen –cocinar, poner la mesa, recoger, tirar la basura, comprar, acompañar a una amiga al hospital, trabajar en el negocio de un amigo, hacer tareas de mantenimiento, cantar, jugar, estudiar, ir de excursión, charlar y rezar– está el deseo de que sirva para la gloria de Dios, que sea memoria “sutil” de Cristo. Todo menos formalismo. Así se genera un adulto en la fe, donde la inteligencia de la fe ilumina la inteligencia de la razón.
Este verano he visto y aprendido la misericordia y el afecto de corregir. La corrección no es decirle al otro lo que tiene que hacer o lo que hace mal, es acompañarle en reorientar su verdadero deseo, que nace de ser fiel a su verdadera necesidad, y ahí caminamos juntos sin que el sentimiento se imponga, realizando un trabajo de confrontación entre lo que deseas y cómo vives, con la ternura y autoridad de Cristo. Es un baño de realismo esta amistad donde todo se puede discutir menos la propia amistad: un configurarse con el otro para sostenerse en la tarea de la vida y la misión a la que hemos sido convocados. En esta amistad se ve claramente que Él nos ha puesto juntos, no nosotros.
Solo desde la sencillez de corazón puede uno dejarse atrapar por esta conveniencia en las relaciones, no es un esfuerzo por cambiar, es una conversión del corazón. Un pueblo que reza unido permanece unido. Qué evidente ha sido esto en la oración para pedir la recuperación de Xevi y sostener a su familia. En la tribulación, la entrega total al Padre por Cristo en la oración. Ha sido un regalo y al mismo tiempo un don que verificar en la propia experiencia, libres del resultado. Vuelvo conmovido y alegre de pertenecer a este pueblo no por mis méritos, sino por Su amor hacia mi persona y mi familia. «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres».
Jesús, Madrid

Carta al director del coro en las vacaciones de Masella
Llegas antes y nos acoges, sereno, sonriente, y empiezas con los que estamos. El resto se va incorporando sigilosamente, y tú los recibes igual. No hay queja. Vocalizamos siguiendo tus indicaciones sencillas. Comparas el sonido de la “o” prolongada, grave, en el interior de la cara, de la boca cerrada, como una comida que nos quema. Sacamos la “i” silbante, con fuerza, lanzada a modo de piedra hasta el fondo de la carpa. Las “m” envuelven las vocales desde arriba. Sin perder tensión, sin decaer. Para armonizar las cuatro voces, nos haces mirar el significado de la palabra central de cada compás. Antes de empezar la misa el móvil vibra porque tú nos has enviado unas preguntas sobre nuestro yo que nos introducen en el significado de la melodía que cantaremos tras la comunión. Te pedimos partituras, las tienes, nos las das o las traes al día siguiente, cuando llegas antes que ninguno. Cada día agradecías nuestros rostros delante de ti. Te conmovías por nuestras miradas. ¿Me leerá en los ojos la leticia que me envuelve? Todo era una oración. Has sido un padre para mí estos días.
Cristina, Tenerife

Añoranza
Si una palabra puede resumir estas vacaciones para mí es la añoranza. Mi camino en el movimiento se ha convertido en un camino paralelo a mi vida, nunca cruzándose, como algo lejano que no me toca, no me incumbe, que ya apenas está. Estos días me he dado cuenta, de manera muy evidente, de que tengo un deseo, siempre lo he tenido, pero lo he ido durmiendo todo este tiempo. Al llegar aquí, me imaginé, como siempre, que nada tenía que cambiar, pasaría por la vida sin que me tocara nada de lo que pasara, como mucho sentiría algo de la gente y pedir ayuda nunca ha sido mi fuerte.
Sin embargo, desde el principio sentí una sacudida de la nostalgia más absoluta que he sentido nunca, la añoranza de ese lugar seguro que estoy empezando a intuir que necesitaba y donde hacía mucho tiempo que no estaba. Ahora puedo decir que había una grieta, muy pequeña, que yo misma estaba intentando tapar, pero aun así ha podido entrar la luz.
Inés, Móstoles (Madrid)


 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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