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Huellas N.5, Febrero 1987

EDITORIAL

Mirando al '92

La celebración en 1992 del V Centenario del Descubrimiento de América, cuyos prolegómenos estamos viviendo ya, pone sobre el tapete de forma privilegiada la gran cuestión de la evangelización de América Latina. Sin colocar a ésta en su justo lugar dentro del contexto de los múltiples hechos que el Descubrimiento provocó, será imposible comprender mínimamente este gran suceso que abrió la Historia a los tiempos modernos.
El factor de unidad por excelencia en América Latina, histórica y culturalmente hablando, es la Iglesia Católica. El «sustrato católico», que aflora y se expresa de múltiples formas, está en el origen del Nuevo Mundo, pues la primera evangelización fue tan vigorosa como para que la fe lograse ser constitutiva de la identidad, de la unidad espiritual (a pesar de todas las rupturas políticas) y de la religiosidad de los pueblos latinoamericanos, y de los deseos de dignidad, solidaridad y justicia que los animan.
Ahora bien, toda pretensión de dominio de un pueblo pasa por la identificación del punto neurálgico, del humus cultural que alimenta y da vida a dicho pueblo. Sería, por lo mismo, una extrema candidez, el asombrarse por los brotes agresivos que surgen en diversos sectores contra la celebración de un acontecimiento que tuvo tan profundas consecuencias.
Es lógico pues, que la Iglesia Católica y su obra evangelizadora (en su más amplia expresión) estén en el punto de mira de diversos e incluso contrapuestos intereses, que en esta hora hacen causa común frente a quien más puede estorbarles sus respectivos proyectos en aquel continente.
Por ejemplo, las diversas sectas de origen protestante, dotadas de excelente cobertura económica; los intereses coloniales del capitalismo internacional, siempre ligados a minorías oligárquicas; y enfrentado con los anteriores, pero en esto compañero de viaje, el marxismo revolucionario, que no abandona la idea de extenderse en un continente socialmente convulso y presa de innumerables situaciones de injusticia.
Estos y otros intereses saben que es importante la cita del V Centenario. Su trabajo fundamental consiste desde ahora, y urge ponerlo al descubierto, en conseguir que dentro del pueblo cristiano, la historia de estos cinco siglos se lea con las claves de interpretación que ellos mismos le suministren. Entonces habría concluido con éxito sustancial la operación iniciada para desmantelar el «sustrato católico» que reúne a todos aquellos pueblos en esa originalidad histórico-cultural que llamamos América Latina.
Esta pretensión, jaleada por diversos medios de comunicación y centros de cultura, encuentra una Iglesia revitalizada por las sucesivas Conferencias de Medellín y Puebla. Una revitalización cristiana que pasa por la purificación y el ahondamiento de la religiosidad popular; por un renovado encuentro con el mundo del trabajo y del sindicalismo; por un compromiso nítido y libre de condicionantes ideológicos en favor de todos los que sufren cualquier desprecio de su dignidad humana, expresado en la «opción preferencial por los pobres»; y por el reto de una pastoral que afronte los impactos secularizantes del proceso de urbanización e industrialización.
El «92» señala en el horizonte un desafío al que la Iglesia no puede faltar: reproponer con el testimonio de su fe y de su unidad, con su creatividad ética y cultural, y con su compromiso social, el mismo acontecimiento que hace quinientos años gestó la unidad espiritual de América Latina.
En esta perspectiva nos unimos al deseo expresado por Pablo VI en su discurso a los obispos del continente, el 3 de diciembre de 1964: «América Latina, ésta es tu hora; (...) tu vocación original de unir en una síntesis nueva y genial lo antiguo y lo moderno, lo espiritual y lo temporal, lo que otros te han dado y tu propia originalidad. El mundo entero espera su testimonio; (...) un testimonio muy nuevo de civilización cristiana».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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