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Huellas N.07, Julio/Agosto 2022

PRIMER PLANO

Lo que hemos ganado

Paola Bergamini

Kaouthar, Marta, Ben y otros. Encuentros en medio de la campaña electoral universitaria. ¿Qué es lo que estaba en juego?

Por los pasillos de la Universidad Estatal de Milán, una chica detiene a Giovanni: «¿Pero por qué estáis siempre tan contentos? Yo el año que viene creo que me voy con vosotros», le dice medio en broma, medio en serio, pues ella se presenta en otra lista. Desde que se convocaron las elecciones en la universidad, Giovanni no deja de pensar en esa pregunta. La respuesta, que vale tanto para ella como para él, la tiene delante: los rostros de sus amigos, que en esas semanas tan convulsas le han testimoniado una plenitud de vida que no deja nada fuera, ni siquiera la política. Rostros que muestran pasión por la realidad, sin preocuparse por el resultado y con una apertura llena de curiosidad por todo. Con todos sus límites, enfados, errores y, al mismo tiempo, con las hostilidades y zancadillas que han tenido que soportar. No se puede dar nada por descontado.
Escuchar a estos chavales hablando de los días de campaña electoral trae a la memoria las palabras de Giussani a los universitarios en 1976: «Lo que debe suceder no es ante todo una “presencia de nuestra comunidad” en la universidad, sino un “corazón nuevo en cada uno de nosotros”, tu madurez, hermano; la eclosión o el albor de tu madurez cristiana, de una fe y una pasión nuevas en ti. Lo que nos interesa es esa humanidad que vive ya en algunos y que no puede dejar de llegar a todos».
Veamos algunos hechos que documentan ese gusto por la vida que lleva a decir: «Me voy con vosotros».

«Lo siento, pero no puedo ayudarte». Es la enésima negativa que recibe Ben durante la preparación de la campaña electoral en la universidad de Bolonia. No puede hacerlo solo, es evidente, pero le surge la duda de si no se estará equivocando de “estrategia” cuando su propuesta no resulta tan fascinante. Durante unos días, se traga el “sapo”, pero luego empieza a comentarlo con algunos amigos. Davide le dice: «No puedes ponerte a hacer todo esto y olvidar los rostros con los que has encontrado a Cristo, que te ayudan a hacer memoria». «Ahora no es eso lo que necesito», piensa para sus adentros. Por la tarde se cruza con uno de los líderes de otra lista. Lo conoce muy bien, durante estos años se han hecho amigos, pero lo ve demacrado y le pregunta: «¿Qué te pasa?». «Estoy agotado, no veo la hora de que acaben las elecciones». Ben recuerda las palabras de Davide que tanto le incordiaron en su momento, y dice: «Recuerda que no puedes darlo todo sin volver a las personas que te quieren y a las que tú quieres».
Ese episodio abre una brecha. El malestar deja paso a la petición de volver a ver a Cristo acontecer. Dejando a un lado sus pretensiones y estrategias, Ben le pide a Pietro que le eche una mano y cuando lo ve en acción ve a un amigo que ha crecido y cambiado por su encuentro con Cristo. Y con él se ponen en marcha otros amigos. Los días de las elecciones son un tobogán de emociones, pero hay algo que Ben tiene muy claro. Llevaba cinco meses insistiendo en que «debemos darnos razones para entender por Quién hacemos las cosas», pero lo decía un poco en abstracto, y ha vuelto a toparse con rostros que se lo devuelven concretamente. Si no es por algo más grande, todo ese cansancio es inútil. ¿Cómo responder entonces a la avalancha de insultos en campaña? ¿Diciendo que la lista de Objetivo Estudiantil no coincide con CL, que es una lista abierta a todos, con personas de toda clase, credo y convicción? No le interesa entrar en dialéctica para dar respuestas correctas pero en el fondo teorizadas. Solo desea una cosa: que otros puedan encontrar la misma experiencia de plenitud que él vive. Está seguro de que toda esa rabia que ve lleva dentro una pregunta.
El resultado electoral queda por debajo de las expectativas. Al terminar el recuento, Ben siente por un instante el desánimo. Pero luego dice a sus amigos: «Vamos a cenar, ¡y a celebrarlo!». En el restaurante, mira a los que están sentados en la mesa. «Todos eran para mí el signo de algo más grande, de Cristo que ha entrado en mi vida. Cada uno a su manera, y eso nadie me lo puede quitar». Luego empiezan los exámenes y retoma su vida “normal”. Una noche, Ben le dice a su novia: «Después de estos días, siento más afecto por el encuentro que he tenido, y más curiosidad por ver cómo seguirá entrando en mi vida».
Faltan pocas horas para la megafiesta organizada por una de las listas electorales en la plaza de Leonardo Da Vinci, en Milán. Pega el sol. Una chica se acerca a la mesa de Objetivo Estudiantil y con cierto apuro pregunta: «¿Tenéis alguna carpa que nos podáis prestar?». Los jóvenes, que están comiendo un bocata y bromeando entre ellos, la miran. Marta está a punto de responder: «¡Qué morro! Con todo lo que habéis dicho de nosotros…». En cambio dice: «Ven conmigo». Por el camino, mientras la observa, piensa: «Habéis organizado el evento más espectacular, con escenario, música y demás, y os dedicáis a despotricar contra todo y contra todos». Entonces le pregunta: «¿Estás contenta con lo que estáis haciendo?». La chica se queda muda.
Son días intensos. Marta está contenta por la pasión con que se mueven, y piensa: «Probablemente perderemos las elecciones, pero yo ya he ganado en la vida». Pero el último día sufren un ataque muy duro e injusto. Convocan a Marta, junto a los representantes de otras listas. Está dolida por las falsedades que han dicho sobre ellos, solo por motivos electorales. Una pregunta se abre paso en su cabeza: «¿Lo que nos decimos resiste delante de todo este mal y esta mentira? ¿A quién sigo?». Cuando vuelve de la reunión, Shelly, responsable de la comunidad, que se ha enterado de lo que ha sucedido, le dice: «Yo también estaba angustiado, así que me he ido a la iglesia a rezar un rosario por ellos». Ahí tenía la respuesta, nunca se le hubiera ocurrido rezar por sus “enemigos”.
Unos días más tarde, el líder de una lista de izquierdas que no estaba directamente implicado en el caso le pidió que le contara lo que había pasado. En un momento dado, es él quien le cuenta que «en las elecciones de 2019 yo insulté duramente a uno de vosotros diciendo: “Los de CL sois el mal del mundo, ¡iros de aquí!”. Todo lo que me respondió ese chico fue: “Ven a conocernos”. Tres años después, puedo decir que trabajando con vosotros me he dado cuenta de que tenéis algo distinto. Ahora, a los que os atacan, yo les digo: “Leed sus manifiestos, mirad lo que publican, ellos son los que trabajan aquí dentro”». Marta sabe perfectamente que este amigo no ha cambiado de bando, sencillamente ha abierto los ojos para mirar los hechos, estando con ellos. «Aunque solo fuera uno, seguiré haciendo lo que hago en la universidad, aunque solo sea por uno de los cien que nos odian».

