Publicamos un breve extracto de la conferencia organizada por el Centro Cultural Charles Péguy en Madrid el pasado 17 de diciembre, sobre la relación entre la pintura de Congdon y el sentido religioso
El drama y la gratuidad
El primer acto del drama de la vida de Congdon comienza con la rebelión, en la infancia, hacia el ambiente familiar. La rebelión se dirigía contra un mundo donde todo era cálculo: de ganancias y pérdidas así como de méritos y culpas. Antes esta lógica del cálculo que reduce la realidad a economía y ética, Congdon se rebela en nombre de la gratuidad, de aquello que él siempre definirá como el "don", cuyo doble rostro son el arte, esto es, la belleza, y el sufrimiento, aquel sufrimiento que reclama el don de sí mismo, esto es, la caridad. Es interesante que para Congdon belleza y dolor estan siempre de alguna manera ligados: sin drama, contraste, contradicción, no existe belleza.
El lugar de la Belleza
La decisión de convertirse en artista madura en Congdon como empeño por buscar la fuente del don, de la belleza. Así pues el arte para él es búsqueda, es decir, viaje. Congdon es un artista que viaja. Y es evidentemente pintor de lugares, esto es, de ciudades, de lugares de comunión humana traducida en los espacios, en los edificios, en los signos de la civilización, que son como "rostros":
"Para mí las ciudades son personas; pinto arquitectura pero como medio de las tensiones humanas que la constituyen".
Si Congdon pinta lugares - los lugares que él elige como morada propia - es poque siente la exigencia de encontrar "el" lugar de esta belleza: la belleza debe tener un lugar, debe poderse encontrar.
Llega a ser "pintor"
Tras la conversión a la Iglesia Católica, vive durante veinte años un dramático dualismo entre religiosidad y vocación artistica que llega a su epílogo en 1980 cuando se traslada al campo, cerca de Milán. En este lugar desnudo, que él no ama, inicia una nueva fase de su vida. Aquí descubre existencialmente que su pintura - como él siempre supo - es un don, no es en última instancia suya.
En la última fase de su vida llega a ser total e intimamente pintor porque es pintor religioso, que sabe que la pintura para ser verdaderamente ella misma debe ir más allá de sí misma: significando a aquel Otro del cual ella misma proviene como don.
La extrema compañía
Es bellisimo y conmovedor lo que Bill dijo en una entrevista, apenas una semana antes de morir, a propósito de algunos de sus últimos cuadros en los cuales había representado los restos de una nave abandonada en la playa. Es un discurso que habla del abandono en un doble sentido: abandono como "desprenderse de", y abandono como "confiarse a". Se trata en realidad de dos aspectos del mismo movimiento: "Pinto siempre lo que soy, no lo que veo. Si he pintado una nave abandonada, quiere decir que el abandono de la nave está en mí (...) pero abandono quiere decir la extrema, la última compañía. No hay compañía más bella (...) porque abandono quiere decir abandonarse uno mismo y todo aquello que nos resulta cómodo y confortable (...) Yo he "abandonado" desde el primer día en que tomé los colores para pintar, ése fue el comienzo de mi abandono y de mi compañía. La compañía que acompaña al abandono es Cristo y la pintura es la imagen de la compañía última".
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