Sentadas en el bar, Teresa y Costanza esperan a una amiga que han conocido en la campaña electoral de la Universidad Católica de Milán. Contándoles su experiencia de tres años como representante universitaria en otro ateneo, les dice: «Quería cambiar el mundo, la universidad, pero no ha cambiado nada. Me ha defraudado la indiferencia de la gente en la universidad». Para Costanza, estos años de representación estudiantil han sido otra cosa. «Lo entiendo, pero creo que merece la pena implicarse en todo caso». «Veo que para ti es diferente, de lo contrario no os votaría, te lo digo abiertamente, ¿pero por qué?». «Debo dar un paso atrás en mi historia. Mis padres siempre se han implicado políticamente, tanto en el instituto como en la universidad. Digamos que eran muy activos. Siempre me decían que si eres de un grupo no puedes relacionarte con los de otros grupos». «¡Pero tú no haces eso!», le interrumpe su amiga. «Es verdad. El contraste con lo que me han transmitido me hace más evidente lo excepcional de la propuesta cristiana, que se basa en el encuentro y se abre a la afirmación del otro. Si razonara en función de grupos o facciones, no te habría conocido. Me habría perdido la posibilidad de esta amistad».
Unos días después, en plena campaña electoral, Costanza y Teresa hablan con otra chica. Tras diez minutos de conversación, el diálogo ya no va de tasas, exámenes, planes de estudio, y llevan más de una hora hablando en el claustro. «Hazme una perdida al móvil, así grabo tu número y seguimos hablando», le dice Costanza. Horas después recibe un WhatsApp: «Sois las dos personas con las que he alcanzado el nivel más personal de conversación. Normalmente me quedo callada y olvido lo que pienso».

A la entrada de la Universidad Estatal de Milán, nadie se escapa del reparto de folletos de Kaouthar. No se presenta, pero le sale natural porque los que se presentan son sus amigos. Se le acerca un chico de una lista de izquierdas: «Tú, que eres musulmana, ¿por qué estás con los de Objetivo Estudiantil?». «¿Qué quieres decir?», le pregunta. «Son todos de CL, ¿no?». Kaouthar no percibe hostilidad ni polémica. Por eso decide contarle su historia en vez de darle explicaciones teóricas. Además, se ha dado cuenta de que ese chico tiene más datos sobre el movimiento que ella misma. «Conocí CL en los grupos de estudio en 2019. Bueno, concretamente conocí personas con nombre y apellidos. No eran mejores que los demás, pero me ganaron por la mirada, en el sentido de que me abrazaban por entero. Nunca antes me había pasado. ¿Y sabes lo más interesante? En estos tres años he tenido esa misma experiencia todos los días, y me ayuda a levantarme por las mañanas y encontrarme con la gente. Yo también quiero esa mirada “ganadora”. Por eso reparto estos folletos».
Kaouthar le dijo a un amigo de Objetivo Estudiantil: «Dentro de poco acabará la campaña y sabremos si hemos ganado o perdido. Pero eso no es lo más importante. Me he dado cuenta de que para mí lo que está en juego es más grande que una simple victoria, es mi amistad con vosotros estos años. Un don que se renueva en cada relación, aunque no sea de la manera que yo piense. Eso es algo que no quiero olvidar ni perder».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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